13/12/19

Enseñanzas del libro de Job


INTRODUCCIÓN
A grandes rasgos el libro de Job podría dividirse para su estudio en cuatro partes:
1) La durísima prueba por la que tiene que pasar Job (capítulos 1 y 2).
2) Los juicios y falsas acusaciones de sus amigos contra él (capítulos del 3 al 37).
3) La intervención de Dios para reivindicar su gloria y mostrar la condición del ser humano, incluyendo la del propio Job (capítulos 38 al 41).
4) Dios defiende a Job, al tiempo que ofrece el perdón a sus amigos, y lo saca victorioso de la prueba (capítulo 42).
No es mi objetivo realizar un estudio exhaustivo de este libro, por lo que me limitaré a considerar sólo determinadas cuestiones que me han llamado la atención. Por otra parte, en varios de mis anteriores estudios ya hice algunas reflexiones sobre Job, por lo que posiblemente se repitan aquí.
LA GRAN PRUEBA DE JOB
Circunstancias y contexto histórico
El primer versículo comienza diciendo que Job habitaba en la tierra de Uz. No se conoce a ciencia cierta su ubicación geográfica ni el antepasado que da origen al pueblo que se asentó en dicho territorio.
Al respecto, siguiendo un orden cronológico, hallamos tres posibilidades en la Biblia: 1) Que Uz sea uno de los hijos de Sem; en este caso no se sabe dónde vivió (1 Cr 1:17); 2) Que sea sobrino de Abraham, hijo de su hermano Nacor, el cual se trasladó desde Ur de los caldeos a la región de Harán en la Alta Mesopotamia (Gn 22:21; 24:10; 27:43; 28:2,5); 3) Que se trate del nieto de Seir, descendiente de los horeos (Gn 36:28; 1 Cr 1:42; Lm 4:21), en cuya tierra se estableció Esaú, padre de Edom; sabemos que éste emparentó con los horeos, porque una de sus mujeres fue Aholibama, prima de Uz y también nieta de Seir (Gn 36:1-2,18,20-21,24).
Aunque no haya plena certeza de ello, entiendo que la hipótesis más pausible es la señalada como tercera opción, por varias razones: 1) Porque Lm 4:21 se refiere específicamente a Uz como tierra habitada por Edom. 2) Porque al menos Elifaz, uno de los tres amigos que visitaron a Job, era de Temán, que es una ciudad de los edomitas (Job 2:11). 3) Porque los beduinos o sabeos, que robaron parte del ganado de Job y mataron a sus criados, vivían como nómadas en una extensa región desértica, que en su parte noroccidental lindaba con Edom (Job 1:15). 4) Porque la tierra de los arameos, en la que moraban los parientes de Abraham, que sería la otra alternativa, está lejos de la de los sabeos, así como de Temán, donde habitaba Elifaz; esta circunstancia hace que disminuyan las probabilidades de que éste conociera a Job y de que viniera a visitarlo desde tan lejano territorio.
En cualquier caso, no se puede descartar que Uz, la tierra de Job, provenga del nombre del citado sobrino de Abraham. ¿Por qué? Porque uno de los dos hermanos de Uz, hijo de Nacor, fue Buz, y por tanto el buzita Eliú podría ser uno de sus descendientes (Job 32:2). De ser así el joven Eliú viviría cerca de Job y, por tanto, no tendría que hacer un largo recorrido para ir a visitarlo; incluso puede que lo conociera u oyera hablar de él antes de la visita de los tres amigos de Job. 
La rectitud de Job
Los calificativos de perfecto y recto atribuidos a Job no provienen de ningún hombre, sino del mismo Dios Todopoderoso (Job 1:1,8; 2:3). ¿Quiere eso decir que Job nunca había cometido ni el más mínimo fallo? De ninguna manera, ya que excepto Jesucristo, ningún hombre ha podido resistir al pecado, que es inherente a la naturaleza corrompida que hemos heredado de Adán, nuestro primer padre (Sal 51:5; Is 1:5-6; Jn 8:7-9; Ro 7:21, etc). Por consiguiente, sólo Dios es absolutamente perfecto y bueno (Is 64:5-6; Lc 18:19, Ro 3:10-12; etc).
Sin embargo observamos en su Palabra que Dios se refiere a una serie de personas como justas, y Él no puede contradecirse (Gn 6:9; Mt 1:19; 23:35; Lc 23:50; 2 P 1:7-8; etc). Por tanto, la única posibilidad de ser considerados justos por Dios es mediante la fe en Él, quien en su Palabra prometió que enviaría a su siervo justo el Mesías, cual Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Is 53). Y aunque el sacrificio expiatorio de Cristo sucedió en una época concreta de la historia, Dios ya había dispuesto el Cordero para el sacrificio antes de crear al hombre (1 P 1:19-20; Ap 13:8).
1 P 1:19-20; ...sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20 ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros...
Ap 13:8; Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo.
Por eso, a los santos del Antiguo Testamento, que vivieron en santo temor, creyendo y confiando en Dios y sus promesas, Él los considera justos y salvos en Cristo, exactamente igual que a los creyentes del Nuevo Testamento. Y es que a diferencia de sus criaturas, el Eterno Dios trasciende las coordenadas espacio-temporales con su omnipresencia y omnisciencia, de manera que lo que para nosotros es pasado o futuro para Él es un continuo presente (Ro 4:17).
Ro 4:17; ...(como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen.
Así que la perfección de Job no se refiere a una cualidad absoluta, pues dicho atributo es propiedad exclusiva de Dios. Más bien tiene que ver con un completo desarrollo del potencial de cada ser humano. Y en ese sentido Job llegó a alcanzar el máximo nivel posible de perfección en su condición de hombre contaminado por el pecado de Adán; al menos en lo que se refiere a sus valores morales y su relación con Dios. Quizás un ejemplo nos ayude a entender esto: si decimos de un caballo que es perfecto, no es porque sea capaz de volar, o de nadar mejor que cualquier otro animal, sino porque es un ejemplar sano y vigoroso que en su desarrollo se ha ido perfeccionando hasta alcanzar, como caballo que es, su máximo potencial.
La prosperidad de Job
En su soberanía, Dios tuvo a bien prosperar a Job, no sólo en lo espiritual sino también en lo material, para premiar su fidelidad, como hizo con muchos otros de sus siervos, especialmente en el periodo del Antiguo Testamento (Job 1:2-4,10). Eso no quita, como veremos en otro apartado de este estudio, que muchas personas puedan prosperar durante esta efímera vida terrenal al margen de Dios. Y en sentido opuesto, también ha habido en todas las épocas muchas personas fieles a Dios que, lejos de obtener prosperidad material, tuvieron que conformarse con llevar una vida menesterosa, marcada por la escasez de bienes económicos.
En cualquier caso, de Job 1:10 podemos extraer un principio: Dios puede, según su voluntad, bendecir con bienes materiales el trabajo de sus siervos; pero no podemos esperar que bendiga a los vagos que no quieren trabajar. Así que, si queremos que Dios nos bendiga debemos primero ponernos manos a la obra y esforzarnos en nuestro trabajo conforme a su voluntad. En caso contrario, es posible que alguien consiga prosperidad económica injustamente o sin merecerlo; pero esa prosperidad no puede ser consecuencia de una bendición de Dios. Es más, se sabe de personas que obtuvieron prosperidad material en esta vida en virtud de un pacto con el mismo diablo, a cambio de pasar la eternidad con él en el infierno.
Job 1:10; ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra.
La prueba de Job
Es necesario y, por tanto, ineludible que la fe de los siervos o hijos de Dios sea sometida a prueba (Éx 15:25; Dt 8:2; 1 P 4:12). Las pruebas en la vida de los creyentes sirven para acercarnos a Dios; para estrechar nuestra relación con Él y así conocerlo mejor; para aprender a andar en total dependencia de Él y confiar en su provisión y ayuda; para conocernos mejor a nosotros mismos y ser humildes; para tener aún más motivos de agradecimiento a Dios; para impulsar, en definitiva, nuestro crecimiento espiritual.
Dios prueba la fe de sus hijos, capacitándolos para una vida de lucha victoriosa en Cristo (Ro 8:37; 1 Co 15:57), pero no los tienta ni les causa el mal, porque los ama y desea su bien (Stg 1:13,17). Además Él no deja que seamos tentados más de lo que podamos resistir, sino que en toda tentación nos dará una salida para poder soportarla (1 Co 10:13). En Job 1:11-12 y Job 2:4-7 hallamos un claro ejemplo de que no es Dios quien nos causa daño, sino el diablo, y en otras ocasiones incluso nos dañamos a nosotros mismos. En este caso, aunque Satanás le pide a Dios que actúe contra Job, Él se abstiene de hacerlo, si bien permite que lo haga el diablo.
Stg 1:13,17; Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; ...Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.
Luego Dios permite en algunas ocasiones que Satanás nos zarandee e incluso nos dañe materialmente con algún propósito, que a veces puede que desconozcamos o no alcancemos a comprender (Lc 22:31-32; Ap 2:10). Por otra parte, Dios controla toda agresión del diablo contra sus hijos, fijándole sus límites (Job 1:12; 2:6). Recordemos que Dios no nos prometió una vida fácil, o que nos libraría de persecución y toda clase de aflicciones, sino más bien lo contrario (Jn 16:33; 2 Ti 3:12; 1 P 1:6-7). Lo que sí nos garantiza es ayudarnos a sobrellevarlas, haciendo además que todo lo que nos acontezca, incluso las peores experiencias de tristeza, angustia o dolor, redunden a la postre para nuestro bien (Gn 50:20; Ro 8:28; Fil 1:12).
Lc 22:31-32; Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; 32 pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.
Lo que para mí es inexplicable es que para probar a Job Dios permitiera la muerte de sus hijos, como si fueran moneda de cambio. ¿Lo hizo porque éstos eran tal vez impíos? No sabemos si lo eran a los ojos de Dios, y en caso de que así fuera tampoco podríamos deducir que murieron como consecuencia de un castigo divino, porque muchos impíos fallecen de muerte natural (Is 55:9). Por tanto, esta inhibición de Dios, permitiendo que Satanás causara la muerte de los hijos de Job, es uno de los muchos misterios acerca de Dios que mi mente no alcanza a comprender, sin que por ello deje de creer en su perfecta justicia y sabiduría.
Es un hecho observable y la Biblia así lo confirma, que muchos hombres sin temor de Dios tienen una vida relativamente larga y plácida; mientras que otros, siendo sus hijos, sufren y mueren a causa de su fe en Cristo. Por consiguiente, la verdadera diferencia entre estos dos grupos de personas, no se halla en esta corta vida terrenal, sino en su destino eterno, que para unos será con Cristo y para otros lejos de Él en el infierno (Sal 37:1-3,7-9; 73:1-3,16-17).
Satanás y los “hijos de Dios”
En primer lugar debemos recordar que Satanás es un ser creado por Dios y, por tanto, no es omnipresente, omnipotente ni omnisciente. Sin embargo comprobamos que es capaz de observar simultáneamente el comportamiento de todas las personas en todo el mundo y que además tiene un poder formidable, que en ocasiones se manifiesta de forma sobrenatural con toda clase señales y prodigios mentirosos para confundir y cautivar a los hombres que no han refugiado sus vidas en Cristo (Mt 24:24; 2 Ts 2:9).
  Job 1:14-19 nos ofrece una muestra de los variados recursos que Satanás puede emplear contra los hombres, como sucedió en esta ocasión, usando como agentes a otras personas para matar y robar; haciendo caer fuego del cielo; provocando un fuerte viento destructor; etc. Y en relación con su actividad de acecho y espionaje, vemos que Satanás no necesitó preguntar a Dios quién era Job cuando éste le habló de él, sino que mostró evidencias de que lo conocía al detalle.
Pero, ¿cómo es eso posible, si Satanás no puede estar en todas partes a la vez para poder enterarse de todo lo que pasa? Pues obviamente porque dispone de un siniestro y multitudinario ejército (una tercera parte de los ángeles, según Ap 12:3-4) preparado para actuar incansablemente de manera oculta y coordinada.
Job 1:6-7 y Job 2:1-2 nos muestran tres cosas: 1) la actividad febril de Satanás rodeando la tierra y andando por ella; 2) su acceso a la presencia de Dios, junto con los aquí llamados “hijos de Dios”; 3) el aprovechamiento de esta circunstancia para acusar de pecado a los creyentes. Pero este acceso al trono de Dios tiene fecha de caducidad (Ap 12:7-10) y, por otra parte, nos consuela saber que mientras tanto tenemos como abogado defensor en el cielo a Cristo (1 Jn 2:1; Ro 8:33-34), quien reivindica su justicia a nuestro favor ante el Padre, en virtud de su muerte expiatoria y sustitutoria por nosotros en la cruz del Calvario.
En cuanto a estos “hijos de Dios” mencionados en Job, evidentemente son ángeles, en este caso caídos, que ya estaban presentes cuando Dios fundó la tierra (Job 38:4-7). Coinciden en su naturaleza angelical con los “hijos de Dios” de Gn 6:1-4 que, actuando contra natura, fornicaron con mujeres y les engendraron hijos. Muchos estudiosos de la Biblia dicen que los “hijos de Dios” que aparecen en el capítulo 6 de Génesis son los descendientes de Set, los cuales seguían a Jehová, por contraposición a los de Caín, que se habían alejado de Él. Sin embargo Jud 6-7 dice con total claridad que los “hijos de Dios” de Gn 6 son ángeles.
Job 38:4-7;¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia. 5 ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel? 6 ¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O quién puso su piedra angular, 7 cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios?
Jud 6-7; Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día; 7 como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquéllos (aquí el pronombre demostrativo “aquéllos” sólo puede referirse a “los ángeles que no guardaron su dignidad”), habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno.
La resignación de Job
Vemos que cuando Job perdió prácticamente todo lo que tenía no maldijo a Dios, como Satanás esperaba que hiciera (Job 1:11,22); ni siquiera le reclamó, o pidió explicaciones, sino que se resignó y, postrándose en tierra, lo adoró (Job 1:20). Su resignación, como es lógico y natural, no impidió que manifestara el profundo dolor que había en su alma por todo lo que le había sucedido casi de repente, sin tiempo siquiera para poder asimilarlo.
La actitud de Job ante tanta desgracia acaecida revela su convicción de que todos sus bienes se los debía a Dios, que vivía de prestado (Job 1:21). Así como Job aceptó resignado la pérdida de todas sus posesiones, incluyendo a sus hijos y criados, los cristianos tenemos que aprender a contentarnos con lo que tenemos, dando siempre gracias a Dios por todo (Fil 4:11-13, 1 Ti 6:6-8 y He 13:5).
      Pero por si no bastase con haber perdido prácticamente todo lo que tenía, hay que añadirle a esta desgracia que Job fue abandonado por sus parientes, conocidos y amigos, aún los más íntimos. En vez de recibir consuelo y apoyo en una situación tan extremadamente crítica, tuvo que soportar el alejamiento, la incomprensión y el aborrecimiento por parte de todas las personas con las que había mantenido relación, como bien se expresa en Job 6:14-15 y Job 19:13-22.

     Ni siquiera su esposa fue de ayuda para él, pues en los momentos más delicados lo incitó a maldecir a Dios (Job 2:9). Mas Job tenía la firme determinación de retener su integridad, cosa que hizo de forma admirable contra viento y marea durante todo el tiempo que duró su prueba (Job 2:10; 27:1-6).

Lo que le aconteció a Job es paradigmático de lo que le puede pasar a cualquier persona, y particularmente a los cristianos. Cuando a una persona le van bien las cosas y otros ven que pueden obtener algún tipo de beneficio, son proclives a acercarse a ella, mostrando interés por ser sus amigos. Pero cuando  a esa persona se le tuercen las cosas y parece que todo le va mal, entonces muchos de sus allegados pierden el interés que tenían y se alejan de ella como si huyeran de la peste.
En situaciones así, en las que nos hallamos solos ante el sufrimiento, es inevitable recordar que, tal como enseña la Palabra, no debemos confiar en el hombre, ni siquiera en nosotros mismos, sino sólo en Dios (Jer 17:5-8). En todo caso los cristianos, como hijos de Dios y seguidores e imitadores de Cristo, debemos distinguirnos sobre todo por el amor a nuestros hermanos y el prójimo en general, gozándonos con los que se gozan y acompañando en su dolor a los que sufren (Ro 12:10,15).
La visita de sus amigos
Precisamente esa actitud solidaria de estar al lado de los que sufren, fue la que mantuvieron inicialmente los tres amigos que visitaron al doliente Job. Durante siete días con sus respectivas noches su comportamiento fue intachable y ejemplar, limitándose a acompañarlo quebrantados y en silencio. ¿Qué podían decirle para consolarlo? Sobraban las palabras. Cualquier cosa que dijeran para consolarlo o animarlo era inoportuna y en el peor de los casos podría agravar su dolor, al considerar tal vez Job las palabras de ellos fingidas o superfluas. Por eso sabiamente optaron por permanecer callados en su presencia, tratando de meterse en la piel de Job.
JUICIO TEMERARIO Y CALUMNIAS CONTRA JOB
Pero esa comunión cesó cuando Job comenzó a lamentarse de su desdicha (Job 3:11; 6:2-3; 7:11). A partir de ese momento la actitud de sus amigos cambió por completo, pues entraron en una ácida disputa con Job para censurar sus palabras y rebatir sus argumentos, empleando incluso mentiras y calumnias contra él, y aumentando así el dolor que ya padecía (Job 6:25-26; 11:1-3).
Job 6:25-26; ¡Cuán eficaces son las palabras rectas! Pero ¿qué reprende la censura vuestra? 26 ¿Pensáis censurar palabras, y los discursos de un desesperado, que son como el viento?
El indescriptible sufrimiento de Job
El padecimiento de Job, que fue abatido en cuerpo, alma y espíritu, no se puede describir con palabras (Job 6:11-12). A su inmenso dolor se sumó su incomprensión de lo que le sucedía, pues creía que Dios lo estaba castigando y no entendía el motivo (Job 10:1-2; 13:23-24; 30:25-31). Job recordaba haber vivido en santo temor, esforzándose por agradar a Dios en todo, y no tenía conciencia de haberlo ofendido como para merecer tal castigo (Job 23:10-12; 31:1-40), sin perjuicio de que reconocía su condición pecaminosa carnal heredada de Adán (Job 7:20-21).
A la decepción de Job por el abandono de sus parientes y amistades se unió su percepción de que también Dios le había dado la espalda (Job 29:1-5). Es natural que en una situación tan desesperante y angustiosa vinieran a su mente dudas y preguntas. ¿Por qué Dios no oía su clamor y lo socorría, perdonando cualquier ofensa que hubiera podido cometer contra Él? ¿Por qué callaba y no defendía su causa frente a las injustas acusaciones de sus amigos? Lo que no sabía Job es que el propósito de Dios no era castigarlo, sino ponerlo en situación de prueba para llevarlo a un nivel superior de fe y conocimiento de Él. No sabía que en medio de la prueba Dios estaba presente y controlando la situación para darle la victoria.
El cambio de actitud de sus tres amigos
En cuanto Job dio rienda suelta a su queja, por la necesidad imperiosa que tenía de desahogarse y aliviar un poco su dolor, sus amigos cayeron en la tentación de discutir con él, perdiendo así toda empatía y pasando por alto su situación de extrema vulnerabilidad (Job 4:1-9; 20:1-3). En su vehemente discusión declararon de forma imprudente y temeraria que, siendo Dios justo, había castigado a Job porque lo merecía, porque había cometido pecados de los que necesitaba arrepentirse y pedir perdón a Dios (Job 22:21-28). Así, en vez de compadecerse e interceder por su amigo, se pusieron como jueces en lugar de Dios para acusarlo y condenarlo injustamente (Job 15:4-6; 22:4-11).
Los detractores de Job eran ancianos y tenían reputación de sabios, pero aunque su discurso suena bien, sus palabras son molestas y vanas, porque no transmiten consuelo, ni amor, ni misericordia (Job 13:4-5,12). Por tanto, su pretendida sabiduría en realidad era necedad, pues viendo el delicado estado de Job se comportaron con total falta de tacto y sensibilidad, hurgando en su herida y añadiendo más amargura a su alma (Job 16:1-7,20; 17:2; 19:1-4,21-22).
A pesar de su lamentable error, estos tres amigos de Job no eran impíos, puesto que temían a Dios. Su visita fue bienintencionada, aunque luego las cosas se torcieran y la situación se les escapara de las manos. Llama la atención que en medio de la discusión tanto ellos como el propio Job expresaron su esperanza de que Dios finalmente lo redimiría y restauraría (Job 8:20-22; 19:25-27). Por otra parte, se observa que aun a pesar de su mala actitud frente a Job, el Espíritu Santo guió a sus amigos a declarar determinadas verdades que en el futuro serían recordadas por otros siervos de Dios (Job 5:17-18/Pr 3:11-12/He 12:5-6; Job 5:13/1 Co 3:19; etc).
Sin embargo parte del discurso que pronunciaron es parcial y sesgado, al ignorar la realidad de las cosas y la enseñanza de las Escrituras, tal como argumentó Job contra ellos (Job 21:7-15). En base a los numerosos ejemplos de personas a las que Dios había bendecido con abundancia de bienes para premiar su fidelidad, estos amigos de Job tenían una creencia muy arraigada en aquella época, que relacionaba directamente las penurias y desgracias de la vida con los pecados de las personas, como si se tratase de una ley de causa y efecto (Job 15:17-25).
Pero la verdad es que esa supuesta relación de causa-efecto nunca se ha cumplido de manera infalible, porque ni todos los que han sido fieles a Dios a través de la historia han obtenido prosperidad material, ni todos los impíos han sido castigados con pobreza en esta vida, sino que en general Dios ha hecho salir el sol y llover sobre justos e injustos igualmente (Mt 5:45). Parece mentira que en la actualidad muchos incautos se hayan dejado arrastrar por esa herejía, al creer en la llamada teología de la prosperidad. Eso corrobora lo que enseña Ec 1:9-11 y Ec 3:15, en relación a que la historia en cierto modo se repite.
El orgullo y necedad del joven Eliú
Después de mucho discutir, los tres amigos de Job reconocieron su error e injusticia por pensar maliciosamente y acusarlo de pecado, a pesar de que conocían su testimonio, que siempre había sido intachable. Así que dejaron de responderle (Job 32:1).
Llegó entonces el momento que pacientemente había esperado el joven Eliú para tomar la palabra. Estaba airado contra Job por no reconocerse culpable de su situación y también contra los tres ancianos porque lo habían decepcionado, al claudicar y permanecer callados ante aquél. Entonces reanudó la disputa contra Job, si cabe aún con más saña (Job 32:16-20), incidiendo básicamente en la misma actitud inapropiada de sus predecesores, pues se erigió como juez de Job en lugar de Dios (Job 33:6-7).
Mostrando una total falta de misericordia y desde su cómoda posición de bienestar, condenó sin piedad los dichos apresurados de un hombre que estaba fuera de sí a causa de un dolor incesante y abrumador que le impedía pensar con claridad. Así ocurrió, por ejemplo, en relación a la contienda que mantuvo Job con Dios (Job 33:13). Sin embargo hay que tener en cuenta que Job no tenía plenas facultades al cometer esta falta. Necesitaba imperiosamente desahogarse para tratar de mitigar un poco su insoportable dolor; de ahí que brotara desde lo más profundo de su corazón tan amarga lamentación, a la vez que un fuerte clamor para exponer a Dios su causa en presencia de sus amigos que lo estaban escarneciendo.
Resumiendo, a semejanza de los tres ancianos, el joven Eliú pecó de orgullo, falta de compasión, juicios temerarios, tergiversación de palabras, acusaciones falsas, condena injusta a Job, etc. De ahí que Dios mismo respondiera de forma audible a Job para reprobar el consejo sin sabiduría de Eliú (Job 38:1-2).
DIOS MUESTRA A JOB SU GLORIA Y LE HACE VER SU PEQUEÑEZ
Entonces, mediante una serie de preguntas retóricas, Dios le hace ver a Job cuán pequeño es el conocimiento que tiene de Él y su gloria manifestada en la Creación. Además de eso le hace un par de preguntas a Job que contienen un reproche hacia él: 1) “¿Es sabiduría contender con el Omnipotente? El que disputa con Dios conteste a eso” (Job 40:2). 2) “¿Invalidarás tú también mi juicio? ¿Me condenarás a mí para justificarte tú?” (Job 40:8).
Naturalmente ante semejante reto Job sólo pudo contestar: “He aquí yo soy vil; ¿qué te responderé? Mi mano pongo sobre mi boca. Una vez hablé, mas no responderé; aun dos veces, mas no volveré a hablar” (Job 40:4-5).
LA SALIDA VICTORIOSA DE LA PRUEBA
En respuesta a las palabras de Jehová, Job reconoció que Dios es Todopoderoso y que su sabiduría es inescrutable (Sal 92:5), considerándose a sí mismo un ignorante que se atrevió a contender con el Altísimo. Por tanto, no dudó en admitir su condición de hombre pecador, arrepintiéndose y humillándose ante Dios.
Ciertamente todos somos pecadores, pero es obvio que no todos los pecados son de la misma magnitud o gravedad (1 Jn 5:17). Por ejemplo, es pecado tanto insultar a alguien como matarlo; también es necesario en ambos casos que nos arrepintamos y le pidamos perdón a Dios para poder estar limpios y en paz con Él. Igualmente Dios está dispuesto a perdonar cualquier pecado, sea pequeño o grande (Is 1:18). Pero las consecuencias o daño causado al quitarle a alguien la vida son mucho peores que si sólo lo insultamos. Por eso Dios escudriña la mente y corazón de todo ser humano, y observa sus caminos, para retribuir a cada uno en particular según sean sus obras (Jer 17:9-10; Ap 2:23).
1 Jn 5:17; Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte.
Jer 17:9-10; Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? 10 Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.
Ap 2:23; ...y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras.
En el caso que nos ocupa, tanto Job como sus amigos tenían fallos por el simple hecho de haber heredado la naturaleza corrompida de Adán. Sin embargo Dios estableció una diferencia entre ellos, pues salió en defensa de Job para reivindicar la rectitud de su conducta y palabras, mientras que censuró las de sus amigos.
Cabe destacar que aunque Dios reprobó la actitud y palabras de los amigos de Job, no los desechó, sino que les ofreció una salida muy concreta para su perdón y restauración: el sacrificio expiatorio y sustitutorio de víctimas inocentes en su lugar, conjuntamente con la intercesión del “justo” Job (Stg 5:16-18). Huelga decir que Job 42:8 tipifica el sacrificio de Cristo por los pecados de todos y cada uno de los seres humanos, así como su función de intercesor como nuestro abogado defensor delante del Padre (He 7:24-25).
Stg 5:16-18; Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. 17 Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. 18 Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.
Cuando Dios retiró la aflicción de Job, éste pudo, por fin, entender que no había sido castigado, sino probado. Asimismo comprendió que Dios siempre tiene un propósito en todo lo que hace o permite que nos suceda. La superación de esta dolorosa prueba fue valiosa para Job, al obtener una serie de beneficios: creció espiritualmente y su fe se fortaleció, se conoció mejor a sí mismo y, lo que es más importante, adquirió un conocimiento más profundo e íntimo de Dios.
Por último vemos que Dios prosperó nuevamente a Job, dándole otra vez siete hijos y tres hijas, restaurando su anterior buena relación con sus parientes y conocidos, y entregándole el doble de los bienes materiales que había tenido; de manera que la postrera bendición de Job fue mayor que la primera. Y además de todas estas cosas, Dios le concedió una saludable y larga vida en paz para que disfrutara de todo ello.
Que el Señor lo colme de bendiciones, querido lector.