CONSIDERACIÓN
PREVIA
Más
que un estudio, que es lo que normalmente publico en este blog, lo
que presento a continuación es una exposición de la Palabra que me
pidieron que hiciera en una ocasión. El
tema que compartí se centra en la epístola de Pablo a los efesios y
básicamente lo que hice fue
un recorrido
a vuelo de pájaro por los
cuatro primeros capítulos
de la carta, deteniéndome
a reflexionar brevemente sobre determinadas cuestiones que más me
llamaron la atención.
CAPÍTULOS
DEL UNO AL TRES
-Todo
creyente nacido de nuevo está en Cristo
y es bendecido en Cristo,
expresión que se repite
siete
veces en el primer capítulo,
tres en el segundo y tres en el tercero.
-Cristo,
en su eterna divinidad, está fuera del tiempo. Así que no está
limitado por las coordenadas de espacio y tiempo, porque precisamente
fue Él quien las estableció como referencia para ubicar todas las
cosas dentro de su Creación. Por tanto, pasado y futuro para Él son
un continuo presente.
-Eso
implica que como Cristo es el eterno
Yo Soy y nosotros estamos en Él, ya fuimos escogidos en Él desde
antes de la fundación del mundo (Ef
4:3-4). Por eso Dios,
siendo presciente, ya nos conoció antes de que fuésemos formados en
el vientre materno (Jer
1:5; Ro 4:17 “Dios llama las cosas que no son, como si fuesen”).
-Entonces,
como Cristo ya murió,
resucitó (Col 3:1-3)
y ascendió al cielo, con Él o en Él también nosotros hemos
muerto, resucitado y ascendido al cielo (Ef
2:5-6). Ya hemos
heredado las promesas y
ya estamos sentados en los lugares celestiales reinando con Cristo;
aunque todo esto se manifestará cuando Él
regrese para establecer el
reino de los cielos en la tierra, tal como prometió
(Col 3:3-4).
-Así
que, en la parte espiritual
ya es manifiesto que hemos pasado de muerte a vida, que hemos sido
regenerados, que hemos resucitado. Pero sólo cuando hayamos muerto y
resucitado corporalmente, la manifestación de la vida eterna en
Cristo será completa.
-Los
creyentes nacidos de nuevo estamos todos
igualmente posicionados en Cristo; de manera
que las personas más espirituales no tienen mejor posición en
Cristo que las que son más carnales. Asimismo esta posición no
varía en el creyente en función de las circunstancias, pues
se mantiene inalterable
tanto si flaqueamos como si estamos firmes, si
estamos animados o nos desalentamos.
-Lo
que sí varía es nuestra condición; es decir, nuestra fidelidad en
el servicio, nuestra entrega, nuestro caminar diario.
El
proceso de santificación para crecer y madurar espiritualmente
-Pero
nosotros debemos esforzarnos en ser coherentes con lo que somos y
creemos, adecuando nuestra condición a nuestra posición en Cristo.
De ahí que en Efesios 4 se nos exhorte a guardar la unidad
del Espíritu (Ef 4:3); a despojarnos de nuestra vieja
naturaleza, a renovarnos en el espíritu de nuestra mente (según 1
Co 2:16 “nosotros tenemos la mente de Cristo”) y vestirnos
del nuevo hombre (Ef 4:22-24); a no contristar al Espíritu
Santo; etc.
-También
se nos exhorta en el capítulo cinco
a ser imitadores de Cristo; a andar en amor; a no dejarnos engañar
por nadie con palabras vanas; a no participar en las obras
infructuosas de las tinieblas, sino andar como hijos de luz; a ser
sabios y diligentes en el aprovechamiento del tiempo; a llenarnos del
Espíritu Santo; y a someternos unos a otros en el temor del Señor,
según el orden establecido: las mujeres a sus maridos como la
iglesia al Señor, los hijos a sus padres y los trabajadores a sus
jefes, sin olvidar las obligaciones de los que ejercen la autoridad
sobre sus subordinados.
-Decía
que tenemos que esforzarnos porque, aunque seamos salvos por gracia,
mientras estemos en este mundo tenemos que pelear la buena batalla de
la fe, tenemos que andar en el Espíritu en su lucha contra la carne
y porque el Señor así nos lo dice en 2
Ti 2:1 (“esfuérzate
en la gracia que es en Cristo Jesús”).
Asimismo, a continuación en 2
Ti 2:3-6, se nos compara
con un soldado, un atleta y un labrador; tres profesiones o
actividades que exigen esfuerzo y penalidades para poder agradar al
que nos tomó por soldado, para recibir la corona de gloria y para
participar de los frutos.
CAPÍTULO
CUATRO
Parte
1 (versículos del 1 al 7)
-Puesto
que todos tenemos un mismo Espírtu, un mismo Señor y un mismo Padre
(las tres
personas de la trinidad de Dios), se nos pide que seamos mansos y
humildes, que nos soportemos pacientemente con amor y que seamos
diligentes en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la
paz. Tenemos al Padre y al Espíritu porque estamos en Cristo, en
quien habita corporalmente toda la plenitud de la deidad (Col
2:9).
-Soportarnos
los unos a los otros no sólo significa perdonarnos y aguantar las molestias de los demás, sino
también ser soportes unos de otros; o sea, sostenernos mutuamente para no caer y ayudarnos a poner en pie, si caemos (Gá
6:2 “Sobrellevad los unos las cargas de los otros”).
-Esto
lo ilustra perfectamente la metáfora del edificio o templo de Dios,
en el que cada uno de nosotros es una piedra, que en coordinación
con otras, ayuda a sostener y construir el edificio, fundamentado en
la doctrina de los apóstoles y profetas, que a su vez es soportada
por la piedra angular, que es Cristo (Ef
2:20-22).
A semejanza de Cristo no somos piedras inertes, sino vivas para
adorar en su santo templo (1
P 2:4-5)
y para sobreedificar encima, colaborando en el crecimiento de todo el
edificio y de cada uno en particular (1
Co 3:10-11).
-Tenemos
que guardar la unidad del Espíritu, porque aunque seamos miembros
diferentes, formamos parte del mismo cuerpo de Cristo y estamos
sujetos a Él, que es la cabeza.
-Llegados
a este punto me parece oportuno aclarar que el bautismo del Espiritu
Santo prometido por Jesús y Juan el Bautista, lo reciben todos los
que nacen de nuevo por arrepentirse y creer en Jesús,
independientemente de que el mismo vaya o no acompañado de
manifestaciones sobrenaturales y reparto de dones espirituales,
como ocurrió en el nacimiento de la Iglesia y en la temprana
propagación del evangelio. No digo que no pueda volver a darse dicha
experiencia, sino que en ausencia de la misma somos igualmente
bautizados en Cristo por el Espíritu Santo que nos fue dado (Gá
3:26-27; 1 Co 12:11-13).
Parte
2 (versículos del 8 al 10)
-Aquí
se nos presenta a Cristo como el Camino, un camino en vertical de ida
y vuelta, ya que él descendió hasta lo más bajo para salvar a los
pecadores, ascendió de nuevo al cielo con poder, y volverá en gloria
para juzgar y reinar. Pero sobre todo es el único camino al cielo.
-Esta
figura de Jesús como el Camino es similar a la de la Puerta (Jn
10:7-9), o la escalera
capaz de comunicar al hombre con Dios (Gn
28:12-13, 17-18; Jn 1:51).
También evoca a Cristo como nuestro sumo pontífice, como nuestro
abogado, como el único mediador entre Dios y los hombres, como el
único nombre bajo los cielos dado a los hombres en que podamos ser
salvos.
Parte
3 (versículos del 10 al 13)
-Los
dones del Espíritu Santo no son para que nos envanezcamos (tengamos
cuidado con esto), sino para servir, para perfeccionar a los santos o
discípulos para la obra del Señor, para la edificación del cuerpo
de Cristo.
-La
finalidad del perfeccionamiento no es llegar a ser hombres perfectos,
en el sentido de alcanzar un estado de pureza y santidad total, sino
que, habiendo ingresado como discípulos en la escuela del Maestro y
habiéndonos iniciado en los rudimentos de la doctrina, pasemos del
curso de iniciación al de perfeccionamiento para completar nuestro
aprendizaje, esforzándonos en caminar en obediencia a través de la
fe que obra por el amor.
-No
dejaremos de aprender mientras caminemos sobre la tierra; en ese
sentido no podremos completar nuestra formación, pero tampoco es
imprescindible porque ya estamos completos en Cristo (Col
2:10).
Por otra parte, completar algo tiene que ver con el objetivo que
alguien se proponga alcanzar. Y el objetivo que Dios nos ha fijado es
desarrollar nuestras potencialidades, o sea, hacer producir los dones
y talentos que Él ha dado a cada uno, alcanzar la madurez
espiritual, permitir que el Espíritu produzca en nosotros su fruto
(Gá
5:22).
-¿Cuándo
llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios,
a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de
Cristo? Yo creo que cuando nos reunamos con Él en gloria.
Parte
4 (versículos del 14 al 16)
-Así
que las personas que Dios capacita con los dones del versículo 11,
son para nuestra edificación y crecimiento, para que dejemos de ser
como niños a los que es fácil manipular y arrastrar al error. Las
únicas cualidades que debemos conservar del niño que fuimos y que
aún llevamos dentro es la humildad, la falta de malicia, la ausencia
de rencor, etc (1 Co
14:20 “sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de
pensar”).
-Lograr
el deseado crecimiento espiritual, sólo es posible si nos asimos de
la cabeza (Col 2:19)
y trabajamos unidos y coordinados, desempeñando cada uno la función
que el Espíritu nos ha asignado dentro del cuerpo.
-Y
todo esto siguiendo la verdad en amor. Luego las dos cosas son
necesarias, ambas deben estar siempre presentes. Si decimos a un
hermano la verdad sin amor, en vez de ser
de edificación para él
lo ofendemos; y si callamos algo que debamos decirle, ya sea para
advertirlo de algún peligro o para su corrección, no obramos con
amor.
Bendiciones
eternas en el Señor.