11/10/17

Radicalidad y moderación en la Biblia




En primer lugar, para poder entendernos necesitamos un mínimo de precisión, por lo que vamos a acotar los significados de la palabra “radical”, quedándonos con dos acepciones. La primera hace referencia al fundamento o raíz de algo o alguien. La segunda tiene que ver con una posición extrema, tajante, o intransigente en el modo de pensar y actuar de las personas respecto a algún asunto.

El término “radical” aplicado a las personas, se usa la mayoría de las veces en sentido peyorativo. Pero, ¿ser radical es algo intrínsecamente malo? Yo diría que depende. Si nos referimos a ir a la raíz de un asunto, en vez de centrarnos en lo superficial o meramente aparente, estaremos adoptando un enfoque acertado y positivo. Y si nos referimos a una respuesta extrema o tajante, dicha actitud puede ser buena o mala; eso dependerá, en todo caso, de las formas empleadas, así como de la naturaleza y circunstancias del objeto al que respondemos (por ejemplo, es bueno que seamos intransigentes con nuestro propio pecado). Por otra parte, no es lo mismo ser radicales en algunas cosas, que ser radicales en todo; tampoco es igual actuar siempre radicalmente, expresando con ello un estilo de vida, que hacerlo en determinadas ocasiones.

Aunque en la Biblia se nos exhorta frecuentemente a que seamos sobrios y ponderados, también se nos dan instrucciones radicales en algunos aspectos. Podemos aseverar que la Palabra, en su conjunto, promueve un estilo de vida sano y equilibrado.

Ahora bien, debemos tener en cuenta que el equilibrio deseable en la vida de las personas no se aplica a una realidad estática, sino a una realidad en movimiento o cambiante. Por eso el mejor ejemplo que se me ocurre para ilustrar esa realidad es la de un funámbulo caminando sobre la cuerda floja. Éste, igual que el cristiano, para no caer debe andar por el camino recto sin desviarse a derecha ni izquierda. Para lograrlo, cuando la posición de su cuerpo se desvía hacia un lado, necesita corregirla inmediatamente, desplazando el centro de gravedad de su masa corporal hacia el lado opuesto. Cuanto más grande sea la desviación hacia un lado, mayor debe ser el desplazamiento en sentido contrario, si quiere mantener el equilibrio. Algo parecido ocurre con las pesas de una balanza.

Abundando en esta idea y como bien dice un refrán, “a grandes males, grandes remedios”. Un tumor maligno no se cura aplicando paños calientes, sino extirpándolo de raíz y, por tanto, causando dolor. De modo análogo, para remediar el pecado del hombre, Dios tuvo que enviar a su Hijo a sufrir el oprobio de su muerte en una cruz. Ésta fue ciertamente una solución radical, pero la situación en la que se encontraba el ser humano requería esa medida tan drástica.

Si bien es cierto que hallamos en la Biblia propuestas radicales, no es menos cierto que algunas de ellas lo son más en su expresión que en su contenido. En la cultura hebrea, para acentuar contrastes o establecer diferencias entre dos cosas que se comparan, se emplean a menudo hipérboles; es decir, expresiones del lenguaje que exageran esas diferencias, situando las cosas comparadas en extremos opuestos.

En Ro 9:13 se usa una de estas expresiones típicas del hebreo, cuya clave interpretativa la podemos obtener analizando Gn 21:15-17. Algo parecido ocurre con Lc 14:26 que, para un mayor entendimiento, debemos cotejar con Mt 10:37-38. Así, para poner de relieve que Dios escogió a Jacob con preferencia a Esaú, se nos dice literalmente: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí”. Igualmente, para establecer la prioridad absoluta de amar a Dios sobre todas las cosas, por encima de nuestros familiares más queridos y aun de nuestra propia vida, se nos indica que debemos aborrecer nuestra vida y a nuestra familia. Sin embargo sabemos con absoluta certeza, porque lo dicen otros textos de la Biblia y por el contexto general de la misma, que además de Dios, hemos de amar a nuestros semejantes como a nosotros mismos.

En lo que sí es bien categórica y radical la Palabra es en afirmar que Dios aborrece el pecado y que el cristiano no debe contemporizar con él, sino rechazarlo con firmeza en su vida.

Mt 5:27-30; Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. 28 Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. 29 Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. 30 Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.

Evidentemente lo que nos enseñan los versículos anteriores no es que nos automutilemos. Las expresiones relativas a sacarnos el ojo y cortarnos la mano, de manera simbólica nos indican que no debemos prestar nuestros miembros al pecado; que debemos ser enérgicos, reaccionando de inmediato y con determinación contra las tentaciones. En la encarnizada lucha espiritual en la que está inmerso el cristiano, para poder triunfar, no puede ser complaciente o permisivo ni lo más mínimo con sus propios pecados ¡Cuidado con querer probar sólo un poquito de pecado, consentir sólo un poco de mentira, o permitir indulgentemente cualquier pequeña dosis de mal en nosotros! ¡Eso sería practicar un juego muy peligroso!

Un buen ejemplo de cómo debemos enfrentarnos con firmeza a las tentaciones lo hallamos en Jesús, cuando recriminó a Pedro su falta de discernimiento y colaboración inconsciente con el adversario.

Mt 16:21-23; Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día. 22 Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca. 23 Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.

En el versículo siguiente vemos que a Jesús no le gustan las medias tintas, sino que espera de nosotros un compromiso radical en seguirlo. El propio concepto de siervo implica una disponibilidad de servicio en exclusiva para su amo durante las 24 horas de cada día, a diferencia del obrero que es contratado por unas horas a cambio de un jornal. Aunque su jornada de trabajo se extienda desde que sale el sol hasta que se pone, el tipo de relación laboral es diferente de la del siervo. Éste pertenece por entero a su señor, mientras que el jornalero, que es libre, se pone de acuerdo con el patrón en la contraprestación de un trabajo o servicio a cambio de un salario, bajo unas condiciones determinadas.

Mt 6:24; Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.

Las dos porciones que expongo a continuación siguen mostrando una posición radical en el servicio que Jesús les demanda a sus discípulos. Esto debería llevarnos a pensar en nuestro compromiso y fidelidad como siervos. No podemos estar con un pie en el mundo y otro en la Iglesia, ni se puede estar durante un intervalo de tiempo en la Iglesia y el resto del tiempo en el mundo. No debemos ser negligentes en el servicio.

Mt 12:30; El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.

Ap 3:15-19; Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! 16 Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. 17 Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. 18 Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. 19 Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.

En definitiva, ¿qué pide Dios de nosotros? ¿Cómo debe ser nuestra entrega? Debe ser total, debemos entregarle todas las áreas de nuestra vida.

Pr 23:26; Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos.

Jesús fue radical en el amor. Es relativamente fácil amar a nuestros familiares más directos y a nuestros amigos a los que nos unen lazos afectivos, pero es bien difícil mostrar amor hacia nuestros enemigos. Sin embargo, Jesús nos manda amarlos. Al respecto es necesario deshacer un equívoco muy extendido: el amor no consiste en un sentimiento, sino en un compromiso libre y voluntario de procurar el bien de otra persona. Y esta actitud, aunque nos cueste, sí que podemos mantenerla, incluso con aquellos que desean o causan nuestro mal.

Mt 5:43-45; Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.

Ro 12:14,17,20-21;
14 Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis.
17 No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres.
20 Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. 21 No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.

Jesús también fue radical al enseñarnos que debemos esperar confiadamente la provisión de Dios para nuestras vidas. Debemos vivir por fe y en fe, desprendiéndonos de todo afán, temor y ansiedad; echando nuestras cargas sobre Cristo y descansando en Él.

Mt 6:31-34; No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? 32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. 33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. 34 Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.

Hay muchos otros mensajes radicales en la Palabra de Dios que se podrían sacar a colación, todos ellos provechosos para nuestra salud espiritual. Jesús mismo fue radical cuando les llamó a los fariseos serpientes o generación de víboras (Mt 12:4; Mt 23:33); cuando los acusó de ser hijos del diablo (Jn 8:44); cuando cargó contra ellos por su hipocresía (Mt 23; Lc 11:37-54); cuando limpió el templo de toda clase de mercadería (Mt 21:12-13; Mr 11:15-17; Jn 2:13-17); etc.

Sin embargo, habiendo considerado la radicalidad de Jesús y la Palabra en algunos aspectos, no quiero causar la impresión de que debemos ser radicales en todo y bajo cualquier circunstancia. Si tomamos la vida de Jesús como nuestro mejor ejemplo a imitar, observamos que también fue manso y humilde, amoroso, compasivo, justo... Como dijo de Él el profeta: No gritará, ni alzará su voz, ni la hará oír en las calles” (Is 42:2; Mt 12:19).

En resumen, así como la Palabra nos insta a ser radicales en determinados asuntos, también nos enseña que debemos ser prudentes en nuestra forma de hablar y actuar; que debemos tratar de acomodarnos a las costumbres de otros, siempre que no sean pecaminosas, para, por amor, atraerlos a Cristo; que igualmente por amor debemos abstenernos de cosas que nos son lícitas, si con ellas hacemos tropezar a otros más débiles en la fe... En fin, la lista de instrucciones de la Palabra contrarias a las actitudes o comportamientos típicamente radicales, sería interminable. Pero, al mismo tiempo, hemos de admitir que la Biblia también nos desafía a seguir radicalmente a Cristo.

Sin más que añadir, me daré por satisfecho si este estudio contribuye a alcanzar los siguientes objetivos: 1) deshacer el prejuicio tan extendido de que todo pensamiento o actitud radical es intrínsecamente malo; 2) admitir que en algunas cuestiones (como la salvación) y en ciertos casos (oponerse a una desobediencia recalcitrante, por ejemplo) nos conviene proceder con firmeza; 3) aceptar que el significado del término radical tiene otras acepciones diferentes a meramente seguir determinada ideología o doctrina con un fanatismo ciego; 4) no reducir el significado del término “radical” a un exceso en las formas, o al empleo de medios desproporcionados para tratar de conseguir un fin.

Bendiciones en el Señor.