30/8/20

Meditación sobre la carta a los efesios

 

CONSIDERACIÓN PREVIA
Más que un estudio, que es lo que normalmente publico en este blog, lo que presento a continuación es una exposición de la Palabra que me pidieron que hiciera en una ocasión. El tema que compartí se centra en la epístola de Pablo a los efesios y básicamente lo que hice fue un recorrido a vuelo de pájaro por los cuatro primeros capítulos de la carta, deteniéndome a reflexionar brevemente sobre determinadas cuestiones que más me llamaron la atención.
CAPÍTULOS DEL UNO AL TRES
-Todo creyente nacido de nuevo está en Cristo y es bendecido en Cristo, expresión que se repite siete veces en el primer capítulo, tres en el segundo y tres en el tercero.
-Cristo, en su eterna divinidad, está fuera del tiempo. Así que no está limitado por las coordenadas de espacio y tiempo, porque precisamente fue Él quien las estableció como referencia para ubicar todas las cosas dentro de su Creación. Por tanto, pasado y futuro para Él son un continuo presente.
-Eso implica que como Cristo es el eterno Yo Soy y nosotros estamos en Él, ya fuimos escogidos en Él desde antes de la fundación del mundo (Ef 4:3-4). Por eso Dios, siendo presciente, ya nos conoció antes de que fuésemos formados en el vientre materno (Jer 1:5; Ro 4:17 “Dios llama las cosas que no son, como si fuesen”).
-Entonces, como Cristo ya murió, resucitó (Col 3:1-3) y ascendió al cielo, con Él o en Él también nosotros hemos muerto, resucitado y ascendido al cielo (Ef 2:5-6). Ya hemos heredado las promesas y ya estamos sentados en los lugares celestiales reinando con Cristo; aunque todo esto se manifestará cuando Él regrese para establecer el reino de los cielos en la tierra, tal como prometió (Col 3:3-4).
-Así que, en la parte espiritual ya es manifiesto que hemos pasado de muerte a vida, que hemos sido regenerados, que hemos resucitado. Pero sólo cuando hayamos muerto y resucitado corporalmente, la manifestación de la vida eterna en Cristo será completa.
-Los creyentes nacidos de nuevo estamos todos igualmente posicionados en Cristo; de manera que las personas más espirituales no tienen mejor posición en Cristo que las que son más carnales. Asimismo esta posición no varía en el creyente en función de las circunstancias, pues se mantiene inalterable tanto si flaqueamos como si estamos firmes, si estamos animados o nos desalentamos.
-Lo que sí varía es nuestra condición; es decir, nuestra fidelidad en el servicio, nuestra entrega, nuestro caminar diario.
El proceso de santificación para crecer y madurar espiritualmente
-Pero nosotros debemos esforzarnos en ser coherentes con lo que somos y creemos, adecuando nuestra condición a nuestra posición en Cristo. De ahí que en Efesios 4 se nos exhorte a guardar la unidad del Espíritu (Ef 4:3); a despojarnos de nuestra vieja naturaleza, a renovarnos en el espíritu de nuestra mente (según 1 Co 2:16 “nosotros tenemos la mente de Cristo”) y vestirnos del nuevo hombre (Ef 4:22-24); a no contristar al Espíritu Santo; etc.
-También se nos exhorta en el capítulo cinco a ser imitadores de Cristo; a andar en amor; a no dejarnos engañar por nadie con palabras vanas; a no participar en las obras infructuosas de las tinieblas, sino andar como hijos de luz; a ser sabios y diligentes en el aprovechamiento del tiempo; a llenarnos del Espíritu Santo; y a someternos unos a otros en el temor del Señor, según el orden establecido: las mujeres a sus maridos como la iglesia al Señor, los hijos a sus padres y los trabajadores a sus jefes, sin olvidar las obligaciones de los que ejercen la autoridad sobre sus subordinados.
-Decía que tenemos que esforzarnos porque, aunque seamos salvos por gracia, mientras estemos en este mundo tenemos que pelear la buena batalla de la fe, tenemos que andar en el Espíritu en su lucha contra la carne y porque el Señor así nos lo dice en 2 Ti 2:1 (“esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús”). Asimismo, a continuación en 2 Ti 2:3-6, se nos compara con un soldado, un atleta y un labrador; tres profesiones o actividades que exigen esfuerzo y penalidades para poder agradar al que nos tomó por soldado, para recibir la corona de gloria y para participar de los frutos.
CAPÍTULO CUATRO
Parte 1 (versículos del 1 al 7)
-Puesto que todos tenemos un mismo Espírtu, un mismo Señor y un mismo Padre (las tres personas de la trinidad de Dios), se nos pide que seamos mansos y humildes, que nos soportemos pacientemente con amor y que seamos diligentes en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Tenemos al Padre y al Espíritu porque estamos en Cristo, en quien habita corporalmente toda la plenitud de la deidad (Col 2:9).
-Soportarnos los unos a los otros no sólo significa perdonarnos y aguantar las molestias de los demás, sino también ser soportes unos de otros; o sea, sostenernos mutuamente para no caer y ayudarnos a poner en pie, si caemos (Gá 6:2 “Sobrellevad los unos las cargas de los otros”).
-Esto lo ilustra perfectamente la metáfora del edificio o templo de Dios, en el que cada uno de nosotros es una piedra, que en coordinación con otras, ayuda a sostener y construir el edificio, fundamentado en la doctrina de los apóstoles y profetas, que a su vez es soportada por la piedra angular, que es Cristo (Ef 2:20-22). A semejanza de Cristo no somos piedras inertes, sino vivas para adorar en su santo templo (1 P 2:4-5) y para sobreedificar encima, colaborando en el crecimiento de todo el edificio y de cada uno en particular (1 Co 3:10-11).
-Tenemos que guardar la unidad del Espíritu, porque aunque seamos miembros diferentes, formamos parte del mismo cuerpo de Cristo y estamos sujetos a Él, que es la cabeza.
-Llegados a este punto me parece oportuno aclarar que el bautismo del Espiritu Santo prometido por Jesús y Juan el Bautista, lo reciben todos los que nacen de nuevo por arrepentirse y creer en Jesús, independientemente de que el mismo vaya o no acompañado de manifestaciones sobrenaturales y reparto de dones espirituales, como ocurrió en el nacimiento de la Iglesia y en la temprana propagación del evangelio. No digo que no pueda volver a darse dicha experiencia, sino que en ausencia de la misma somos igualmente bautizados en Cristo por el Espíritu Santo que nos fue dado (Gá 3:26-27; 1 Co 12:11-13).
Parte 2 (versículos del 8 al 10)
-Aquí se nos presenta a Cristo como el Camino, un camino en vertical de ida y vuelta, ya que él descendió hasta lo más bajo para salvar a los pecadores, ascendió de nuevo al cielo con poder, y volverá en gloria para juzgar y reinar. Pero sobre todo es el único camino al cielo.
-Esta figura de Jesús como el Camino es similar a la de la Puerta (Jn 10:7-9), o la escalera capaz de comunicar al hombre con Dios (Gn 28:12-13, 17-18; Jn 1:51). También evoca a Cristo como nuestro sumo pontífice, como nuestro abogado, como el único mediador entre Dios y los hombres, como el único nombre bajo los cielos dado a los hombres en que podamos ser salvos.
Parte 3 (versículos del 10 al 13)
-Los dones del Espíritu Santo no son para que nos envanezcamos (tengamos cuidado con esto), sino para servir, para perfeccionar a los santos o discípulos para la obra del Señor, para la edificación del cuerpo de Cristo.
-La finalidad del perfeccionamiento no es llegar a ser hombres perfectos, en el sentido de alcanzar un estado de pureza y santidad total, sino que, habiendo ingresado como discípulos en la escuela del Maestro y habiéndonos iniciado en los rudimentos de la doctrina, pasemos del curso de iniciación al de perfeccionamiento para completar nuestro aprendizaje, esforzándonos en caminar en obediencia a través de la fe que obra por el amor.
-No dejaremos de aprender mientras caminemos sobre la tierra; en ese sentido no podremos completar nuestra formación, pero tampoco es imprescindible porque ya estamos completos en Cristo (Col 2:10). Por otra parte, completar algo tiene que ver con el objetivo que alguien se proponga alcanzar. Y el objetivo que Dios nos ha fijado es desarrollar nuestras potencialidades, o sea, hacer producir los dones y talentos que Él ha dado a cada uno, alcanzar la madurez espiritual, permitir que el Espíritu produzca en nosotros su fruto (Gá 5:22).
-¿Cuándo llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo? Yo creo que cuando nos reunamos con Él en gloria.
Parte 4 (versículos del 14 al 16)
-Así que las personas que Dios capacita con los dones del versículo 11, son para nuestra edificación y crecimiento, para que dejemos de ser como niños a los que es fácil manipular y arrastrar al error. Las únicas cualidades que debemos conservar del niño que fuimos y que aún llevamos dentro es la humildad, la falta de malicia, la ausencia de rencor, etc (1 Co 14:20 “sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar”).
-Lograr el deseado crecimiento espiritual, sólo es posible si nos asimos de la cabeza (Col 2:19) y trabajamos unidos y coordinados, desempeñando cada uno la función que el Espíritu nos ha asignado dentro del cuerpo.
-Y todo esto siguiendo la verdad en amor. Luego las dos cosas son necesarias, ambas deben estar siempre presentes. Si decimos a un hermano la verdad sin amor, en vez de ser de edificación para él lo ofendemos; y si callamos algo que debamos decirle, ya sea para advertirlo de algún peligro o para su corrección, no obramos con amor.
Bendiciones eternas en el Señor.