13/3/20

El trato de Jehová con su esposa Israel


INTRODUCCIÓN
La relación íntima que Dios desea tener con los seres humanos, comparable a la de los esposos que se aman intensamente y se entregan totalmente el uno al otro hasta el punto de formar una perfecta unidad (Mt 19:5-6), es una verdad revelada en la Palabra que siempre me ha fascinado. Por eso no es de extrañar que de forma recurrente en varios de mis estudios anteriores haya hecho reflexiones y comentarios sobre este tema, muy especialmente en el que titulé “Desposados con Cristo”.
Son muchos los textos bíblicos que arrojan luz sobre esta cuestión; entre otros: Is 50:1; 54:4-8; 62:4-5; Jer 2:2,31-32; 3:1-14; 31:31-33; Ez 16; Ez 23; Ef 5:22-29; Ap 19:7-9; 21:1-4,9-11; 22:16-17. No obstante centraré este estudio específicamente en el primer capítulo de Oseas, que completaré con un escueto comentario de los capítulos dos y tres.
CONTEXTO HISTÓRICO
Os 1:1; Palabra de Jehová que vino a Oseas hijo de Beeri, en días de Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías, reyes de Judá, y en días de Jeroboam hijo de Joás, rey de Israel.
Junto a estos cinco reyes citados, Oseas fue también contemporáneo de los profetas Miqueas, Isaías, Amós y Jonás.
Aunque para los creyentes actuales los hechos profetizados en el capítulo uno de Oseas pertenecen en su mayor parte al pasado, en el tiempo en que le fueron revelados al profeta se referían a acontecimientos futuros que se cumplieron de forma admirable, demostrándose una vez más la infalibilidad de la Palabra de Dios.
Ya en la última fase del reinado de Salomón se produjo un punto de inflexión que marcó el inicio de un proceso de alejamiento de Dios y de decadencia de Israel (1 R 11). Recién dividido el reino, para consolidar su reinado, Jeroboam implantó en las diez tribus del norte un sistema de culto pagano e idólatra que sustituyó al que tenía lugar en Jerusalén, conforme a lo que Dios había prescrito (1 R 12:25-33). A esta apostasía generalizada en la que tan pronto cayó el reino del norte, le siguió más tarde el reino de Judá (Ez 23:4-5,9-11).
La alianza que Dios estableció con su pueblo en el Sinaí, en sentido espiritual fue un pacto entre esposos, por lo que al alejarse Israel de Jehová siguiendo a otros dioses, incurrió en fornicación y adulterio, invalidando así el pacto. Lo triste es que Israel no quiso arrepentirse y volverse a Dios, a pesar de las innumerables ocasiones en que Él se lo pidió. Su obstinado rechazo a reconciliarse con el Todopoderoso acabó por agotar su paciencia, por lo cual los abandonó entregándolos a la dureza de sus propios corazones y a merced de sus enemigos, con los que se había prostituido, yendo en pos de sus dioses.
IDOLATRÍA DE ISRAEL Y SUS CONSECUENCIAS
Os 1:2; El principio de la palabra de Jehová por medio de Oseas. Dijo Jehová a Oseas: Ve, tómate una mujer fornicaria, e hijos de fornicación; porque la tierra fornica apartándose de Jehová.
Dios le mandó a Oseas que se uniera a una mujer fornicaria y tuviese hijos con ella, para que viéndolo el pueblo de Israel, pudiera así entender que al seguir las costumbres de las demás naciones, dejando a Jehová por otros dioses, se habían convertido en vulgares y despreciables prostitutas. Probablemente Gomer, la mujer que Oseas tomó por esposa, no fue una prostituta cualquiera, sino una ramera pública bien conocida.
El primer capítulo de Oseas se desarrolla en torno a una alegoría, en la que el propio Oseas representa a Jehová, Gomer a Israel y los tres hijos nacidos de la relación de Oseas con Gomer se corresponden con tres graves consecuencias que padecerían los hijos de Israel por dejar a Jehová e ir tras los ídolos de las demás naciones.
UN HIJO LLAMADO JEZREEL
Os 1:3-5; Fue, pues, y tomó a Gomer hija de Diblaim, la cual concibió y le dio a luz un hijo. 4 Y le dijo Jehová: Ponle por nombre Jezreel; porque de aquí a poco yo castigaré a la casa de Jehú por causa de la sangre de Jezreel, y haré cesar el reino de la casa de Israel. 5 Y en aquel día quebraré yo el arco de Israel en el valle de Jezreel.
A este primer hijo, fruto de la unión de Oseas con Gomer, Dios mandó llamarle Jezreel, en recuerdo del derramamiento de sangre que hubo en dicho lugar, a causa de la maldad que se había extendido por todo el reino del norte. A este respecto, si bien es cierto que el vil asesinato y expolio de la viña de Nabot fue urdido por Jezabel y consentido por Acab, no podemos ignorar que se llevó a cabo con la complicidad de los ancianos, principales y demás gente de la ciudad (1 R 21:11-16).
Ahora bien, el gran baño de sangre no se produjo con el infame apedreamiento de Nabot, cuyo cadáver fue abandonado sobre la faz del campo a merced de los perros, que lamieron su sangre y devoraron probablemente su carne (1 R 21:24), sino años después, cuando Jehú exterminó la casa de Acab, en ejecución de la venganza que Jehová había anunciado por medio de Elías tisbita (1 R 21:19-24).
1 R 21:24; El que de Acab fuere muerto en la ciudad, los perros lo comerán, y el que fuere muerto en el campo, lo comerán las aves del cielo.
Pero lo más llamativo y a la vez desconcertante lo hallamos en la declaración que hace Jehová en el versículo 4: “…castigaré a la casa de Jehú por causa de la sangre de Jezreel...” ¿Acaso no destruyó Jehú la casa de Acab siguiendo la voluntad de Dios y recibiendo incluso su aprobación (2 R 10:11,17,30)?
2 R 10:11,17; Mató entonces Jehú a todos los que habían quedado de la casa de Acab en Jezreel, a todos sus príncipes, a todos sus familiares, y a sus sacerdotes, hasta que no quedó ninguno. ...17 Y luego que Jehú hubo llegado a Samaria, mató a todos los que habían quedado de Acab en Samaria, hasta exterminarlos, conforme a la palabra de Jehová, que había hablado por Elías.
2 R 10:30; Y Jehová dijo a Jehú: Por cuanto has hecho bien ejecutando lo recto delante de mis ojos, e hiciste a la casa de Acab conforme a todo lo que estaba en mi corazón, tus hijos se sentarán sobre el trono de Israel hasta la cuarta generación.
Entonces, ¿por qué habría de castigar Dios a la casa de Jehú, haciéndolo a él responsable de la sangre derramada en Jezreel? Pues probablemente porque Jehú se excedió en su celo, al matar no sólo a los descendientes de Acab, sino también a Ocozías, rey de Judá (2 R 9:27) y a sus 42 hermanos, los cuales tenían amistad con la casa de Acab y participaban en sus mismos pecados (2 R 10:13-14).
Se trataría de un caso similar al protagonizado por Simeón y Leví contra la ciudad de los heveos donde moraba Hamor y su hijo Siquem para vengarse de éste por deshonrar a su hermana Dina, con quien tuvo una relación sexual. Su represalia fue absolutamente desproporcionada, ya que mataron a filo de espada a todos sus varones, saquearon la ciudad, se apoderaron de su ganado y de todos sus bienes, y llevaron cautivos a sus niños y mujeres. Este acto de suma crueldad, que desagradó a Jacob, sería recordado a perpetuidad como una mancha en el historial de las tribus de Simeón y Leví (Gn 34:30-31; Gn 49:5-6).
Gn 34:30-31; Entonces dijo Jacob a Simeón y a Leví: Me habéis turbado con hacerme abominable a los moradores de esta tierra, el cananeo y el ferezeo; y teniendo yo pocos hombres, se juntarán contra mí y me atacarán, y seré destruido yo y mi casa. 31 Pero ellos respondieron: ¿Había él de tratar a nuestra hermana como a una ramera?
Gn 49:5-6; Simeón y Leví son hermanos; armas de iniquidad sus armas. 6 En su consejo no entre mi alma, ni mi espíritu se junte en su compañía. Porque en su furor mataron hombres, y en su temeridad desjarretaron toros.
Algo similar ocurrió con Joab, quien también se excedió al matar a Abner (2 S 3:27-29), Absalón (2 S 18:10-15) y Amasa (2 S 20:9-10) en contra de la voluntad de David (1 R 2:5-6).
1 R 2:5-6; Ya sabes tú lo que me ha hecho Joab hijo de Sarvia, lo que hizo a dos generales del ejército de Israel, a Abner hijo de Ner y a Amasa hijo de Jeter, a los cuales él mató, derramando en tiempo de paz la sangre de guerra, y poniendo sangre de guerra en el talabarte que tenía sobre sus lomos, y en los zapatos que tenía en sus pies. 6 Tú, pues, harás conforme a tu sabiduría; no dejarás descender sus canas al Seol en paz.
Pero al margen de una posible extralimitación de Jehú como causa de castigo, existe otro motivo mucho más claro, que fue su posterior desobediencia a Dios. Ciertamente Jehú actuó conforme a la voluntad de Dios al exterminar la casa de Acab y erradicar el culto a Baal, matando a todos sus servidores y derribando el templo con sus estatuas. El problema es que una vez hecho eso, no destruyó también los dos becerros de oro y todo el sistema legal y de culto establecido por Jeroboam, en abierta oposición a las leyes, decretos y ordenanzas establecidas por Jehová (2 R 10:29,31). Por tanto, Dios hizo corresponsable a la casa de Jehú de la sangre de Jezreel, porque después de ser usado por Él como instrumento para castigar a la casa de Acab no se convirtió al Señor, sino que siguió el camino de Jeroboam, hijo de Nabat, quien se apartó de Jehová y arrastró a la apostasía a Israel.
2 R 10:29,31; Con todo eso, Jehú no se apartó de los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, que hizo pecar a Israel; y dejó en pie los becerros de oro que estaban en Bet-el y en Dan. ...31 Mas Jehú no cuidó de andar en la ley de Jehová Dios de Israel con todo su corazón, ni se apartó de los pecados de Jeroboam, el que había hecho pecar a Israel.
Ese alejamiento de Dios causó que ya en días de Jehú se viera mermado el territorio de Israel, al ser atacado en todas sus fronteras y derrotado por Hazael, rey de Siria. Sin embargo, en consideración a los servicios que Jehú le había prestado en su momento, Dios demoró en parte su castigo, al permitir a sus hijos ocupar el trono de Israel hasta la cuarta generación de ellos, siendo Zacarías el último de sus descendientes en reinar sobre Israel (2 R 15:8-12).
Ahora bien, tal como declaró Dios en Os 1:4-5, el castigo no se limitaría sólo a apartar del reino a la casa de Jehú, sino que además incluiría la propia extinción del reino de Israel. Esto se iba a producir en varias fases: primero con el ataque del rey asirio Pul, quien desistió de entrar en Israel a cambio del cobro de un tributo (2 R 15:19-20); y alrededor de 20 años después, con la conquista de Tiglat-pileser de gran parte del territorio de Israel, llevando a sus habitantes cautivos a Asiria (2 R 15:29).
2 R 15:29; En los días de Peka rey de Israel, vino Tiglat-pileser rey de los asirios, y tomó a Ijón, Abel-bet-maaca, Janoa, Cedes, Hazor, Galaad, Galilea, y toda la tierra de Neftalí; y los llevó cautivos a Asiria.
De ahi el nombre de Jezreel, que significa “Dios siembra”, puesto que era una señal al pueblo de Israel de que en un futuro próximo Jehová los iba a sembrar o esparcir lejos de su territorio.
La imputación de la sangre de Jezreel a la casa de Jehú que he comentado, es similar a la que Jesús les hace a los escribas, fariseos e intérpretes de la ley, los cuales mostraban externamente una apariencia de piedad, pero por dentro sus corazones estaban llenos de hipocresía y maldad. A éstos también el Señor los declaró cómplices de las muertes de todos los siervos y profetas enviados por Dios desde la antigüedad (Mt 23:29-30,34-35; Lc 11:47-51).
Mt 23:29-30,34-35; ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, 30 y decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas ...34 Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad; 35 para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar.
UNA HIJA LLAMADA LO-RUHAMA
Os 1:6-7; Concibió ella otra vez, y dio a luz una hija. Y le dijo Dios: Ponle por nombre Lo-ruhama, porque no me compadeceré más de la casa de Israel, sino que los quitaré del todo. 7 Mas de la casa de Judá tendré misericordia, y los salvaré por Jehová su Dios; y no los salvaré con arco, ni con espada, ni con batalla, ni con caballos ni jinetes.
Así como la conquista de gran parte del territorio de Israel por parte de Tiglat-pileser y la deportación de sus habitantes a Asiria guarda relación con Jezreel, la culminación del proceso de destrucción del reino del norte está representado por Lo-ruhama. Esto sucedería apenas una década después, en el último año del rey Oseas, cuando Salmanasar sometió por completo a Samaria y llevó a todo Israel cautivo al norte y nordeste de Asiria, junto al río Gozán y en las ciudades de los medos (2 R 17:3-6; 18:9-12).
2 R 18:9-12; En el cuarto año del rey Ezequías, que era el año séptimo de Oseas hijo de Ela, rey de Israel, subió Salmanasar rey de los asirios contra Samaria, y la sitió, 10 y la tomaron al cabo de tres años. En el año sexto de Ezequías, el cual era el año noveno de Oseas rey de Israel, fue tomada Samaria. 11 Y el rey de Asiria llevó cautivo a Israel a Asiria, y los puso en Halah, en Habor junto al río Gozán, y en las ciudades de los medos; 12 por cuanto no habían atendido a la voz de Jehová su Dios, sino que habían quebrantado su pacto; y todas las cosas que Moisés siervo de Jehová había mandado, no las habían escuchado, ni puesto por obra.
Tal como se indica en el versículo 6, esta hija del profeta Oseas es llamada Lo-ruhama, que significa “No compadecida”. De esta manera Jehová anuncia que dejará de compadecerse por más tiempo del reino de Israel, permitiendo que sea extirpado de la tierra y sus hijos expulsados por un largo periodo de muchos siglos.
El hecho de que en el segundo parto de Gomer naciera una hija y no un hijo varón creo que no es casual, sino que tiene un propósito y significado específico. Mi principal hipótesis, puesto que la Palabra no lo revela con claridad, es que Dios quiso usar en este caso a Lo-ruahma para expresar el repudio, desprotección y abandono de Israel en manos de sus enemigos con los cuales se prostituyó.
Luego Israel es mostrada aquí como una esposa que acabó siendo rechazada y expulsada por Dios de su casa, por haber sido obstinadamente infiel. Jehová consumó así su juicio sobre el reino de Israel, que experimentó en sus entrañas los sentimientos propios de una mujer abandonada y triste de espíritu: vergüenza, confusión, afrenta, viudez, desprotección, etc (Is 54:4-6)
Is 54:4-6; No temas, pues no serás confundida; y no te avergüences, porque no serás afrentada, sino que te olvidarás de la vergüenza de tu juventud, y de la afrenta de tu viudez no tendrás más memoria. 5 Porque tu marido es tu Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor, el Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado. 6 Porque como a mujer abandonada y triste de espíritu te llamó Jehová, y como a la esposa de la juventud que es repudiada, dijo el Dios tuyo.
De esta medida tan drástica tomada por Dios quedó excluido temporalmente el reino de Judá. El versículo 7 se refiere precisamente a la derrota milagrosa que Dios mismo infringió directamente al poderoso ejército asirio en su asedio a Jerusalén (2 R 19:35-36). Esto sucedió durante el reinado de Ezequías, después de que Senaquerib invadiera Judá y tomara sus ciudades fortificadas (2 R 18:13,17).
2 R 19:35-36; Y aconteció que aquella misma noche salió el ángel de Jehová, y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo era cuerpos de muertos. 36 Entonces Senaquerib rey de Asiria se fue, y volvió a Nínive, donde se quedó.
2 R 18:13,17; A los catorce años del rey Ezequías, subió Senaquerib rey de Asiria contra todas las ciudades fortificadas de Judá, y las tomó ...17 Después el rey de Asiria envió contra el rey Ezequías al Tartán, al Rabsaris y al Rabsaces, con un gran ejército, desde Laquis contra Jerusalén, y subieron y vinieron a Jerusalén. Y habiendo subido, vinieron y acamparon junto al acueducto del estanque de arriba, en el camino de la heredad del Lavador.
OTRO HIJO LLAMADO LO-AMMI
Os 1:8-11; Después de haber destetado a Lo-ruhama, concibió y dio a luz un hijo. 9 Y dijo Dios: Ponle por nombre Lo-ammi, porque vosotros no sois mi pueblo, ni yo seré vuestro Dios. 10 Con todo, será el número de los hijos de Israel como la arena del mar, que no se puede medir ni contar. Y en el lugar en donde les fue dicho: Vosotros no sois pueblo mío, les será dicho: Sois hijos del Dios viviente. 11 Y se congregarán los hijos de Judá y de Israel, y nombrarán un solo jefe, y subirán de la tierra; porque el día de Jezreel será grande.
Después de Lo-ruhama Gomer concibió otro hijo llamado Lo-ammi, que significa “No pueblo mío” y que en principio se refiere a Judá, el reino del sur. En este punto es inevitable recordar el notable paralelismo de estos dos personajes con sus equivalentes Ahola y Aholiba, las hermanas mencionadas en el capítulo 23 de Ezequiel. Pero volviendo a Oseas, según la propia aclaración de Dios en el versículo 9, Judá había dejado de ser su pueblo, porque se había apartado por completo de Él y le desobedecía. Por tanto, ante la constatación de esa realidad, Jehová les anuncia que pronto dejará de ser su Dios, con todo lo que eso implica en cuanto al cese de la provisión, guía y protección que Él les había estado dispensando (2 Cr 15:1-2 y otros).
2 Cr 15:1-2; Vino el Espíritu de Dios sobre Azarías hijo de Oded, 2 y salió al encuentro de Asa, y le dijo: Oídme, Asa y todo Judá y Benjamín: Jehová estará con vosotros, si vosotros estuviereis con él; y si le buscareis, será hallado de vosotros; mas si le dejareis, él también os dejará.
Así que, llegado el tiempo en que Dios les retiró su protección, vino el gran rey Nabucodonosor y conquistó todo el territorio de Judá, incluida Jerusalén, que fue completamente destruida, llevando en tres ocasiones cautivos a sus habitantes a Babilonia, de donde regresó una parte significativa de ellos al cabo de 70 años (primera deportación: 2 R 24:1 / 2 Cr 36:5-7 / Dn 1:1-3; segunda deportación: 2 R 24:11-14; tercera deportación: 2 R 25:6-12 / Jer 39:6-10; regreso a Jerusalén: 2 Cr 36:22-23 / Esd 1:1-3).
¡Lástima que con el tiempo olvidaran esta lección! Porque varios siglos después, debido a que rechazaron y mataron al Mesías anunciado y enviado por Dios, fueron derrotados por las tropas del general romano Tito en el año 70 de nuestra era y esparcidos por todas las naciones. La mayor parte del pueblo judío aún permanece en la diáspora en la actualidad, a pesar de que en la primera mitad del siglo XX se creó el estado de Israel y comenzó el retorno de los judíos a su tierra, cuyo proceso a día de hoy sigue su curso.
Sorprende a primera vista que después de haber comprobado los hijos de Judá lo que les había sucedido a sus hermanos de Israel por su pertinaz apostasía, siguieran su mismo camino, rebelándose también contra Dios (Jer 3:6-11).
Jer 3:6-11; Me dijo Jehová en días del rey Josías: ¿Has visto lo que ha hecho la rebelde Israel? Ella se va sobre todo monte alto y debajo de todo árbol frondoso, y allí fornica. 7 Y dije: Después de hacer todo esto, se volverá a mí; pero no se volvió, y lo vio su hermana la rebelde Judá. 8 Ella vio que por haber fornicado la rebelde Israel, yo la había despedido y dado carta de repudio; pero no tuvo temor la rebelde Judá su hermana, sino que también fue ella y fornicó. 9 Y sucedió que por juzgar ella cosa liviana su fornicación, la tierra fue contaminada, y adulteró con la piedra y con el leño. 10 Con todo esto, su hermana la rebelde Judá no se volvió a mí de todo corazón, sino fingidamente, dice Jehová. 11 Y me dijo Jehová: Ha resultado justa la rebelde Israel en comparación con la desleal Judá.
Pero cuando nos detenemos a observar y reflexionar sobre los vaivenes de Israel a lo largo de la historia, así como sobre nuestras propias infidelidades como creyentes, nos damos cuenta de cuán propensos somos a endurecer nuestra cerviz, a olvidarnos de las bendiciones recibidas de Dios y, en consecuencia, a ser desagradecidos para con Él.
Sabiendo esto deberíamos tomar, entre otras, las siguientes precauciones: 1) Cuando todo parezca irnos bien cuidémonos de no caer en la tentación de pensar que es por nuestro esfuerzo o méritos, sin la ayuda de Dios; 2) Andemos siempre en obediencia a Dios y confiemos en Él en medio de las pruebas y dificultades de la vida; 3) Cuando suframos por causa de nuestras malas decisiones y actos, reconozcamos nuestros errores y pidamos humildemente a Dios que nos perdone y restaure.
Seríamos necios si despreciáramos la gran misericordia de Dios, que nos llama al arrepentimiento y espera pacientemente que nos reconciliemos con Él, por medio de Jesucristo (2 P 3:9). Y respecto a Israel, dado que “irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios” (Ro 11:29), algún día todo Israel se arrepentirá y será salvo, una vez que haya entrado la plenitud de los gentiles (Zc 12;10; Ro 11:25-26).
Zc 12;10; Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito.
Ro 11:25-26; Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; 26 y luego todo Israel será salvo, como está escrito…
Desde otro punto de vista, el versículo 10 recoge la promesa hecha por Dios a Abraham, y confirmada a Isaac y Jacob en cuanto a su descendencia, que sería incontable como las estrellas del cielo y la arena del mar (Gn 13:16; 22:17; etc). Pero como dicha promesa está vinculada a la misma fe que tuvo Abraham, la condición para que sus descendientes hereden las bendiciones de la promesa hecha a Abraham es que la reciban por fe. Por tanto la fe nos ha abierto la puerta de entrada a los gentiles para que seamos hijos espirituales de Abraham y herederos de las promesas, exactamente igual que sus hijos naturales, que necesitan también creer para acceder a ellas (Is 65:1; Ro 9:25-26; Ro 9:6-8; 2 P 2:9-10).
Is 65:1; Fui buscado por los que no preguntaban por mí; fui hallado por los que no me buscaban. Dije a gente que no invocaba mi nombre: Heme aquí, heme aquí.
Ro 9:24-26; ...a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles? 25 Como también en Oseas dice: Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, y a la no amada, amada. 26 Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, allí serán llamados hijos del Dios viviente.
Ro 9:6-8; No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, 7 ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. 8 Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes.
Como es evidente, la parte de esta profecía referida al castigo de Judá por su infidelidad a Dios, así como la apertura de la salvación por gracia a los gentiles, ya se ha cumplido cabalmente; pero la promesa de restauración y reunificación de Judá con el resto de Israel aún aguarda su cumplimiento. Dios menciona otra vez a Jezreel en el último versículo, así como en Os 2:22, pero en este caso para anunciar que recogerá a su pueblo de entre todas las naciones y lo sembrará en su tierra para siempre. Todo lo contrario que en el anterior versículo 4, en el que Dios había usado el nombre de Jezreel como señal de que iban a ser arrancados de su tierra y dispersados entre las naciones.
Dt 30:1-5 (también 2 Cr 6:36-39 y otros); Sucederá que cuando hubieren venido sobre ti todas estas cosas, la bendición y la maldición que he puesto delante de ti, y te arrepintieres en medio de todas las naciones adonde te hubiere arrojado Jehová tu Dios, 2 y te convirtieres a Jehová tu Dios, y obedecieres a su voz conforme a todo lo que yo te mando hoy, tú y tus hijos, con todo tu corazón y con toda tu alma, 3 entonces Jehová hará volver a tus cautivos, y tendrá misericordia de ti, y volverá a recogerte de entre todos los pueblos adonde te hubiere esparcido Jehová tu Dios. 4 Aun cuando tus desterrados estuvieren en las partes más lejanas que hay debajo del cielo, de allí te recogerá Jehová tu Dios, y de allá te tomará; 5 y te hará volver Jehová tu Dios a la tierra que heredaron tus padres, y será tuya; y te hará bien, y te multiplicará más que a tus padres.
Os 2:22-23; Y la tierra responderá al trigo, al vino y al aceite, y ellos responderán a Jezreel. 23 Y la sembraré para mí en la tierra, y tendré misericordia de Lo-ruhama; y diré a Lo-ammi: Tú eres pueblo mío, y él dirá: Dios mío.
RESPUESTA DE DIOS A LA INFIDELIDAD DE ISRAEL (Oseas, capítulo 2)
En el segundo capítulo de Oseas Dios prosigue con su alegoría para describir la infidelidad de su pueblo, al dejarse seducir por las prácticas pecaminosas de las demás naciones, desobedeciéndole y alejándose de Él para seguir a dioses falsos. En resumen, el texto incide básicamente en tres aspectos: 1) las negativas consecuencias de la deslealtad de la nación de Israel, que acaba frustrada y desengañada, al constatar cómo esas naciones a las que tanto admiraba se habían enseñoreado de ella con dureza; 2) la fidelidad, paciencia y disposición de Dios a perdonarla; 3) el futuro arrepentimiento y la restauración gloriosa de Israel.
Os 2:1-4; Decid a vuestros hermanos: Ammi; y a vuestras hermanas: Ruhama. 2 Contended con vuestra madre, contended; porque ella no es mi mujer, ni yo su marido; aparte, pues, sus fornicaciones de su rostro, y sus adulterios de entre sus pechos; 3 no sea que yo la despoje y desnude, la ponga como el día en que nació, la haga como un desierto, la deje como tierra seca, y la mate de sed. 4 Ni tendré misericordia de sus hijos, porque son hijos de prostitución.
En los dos primeros versículos Dios llama a Ammi y a Ruhama, hermanos de Lo-ammi y Lo-ruahama, a contender con su madre Gomer para que desista de sus fornicaciones y adulterio espiritual, si no quiere sufrir un gran escarmiento, tanto ella como sus hijos nacidos de prostitución. Pero, ¿quiénes son Ammi, cuyo significado es “Pueblo mío”, y Ruhama, que significa “Compadecida”? Creo que ambos son un remanente de Judá e Israel que permanecía fiel a Jehová. Esto estaría en consonancia con Ro 11:2-5 y con otros textos que nos muestran que Dios siempre conserva un remanente fiel de su pueblo, aun en los peores tiempos de la historia.
Os 2:5,8,12; Porque su madre se prostituyó; la que los dio a luz se deshonró, porque dijo: Iré tras mis amantes, que me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mi bebida ...8 Y ella no reconoció que yo le daba el trigo, el vino y el aceite, y que le multipliqué la plata y el oro que ofrecían a Baal ...12 Y haré talar sus vides y sus higueras, de las cuales dijo: Mi salario son, salario que me han dado mis amantes…
Os 2:7; Seguirá a sus amantes, y no los alcanzará; los buscará, y no los hallará. Entonces dirá: Iré y me volveré a mi primer marido; porque mejor me iba entonces que ahora.
Al dejarse seducir por las creencias y costumbres de otras naciones, Israel no reconocía que era Jehová quien la sustentaba, sino que atribuía su prosperidad a los dioses con los que fornicaba, hasta que Dios trajo castigo sobre su pueblo rebelde (Os 2:5,8,12). Entonces sufrieron una especie de desengaño amoroso que les hizo recapacitar, y desearon volver Jehová, su primer marido (Os 2:7).
Mi 7:18; ¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia.
Os 2:14; Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón.
Menos mal que Dios no permanece enojado con su pueblo para siempre (Mi 7:18). Por eso prometió que tras el castigo los atraería a sí mismo y hablaría a sus corazones para que se arrepintieran y fueran restaurados (Os 2:14).
Os 2:18-20; En aquel tiempo haré para ti pacto con las bestias del campo, con las aves del cielo y con las serpientes de la tierra; y quitaré de la tierra arco y espada y guerra, y te haré dormir segura. 19 Y te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia. 20 Y te desposaré conmigo en fidelidad, y conocerás a Jehová.
Esa restauración futura de Israel conlleva múltiples promesas; entre ellas paz, seguridad y prosperidad (Os 2:18; Mi 4:1-4; Is 11:6-9). Pero sobre todo se hará manifiesta la salvación y la unión gloriosa de Dios con sus hijos en Cristo por toda la eternidad.
Mr 10:7-8; Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, 8 y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno.
Jn 15:15; Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.
Os 2:16; En aquel tiempo, dice Jehová, me llamarás Ishi (“Mi marido”), y nunca más me llamarás Baali (“Mi señor”).
Esa unión íntima de Dios con su pueblo se describe en términos de un desposorio como el de un hombre y una mujer que se unen para ser una sola carne (Mr 10:7-8; Ap 19:7-9). Y a partir de ese momento, aunque Cristo siga siendo nuestro Señor, Él preferirá tratarnos como amigos (Jn 5:15; Stg 2:23; etc) y que confiadamente le llamemos esposo (Os 2:16).
SU AMOR ES MÁS GRANDE QUE NUESTRA INFIDELIDAD (Oseas, capítulo 3)
Os 3:1; Me dijo otra vez Jehová: Ve, ama a una mujer amada de su compañero, aunque adúltera, como el amor de Jehová para con los hijos de Israel, los cuales miran a dioses ajenos, y aman tortas de pasas.
Dios vuelve a hablar a Oseas y le manda amar a una mujer que, pese a que es adúltera, es amada por su marido. Algunos comentaristas creen que esta mujer es Gomer, quien ya se había unido anteriormente a Oseas, pero que supuestamente se había apartado de él al cabo de cierto tiempo para ir tras sus amantes. Personalmente creo que no se trata de Gomer, sino de otra mujer cuya identidad desconocemos. En cualquier caso es obvio que esta mujer adúltera representa a Israel, y que el esposo que está siendo deshonrado se refiere a Dios.
Os 3:2-3; La compré entonces para mí por quince siclos de plata y un homer y medio de cebada. 3 Y le dije: Tú serás mía durante muchos días; no fornicarás, ni tomarás otro varón; lo mismo haré yo contigo.
Seguramente Oseas nunca habría elegido a una mujer fornicaria o adúltera para unirse a ella. Sin embargo, en obediencia a Jehová, compró esa mujer por 15 siclos de plata, justo la mitad de lo que se solía pagar por un esclavo. Posiblemente este rescate por la mitad del precio habitual de un esclavo, se debió a que ya estaba muy deteriorada y había perdido gran parte de su atractivo. Por eso pienso que en esta relación de Oseas con la mujer adúltera apenas tiene importancia el amor placentero que tanto ansían los jóvenes esposos, sino que en este caso lo que prevalece es un amor compasivo, que lleva a Oseas a pactar con esta pobre y desventurada mujer un compromiso de fidelidad mutua, con el fin de liberarla de su miserable esclavitud e inminente ruina, acogiéndola en casa y proporcionándole amparo.
Os 3:4-5; Porque muchos días estarán los hijos de Israel sin rey, sin príncipe, sin sacrificio, sin estatua, sin efod y sin terafines. 5 Después volverán los hijos de Israel, y buscarán a Jehová su Dios, y a David su rey; y temerán a Jehová y a su bondad en el fin de los días.
Dado que la relación establecida entre Oseas y la mujer adúltera, tipifica la que Dios mantiene con su pueblo Israel, los dos últimos versículos del capítulo tres, que estamos considerando, hacen referencia a dos periodos diferenciados de dicha relación: el primero de ellos se inició hace casi dos mil años y sigue actualmente su curso, mientras que el segundo aún pertenece al futuro.
Por eso, tal como lo expresa el texto y nosotros mismos podemos comprobar observando la situación por la que está atravesando Israel, Dios mantiene en suspenso sus grandes promesas de bendición para esta nación. Pero cuando haya entrado la plenitud de los gentiles, les será quitado de su rostro el velo que les impide ver para que puedan entender y reconocer a Jesucristo como su Señor y Salvador, de manera que se arrepientan y conviertan de corazón a Él. Entonces Dios, que a diferencia de su pueblo siempre ha permanecido fiel, restaurará a Israel y lo colmará de bendiciones para siempre.
Gracias por haber llegado hasta aquí. Que el Señor lo bendiga, querido lector.