INTRODUCCIÓN
Tras
reflexionar sobre lo que los teólogos definen como la posición y la
condición del cristiano, me he percatado de que dicho binomio se
corresponde prácticamente con la santificación, que es tanto una
obra ya realizada por Cristo en el creyente, como un proceso de
crecimiento espiritual, bajo la guía y control del Espíritu Santo.
EL
ETERNO “YO SOY”
Cristo
es el Eterno Yo Soy (Jn
8:23-24), lo cual
implica que está fuera del tiempo (Ap
1:8; también
Ap 22:13).
El ser humano necesita disponer de una referencia espacio-temporal,
para poder orientar su existencia, trazar objetivos y dar así algún
sentido a su vida. Pero aunque todo sucede en un espacio y tiempo
determinado, Dios no está limitado por dichas coordenadas, porque
precisamente fue Él quien las estableció para ubicar todas las
cosas dentro de su Creación, excepto a Él mismo. Así que, pasado y
futuro para Él son un continuo presente.
Jn
8:23-24; Y les dijo: Vosotros
sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no
soy de este mundo.
24 Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si
no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis.
Ap
1:8; Yo soy el
Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era
y que ha de venir, el Todopoderoso.
Por
eso todo aquél que está en Cristo ya fue escogido en Él desde
antes de la fundación del mundo (Ef
1:3-4).
Asimismo, al ser presciente, ya nos conoció antes de que fuésemos
formados en el vientre materno (Jer
1:5; Ro 4:17).
Ef
1:3-4; Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que
nos bendijo con
toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, 4
según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que
fuésemos santos y sin mancha delante de él...
Jer
1:5; Antes que te
formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué,
te di por profeta a las naciones.
Ro
4:16-17; ...Dios
...da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si
fuesen.
Dado
que Cristo ya murió, resucitó (Col
3:1-4) y ascendió al
cielo, con Él o en Él también nosotros hemos muerto, resucitado y
ascendido al cielo (Ef
2:5-6). Ya hemos
heredado las promesas (Ef
1:11); ya estamos
sentados en los lugares celestiales con Cristo (Ef
2:6); aunque todo esto
no se manifestará hasta que alcancemos el siglo venidero, tras su
segunda venida (Ef 2:7;
Col 3:4). En la parte
espiritual ya es manifiesto que hemos pasado de muerte a vida, que
hemos sido regenerados, que hemos resucitado; mas sólo cuando
hayamos muerto y resucitado corporalmente, la manifestación de la
vida eterna en Cristo será completa.
Col
3:1-4; Si, pues,
habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está
Cristo sentado a la diestra de Dios.
2 Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. 3
Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en
Dios. 4 Cuando Cristo, vuestra vida, se
manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él
en gloria.
Ef
1:11; En él
asimismo tuvimos herencia,
habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas
las cosas según el designio de su voluntad..
Ef
2:5-7; ...aun
estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con
Cristo (por
gracia sois salvos), 6 y
juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los
lugares celestiales con Cristo Jesús, 7 para
mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia
en su bondad para con nosotros
en Cristo Jesús.
LA
POSICIÓN DEL CREYENTE EN CRISTO
En
los tres primeros capítulos de Efesios las expresiones “en
Cristo”, “con Cristo”,
“por medio de
Cristo”,
o similares, se repiten unas 17 veces, lo cual nos habla acerca de la
posición del creyente que ha nacido de nuevo en el Espíritu. Así,
vemos que Dios Padre:
1-.
Nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales
en Cristo (Ef
1:3).
2-.
Nos escogió en
Él
(en Cristo) antes de la fundación del mundo, para que fuésemos
santos y sin mancha delante de él (Ef
1:4).
3-.
Nos predestinó para ser adoptados hijos suyos por
medio de Jesucristo,
según el puro afecto de su voluntad (Ef
1:5).
4-.
Nos hizo aceptos en
el Amado para
alabanza y gloria de su gracia (Ef
1:6).
5-.
En Cristo
obtenemos
redención por su sangre y perdón de pecados, según las riquezas de
su gracia (Ef
1:7).
6-.
Desde el principio se había propuesto reunir todas las cosas en
Cristo,
en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que
están en los cielos, como las que están en la tierra (Ef
1:10).
7-.
Asimismo en Él
(en
Cristo) tuvimos herencia, al ser predestinados conforme al propósito
del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad (Ef
1:11).
8-.
En Él
(en
Cristo) también fuimos sellados con el Espíritu Santo de la
promesa, habiendo oído y creído la Palabra de verdad, el evangelio
de nuestra salvación (Ef
1:13).
9-.
Por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en
nuestros delitos y pecados, nos dio vida juntamente con
Cristo
(Ef 2:5).
10-.
También nos resucitó juntamente con
Él
(con Cristo) (Ef
2:6).
11-.
Asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con
Cristo Jesús
(Ef 2:6).
12-.
Mostrará en los siglos venideros las abundantes riquezas de su
gracia en su bondad para con nosotros en
Cristo Jesús
(Ef 2:7).
13-.
Somos hechura de Dios, creados en
Cristo Jesús
para buenas obras, las cuales preparó de antemano para que
anduviésemos en ellas (Ef
2:10).
14-.
Antes los gentiles estaban sin esperanza y sin Dios en el mundo, pero
ahora en Cristo
Jesús,
los que en otro tiempo estaban lejos, han sido hechos cercanos por la
sangre de Cristo (Ef
2:13).
15-.
Por tanto los gentiles, junto con Israel, son coherederos, miembros
del mismo cuerpo y copartícipes de la promesa en
Cristo Jesús
por medio del evangelio (Ef
3:6).
16-.
En Cristo Jesús
tenemos seguridad y acceso con confianza a los lugares celestiales
por medio de la fe en Él (en Cristo) (Ef
3:12).
17-.
Dios es glorificado en la iglesia en
Cristo Jesús
por los siglos de los siglos (Ef
3:21).
La
posición en Cristo es la misma para todo creyente, de modo que la
persona espiritualmente más madura no tiene mejor posición que la
que aún se encuentra en la fase de niñez espiritual (1
Co 3:1). Asimismo esta
posición no cambia en función de las circunstancias: es la misma
tanto cuando se flaquea como cuando se está firme, tanto si uno está
animado como si experimenta desaliento.
1
Co 3:1; De manera que yo, hermanos, no
pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños
en Cristo.
LA
CONDICIÓN PROPIA DEL CREYENTE
Lo
que sí varía es su condición; es decir, su fidelidad en el
servicio, su entrega, su caminar diario... Pero cada creyente debe
esforzarse en ser coherente con lo que es y cree, adecuando su
condición a su posición en Cristo. En este sentido, la carta a los
efesios puede dividirse en dos partes: los tres primeros capítulos
se refieren básicamente a la posición de los creyentes en Cristo;
mientras que los tres restantes a la necesidad de mejorar su
condición como hijos de Dios.
Decía
que tenemos que esforzarnos porque, aunque seamos salvos por gracia,
mientras estemos en este mundo tenemos que pelear la buena batalla de
la fe, tenemos que andar en el espíritu en su lucha contra la carne
y porque el Señor así nos lo dice en 2
Ti 2:1: “Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en
Cristo Jesús”.
Asimismo, en 2 Ti 2:3-6,
se nos compara con un soldado, un atleta y un labrador; tres
profesiones o actividades que exigen esfuerzo y penalidades para
poder agradar al que nos tomó por soldado, para recibir la corona de
gloria y para participar de los frutos.
2
Ti 2:3-6; Tú,
pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo.
4 Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de
agradar a aquel que lo tomó por soldado. 5 Y
también el
que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente. 6
El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero.
¿LA
POSICIÓN EN CRISTO ES INAMOVIBLE?
Responder
a esta pregunta requiere cierta reflexión. El verdadero cristiano
permanece en Cristo hasta el fin y, por tanto, su posición en Él es
inamovible. Dios ha predeterminado que son cristianos los que aceptan
a Jesús y lo siguen hasta el fin de sus días. Por otra parte, en su
presciencia, conoce a los que son suyos, los cuales nunca se
separarán de Él, de tal modo que los que en apariencia se apartan,
en realidad no lo hacen; simplemente nunca estuvieron en y con
Cristo, nunca fueron de Él (1 Jn 2:19).
1
Jn 2:19; Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros;
porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con
nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de
nosotros.
El
problema es que únicamente Dios está capacitado para juzgar los
secretos de los hombres, conforme al evangelio (Ro 2:16);
sólo Él escudriña la mente y el corazón (Jer 17:9-10);
sólo su Palabra “discierne los pensamientos y las
intenciones del corazón” (He 12:12);
en definitiva, sólo Él conoce a los que son suyos. Pero
la perspectiva del ser humano es diferente y limitada (Is
55:6-9). Los hombres sólo
pueden saber si alguien es verdaderamente cristiano de dos maneras:
1) precisamente mediante la comprobación de su permanencia en
Cristo, a través de las pruebas y aflicciones de la vida (1
Jn 2:24,28); 2) por mostrar la
persona el fruto del Espíritu (Gá 5:22-23).
Por otra parte, a nivel interno de cada persona, es el Espíritu
Santo quien tiene que dar testimonio a nuestro espíritu de que somos
hijos de Dios (Ro 8:16-17).
Jer
17:9-10; Engañoso es el corazón más que todas las cosas,
y perverso; ¿quién lo conocerá? 10 Yo Jehová, que escudriño la
mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino,
según el fruto de sus obras.
Is
55:8-9; Porque mis pensamientos no son vuestros
pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo
Jehová. 9 Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis
caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que
vuestros pensamientos.
1
Jn 2:24, 28;
24
Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en
vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en
vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre.
28
Y ahora, hijitos, permaneced en él,
para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para
que en su venida no nos alejemos de él avergonzados.
Gá
5:22-23; Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra
tales cosas no hay ley.
Ro
8:16-17; El Espíritu mismo da testimonio a nuestro
espíritu, de que somos hijos de Dios. 17 Y si hijos, también
herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que
padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos
glorificados.
Así
que, aunque Dios en su presciencia conoce a sus elegidos (1
P 1:2), los cuales seguirán a
Cristo hasta el fin, los hombres sabemos que para ser suyos tenemos
que aceptar a Cristo y permanecer en Él; algo que todos podemos
hacer, si queremos. Luego la decisión es nuestra, sabiendo que ayuda
de Dios no nos va a faltar, porque Él no quiere que nadie perezca,
sino que todos procedan al arrepentimiento (2 P 3:9).
1
P 1:2; ...elegidos según la presciencia de Dios Padre
en santificación del Espíritu...
2
P 3:9; El
Señor
no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino
que es
paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino
que todos procedan al arrepentimiento.
Si
así no fuera, ¿por qué Dios nos insta tan reiteradamente en su
Palabra a perseverar y permanecer? Un excelente ejemplo de la
necesidad que tenemos de permanecer en Cristo (mantener nuestra
posición), para así cumplir su propósito de llevar abundante fruto
(cambiar nuestra condición), la hallamos en Jn
15:1-8, por
lo que haríamos bien si leyéramos atentamente esta porción de la
Palabra y meditáramos en ella.
Jn
15:1-8; Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. 2 Todo
pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que
lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. 3 Ya vosotros
estáis limpios por la palabra que os he hablado. 4 Permaneced
en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por
sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no
permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que
permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque
separados de mí nada podéis hacer. 6 El que en mí no permanece,
será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los
echan en el fuego, y arden.
7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros,
pedid todo lo que queréis, y os será hecho. 8 En
esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis
así mis discípulos.
Resumiendo,
con esta reflexión doy por contestada la pregunta de si la posición
del creyente en Cristo es inamovible. Sobre ésta y otras cuestiones
relativas a la salvación del hombre por la gracia inmerecida de
Dios, ya debatí ampliamente en mi estudio “Refutando
el calvinismo”, que
puede verse en mi blog www.amar-la-verdad.blogspot.com
REPRESENTACIONES
SIMBÓLICAS DEL ESTAR EN CRISTO
La
posición del creyente en Cristo se representa en la Biblia
principalmente mediante dos figuras simbólicas: un edificio y un
cuerpo.
En
conformidad con lo anterior, todo cristiano es una piedra viva del
edificio destinado a ser templo santo en el Señor. Como piedra viva,
el cristiano es edificado y a la vez tiene capacidad para
sobreedificar encima (Ef
2:20-22; 1 P 2:5; 1 Co 3:9-10).
Ef
2:20-22; ...edificados sobre el fundamento de los apóstoles y
profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, 21
en quien
todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo
santo en el Señor; 22 en quien vosotros también sois juntamente
edificados para morada de Dios en el Espíritu.
1
P 2:5; ...vosotros
también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y
sacerdocio santo,
para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de
Jesucristo.
1
Co 3:9-10; Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros
sois labranza de Dios, edificio de Dios. 10 Conforme a la gracia de
Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el
fundamento, y otro edifica encima; pero
cada uno mire cómo sobreedifica.
Y
por otra parte, es miembro del cuerpo de Cristo. Como tal, mantiene
una relación vertical con Él, que es la cabeza, y también una
relación horizontal con los demás miembros, sus hermanos en la fe
(Ro
12:4-5; Ef 4:15-16; Col 1:18).
Ro
12:4-5; Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros,
pero no todos los miembros tienen la misma función, 5 así
nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros
los unos de los otros.
Ef
4:15-16; ...que
siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la
cabeza, esto es, Cristo, 16 de quien todo el cuerpo, bien concertado
y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente,
según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento
para ir edificándose en amor.
Col
1:18; ...y Él
es la cabeza del cuerpo que es la iglesia...
Así
que la posición en Cristo es más que estar con Cristo, es estar
unidos a Él de forma inseparable, como ocurre entre la cabeza y el
cuerpo de cualquier ser humano. Por tanto, es más preciso afirmar
que el creyente pasará la eternidad en Cristo que junto a Cristo,
tal como nos lo indica el siguiente versículo.
Jn
14:3; Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os
tomaré a mí mismo,
para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
LA
UNIDAD DEL ESPÍRITU
De
ahí que la Palabra exhorte a los creyentes a guardar la unidad del
Espíritu (Ef
4:3-6),
quien ha bautizado a todos ellos en un mismo cuerpo. Al convertirse
en miembros de un mismo cuerpo, conviven con relativa autonomía en
una relación de interdependencia, por lo que no pueden ignorarse,
no pueden funcionar al margen de los demás, sino ser solidarios,
doliéndose con los que padecen y gozándose con los que reciben
honra (1
Co 12:13, 26).
Ef
4:3-6; ...solícitos
en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; 4 un
cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma
esperanza de vuestra vocación; 5 un Señor, una fe, un bautismo, 6
un Dios y Padre de todos,
el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.
1
Co 12:13, 26;
Porque
por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo,
sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio
a beber de un mismo Espíritu.
26
De manera
que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si
un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.
LOS
SANTOS
Ante
todo, la santidad es una cualidad inherente a Dios, el cual es
absolutamente santo. Ningún ser humano puede ser santo por sí
mismo, en base a sus obras de justicia, por muy meritorias que puedan
parecer. Luego, toda santidad emana de Dios; de modo que nadie puede
ser santo, si Él no lo hace partícipe de su santidad. Pero eso es
precisamente lo que hace Dios con el hombre que se arrepiente de sus
pecados y cree en su Hijo, el Señor Jesucristo.
Sin
santidad nadie puede ver al Señor (He
12:14).
Ahora bien, ser santo equivale a ser perfecto y libre de toda culpa.
Entonces, ¿cómo es posible que un hombre pecador pueda ser santo?
Pues porque a todo aquél que se arrepiente y cree en Jesucristo, Él
lo limpia con su sangre de todo pecado para presentarlo delante del
Padre justo y sin mancha (He
10:12, 14; Ef 5:25-27).
He
10:12, 14;
12
...pero Cristo,
habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los
pecados,
se ha sentado a la diestra de Dios,
14
...porque con
una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.
Ef
5:25-27; ...Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por
ella, 26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento
del agua por la palabra, 27 a
fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no
tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y
sin mancha.
Considerando
la santidad desde otra perspectiva, son santas aquellas personas que
Dios ha tomado del mundo, para que le consagren a Él su vida,
haciendo su voluntad (Jn
17:16-18).
Jn
17:16-18; No
son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 17 Santifícalos en tu
verdad;
tu palabra es verdad. 18 Como
tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo.
LA
SANTIFICACIÓN COMO UNA POSICIÓN EN CRISTO
Cristo
santifica al creyente desde el mismo momento de su conversión,
pasando de inmediato a ser santo para Dios. Esa obra de santificación
es perfecta y completa; una vez realizada nadie la puede mejorar ni
añadir a ella, está terminada. Eso implica que todos los que se
acogen a la gracia de Dios son igualmente santos; no son más santos
unos que otros, ni alguien es más santo cuando está fuerte, que
cuando está débil. Luego, la santificación, tal como nos lo
muestra la Palabra, equivale a estar posicionado en Cristo (1
Co 1:2; 6:11; He 2:11; 10:29; 13:12).
1
Co 1:2; ...a la iglesia de Dios que está en Corinto, a
los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos
con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro
Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro...
1
Co 6:11; Y esto erais algunos; mas
ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis
sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu
de nuestro Dios.
He
2:11; Porque
el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo
cual no se avergüenza de llamarlos hermanos...
He
10:29; ¿Cuánto
mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de
Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue
santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?
He
13:12; Por lo cual también Jesús, para
santificar al pueblo mediante su propia sangre,
padeció fuera de la puerta.
LA
SANTIFICACIÓN COMO UNA CONDICIÓN DEL CREYENTE
Pero
a la vez que una posición en Cristo, la Palabra también nos muestra
la santificación como una condición del creyente que debe ser
perfeccionada en el poder del Espíritu Santo (1
Ts 5:23; 1 P 1:2).
En efecto, el cristiano debe crecer espiritualmente y producir buen
fruto (Mt
7:19; Ro 6:22; Jn 15:8),
haciendo las obras que Dios pone en su camino (Ef
2:10).
Sólo el fruto del Espíritu es bueno (Gá
5:22-23),
por contraposición a las obras de la carne, que para nada son
provechosas delante de Dios (Ro
8:13).
1
Ts 5:23; Y
el mismo Dios de paz os santifique por completo;
y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado
irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.
1
P 1:2; ...elegidos
según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu,
para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo:
Gracia y paz os sean multiplicadas.
Mt
7:19; Todo
árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego.
Ro
6:22; Mas
ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de
Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la
vida eterna.
Ef
2:10; Porque somos hechura suya, creados
en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de
antemano para que anduviésemos en ellas.
Ro
8:13; ...porque
si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu
hacéis morir las obras de la carne, viviréis.
Sabemos
que, si queremos agradar a Dios, nada podemos hacer separados de
Cristo (Jn
15:5);
asimismo, el fruto del Espíritu es Él quien lo produce en nosotros.
Entonces, ¿hay algo que nosotros podamos hacer? Sí, permanecer en
Cristo y permitir que el Espíritu obre en nuestras vidas; es decir,
debemos dejarnos moldear por Dios (Jer
18:6).
Jer
18:6; ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de
Israel? dice Jehová. He
aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros
en mi mano, oh casa de Israel.
Si
bien es Dios quien nos cambia, nuestra actitud debe ser de
colaboración activa con Él y no pasiva. Por eso se nos exhorta a
esforzarnos en la gracia, a no contristar al Espíritu Santo, a velar
y orar en todo tiempo, etc. Los siguientes versículos nos muestran
claramente que Dios pide y espera ciertas cosas de nosotros para que
avancemos en el proceso constante de la santificación.
2
Co 7:1; Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas,
limpiémonos
de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la
santidad en el temor de Dios.
He
12:14; Seguid
la paz con todos, y la santidad,
sin la cual nadie verá al Señor.
1
P 1:15-16; ...sino, como
aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda
vuestra manera de vivir; 16 porque escrito está: Sed santos, porque
yo soy santo.
2
P 3:11; Puesto
que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis
vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir…
CONCLUSIÓN
Hemos
visto que la santidad es tanto una posición o estado (estar en
Cristo), como un proceso de transformación que nos lleva a
parecernos cada vez más a Cristo (1
Co 11:1),
reflejando en cada momento nuestro grado de madurez y crecimiento,
que viene a ser la condición en la que nos hallamos.
1
Co 11:1; Sed imitadores de mí, así como yo de
Cristo.
A
diferencia de los hombres, Dios nunca hace las cosas a medias; por
cuyo motivo, o estamos en Cristo y somos santos, o fuera de Él y no
lo somos. Lo mismo sucede con otros asuntos trascendentales como, por
ejemplo, la salvación, ya que no podemos ser salvos en parte, pues o
bien somos salvos, o somos condenados. Eso tiene que ver con nuestra
posición.
En
cambio nuestra condición refleja en cada momento el progreso
alcanzado en el proceso de santificación, el cual no finaliza hasta
que abandonamos la tierra y nos despojamos de este cuerpo mortal. Con
la santificación ocurre lo mismo que con la fe: por un lado,
necesitamos creer en Cristo para ser salvos (fe para salvación); y
por otro, necesitamos aprender a andar por fe para disfrutar de todas
las bendiciones que Dios tiene preparadas para nosotros (fe para
crecer espiritualmente). La fe para salvación no cambia, ni se
necesita tener una determinada cantidad de fe, puesto que sólo hay
dos alternativas: o creemos en Jesucristo y somos salvos, o rehusamos
creer en Él y permanecemos bajo condenación. Sin embargo la fe que
necesitamos para nuestra edificación y crecimiento puede y debe ir
en aumento, con la ayuda de Dios, a quien se la podemos pedir en
oración (Mr 9:23-24; Lc 17:5).
Mr
9:23-24; Jesús le dijo: si puedes creer, al que cree todo le es
posible. 24 E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo:
creo; ayuda mi incredulidad.
Lc
17:5; Dijeron los apóstoles al Señor: auméntanos
la fe.
Aunque
hablamos de dos realidades paralelas, ambas están relacionadas, no
son ajenas entre sí. Por eso los que ya son santos están llamados,
como hemos visto, a vivir en santidad (1
Co 1:2; 1 P 1:15-16) y a
perfeccionarla en el temor de Dios (2
Co 7:1).
Para
terminar, reproduzco a continuación un versículo que sintetiza a la
perfección la posición y la condición del cristiano, en relación
con los aspectos de justicia y santidad.
Ap
22:11; El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo,
sea inmundo todavía; y el que es justo,
practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese
todavía.
Bendiciones
eternas en el Señor.