30/5/17

¿Buenas personas?


Introducción

Como le ocurría a un servidor antes de convertirse a Cristo, hay muchos que se consideran a sí mismos buenas personas, o al menos que son mejores que la mayoría, que están por encima de la media. Tratan de justificarse diciendo que hacen las cosas lo mejor que pueden, que no le hacen daño ni le desean mal a nadie. En consecuencia esperan que, si existe Dios y hay cielo, merecen ir ahí cuando mueran; que el infierno es para los asesinos, violadores, ladrones y cosas por el estilo; que, como Dios es bueno, les va a disculpar los fallos que tienen, ya que nadie es perfecto.

Debido a nuestra subjetividad y a que somos egoístas, solemos ser indulgentes con nosotros mismos, mientras juzgamos con severidad los fallos de los demás. Esa es la tendencia general, aunque también hay en el otro extremo personas con baja autoestima que, siendo incapaces de perdonarse a sí mismas, se atormentan inútilmente con frecuentes reproches. Pero, si pudiéramos vernos como los demás nos ven, tal vez cambiaríamos la opinión que tenemos de nosotros mismos. Con todo, lo más importante no es lo que pensemos acerca de nosotros mismos o lo que puedan pensar otros, sino lo que Dios piensa de nosotros ¿Nos hemos preguntado esto alguna vez? Como veremos, la respuesta nos la da Dios a través de su Palabra.

1 Co 4:3-4; Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo. 4 Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor.

Sólo Dios es bueno

Mt 19:16-17 (Mr 10:17-19; Lc 18:18-20); Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? 17 El le dijo: ¿Por que me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.

La contestación a la pregunta de si hay buenas personas no puede ser más tajante: todos somos malos, sólo Dios es bueno.

El caso excepcional de Jesús

Jesús es el Hijo de Dios o, dicho de otra manera, Dios manifestado en carne (1 Ti 3:16). El Hijo de Dios se despojó voluntariamente de su gloria divina y se presentó en la tierra como un siervo humilde y obediente (Fil 2:6-8) para expiar nuestro pecado y reconciliarnos con Él (2 Co 5:18,20-21). Por tanto Jesús no fue un hombre cualquiera, sino el Hijo del Hombre (Mt 16:13,16-17). Se refirió a sí mismo con este nombre, porque vino como cabeza y representante de la especie humana para reparar el daño causado a ésta por el pecado de Adán, que fue nuestro primer cabeza y representante (Ro 5:17). Por eso la Palabra se refiere a Jesucristo como el postrer Adán (1 Co 15:45,47).

1 Ti 3:16; E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria.

Fil 2:6-8; ...el cual (Jesús), siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

2 Co 5:18,20-21; Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación.
20 ...os rogamos en nombre de Cristo: reconciliaos con Dios. 21 Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Mt 16:13,16-17; Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
16 Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. 17 Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.

Ro 5:17; Pues si por la transgresión de uno solo (Adán) reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.

1 Co 15:45,47; Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.
47 El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.

Jesús no heredó el pecado de Adán, al ser concebido de María por obra y gracia del Espíritu Santo (Mt 11:18); pero, además de nacer sin pecado, se mantuvo sin pecado durante toda su vida en la tierra, tanto en lo concerniente a sus pensamientos como a sus palabras y obras (1 P 2:21-22; He 4:15).

Mt 11:18; El nacimiento de Jesucristo fue así: estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo.

1 P 2:21-22; Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; 22 el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca.

He 4:15; Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.

Ningún justo entre los descendientes de Adán

Ec 7:20; Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque.

Ro 3:9-12 (Sal 14:1-3; Sal 53:1-3); ¿Qué, pues? Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. 10 Como está escrito: no hay justo, ni aun uno; 11 no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. 12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.

Las citas precedentes no dejan lugar a dudas. Excepto el caso ya comentado de Jesús, el postrer Adán, no hubo, hay, ni habrá, ningún hombre puro que durante su vida terrenal siempre haga el bien y nunca peque.

La arrogancia de considerarnos justos

Lc 18:9; A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: 10 Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. 11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; 12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. 13 Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. 14 Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.

Delante de los hombres podemos aparentar lo que no somos, pero a Dios no le podemos ocultar nada, porque conoce hasta nuestros más íntimos pensamientos. Por tanto es vano querer engañarlo; lo único que conseguiríamos con ello es engañarnos a nosotros mismos. Por el contrario, si reconocemos humildemente nuestra maldad y nos arrepentimos, Dios se agrada de nosotros, nos perdona y bendice.

Sal 51:1-3,5,17; Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. 2 Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. 3 Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí.
5 He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.
17 Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.

Advertencia contra el endiosamiento del hombre

Hch 12:21-23; Y un día señalado, Herodes, vestido de ropas reales, se sentó en el tribunal y les arengó. 22 Y el pueblo aclamaba gritando: ¡Voz de Dios, y no de hombre! 23 Al momento un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos.

¡Ojalá este escarmiento a Herodes nos sirva de lección a todos! Hagamos caso a las advertencias de Dios de no envanecernos y reconocer su gloria. Postrémonos ante Él con temor reverente y de manera voluntaria hoy, para que no tengamos que hacerlo un día a la fuerza, ya sin esperanza de salvación.

Jer 13:15-16; Escuchad y oíd; no os envanezcáis, pues Jehová ha hablado. 16 Dad gloria a Jehová Dios vuestro, antes que haga venir tinieblas, y antes que vuestros pies tropiecen en montes de oscuridad, y esperéis luz, y os la vuelva en sombra de muerte y tinieblas.

Is 66:18; Porque yo conozco sus obras y sus pensamientos; tiempo vendrá para juntar a todas las naciones y lenguas; y vendrán, y verán mi gloria.

Is 45:22-23 (Fil 2:5-11); Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más. 23 Por mí mismo hice juramento, de mi boca salió palabra en justicia, y no será revocada: Que a mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua.

No es lo mismo predicar que sembrar trigo

Mt 23:2-3; En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. 3 Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen.

Es más fácil decir que hacer. Sobran personas que enseñen a otros lo que se debe hacer, mientras ellas mismas actúan de modo diferente. Los hechos convencen más que las palabras; así que, si queremos tener credibilidad a largo plazo, tenemos que obrar en consecuencia con lo que creemos y decimos, tenemos que hablar menos y hacer más, dejar de vivir en la mentira.

Incoherencia y contradicciones de los hombres

Ro 7:18-19, 21-24; Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago ...21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. 22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. 24 ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?

Hay infinidad de manipuladores que mienten de forma deliberada y maliciosa para obtener ventaja, o para tapar algo que les pueda causar problemas. Pero aun en personas que quieren erradicar de su vida la mentira, se producen numerosos fallos y contradicciones. Por eso, si queremos abandonar toda hipocresía, debemos comenzar por reconocer que somos pecadores.

Si el apóstol Pablo, cuya vida fue un ejemplo admirable de integridad y fidelidad en su servicio, reconoció tener fracasos en su lucha contra el pecado que moraba en su cuerpo, ¿no nos reconoceremos los demás pecadores? Sólo Cristo, como antes he dicho, nació y vivió libre de pecado.

Los hechos de Jesús certifican sus palabras

Jn 10:24-25; Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. 25 Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí.

Jn 14:11; Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.
 
Lc 7:20-22 (Mt 11:2-5); ...Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro? 21 En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista. 22 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio.

Las palabras de Jesús estuvieron siempre respaldadas por sus obras; nunca hubo ni la más mínima incoherencia o contradicción entre sus dichos y sus hechos. De ahí que se atreviera a afirmar que si no eran capaces de creerlo por sus palabras, lo creyeran por sus obras, las cuales daban testimonio de que verdaderamente era el Mesías. Aunque ha habido a lo largo de la historia numerosos ejemplos de personas que sirvieron con gran amor a su prójimo, sabemos que todo ser humano comete errores; la única excepción es Jesús, el cual fue perfecto en todo.

Jn 4:25-26; Le dijo la mujer: sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. 26 Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo.

El altruismo de agnósticos y ateos

Jn 5:44; ¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?

Jn 12:42-43; Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. 43 Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.

Quizás te hayas fijado en personas altruistas, algunas de ellas ateas o agnósticas, que renunciando a la vida cómoda que llevaban, se dedicaron en cuerpo y alma a servir y ayudar a satisfacer las necesidades de la gente, sea en su propio entorno o en otros países. Son personas consideradas no sólo buenas sino ejemplares, personas que causan admiración y son elogiadas por su entrega.

Esa labor desinteresada, esa identificación y empatía con la gente que sufre, ciertamente es loable si se hace conforme a la voluntad de Dios. Pero cuando la motivación es puramente humanista y Dios es ignorado, consciente o inconscientemente se está exaltando la bondad natural del hombre, en contradicción con la enseñanza de la Palabra de Dios.

Eso implica una serie de perversiones, tales como: 1) Rechazar al Creador para hacer de la criatura humana su propio dios, lo que revela una actitud pecaminosa de orgullo, vanidad, rebeldía, desagradecimiento, etc. 2) Erigirnos en jueces de nosotros mismos, al margen del único y solo Soberano. 3) Incurrir en el autoengaño de creernos autosuficientes, olvidando que sólo Él tiene poder para dar y quitar la vida. 4) Glorificar al hombre, negándole a Dios la gloria que sólo a Él le pertenece. 5) Adoptar una actitud desafiante y temeraria, en vez de mostrar un santo y reverente temor de Dios. 6) Enfrentarnos a Él como enemigos, en vez de reconciliarnos, mediante el arrepentimiento y la fe en Cristo para salvación. 7) Ignorar las advertencias sobre la consecuencia final de nuestra obstinación, que es pasar la eternidad alejados de Él en el infierno.

Podrían añadirse muchas más razones, pero con éstas creo que es suficiente para darnos cuenta del error de confiar en nuestras buenas obras y en la supuesta bondad natural del ser humano.

El pecador no arrepentido está muerto y necesita revivir

Is 64:5; ...en los pecados hemos perseverado por largo tiempo; ¿podremos acaso ser salvos?

Ro 5:12; Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.

Ef 2:1; Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados...

Jn 3:5-7; ...el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. 7 No te maravilles de que te dije: os es necesario nacer de nuevo.

Jn 5:24; De cierto, de cierto os digo: el que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.

Todo aquel que no se arrepiente y pone su fe en Cristo está espiritualmente muerto y esta clase de muerte es muchísimo peor que la muerte corporal, porque nos condena a un destino eterno en el infierno (para una mayor información, leer en este mismo blog mi estudio Muerte y resurreción). De ahí que necesitemos desesperadamente ser salvos. Pero, ¿podemos ser salvos? Por nuestras obras de justicia es imposible, pero sí por la gracia y misericordia de Dios (Is 64:6; Tit 3: 4-5), quien proveyó para nuestra salvación en Cristo Jesús (Ro 6:23).

Is 64:6; Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia

Tit 3: 4-5; Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, 5 nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia...

Los sanos no tienen necesidad de médico

Lc 5:30-32; Y los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores? 31 Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. 32 No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.

La Palabra de Dios también compara el pecado con una especie de virus que causa una enfermedad mortal, la cual debe ser curada. Como hemos visto, todos padecemos esta enfermedad del pecado que nos aboca con toda seguridad a una muerte eterna. Si reconocemos esto y nos ponemos en manos de nuestro médico salvador, que es Cristo, estamos de enhorabuena. Pero si no creemos el diagnóstico de nuestra enfermedad, ésta seguirá implacable su curso hasta la muerte. En nuestras manos está la decisión de someternos al tratamiento divino y ser sanados o dejar que la enfermedad avance.

Cristo vino, porque nadie podía salvarse a sí mismo

Lc 19:10; Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.

Jn 3:17-19; Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. 18 El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. 19 Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.

Gál 2:21; No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.

El ser humano, alejado de Dios, está perdido en dos sentidos: 1) Se ha extraviado del camino que lo conduce a su meta final, que es alcanzar la gloria celestial. 2) Se ha echado a perder, se ha vuelto inútil ¿Y qué se hace con las cosas inservibles? Que acaban siendo arrojadas fuera o echadas al fuego. Pues así ocurrirá a todo aquél que, durante su existencia en la tierra, no se reconcilie con Dios.

Pero además de que nadie se puede salvar a sí mismo, sólo se puede ser salvo en el nombre y por los méritos de Jesucristo (Hch 4:12), quien nos redimió con su sangre, muriendo en nuestro lugar y resucitando para darnos vida.

Este salvador, que es único y exclusivo, descarta a cualquier otro. Los títulos que la iglesia católico-romana le ha ido concediendo a María a lo largo de la historia, son ajenos y contrarios a la Palabra de Dios. María es madre de Jesús en su faceta humana, pero no madre de Dios, porque siendo éste el alfa y la omega, no puede tener progenitores. Además, a diferencia de Jesús, que fue concebido por el Espíritu Santo, María heredó el pecado de Adán y tuvo que ser salvada por la obra expiatoria de Cristo, como cualquier otro ser humano. Luego, ni María tuvo una concepción inmaculada, ni es corredentora. Invocar a María como corredentora es negar que el sacrificio de Jesús sea suficiente para redimir de pecado a la humanidad y que, por ello, se necesita su ayuda.

Hch 4:12; Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos (en referencia al nombre de Jesús de Nazaret).

Dios envió a su Hijo por amor a nosotros

Job 41:11; ¿Quién me ha dado a mí primero, para que yo restituya? Todo lo que hay debajo del cielo es mío.

Jn 3:16; Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Dios no nos debía nada a los hombres, ya que todo lo creado le pertenece y puede hacer como Él quiera. Luego, si Dios envió a su Hijo para librarnos de la condenación eterna, fue únicamente por amor, porque se compadeció y tuvo misericordia. De ahí que la salvación sea por gracia, por medio de la fe, y no por obras.

Un ser humano puede estar dispuesto a dar su vida por alguien de su propia sangre o por un buen amigo al que ama; pero ¿quién estaría dispuesto a morir por alguien que, sin motivo, es su enemigo? Seguramente nadie. Sin embargo, cuán sublime es el amor de Dios, que a pesar de nuestras ofensas, de nuestra enemistad y obstinada rebeldía, nos dio a su Hijo, el cual pagó con su propia vida la deuda que habíamos contraído con su Justicia, para que pudiéramos quedar libres de toda condena y ser declarados justos.

Ro 5:7-8; Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. 8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.

Ro 8:1; Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

¿Qué, pues, haremos para ser salvos?

Simplemente tenemos que arrepentirnos y creer en Jesucristo. Esto nos lleva a la conversión, mediante la cual pasamos de las tinieblas a su luz admirable (Hch 26:18). La conversión es dar un giro de 180º a nuestra vida, dejando de caminar de espaldas a Dios, para dar la vuelta y caminar hacia Él. Sólo hay un camino con la dirección correcta, y es el mismo Jesús (“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. Jn 14:6).

Mr 16:16; El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.

Jn 5:24; De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.

Hch 16:30-31; ...Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? 31 Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.

Ro 10:8-9; ...Esta es la palabra de fe que predicamos: 9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.

Mr 1:14-15; Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, 15 diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.

Hch 20:21; ...testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.
 
Hch 26:18; ...te envío (Jesús al apóstol Pablo), 18 para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios...

No hay excusas para no creer

Jn 15:22,24; Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado.
24 Si yo no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora han visto y han aborrecido a mí y a mi Padre.

Teniendo en cuenta toda la revelación de Dios y, de manera especial, lo que Jesucristo nos enseñó personalmente durante su estancia en la tierra, cuando tengamos que comparecer ante el supremo Juez, no hallaremos ninguna justificación o excusa por no habernos arrepentido y creído en Jesucristo.

No hay mayor pecado que rechazar la gracia de Dios

Jn 3:36; El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.

Precisamente el mayor pecado, que incluye la suma de todos los demás, es rechazar ser perdonados y limpios de pecado mediante el arrepentimiento y la fe en Jesucristo. Este rechazo puede darse por distintas razones: 1) Porque nos creemos buenos 2) Porque hemos alcanzado un punto en el que ya nos sentirnos cómodos haciendo lo malo 3) Porque practicar el pecado no nos parece grave, sino algo normal que todo el mundo hace 4) Porque no nos consideramos tan malos como para que Dios nos castigue (puede que nos riña, nos dé un azote o un tirón de orejas, pero no más). De ese modo menospreciamos las advertencias de Dios, atrayendo sobre nosotros su justa ira y la condenación eterna.

Salvos por gracia, por medio de la fe, no por obras

Ro 3:28; Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.

Ro 4:4-5; Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; 5 mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.

Gál 2:16; sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.

Ef 2:8-9; Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe.

Como vemos en los versículos precedentes, el hombre es incapaz de obtener la salvación mediante sus buenas obras. Si así fuera, no habría sido necesario que viniera Cristo. Además, supondría que Dios no salvaría por pura gracia, sino en pago de una deuda por algún favor recibido de nosotros, como si las buenas obras dieran al hombre derecho a reclamar a Dios una recompensa.

¿Significa esto que las buenas obras no sirven para nada? ¿Acaso no agradan a Dios? Ciertamente Dios se complace y premia a quienes obran por fe y en amor; pero con nuestras buenas obras no podemos comprar nuestra salvación, ya que la paga del pecado es muerte y, por tanto, la salvación sólo la podemos recibir de Dios por gracia inmerecida (Ro 6:23). Luego, las buenas obras son el reflejo o manifestación de nuestra fe, la consecuencia o resultado natural de la misma (Ef 2:10; Stg 2:18,22). En conclusión, mediante nuestras buenas obras, desprovistas de la fe en Cristo, no podemos ganar para nosotros el cielo.

Ro 6:23; Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

Ef 2:10; Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.

Stg 2:18,22; Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. ...22 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?

Motivaciones de las obras

Mt 6:1-4; Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. 2 Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 3 Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, 4 para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.

Lo mismo hacían los fariseos cuando oraban (Mt 6:5-6), ayunaban (Mt 6:16-18) y en toda supuesta buena obra (Mt 23:5-7).

Como estamos viendo, además de nuestras obras, Dios tiene en cuenta las motivaciones de las mismas. Si hacemos algo para ser vistos y alabados por los hombres, ya estamos buscando con ello nuestra recompensa en este mundo, pero no recibiremos la aprobación y recompensa del Padre en el reino de los cielos. Dios ve hasta lo más recóndito de nuestro ser, como son los pensamientos de la mente y las intenciones del corazón (invito a leer el Salmo 139, versículos del 1 al 17). Así que Él no juzga según las apariencias, sino con justo juicio.

He 4:12-13; Porque la palabra de Dios... discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. 13 Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.

Jer 17:9-10; Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? 10 Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.

¿Buenas obras o el fruto del Espíritu?

Gál 5:16-17, 22-23;
16 Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. 17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.
22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.

Más que hacer buenas obras, la aspiración de todo seguidor de Cristo debe ser la de andar en el Espíritu, sin contristarlo, dejándonos guiar y llenándonos de Él para que produzca en nosotros su fruto, para que moldee nuestro carácter a semejanza del de Cristo. Con dicha transformación, las buenas obras fluirán con toda naturalidad.

Me encanta esta porción de Gálatas, porque describe el fruto del Espíritu en términos de cualidades de carácter personal, en vez de obras; mientras que en otros textos, frutos y obras son prácticamente equiparables. Este matiz diferencial es importante, porque aunque un carácter como el de Cristo necesariamente manifestará buenas obras, el carácter no son las obras. Sin embargo, el carácter o cualidades de las personas son determinantes en la aparición, frecuencia y calidad de sus obras.

El árbol, como el creyente, se conoce por su fruto

Lc 6:43-45 (Mt 15:20); No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto. 44 Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas. 45 El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.

Dios quiere hacer de nosotros un buen árbol, que de modo natural de buen fruto; quiere forjar en nosotros el carácter de Cristo ¿Nos dejaremos moldear por Él? Recordemos que no debemos conformarnos sólo con buenas palabras, sino que debemos dar testimonio enteramente con nuestra vida. Un árbol frutal que no dé frutos o dé malos frutos es de poco valor y, a su vez, los buenos frutos no se obtienen por generación espontánea, sino de un buen árbol.

Dependemos de Cristo para dar fruto y ser así sus discípulos

Jn 15:1-2,4-6,8; Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. 2 Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto ...4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer 6 El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden ...8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.

Mt 3:10; Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego.

De estos versículos se desprenden varias conclusiones: 1) No se puede ser discípulo de Cristo sin llevar fruto abundante. 2) No es posible dar fruto si no se permanece en dependencia de Cristo, como un pámpano depende de la vid que lo sustenta. 3) Al que no permanece en Cristo, no sólo le es imposible dar fruto, sino que se seca y, por tanto es echado al fuego para que arda.

Estas palabras de Jesús son una clara advertencia (una de tantas) sobre la necesidad de permanecer en Él.

Resumen y conclusiones finales

El único hombre completamente bueno y sin pecado en la tierra fue, es y seguirá siendo Jesucristo. El pecado es un asunto muy grave sobre el que no deberíamos trivializar, por dos razones: 1) Ofende al dador y sustentador de la vida. 2) Se paga con la muerte. Así pues, si nos paramos a pensar un poco, nos damos cuenta de que la ofensa contra Dios es la más reprobable de todas, porque va dirigida nada menos que contra el soberano creador de todas las cosas, contra el que tiene poder para dar y quitar la vida, contra aquél que es absolutamente bueno, justo y misericordioso.

Considerarnos buenos a nosotros mismos o a otras personas, puede llevarnos a creer erróneamente que merecemos el favor de Dios, que debemos ser recompensados por nuestras buenas obras, como si Él nos debiera algo. Esa actitud puede funcionar como un antídoto contra el arrepentimiento y la fe en Cristo, haciendo que despreciemos su gracia y misericordia. Ese orgullo conduce al endiosamiento del hombre, a defender la bondad natural del mismo en contra de la Palabra, a creer ilusoriamente que el ser humano está capacitado para regenerarse a sí mismo y solucionar el problema del mal en el mundo, al margen de Dios.

Reconocer que necesitamos ser salvos y que, como no podemos salvarnos a nosotros mismos, necesitamos un salvador, debería ser fácil y algo natural. Basta con observar la historia de la humanidad, para darnos cuenta de que nunca ha sido capaz de erradicar el mal, que está enraizado en lo más profundo de las personas; que nunca ha podido sacudirse del yugo de la esclavitud del pecado; pero, sin embargo, porfía incomprensiblemente en su vano intento. Como dice de los hombres Ro 1:21-22: “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. 22 Profesando ser sabios, se hicieron necios...”

Algo que también se ha considerado aquí, es que, si bien no podemos salvarnos por nuestras buenas obras, sino por gracia inmerecida mediante la fe en Cristo, las obras son la consecuencia y manifestación de la fe, de modo que si no hay buenas obras es porque no hay fe. Pero más que meras obras Dios quiere que sus hijos den fruto. El fruto del Espíritu actuando en nosotros no son propiamente obras, sino un carácter semejante al de Cristo (amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza) que, de forma natural, nos lleva a hacer las buenas obras que agradan a Dios.

Que el Señor te bendiga, querido lector.