13/12/19

Enseñanzas del libro de Job


INTRODUCCIÓN
A grandes rasgos el libro de Job podría dividirse para su estudio en cuatro partes:
1) La durísima prueba por la que tiene que pasar Job (capítulos 1 y 2).
2) Los juicios y falsas acusaciones de sus amigos contra él (capítulos del 3 al 37).
3) La intervención de Dios para reivindicar su gloria y mostrar la condición del ser humano, incluyendo la del propio Job (capítulos 38 al 41).
4) Dios defiende a Job, al tiempo que ofrece el perdón a sus amigos, y lo saca victorioso de la prueba (capítulo 42).
No es mi objetivo realizar un estudio exhaustivo de este libro, por lo que me limitaré a considerar sólo determinadas cuestiones que me han llamado la atención. Por otra parte, en varios de mis anteriores estudios ya hice algunas reflexiones sobre Job, por lo que posiblemente se repitan aquí.
LA GRAN PRUEBA DE JOB
Circunstancias y contexto histórico
El primer versículo comienza diciendo que Job habitaba en la tierra de Uz. No se conoce a ciencia cierta su ubicación geográfica ni el antepasado que da origen al pueblo que se asentó en dicho territorio.
Al respecto, siguiendo un orden cronológico, hallamos tres posibilidades en la Biblia: 1) Que Uz sea uno de los hijos de Sem; en este caso no se sabe dónde vivió (1 Cr 1:17); 2) Que sea sobrino de Abraham, hijo de su hermano Nacor, el cual se trasladó desde Ur de los caldeos a la región de Harán en la Alta Mesopotamia (Gn 22:21; 24:10; 27:43; 28:2,5); 3) Que se trate del nieto de Seir, descendiente de los horeos (Gn 36:28; 1 Cr 1:42; Lm 4:21), en cuya tierra se estableció Esaú, padre de Edom; sabemos que éste emparentó con los horeos, porque una de sus mujeres fue Aholibama, prima de Uz y también nieta de Seir (Gn 36:1-2,18,20-21,24).
Aunque no haya plena certeza de ello, entiendo que la hipótesis más pausible es la señalada como tercera opción, por varias razones: 1) Porque Lm 4:21 se refiere específicamente a Uz como tierra habitada por Edom. 2) Porque al menos Elifaz, uno de los tres amigos que visitaron a Job, era de Temán, que es una ciudad de los edomitas (Job 2:11). 3) Porque los beduinos o sabeos, que robaron parte del ganado de Job y mataron a sus criados, vivían como nómadas en una extensa región desértica, que en su parte noroccidental lindaba con Edom (Job 1:15). 4) Porque la tierra de los arameos, en la que moraban los parientes de Abraham, que sería la otra alternativa, está lejos de la de los sabeos, así como de Temán, donde habitaba Elifaz; esta circunstancia hace que disminuyan las probabilidades de que éste conociera a Job y de que viniera a visitarlo desde tan lejano territorio.
En cualquier caso, no se puede descartar que Uz, la tierra de Job, provenga del nombre del citado sobrino de Abraham. ¿Por qué? Porque uno de los dos hermanos de Uz, hijo de Nacor, fue Buz, y por tanto el buzita Eliú podría ser uno de sus descendientes (Job 32:2). De ser así el joven Eliú viviría cerca de Job y, por tanto, no tendría que hacer un largo recorrido para ir a visitarlo; incluso puede que lo conociera u oyera hablar de él antes de la visita de los tres amigos de Job. 
La rectitud de Job
Los calificativos de perfecto y recto atribuidos a Job no provienen de ningún hombre, sino del mismo Dios Todopoderoso (Job 1:1,8; 2:3). ¿Quiere eso decir que Job nunca había cometido ni el más mínimo fallo? De ninguna manera, ya que excepto Jesucristo, ningún hombre ha podido resistir al pecado, que es inherente a la naturaleza corrompida que hemos heredado de Adán, nuestro primer padre (Sal 51:5; Is 1:5-6; Jn 8:7-9; Ro 7:21, etc). Por consiguiente, sólo Dios es absolutamente perfecto y bueno (Is 64:5-6; Lc 18:19, Ro 3:10-12; etc).
Sin embargo observamos en su Palabra que Dios se refiere a una serie de personas como justas, y Él no puede contradecirse (Gn 6:9; Mt 1:19; 23:35; Lc 23:50; 2 P 1:7-8; etc). Por tanto, la única posibilidad de ser considerados justos por Dios es mediante la fe en Él, quien en su Palabra prometió que enviaría a su siervo justo el Mesías, cual Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Is 53). Y aunque el sacrificio expiatorio de Cristo sucedió en una época concreta de la historia, Dios ya había dispuesto el Cordero para el sacrificio antes de crear al hombre (1 P 1:19-20; Ap 13:8).
1 P 1:19-20; ...sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20 ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros...
Ap 13:8; Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo.
Por eso, a los santos del Antiguo Testamento, que vivieron en santo temor, creyendo y confiando en Dios y sus promesas, Él los considera justos y salvos en Cristo, exactamente igual que a los creyentes del Nuevo Testamento. Y es que a diferencia de sus criaturas, el Eterno Dios trasciende las coordenadas espacio-temporales con su omnipresencia y omnisciencia, de manera que lo que para nosotros es pasado o futuro para Él es un continuo presente (Ro 4:17).
Ro 4:17; ...(como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen.
Así que la perfección de Job no se refiere a una cualidad absoluta, pues dicho atributo es propiedad exclusiva de Dios. Más bien tiene que ver con un completo desarrollo del potencial de cada ser humano. Y en ese sentido Job llegó a alcanzar el máximo nivel posible de perfección en su condición de hombre contaminado por el pecado de Adán; al menos en lo que se refiere a sus valores morales y su relación con Dios. Quizás un ejemplo nos ayude a entender esto: si decimos de un caballo que es perfecto, no es porque sea capaz de volar, o de nadar mejor que cualquier otro animal, sino porque es un ejemplar sano y vigoroso que en su desarrollo se ha ido perfeccionando hasta alcanzar, como caballo que es, su máximo potencial.
La prosperidad de Job
En su soberanía, Dios tuvo a bien prosperar a Job, no sólo en lo espiritual sino también en lo material, para premiar su fidelidad, como hizo con muchos otros de sus siervos, especialmente en el periodo del Antiguo Testamento (Job 1:2-4,10). Eso no quita, como veremos en otro apartado de este estudio, que muchas personas puedan prosperar durante esta efímera vida terrenal al margen de Dios. Y en sentido opuesto, también ha habido en todas las épocas muchas personas fieles a Dios que, lejos de obtener prosperidad material, tuvieron que conformarse con llevar una vida menesterosa, marcada por la escasez de bienes económicos.
En cualquier caso, de Job 1:10 podemos extraer un principio: Dios puede, según su voluntad, bendecir con bienes materiales el trabajo de sus siervos; pero no podemos esperar que bendiga a los vagos que no quieren trabajar. Así que, si queremos que Dios nos bendiga debemos primero ponernos manos a la obra y esforzarnos en nuestro trabajo conforme a su voluntad. En caso contrario, es posible que alguien consiga prosperidad económica injustamente o sin merecerlo; pero esa prosperidad no puede ser consecuencia de una bendición de Dios. Es más, se sabe de personas que obtuvieron prosperidad material en esta vida en virtud de un pacto con el mismo diablo, a cambio de pasar la eternidad con él en el infierno.
Job 1:10; ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra.
La prueba de Job
Es necesario y, por tanto, ineludible que la fe de los siervos o hijos de Dios sea sometida a prueba (Éx 15:25; Dt 8:2; 1 P 4:12). Las pruebas en la vida de los creyentes sirven para acercarnos a Dios; para estrechar nuestra relación con Él y así conocerlo mejor; para aprender a andar en total dependencia de Él y confiar en su provisión y ayuda; para conocernos mejor a nosotros mismos y ser humildes; para tener aún más motivos de agradecimiento a Dios; para impulsar, en definitiva, nuestro crecimiento espiritual.
Dios prueba la fe de sus hijos, capacitándolos para una vida de lucha victoriosa en Cristo (Ro 8:37; 1 Co 15:57), pero no los tienta ni les causa el mal, porque los ama y desea su bien (Stg 1:13,17). Además Él no deja que seamos tentados más de lo que podamos resistir, sino que en toda tentación nos dará una salida para poder soportarla (1 Co 10:13). En Job 1:11-12 y Job 2:4-7 hallamos un claro ejemplo de que no es Dios quien nos causa daño, sino el diablo, y en otras ocasiones incluso nos dañamos a nosotros mismos. En este caso, aunque Satanás le pide a Dios que actúe contra Job, Él se abstiene de hacerlo, si bien permite que lo haga el diablo.
Stg 1:13,17; Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; ...Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.
Luego Dios permite en algunas ocasiones que Satanás nos zarandee e incluso nos dañe materialmente con algún propósito, que a veces puede que desconozcamos o no alcancemos a comprender (Lc 22:31-32; Ap 2:10). Por otra parte, Dios controla toda agresión del diablo contra sus hijos, fijándole sus límites (Job 1:12; 2:6). Recordemos que Dios no nos prometió una vida fácil, o que nos libraría de persecución y toda clase de aflicciones, sino más bien lo contrario (Jn 16:33; 2 Ti 3:12; 1 P 1:6-7). Lo que sí nos garantiza es ayudarnos a sobrellevarlas, haciendo además que todo lo que nos acontezca, incluso las peores experiencias de tristeza, angustia o dolor, redunden a la postre para nuestro bien (Gn 50:20; Ro 8:28; Fil 1:12).
Lc 22:31-32; Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; 32 pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.
Lo que para mí es inexplicable es que para probar a Job Dios permitiera la muerte de sus hijos, como si fueran moneda de cambio. ¿Lo hizo porque éstos eran tal vez impíos? No sabemos si lo eran a los ojos de Dios, y en caso de que así fuera tampoco podríamos deducir que murieron como consecuencia de un castigo divino, porque muchos impíos fallecen de muerte natural (Is 55:9). Por tanto, esta inhibición de Dios, permitiendo que Satanás causara la muerte de los hijos de Job, es uno de los muchos misterios acerca de Dios que mi mente no alcanza a comprender, sin que por ello deje de creer en su perfecta justicia y sabiduría.
Es un hecho observable y la Biblia así lo confirma, que muchos hombres sin temor de Dios tienen una vida relativamente larga y plácida; mientras que otros, siendo sus hijos, sufren y mueren a causa de su fe en Cristo. Por consiguiente, la verdadera diferencia entre estos dos grupos de personas, no se halla en esta corta vida terrenal, sino en su destino eterno, que para unos será con Cristo y para otros lejos de Él en el infierno (Sal 37:1-3,7-9; 73:1-3,16-17).
Satanás y los “hijos de Dios”
En primer lugar debemos recordar que Satanás es un ser creado por Dios y, por tanto, no es omnipresente, omnipotente ni omnisciente. Sin embargo comprobamos que es capaz de observar simultáneamente el comportamiento de todas las personas en todo el mundo y que además tiene un poder formidable, que en ocasiones se manifiesta de forma sobrenatural con toda clase señales y prodigios mentirosos para confundir y cautivar a los hombres que no han refugiado sus vidas en Cristo (Mt 24:24; 2 Ts 2:9).
  Job 1:14-19 nos ofrece una muestra de los variados recursos que Satanás puede emplear contra los hombres, como sucedió en esta ocasión, usando como agentes a otras personas para matar y robar; haciendo caer fuego del cielo; provocando un fuerte viento destructor; etc. Y en relación con su actividad de acecho y espionaje, vemos que Satanás no necesitó preguntar a Dios quién era Job cuando éste le habló de él, sino que mostró evidencias de que lo conocía al detalle.
Pero, ¿cómo es eso posible, si Satanás no puede estar en todas partes a la vez para poder enterarse de todo lo que pasa? Pues obviamente porque dispone de un siniestro y multitudinario ejército (una tercera parte de los ángeles, según Ap 12:3-4) preparado para actuar incansablemente de manera oculta y coordinada.
Job 1:6-7 y Job 2:1-2 nos muestran tres cosas: 1) la actividad febril de Satanás rodeando la tierra y andando por ella; 2) su acceso a la presencia de Dios, junto con los aquí llamados “hijos de Dios”; 3) el aprovechamiento de esta circunstancia para acusar de pecado a los creyentes. Pero este acceso al trono de Dios tiene fecha de caducidad (Ap 12:7-10) y, por otra parte, nos consuela saber que mientras tanto tenemos como abogado defensor en el cielo a Cristo (1 Jn 2:1; Ro 8:33-34), quien reivindica su justicia a nuestro favor ante el Padre, en virtud de su muerte expiatoria y sustitutoria por nosotros en la cruz del Calvario.
En cuanto a estos “hijos de Dios” mencionados en Job, evidentemente son ángeles, en este caso caídos, que ya estaban presentes cuando Dios fundó la tierra (Job 38:4-7). Coinciden en su naturaleza angelical con los “hijos de Dios” de Gn 6:1-4 que, actuando contra natura, fornicaron con mujeres y les engendraron hijos. Muchos estudiosos de la Biblia dicen que los “hijos de Dios” que aparecen en el capítulo 6 de Génesis son los descendientes de Set, los cuales seguían a Jehová, por contraposición a los de Caín, que se habían alejado de Él. Sin embargo Jud 6-7 dice con total claridad que los “hijos de Dios” de Gn 6 son ángeles.
Job 38:4-7;¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia. 5 ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel? 6 ¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O quién puso su piedra angular, 7 cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios?
Jud 6-7; Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día; 7 como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquéllos (aquí el pronombre demostrativo “aquéllos” sólo puede referirse a “los ángeles que no guardaron su dignidad”), habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno.
La resignación de Job
Vemos que cuando Job perdió prácticamente todo lo que tenía no maldijo a Dios, como Satanás esperaba que hiciera (Job 1:11,22); ni siquiera le reclamó, o pidió explicaciones, sino que se resignó y, postrándose en tierra, lo adoró (Job 1:20). Su resignación, como es lógico y natural, no impidió que manifestara el profundo dolor que había en su alma por todo lo que le había sucedido casi de repente, sin tiempo siquiera para poder asimilarlo.
La actitud de Job ante tanta desgracia acaecida revela su convicción de que todos sus bienes se los debía a Dios, que vivía de prestado (Job 1:21). Así como Job aceptó resignado la pérdida de todas sus posesiones, incluyendo a sus hijos y criados, los cristianos tenemos que aprender a contentarnos con lo que tenemos, dando siempre gracias a Dios por todo (Fil 4:11-13, 1 Ti 6:6-8 y He 13:5).
      Pero por si no bastase con haber perdido prácticamente todo lo que tenía, hay que añadirle a esta desgracia que Job fue abandonado por sus parientes, conocidos y amigos, aún los más íntimos. En vez de recibir consuelo y apoyo en una situación tan extremadamente crítica, tuvo que soportar el alejamiento, la incomprensión y el aborrecimiento por parte de todas las personas con las que había mantenido relación, como bien se expresa en Job 6:14-15 y Job 19:13-22.

     Ni siquiera su esposa fue de ayuda para él, pues en los momentos más delicados lo incitó a maldecir a Dios (Job 2:9). Mas Job tenía la firme determinación de retener su integridad, cosa que hizo de forma admirable contra viento y marea durante todo el tiempo que duró su prueba (Job 2:10; 27:1-6).

Lo que le aconteció a Job es paradigmático de lo que le puede pasar a cualquier persona, y particularmente a los cristianos. Cuando a una persona le van bien las cosas y otros ven que pueden obtener algún tipo de beneficio, son proclives a acercarse a ella, mostrando interés por ser sus amigos. Pero cuando  a esa persona se le tuercen las cosas y parece que todo le va mal, entonces muchos de sus allegados pierden el interés que tenían y se alejan de ella como si huyeran de la peste.
En situaciones así, en las que nos hallamos solos ante el sufrimiento, es inevitable recordar que, tal como enseña la Palabra, no debemos confiar en el hombre, ni siquiera en nosotros mismos, sino sólo en Dios (Jer 17:5-8). En todo caso los cristianos, como hijos de Dios y seguidores e imitadores de Cristo, debemos distinguirnos sobre todo por el amor a nuestros hermanos y el prójimo en general, gozándonos con los que se gozan y acompañando en su dolor a los que sufren (Ro 12:10,15).
La visita de sus amigos
Precisamente esa actitud solidaria de estar al lado de los que sufren, fue la que mantuvieron inicialmente los tres amigos que visitaron al doliente Job. Durante siete días con sus respectivas noches su comportamiento fue intachable y ejemplar, limitándose a acompañarlo quebrantados y en silencio. ¿Qué podían decirle para consolarlo? Sobraban las palabras. Cualquier cosa que dijeran para consolarlo o animarlo era inoportuna y en el peor de los casos podría agravar su dolor, al considerar tal vez Job las palabras de ellos fingidas o superfluas. Por eso sabiamente optaron por permanecer callados en su presencia, tratando de meterse en la piel de Job.
JUICIO TEMERARIO Y CALUMNIAS CONTRA JOB
Pero esa comunión cesó cuando Job comenzó a lamentarse de su desdicha (Job 3:11; 6:2-3; 7:11). A partir de ese momento la actitud de sus amigos cambió por completo, pues entraron en una ácida disputa con Job para censurar sus palabras y rebatir sus argumentos, empleando incluso mentiras y calumnias contra él, y aumentando así el dolor que ya padecía (Job 6:25-26; 11:1-3).
Job 6:25-26; ¡Cuán eficaces son las palabras rectas! Pero ¿qué reprende la censura vuestra? 26 ¿Pensáis censurar palabras, y los discursos de un desesperado, que son como el viento?
El indescriptible sufrimiento de Job
El padecimiento de Job, que fue abatido en cuerpo, alma y espíritu, no se puede describir con palabras (Job 6:11-12). A su inmenso dolor se sumó su incomprensión de lo que le sucedía, pues creía que Dios lo estaba castigando y no entendía el motivo (Job 10:1-2; 13:23-24; 30:25-31). Job recordaba haber vivido en santo temor, esforzándose por agradar a Dios en todo, y no tenía conciencia de haberlo ofendido como para merecer tal castigo (Job 23:10-12; 31:1-40), sin perjuicio de que reconocía su condición pecaminosa carnal heredada de Adán (Job 7:20-21).
A la decepción de Job por el abandono de sus parientes y amistades se unió su percepción de que también Dios le había dado la espalda (Job 29:1-5). Es natural que en una situación tan desesperante y angustiosa vinieran a su mente dudas y preguntas. ¿Por qué Dios no oía su clamor y lo socorría, perdonando cualquier ofensa que hubiera podido cometer contra Él? ¿Por qué callaba y no defendía su causa frente a las injustas acusaciones de sus amigos? Lo que no sabía Job es que el propósito de Dios no era castigarlo, sino ponerlo en situación de prueba para llevarlo a un nivel superior de fe y conocimiento de Él. No sabía que en medio de la prueba Dios estaba presente y controlando la situación para darle la victoria.
El cambio de actitud de sus tres amigos
En cuanto Job dio rienda suelta a su queja, por la necesidad imperiosa que tenía de desahogarse y aliviar un poco su dolor, sus amigos cayeron en la tentación de discutir con él, perdiendo así toda empatía y pasando por alto su situación de extrema vulnerabilidad (Job 4:1-9; 20:1-3). En su vehemente discusión declararon de forma imprudente y temeraria que, siendo Dios justo, había castigado a Job porque lo merecía, porque había cometido pecados de los que necesitaba arrepentirse y pedir perdón a Dios (Job 22:21-28). Así, en vez de compadecerse e interceder por su amigo, se pusieron como jueces en lugar de Dios para acusarlo y condenarlo injustamente (Job 15:4-6; 22:4-11).
Los detractores de Job eran ancianos y tenían reputación de sabios, pero aunque su discurso suena bien, sus palabras son molestas y vanas, porque no transmiten consuelo, ni amor, ni misericordia (Job 13:4-5,12). Por tanto, su pretendida sabiduría en realidad era necedad, pues viendo el delicado estado de Job se comportaron con total falta de tacto y sensibilidad, hurgando en su herida y añadiendo más amargura a su alma (Job 16:1-7,20; 17:2; 19:1-4,21-22).
A pesar de su lamentable error, estos tres amigos de Job no eran impíos, puesto que temían a Dios. Su visita fue bienintencionada, aunque luego las cosas se torcieran y la situación se les escapara de las manos. Llama la atención que en medio de la discusión tanto ellos como el propio Job expresaron su esperanza de que Dios finalmente lo redimiría y restauraría (Job 8:20-22; 19:25-27). Por otra parte, se observa que aun a pesar de su mala actitud frente a Job, el Espíritu Santo guió a sus amigos a declarar determinadas verdades que en el futuro serían recordadas por otros siervos de Dios (Job 5:17-18/Pr 3:11-12/He 12:5-6; Job 5:13/1 Co 3:19; etc).
Sin embargo parte del discurso que pronunciaron es parcial y sesgado, al ignorar la realidad de las cosas y la enseñanza de las Escrituras, tal como argumentó Job contra ellos (Job 21:7-15). En base a los numerosos ejemplos de personas a las que Dios había bendecido con abundancia de bienes para premiar su fidelidad, estos amigos de Job tenían una creencia muy arraigada en aquella época, que relacionaba directamente las penurias y desgracias de la vida con los pecados de las personas, como si se tratase de una ley de causa y efecto (Job 15:17-25).
Pero la verdad es que esa supuesta relación de causa-efecto nunca se ha cumplido de manera infalible, porque ni todos los que han sido fieles a Dios a través de la historia han obtenido prosperidad material, ni todos los impíos han sido castigados con pobreza en esta vida, sino que en general Dios ha hecho salir el sol y llover sobre justos e injustos igualmente (Mt 5:45). Parece mentira que en la actualidad muchos incautos se hayan dejado arrastrar por esa herejía, al creer en la llamada teología de la prosperidad. Eso corrobora lo que enseña Ec 1:9-11 y Ec 3:15, en relación a que la historia en cierto modo se repite.
El orgullo y necedad del joven Eliú
Después de mucho discutir, los tres amigos de Job reconocieron su error e injusticia por pensar maliciosamente y acusarlo de pecado, a pesar de que conocían su testimonio, que siempre había sido intachable. Así que dejaron de responderle (Job 32:1).
Llegó entonces el momento que pacientemente había esperado el joven Eliú para tomar la palabra. Estaba airado contra Job por no reconocerse culpable de su situación y también contra los tres ancianos porque lo habían decepcionado, al claudicar y permanecer callados ante aquél. Entonces reanudó la disputa contra Job, si cabe aún con más saña (Job 32:16-20), incidiendo básicamente en la misma actitud inapropiada de sus predecesores, pues se erigió como juez de Job en lugar de Dios (Job 33:6-7).
Mostrando una total falta de misericordia y desde su cómoda posición de bienestar, condenó sin piedad los dichos apresurados de un hombre que estaba fuera de sí a causa de un dolor incesante y abrumador que le impedía pensar con claridad. Así ocurrió, por ejemplo, en relación a la contienda que mantuvo Job con Dios (Job 33:13). Sin embargo hay que tener en cuenta que Job no tenía plenas facultades al cometer esta falta. Necesitaba imperiosamente desahogarse para tratar de mitigar un poco su insoportable dolor; de ahí que brotara desde lo más profundo de su corazón tan amarga lamentación, a la vez que un fuerte clamor para exponer a Dios su causa en presencia de sus amigos que lo estaban escarneciendo.
Resumiendo, a semejanza de los tres ancianos, el joven Eliú pecó de orgullo, falta de compasión, juicios temerarios, tergiversación de palabras, acusaciones falsas, condena injusta a Job, etc. De ahí que Dios mismo respondiera de forma audible a Job para reprobar el consejo sin sabiduría de Eliú (Job 38:1-2).
DIOS MUESTRA A JOB SU GLORIA Y LE HACE VER SU PEQUEÑEZ
Entonces, mediante una serie de preguntas retóricas, Dios le hace ver a Job cuán pequeño es el conocimiento que tiene de Él y su gloria manifestada en la Creación. Además de eso le hace un par de preguntas a Job que contienen un reproche hacia él: 1) “¿Es sabiduría contender con el Omnipotente? El que disputa con Dios conteste a eso” (Job 40:2). 2) “¿Invalidarás tú también mi juicio? ¿Me condenarás a mí para justificarte tú?” (Job 40:8).
Naturalmente ante semejante reto Job sólo pudo contestar: “He aquí yo soy vil; ¿qué te responderé? Mi mano pongo sobre mi boca. Una vez hablé, mas no responderé; aun dos veces, mas no volveré a hablar” (Job 40:4-5).
LA SALIDA VICTORIOSA DE LA PRUEBA
En respuesta a las palabras de Jehová, Job reconoció que Dios es Todopoderoso y que su sabiduría es inescrutable (Sal 92:5), considerándose a sí mismo un ignorante que se atrevió a contender con el Altísimo. Por tanto, no dudó en admitir su condición de hombre pecador, arrepintiéndose y humillándose ante Dios.
Ciertamente todos somos pecadores, pero es obvio que no todos los pecados son de la misma magnitud o gravedad (1 Jn 5:17). Por ejemplo, es pecado tanto insultar a alguien como matarlo; también es necesario en ambos casos que nos arrepintamos y le pidamos perdón a Dios para poder estar limpios y en paz con Él. Igualmente Dios está dispuesto a perdonar cualquier pecado, sea pequeño o grande (Is 1:18). Pero las consecuencias o daño causado al quitarle a alguien la vida son mucho peores que si sólo lo insultamos. Por eso Dios escudriña la mente y corazón de todo ser humano, y observa sus caminos, para retribuir a cada uno en particular según sean sus obras (Jer 17:9-10; Ap 2:23).
1 Jn 5:17; Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte.
Jer 17:9-10; Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? 10 Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.
Ap 2:23; ...y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras.
En el caso que nos ocupa, tanto Job como sus amigos tenían fallos por el simple hecho de haber heredado la naturaleza corrompida de Adán. Sin embargo Dios estableció una diferencia entre ellos, pues salió en defensa de Job para reivindicar la rectitud de su conducta y palabras, mientras que censuró las de sus amigos.
Cabe destacar que aunque Dios reprobó la actitud y palabras de los amigos de Job, no los desechó, sino que les ofreció una salida muy concreta para su perdón y restauración: el sacrificio expiatorio y sustitutorio de víctimas inocentes en su lugar, conjuntamente con la intercesión del “justo” Job (Stg 5:16-18). Huelga decir que Job 42:8 tipifica el sacrificio de Cristo por los pecados de todos y cada uno de los seres humanos, así como su función de intercesor como nuestro abogado defensor delante del Padre (He 7:24-25).
Stg 5:16-18; Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. 17 Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. 18 Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.
Cuando Dios retiró la aflicción de Job, éste pudo, por fin, entender que no había sido castigado, sino probado. Asimismo comprendió que Dios siempre tiene un propósito en todo lo que hace o permite que nos suceda. La superación de esta dolorosa prueba fue valiosa para Job, al obtener una serie de beneficios: creció espiritualmente y su fe se fortaleció, se conoció mejor a sí mismo y, lo que es más importante, adquirió un conocimiento más profundo e íntimo de Dios.
Por último vemos que Dios prosperó nuevamente a Job, dándole otra vez siete hijos y tres hijas, restaurando su anterior buena relación con sus parientes y conocidos, y entregándole el doble de los bienes materiales que había tenido; de manera que la postrera bendición de Job fue mayor que la primera. Y además de todas estas cosas, Dios le concedió una saludable y larga vida en paz para que disfrutara de todo ello.
Que el Señor lo colme de bendiciones, querido lector.

3/8/19

Hechos asociados a la infancia de Jesús

INTRODUCCIÓN

Este estudio tiene básicamente dos propósitos: 1) Verificar a través de los dos primeros capítulos de Mateo y Lucas si algunas creencias sobre determinados hechos relacionados con la infancia de Jesús se basan en la Palabra, o en tradiciones, mitos y leyendas. 2) Ordenar secuencialmente el relato de esos hechos.

Para facilitar una visión lineal e integradora de los acontecimientos, me ha parecido útil presentar de modo alternativo las narraciones complementarias de ambos evangelistas, organizándolas en los siguientes apartados:

1-. Concepción virginal de María (Lc 1:26-35).

2-. José recibe a María como esposa (Mt 1:18-25).

3-. Nacimiento de Jesús (Lc 2:1-7).

4-. Manifestación angelical y testimonio de los pastores (Lc 2:8-20).

5-. Cumplimiento de la ley mosaica (Lc 2:21-24).

6-. Visita de los magos (Mt 2:1-12).

7-. Matanza de los niños y huida a Egipto (Mt 2:13-18).

8-. El regreso a Israel (Mt 2:19-23).

9-. Obediencia de Jesús (Lc 2:41-52).

Aunque acostumbro a reproducir los textos bíblicos que constituyen la base principal de mis estudios, en esta ocasión no voy a hacerlo, porque ocuparían mucho espacio. Así que únicamente indicaré el capítulo y los versículos correspondientes a dichas porciones para facilitar que los lectores puedan ir comprobando mis argumentos teniendo a mano la Biblia.

CONCEPCIÓN VIRGINAL DE MARÍA

En Lc 1:26-35 se relata la concepción de la virgen María por obra y gracia del Espíritu Santo (Mt 1:18), anunciada por el ángel Gabriel. Esto sucedió en el sexto mes del embarazo de su parienta Elisabet, que también había concebido milagrosamente a Juan el Bautista, ya que era estéril y tanto ella como su marido, el sacerdote Zacarías, eran de edad avanzada (Lc 1:5-25, 57-80).

Un poco más adelante, en Lc 1:39-56, vemos que María, al saber por el mencionado ángel que Elisabet estaba embarazada, fue a visitarla y estuvo con ella unos tres meses, ayudándola en sus quehaceres diarios hasta que dio a luz. Para ello tuvo que desplazarse desde su lugar de residencia en Nazaret de Galilea, a una ciudad que desconocemos de la zona montañosa de Judea.

En relación con este primer capítulo de Lucas ciertos comentaristas afirman que María y Elisabet eran primas, y por consiguiente también Jesús y Juan el Bautista, pese a que no hay evidencias en la Biblia al respecto. Sabemos que eran parientas (Lc 1:36), pero desconocemos el tipo y grado de parentesco existente entre ellas.

JOSÉ RECIBE A MARÍA COMO ESPOSA

Siguiendo con el relato de los acontecimientos, en Mt 1:18-25 vemos que al saber José que su prometida estaba embarazada sin que se hubiera producido entre ellos ninguna relación sexual, quiso dejarla discretamente en secreto para no dañar su reputación. Entonces se le apareció en sueños un ángel del Señor, quien le dijo que no temiera recibir a María como esposa, la cual había permanecido fiel y en castidad en todo momento, puesto que el ser que había engendrado no procedía de ningún varón, sino del Espíritu Santo, tal como había sido profetizado acerca del Mesías (Is 7:14).

Is 7:14; Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.

La Palabra no aclara cómo ni cuándo supo José que María estaba encinta. Por lo tanto pudo haberse enterado cuando aún no era visible el embarazo, bien porque María se lo hubiera contado, o bien por medio de otra persona a quien ella se lo hubiera dicho. Pero también pudo enterarse simplemente al observar su estado, o siendo avisado por otros que la hubieran visto embarazada antes que él. Por otra parte, es posible que José no supiera nada del embarazo hasta el regreso de María de la casa de Elisabet, estando ya encinta de al menos tres meses.

En cualquier caso es de resaltar la actitud de José, quien en tan difícil circunstancia no respondió con ira ni odio, sino que trató de dejar a María causándole el menor perjuicio posible. Pero no menos admirable fue su obediencia al ángel, recibiendo valientemente a María como esposa, a pesar de que eso podría dar lugar a habladurías e incluso rechazo por parte de sus parientes y vecinos.

NACIMIENTO DE JESÚS

Mientras esperaban José y María el nacimiento de Jesús en Nazaret, donde vivían, surgió algo imprevisto. Por orden del emperador Augusto César se promulgó un edicto para censar por primera vez a la población de Israel; de manera que cada uno debía empadronarse en la localidad donde se hallaba la casa y familia de sus antepasados. Por dicho motivo José tuvo que desplazarse con su mujer María, que estaba encinta, a Belén, ya que era del linaje de David. El caso es que estando en dicha ciudad, María se vio obligada a dar a luz a Jesús en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón (Lc 2:1-7).

Por tanto tuvieron que darse unas circunstancias muy excepcionales para que se cumpliera la profecía de que le nacería a David un hijo en Belén de Judá (Mi 5:2), que salvaría a Israel de sus pecados y reinaría en su trono de Jerusalén para siempre. Esto, por supuesto, no fue fruto de la casualidad, sino que el Dios Todopoderoso bajo cuyo control suceden todas las cosas, había previsto y dispuesto que así ocurriera.

Mi 5:2; Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad.

MANIFESTACIÓN ANGELICAL Y TESTIMONIO DE LOS PASTORES

Al margen de que los propios dueños del mesón, o incluso cualquiera que hubiera pasado por allí, supieran que acababa de nacer un niño en aquel pesebre, los primeros en saber que había nacido, no un niño cualquiera el Mesías, fueron los pastores que había en los montes de los alrededores de Belén. Dios quiso así manifestar su grandeza en medio de la sencillez, concediéndoles a unos humildes pastores el privilegio de recibir como primicia la noticia del nacimiento del Salvador del mundo poco después de que eso ocurriera y mediante una gloriosa revelación celestial.

El mismo Jesús fue un perfecto ejemplo de sencillez, siendo el más grande ser que ha pisado este planeta. Esa condición se observa ya al nacer en medio de tanta adversidad, y continúa con una vida marcada por la escasez de bienes materiales, al pertenecer a una familia menesterosa. Pero también mostró sencillez tras darse a conocer a Israel, pues eligió personas sencillas para que fueran sus apóstoles, mostró predilección por los niños, tuvo empatía con los pobres, sanó y alivió los sufrimientos de la gente, etc. Incluso hizo su entrada triunfal en Jerusalén montado sobre un humilde pollino, tal como había sido profetizado (Zac 9:9). Esto nos indica que el sistema de valores imperante en el mundo es en muchos aspectos antagónico al de Dios (Mt 23:11-12).

Zac 9:9; Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.

Mt 23:11-12; El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo. 12 Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

Es muy ilustrativo el hecho de que los pastores no pudieran soportar quedarse callados y dieran rienda suelta a la necesidad imperiosa que tenían de compartir y proclamar lo que habían oído y visto en la aparición de los ángeles. Y por otra parte, vemos que tampoco pudieron resistir el impulso de visitar el pesebre para tener un privilegiado encuentro con el Mesías, obteniendo así la confirmación de tan excelente noticia recibida del cielo. Como les ocurrió a estos pastores, cuando los corazones de los que temen a Dios se desbordan de gozo, suceden de modo natural dos cosas: 1) se alaba y glorifica su santo nombre, y 2) se comparte o testifica acerca de aquello que motiva el gozo. Así sucede con todo aquél que nace espiritualmente de nuevo, al arrepentirse de sus pecados y creer en Jesucristo.

El hecho de que cuando nació Jesús había pastores en aquella región velando de noche por sus rebaños, parece confirmar la tesis de muchos comentaristas bíblicos que afirman que su nacimiento no se produjo un 25 de diciembre, tal como se celebra tradicionalmente la Navidad, sino en otra época del año en la que las condiciones meteorológicas no son tan adversas como suelen ser en invierno.

CUMPLIMIENTO DE LA LEY MOSAICA

Tras la visita de los pastores al niño y sus padres en el pesebre, los siguientes sucesos que narra la Biblia se hallan en Lc 2:21-24, en referencia a las prácticas legales que debían observar las familias israelitas cuando les nacían hijos. Por eso, como buenos judíos, esta familia cumplía escrupulosamente la ley (Gá 4:4-5), y en el caso de Jesús a la perfección, poniendo el énfasis en el espíritu y no en la letra (Mt 5:17-18; Ro 2:28-29). Era así como debían proceder, puesto que el nuevo pacto en la sangre de Jesús no entró en vigor hasta después de su muerte, como ocurre con cualquier herencia asignada por su testador (He 9:15-17).

Gá 4:4-5; Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, 5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.

Mt 5:17-18; No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. 18 Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido (el total y perfecto cumplimiento de la ley ya se produjo, precisamente por medio de Cristo).

Ro 2:28-29; Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; 29 sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra...

He 9:15-17; Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna. 16 Porque donde hay testamento, es necesario que intervenga muerte del testador. 17 Porque el testamento con la muerte se confirma; pues no es válido entre tanto que el testador vive.

En el caso de Jesús, al ser varón, fue circuncidado al octavo día y luego fue presentado en el templo para dedicarlo como primogénito a Dios (Éx 13:1-2), al cumplirse los 40 días prescritos de purificación de la madre (Lv 12:2-8). Sabemos que los padres de Jesús eran pobres, porque Lc 2:24 nos da a entender que ofrecieron a Dios un par de tórtolas (o de palominos), tal como lo permitía la ley a quienes no les alcanzaba lo que tenían para ofrecer un cordero de un año como holocausto y una de esas aves para expiación.

Éx 13:1-2; Jehová habló a Moisés, diciendo: 2 Conságrame todo primogénito. Cualquiera que abre matriz entre los hijos de Israel, así de los hombres como de los animales, mío es.

Lv 12:2-8; Habla a los hijos de Israel y diles: La mujer cuando conciba y dé a luz varón, será inmunda siete días; conforme a los días de su menstruación será inmunda. 3 Y al octavo día se circuncidará al niño. 4 Mas ella permanecerá treinta y tres días purificándose de su sangre; ninguna cosa santa tocará, ni vendrá al santuario, hasta cuando sean cumplidos los días de su purificación. 5 Y si diere a luz hija, será inmunda dos semanas, conforme a su separación, y sesenta y seis días estará purificándose de su sangre. 6 Cuando los días de su purificación fueren cumplidos, por hijo o por hija, traerá un cordero de un año para holocausto, y un palomino o una tórtola para expiación, a la puerta del tabernáculo de reunión, al sacerdote; 7 y él los ofrecerá delante de Jehová, y hará expiación por ella, y será limpia del flujo de su sangre. Esta es la ley para la que diere a luz hijo o hija. 8 Y si no tiene lo suficiente para un cordero, tomará entonces dos tórtolas o dos palominos, uno para holocausto y otro para expiación; y el sacerdote hará expiación por ella, y será limpia.

Para poder cumplir con estas prescripciones legales, es de suponer que la familia permaneció en Belén, aunque probablemente no estuviera todo ese tiempo viviendo en el pesebre. Difícilmente podrían haber emprendido un viaje de regreso a Nazaret a los pocos días de nacer Jesús, teniendo en cuenta lo siguiente: que la madre debía permanecer aislada durante siete días conforme a lo prescrito en la ley (Lv 12:2); que acto seguido debían circuncidar al niño en el octavo día; y que luego aún tenía que estar purificándose la madre hasta que se cumplieran en total 40 días desde que había dado a luz.

Por consiguiente no parece viable que pudieran realizar un viaje a Nazaret de varios días de duración, teniendo en cuenta que debían observar dichos preceptos legales, y volver en muy pocos días a Jerusalén para presentar el niño al Señor en el templo y ofrecer los sacrificios de holocausto y expiación con los que finalizaba el periodo de purificación.

  Entre Nazaret y Belén hay una considerable distancia de unos 130 kilómetros. La Palabra no indica si cuando José y María hicieron ese trayecto para ir a empadronarse, iban a pie o a lomos de un animal de carga. Es muy probable que al menos María viajara montada sobre un asno. En parte porque al ser mujer se suponía que no tenía la fortaleza física que suelen tener los varones; pero sobre todo por el agravante de hallarse al final de su embarazo, casi a punto de dar a luz. La cuestión es que se trataba de un viaje cuando menos incómodo, especialmente para los que lo hacían a pie.

VISITA DE LOS MAGOS

En este punto cambiamos el evangelio de Lucas por el de Mateo, yendo concretamente a la porción incluida en Mt 2:1-12, para poder continuar con la secuencia ordenada de los acontecimientos.

Aquí surgen bastantes incógnitas a las que muchos han tratado de responder con suposiciones que, con el tiempo se han convertido en tradiciones e incluso en dogmas. Creo que es lícito hacer determinadas conjeturas, siempre que se presenten expresamente como lo que son, sin pretender hacerlas pasar por verdades que están fundamentadas en la Biblia. Por ejemplo, ¿quiénes eran los magos? ¿Cuántos eran? ¿De dónde procedían? Etc.

En el contexto histórico y geográfico de entonces, la consideración de magos no se limitaba exclusivamente a quienes practicaban algún tipo de magia. Más bien se reconocía como tales a algunos hombres que destacaban por su saber en distintas ramas del conocimiento, como podían ser las matemáticas, la física, la astronomía, las leyes, la filosofía, etc.

En el caso concreto de estos magos, conocían las profecías acerca del Mesías que reinaría sobre Israel para siempre (Is 9:6-7), porque si no fuera así, no habrían identificado esa singular estrella precisamente como una señal de su nacimiento. Ese conocimiento podía deberse a que eran descendientes de judíos que no habían retornado en su día de la cautividad de Babilonia, o bien tratarse de gentiles que supieron de las Sagradas Escrituras al contactar con los judíos que vivían entre ellos. En cualquier caso, es obvio que no sólo mostraron un vivo interés por conocerlas, sino que también las creyeron, como lo demuestra el hecho de que partieron de una tierra lejana, siguiendo gozosos la estrella en busca del niño para adorarlo.

Is 9:6-7; Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. 7 Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.

En cuanto al lugar de procedencia de estos magos, aunque sólo sabemos que venían de algún territorio situado al oriente de Israel, podemos presumir razonablemente que provenían de alguna región persa o asirio-babilónica. El popular título de reyes dado a los magos no aparece en la Biblia, ni que trajeran algún séquito con ellos, ni sus nombres, ni que fueran tres en base a que ofrecieron como presente oro, incienso y mirra; todo eso forma parte de las tradiciones de los hombres.

También se han hecho diversas especulaciones sobre la estrella que guió a los magos. Es evidente que no puede tratarse de una de las estrellas que pueblan el universo y tampoco de una estrella fugaz o meteorito, por su gran tamaño en el primer caso y por la velocidad con la que surcan el cielo en el segundo. Por tanto, debió ser una luz de origen sobrenatural que brillaba como una estrella y se movía lentamente a medida que los magos avanzaban en su camino.

Es llamativo el contraste entre el anhelo y gozo de los magos por tener un encuentro con Jesús para adorarlo, frente al temor y rechazo que la noticia suscitó en los principales sacerdotes, escribas y gran parte del pueblo ¿Y qué decir del malvado Herodes, quien se obsesionó con quitar de en medio al niño a toda costa? El caso es que, en vez de gozarse por el advenimiento del Salvador, se entristecieron con la noticia y se opusieron a Jesús, porque en sus ambiciones y pecados lo vieron como un aguafiestas, e incluso en el caso de los líderes de la nación como un rival religioso y político que, llegado el momento, reprobaría y denunciaría públicamente sus injusticias e hipocresía.

Es indudable que Dios estaba con los magos, como lo prueban, entre otras cosas, la estrella que los guiaba sobrenaturalmente y la revelación en sueños de que se alejaran de Herodes para que no colaboraran inconscientemente con él en sus planes asesinos. Recordemos que los sueños eran el medio que Dios usaba también con José, a quien Él consideraba un varón justo (Mt 1:19), para darle instrucciones de lo que debía hacer en situaciones de extrema dificultad o peligro.

Hay otra cuestión que trataré de esclarecer. Sabemos que Herodes envió a los magos a Belén, que es donde las profecías decían que nacería Jesús, y también que la estrella que habían seguido los magos se les volvió a aparecer, guiándolos de nuevo hasta posarse en la casa en la que estaba María con el niño; pero la Palabra no indica si dicha casa estaba en Belén o en Nazaret.

En Lc 2:39 parece que el retorno a Nazaret se produce inmediatamente después del cumplimiento de las prescripciones legales, ya tratadas en el apartado anterior. De ser así, habría que contemplar dos posibilidades en relación con la visita de los magos: que ésta aconteciera en Belén durante los 40 días de purificación de María, o bien que los magos fueran a adorar al niño en Nazaret, por haber regresado la familia allí, una vez transcurrido el citado periodo de 40 días.

Lc 2:39; Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.

Sin embargo, prestando atención al siguiente versículo, o sea a Lc 2:40, parece que el mismo se está refiriendo a una estancia relativamente larga y estable en Nazaret, donde el niño Jesús crecía, se fortalecía y llenaba de sabiduría. Eso me hace pensar que esta etapa de la vida de Jesús sucede tras el exilio de Egipto, probablemente algunos años después de la visita de los magos. Por tanto, si bien Lc 2:39 se refiere a un regreso a Nazaret después del cumplimiento de las mencionadas prescripciones legales, creo que el mismo no se produjo de inmediato, sino algunos años después. Es más, desde que la familia de Jesús salió de Nazaret para empadronarse en Belén, estoy convencido de que no volvió a vivir en dicha ciudad de Galilea hasta después de regresar de Egipto.

Lc 2:40; Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.

MATANZA DE LOS NIÑOS Y HUIDA A EGIPTO

Una de las cosas que más me llama la atención, al considerar la porción de Mt 2:13-18, no es sólo la obediencia de José a la orden del ángel del Señor, sino sobre todo el inmediato cumplimiento de la misma, como también observamos en otros casos de llamamientos al servicio en la Biblia (Mt 4:18-22; y otros). En este caso, nada más despertar José del sueño y siendo de noche, tomó sin rechistar al niño y a su madre, y huyó a Egipto, donde estarían hasta recibir una nueva orden del cielo para hacerlos volver.

Mt 4:18-22; Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. 19 Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. 20 Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron. 21 Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó. 22 Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron.

Cuando el ángel alertó a José, se daban dos circunstancias: 1) un peligro de muerte inminente, y 2) una amenaza que provenía de Jerusalén, donde estaba Herodes y que, como sabemos, se halla muy próxima a Belén. Como ya he dicho al final del apartado anterior, creo que la familia de Jesús en ese tiempo continuaba viviendo en Belén, pues no tendría sentido que José se viera obligado a abandonar tan precipitadamente su casa si habitara en un lugar como Nazaret, que estaba fuera de peligro, ya que la orden de matar a todos los varones menores de dos años se circunscribía a Belén y su entorno. Por otra parte, también encaja mejor la huida a Egipto desde Belén, porque hay un trayecto bastante más corto y por consiguiente con menos tiempo de viaje en comparación con Nazaret, que está en el norte de Israel, justo en el extremo opuesto a Belén.

Ahora bien, para vivir en Belén necesitaban el refugio de una casa y, siendo pobres, no debía ser fácil conseguir una, aunque fuese de humilde condición. Sin embargo, es posible que José recibiera ayuda de sus parientes, ya sea compartiendo su alojamiento con ellos o colaborando con José en la habilitación o construcción de su propia vivienda. También puede ser que consiguiera financiar el coste de una casa con el oro que habían recibido de los magos, o trabajando en su oficio de carpintero. Pero más allá de cualquier suposición, estamos seguros por la Palabra de que la provisión del Padre celestial para cubrir sus necesidades básicas no pudo fallarles en ningún momento o situación, porque fiel es Dios, que lo ha prometido a los que le temen y confían en Él (Pro 37:25; Lc 12:29-31).

Pro 37:25; Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan.

Lc 12:29-31; Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud. 30 Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas. 31 Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas.

He de admitir que en este estudio, una parte de mis razonamientos se basa en meras suposiciones sobre ciertos detalles no revelados en la Palabra como, por ejemplo, el tiempo transcurrido entre el nacimiento de Jesús y la visita de los magos. Si, como es probable, la estrella se le apareció a los magos justo cuando nació Jesús, teniendo en cuenta que procedían de un territorio bastante alejado de Israel, debieron tardar semanas o meses en llegar a donde estaba el niño (Esdras, por ejemplo, tardó cuatro meses en desplazarse desde Babilonia a Jerusalén, según dice Esd 7:9). De ahí que Herodes, habiendo indagado de los magos el tiempo de aparición de la estrella (Mt 2:7), mandara matar a todos los varones menores de dos años en Belén y sus alrededores para asegurarse de que Jesús no quedara con vida.

Tanto esa matanza como la estancia forzada de Jesús en Egipto habían sido profetizadas desde siglos atrás (Jer 31:15; Os 11:1). En esta última referencia profética, como ocurre tantas veces en la Biblia, se parte de una realidad histórica referida a Israel que trasciende a dicha nación para aplicarse también a Cristo.

Jer 31:15; Así ha dicho Jehová: Voz fue oída en Ramá, llanto y lloro amargo; Raquel que lamenta por sus hijos, y no quiso ser consolada acerca de sus hijos, porque perecieron.

Os 11:1; Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo.

EL REGRESO A ISRAEL

Al cabo de un tiempo, para nosotros desconocido, de habitar en Egipto, un ángel del Señor volvió a hablarle en sueños a José para que regresara a Israel, puesto que había muerto Herodes y sus secuaces que querían matar al niño. Al llegar a Israel parece que en principio José no tenía en mente ir a Nazaret, sino más bien quedarse en Judea. Pero cuando supo que en este territorio reinaba Arquelao como sucesor de su padre Herodes, tuvo temor. Entonces Dios le reveló otra vez en sueños que fuera a Galilea, y así acabó viviendo en la ciudad de Nazaret como al principio, antes de que saliera de ella por causa del obligado empadronamiento decretado en tiempo de Augusto César, conocido también como Octavio Augusto.

OBEDIENCIA DE JESÚS

Los últimos acontecimientos de la infancia de Jesús relatados en la Biblia, están en Lc 2:41-52. Aquí vemos de nuevo cómo la familia de Jesús era celosa en guardar los preceptos de la ley de Moisés, acudiendo cada año a la celebración de la pascua en Jerusalén, tal como estaba estipulado (Dt 16:16). No está suficientemente claro en la Palabra si solían llevar con ellos a Jesús durante su niñez; pero sí es evidente que lo llevaron consigo en esa ocasión, cuando tenía doce años, edad que marca el fin de la infancia y el comienzo de la pubertad o adolescencia.

Dt 16:16; Tres veces cada año aparecerá todo varón tuyo delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere: en la fiesta solemne de los panes sin levadura (la cual se celebra de manera ininterrumpida con la pascua), y en la fiesta solemne de las semanas, y en la fiesta solemne de los tabernáculos. Y ninguno se presentará delante de Jehová con las manos vacías…

De entre las varias consideraciones que se pueden hacer en este apartado, como podría ser el alto nivel de autonomía que había adquirido Jesús a esa temprana edad, o su sorprendente y admirable sabiduría, sólo voy a referirme a Él en relación con el aspecto de la obediencia.

Seguramente habrá quienes piensen que al quedarse Jesús en Jerusalén después de la fiesta de la pascua sin el conocimiento y permiso paterno, en vez de regresar con ellos a casa, incurrió en un acto de desobediencia. Pero eso entraría en conflicto con la Palabra, la cual enseña que Jesús jamás fue desobediente ni pecó (Fil 2:8; 2 Co 5:21).

Fil 2:8; ...y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

Co 5:21; Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Luego Jesús actuó de esa manera conforme a la voluntad de su Padre celestial, con el propósito de dar un primer testimonio a sus padres terrenales, así como a los que estaban en el templo y a todos los que vendrían después, acerca de quién era Él realmente: el Hijo de Dios enviado por el Padre para redimir a la humanidad y salvarla de la condenación eterna (Jn 3:17-18). Tanto sus padres como los que estaban presentes en el templo con Jesús, no consiguieron entenderlo entonces, pero sí podrían llegar a comprenderlo años después durante su ministerio público, especialmente su madre María, que guardaba estas cosas en su corazón, meditando en ellas.

Jn 3:17-18; Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. 18 El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.

Por tanto, el referido comportamiento de Jesús no puede considerarse un acto de desobediencia, sino un hecho singular de afirmación de su verdadera identidad celestial, siguiendo la voluntad de su Padre. Prueba de ello, es que una vez cumplido ese objetivo, Jesús reanudó su vida cotidiana de plena sujeción y obediencia a sus padres.

Pero desde otra perspectiva, este suceso protagonizado por Jesús contiene una valiosa enseñanza para los que algún día serían sus discípulos: cuando los mandamientos de nuestros padres y de las autoridades en general contradicen la voluntad de Dios manifestada en su Palabra, debemos obedecerle a Él en primer lugar y no a los hombres (Hch 5:28-29), cuya autoridad emana y por tanto está subordinada a la autoridad de Dios.

Hch 5:28-29; ...¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre. 29 Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.

Sin más, concluyo este estudio, deseándole las mayores bendiciones en Cristo.