(Números
19)
INTRODUCCIÓN
Antes
del Nuevo Pacto, todos los sacrificios de animales, así como las
ofrendas vegetales y libaciones que se presentaban a Jehová,
representaban a Cristo. Había una variedad de animales que podían
ser sacrificados, así como distintos tipos de sacrificios y
ofrendas, según lo requiriera cada ocasión y propósito. Sin
pretender ser exhaustivos, podemos mencionar los siguientes tipos de
sacrificios y ofrendas:
-Los
que cada persona, según su necesidad, podía presentar cualquier día
del año (expiación por el pecado o la culpa, holocausto, ofrenda de
paz, etc).
-Los
dos corderos del holocausto diario, uno de mañana y otro de tarde,
acompañados de su correspondiente libación y ofrenda vegetal.
-Los
que se ofrecían semanalmente, cada sábado.
-Los
de comienzo de mes, siguiendo las fiestas del calendario lunar.
-Los
de las siete fiestas solemnes de carácter anual (Pascua,
Pentecostés, Expiación, Tabernáculos, etc).
-Los
dedicados a la consagración de las primicias y los diezmos.
-El
sacrificio de la vaca alazana.
Será
precisamente este último sacrificio el principal motivo de nuestra
reflexión. Para ello iremos desgranando en versículos el capítulo
19 de Números. Pero antes quiero avanzar que el tema de este
capítulo no puede ser más trascendental, porque se refiere a la
provisión perfecta de Dios al hombre para expiar por completo su
pecado y librarlo así de la muerte. De la necesidad de purificarnos
del pecado para poder estar con Dios y de que es Cristo quien nos
purifica, dan cuenta, entre otros, los siguientes versículos:
Sal
24:3-4; ¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y
quién estará en su lugar santo? 4 El
limpio de manos y puro de corazón...
Mt
5:8; Bienaventurados los de limpio corazón, porque
ellos verán a Dios.
1
Jehová habló a Moisés y a Aarón, diciendo: 2 Esta es la ordenanza
de la ley que Jehová ha prescrito, diciendo: Di a los hijos de
Israel que te traigan una vaca alazana, perfecta, en la cual no haya
falta, sobre la cual no se haya puesto yugo;
Para
empezar, llama la atención que no se haga referencia en el anterior
texto a una ordenanza concreta de la ley, sino de modo genérico a
“la
ordenanza de la ley que Jehová ha prescrito”.
Luego esta ordenanza, expresada mediante figuras y sombras de las
cosas celestiales que habían de venir con Cristo (He
10:1; He 8:4-5), parece
abarcar, resumir y culminar toda la ley (Gá
3:24; Ro 10:4).
He
10:1; Porque la ley, teniendo la sombra de los
bienes venideros, no la imagen misma de las cosas,
nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente
cada año, hacer perfectos a los que se acercan.
He
8:4-5; Así que, si (Cristo)
estuviese sobre la
tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes
que presentan las ofrendas según la ley; 5 los cuales sirven a lo
que es figura y sombra de las cosas celestiales...
Gá
3:24; De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para
llevarnos a Cristo, a
fin de que fuésemos justificados por la fe.
Ro
10:4; ...porque el fin de la ley es Cristo,
para justicia a todo aquel que cree.
Sólo
he podido hallar en toda la Biblia otra referencia genérica a “la
ordenanza de la ley”.
Está en Nm
31:21
y
trata precisamente, como veremos después, sobre este mismo asunto:
la purificación del contacto con la muerte.
Nm
31:21; Y el sacerdote Eleazar dijo a los hombres de guerra que venían
de la guerra: Esta es la ordenanza de la ley que
Jehová ha mandado a Moisés:
Continuando
con el versículo dos, vemos que está cargado de significado:
En
primer lugar, la vaca pertenece a la especie animal más grande de
las tres que eran válidas para los sacrificios, que eran: el ganado
vacuno, el ovino y el caprino. Esto es coherente con los sacrificios
de expiación por el pecado, en los que se establecía el tipo y el
tamaño del animal que debía ser sacrificado en función del rango
social y grado de autoridad del pecador, así como del carácter
individual o colectivo del pecado.
En
efecto, según vemos en Lv
4, para
la expiación del pecado de los integrantes del sacerdocio y de los
de toda la congregación, tenían que ofrecer sendos becerros; en
cambio, si el que pecaba era un jefe, éste tenía que sacrificar un
macho cabrío; y si era alguien del pueblo llano, la ofrenda
estipulada era una cabra. O sea, a mayor autoridad del pecador, mayor
era su responsabilidad y, por tanto, mayor tenía que ser el tamaño
del animal sacrificado; y lo mismo ocurría con el pecado colectivo del pueblo, que requería el sacrificio de un animal de mayor tamaño que cuando se trataba de un pecado individual. La vaca alazana, como tipo de Cristo
que es, representa una provisión abundante, hasta el punto de que es
suficiente para expiar los pecados de toda la humanidad (Mt
26:28; 2 Co 5:14-15).
Mt
26:28; ...porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que
por muchos es derramada para remisión de los pecados.
2
Co 5:14-15; Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto:
que si uno murió por todos, luego todos murieron;
15 y por todos murió,
para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que
murió y resucitó por ellos.
Otro
aspecto a considerar es que la ternera procedía de Israel, no de
otro pueblo gentil, lo cual representa el linaje de Jesús que, como
sabemos, es de origen judío. Además
tenía que ser toda ella de color rojizo, que es un símbolo del
pecado y de la ira de Dios contra el pecador (Is
1:18; Is 63:2-3; Ap 14:19-20; Ap 19:13,15).
Is
1:18; Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si
vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán
emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como
blanca lana.
Is
63:2-3; ¿Por qué es rojo tu vestido, y tus ropas
como del que ha pisado en lagar?
3 He pisado yo solo el
lagar, y de los pueblos nadie había conmigo; los
pisé con mi ira, y los hollé con mi furor; y su sangre salpicó mis
vestidos, y manché todas mis ropas.
Ap
14:19-20; Y el ángel arrojó su hoz en la tierra, y
vendimió la viña de la tierra, y echó las uvas en el gran lagar de
la ira de Dios. 20 Y fue pisado el lagar fuera de la ciudad, y del
lagar salió sangre hasta
los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios.
Ap
19:13,15;
Estaba vestido de una ropa teñida en sangre;
y su nombre es: El Verbo de Dios... 15
De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones,
y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el
lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso.
Pero
al mismo tiempo tenía que ser perfecta, sin la más mínima falta y sin yugo (He
4:15; 1 Jn 3:3, 5; Gá 5:1; Jn 8:34).
He
4:15; Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse
de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo
según nuestra semejanza, pero sin pecado.
1
Jn 3:3,5;
Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a
sí mismo, así como él es puro... 5
Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y
no hay pecado en él.
Gá
5:1; Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo
libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de
esclavitud.
Jn
8:34; Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo
aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.
Esta
paradoja señala indudablemente a Cristo que, siendo puro y sin
mancha, cargó sobre su cuerpo nuestros pecados en la cruz (Is
53:5-6; 1 P 2:21-22, 24; 2 Co 5:21).
Is
53:5-6; Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido
por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él,
y por su llaga fuimos nosotros curados. 6 Todos nosotros nos
descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas
Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
1
P 2:21-22,24;
...Cristo padeció por nosotros, dejándonos
ejemplo, para que sigáis sus pisadas; 22 el cual no hizo
pecado, ni se halló engaño en su boca;... 24
quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre
el madero, para que nosotros, estando muertos a los
pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.
2
Co 5:21; Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo
pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de
Dios en él.
La
becerra alazana era examinada minuciosamente por el sumo sacerdote,
el cual la declaraba apta para el sacrificio, sólo si la veía
completamente pura y sin defecto. De modo similar, Jesús pasó por
el escrutinio del concilio presidido por el sumo sacerdote Caifás,
sin que ni éste (Mr 14:55),
ni Pilato, ni Herodes (Lc 23:13-15),
ni
ningún otro antes o después (Jn 8:46),
hallasen en Él culpa alguna.
Mr 14:55; Y los principales sacerdotes y todo el concilio buscaban testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte; pero no lo hallaban.
Lc 23:13-15; Entonces Pilato, convocando a los principales sacerdotes, a los gobernantes, y al pueblo, 14 les dijo: Me habéis presentado a éste como un hombre que perturba al pueblo; pero habiéndole interrogado yo delante de vosotros, no he hallado en este hombre delito alguno de aquellos de que le acusáis. 15 Y ni aun Herodes, porque os remití a él; y he aquí, nada digno de muerte ha hecho este hombre.
Jn
8:46; ¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?
Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?
3
y la daréis a Eleazar el sacerdote, y él la sacará fuera del
campamento, y la hará degollar en su presencia.
En
el día de la expiación o Yom Kippur el sumo sacerdote, como
representante del pueblo y mediador e intercesor delante de Dios,
sacrificaba el becerro y el macho cabrío en el lado norte del altar
de bronce (o de cobre, según algunos expertos). Sin embargo, en el
caso de la vaca alazana el sumo sacerdote no sacrificaba el animal, sino que le encargaba a otra persona
que lo hiciera, y no junto al altar, sino fuera del campamento o ciudad.
Esto
se cumplió a la perfección en Cristo, a quien no mataron los
judíos, sino que fue entregado por los principales sacerdotes y los
ancianos a los gentiles romanos (Mt 27:1-2) para que, en complicidad con el pueblo reunido, lo crucificaran fuera de la
ciudad en un lugar llamado Gólgota (Jn 19:17-18; He 13:12).
Mt
27:1-2; Venida la mañana, todos los principales sacerdotes y los
ancianos del pueblo entraron en consejo contra Jesús, para
entregarle a muerte. 2 Y lo llevaron atado, y lo entregaron
a Poncio Pilato, el gobernador.
Jn
19:17-18; Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado
de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; 18 y allí lo crucificaron,
y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.
He
13:12; Por lo cual también Jesús, para santificar al
pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta.
El
hecho de que Jesús fuera sacrificado fuera de la ciudad y, por
tanto, alejado del templo, es una señal de que los verdaderos
adoradores de Dios lo son en espíritu y en verdad (Jn
4:20-21,23). En consecuencia, la adoración no se limita o
vincula a un determinado lugar (sea un templo, monte, etc), ni se
restringe exclusivamente a Israel, sino que se extiende también a
los gentiles y alcanza a toda la humanidad.
Jn
4:20-21,23;
Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en
Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. 21 Jesús le dijo:
Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte
ni en Jerusalén adoraréis al Padre... 23
Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos
adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad;
porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.
Pero
también apunta al hecho de que los seguidores de Cristo viven en la
tierra como extranjeros y peregrinos, sabiendo que les está
reservada una ciudad y una patria celestial, que es la nueva
Jerusalén (He 13:12-14; Fil 3:20; He 11:9-10,13-16; Ap 21:2).
He
13:12-14; Por lo cual también Jesús, para santificar al
pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta. 13
Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio;
14 porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la
por venir.
Fil
3:20; Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde
también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo
He
11:9-10,13-16;
Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en
tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la
misma promesa; 10 porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos,
cuyo arquitecto y constructor es Dios... 13
Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo
prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y
confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. 14
Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan
una patria; 15 pues si hubiesen estado pensando en aquella de
donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. 16 Pero
anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se
avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una
ciudad.
Ap
21:2; Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén,
descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa
ataviada para su marido.
En
el sacrificio ordinario por el pecado y en el día de la expiación los oferentes arrepentidos (o los ancianos en caso de pecado de todo el
pueblo) ponían una mano sobre la cabeza del animal y con la otra lo
mataban. De ese modo reconocían sus pecados, a la vez que los
transferían simbólicamente a la víctima. Y como la paga o
consecuencia del pecado es la muerte (Ro 5:12; Ro
6:23),
el inocente animal moría en sustitución del pecador.
Ro
5:12; Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un
hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a
todos los hombres, por cuanto todos pecaron.
Ro
6:23; Porque la paga del pecado es muerte, mas
la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
Esto
apunta evidentemente a Cristo. Pero, mientras que con el sacrificio de éste
nuestros pecados son perdonados y además borrados o hechos
desaparecer (Hch 3:19; Jn 1:29; He 10:17-18; 1 Jn
3:5; Mi 7:18-19; etc),
con los sacrificios de animales los pecados eran perdonados, mas no
desaparecían (He 10:11),
sino que sólo eran cubiertos o tapados.
Hch
3:19; Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean
borrados vuestros pecados...
Jn
1:29; El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo:
He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
He
10:17-18; ...añade: Y nunca más me acordaré de sus
pecados y transgresiones. 18 Pues donde hay remisión de éstos, no
hay más ofrenda por el pecado.
1
Jn 3:5; Y sabéis que Él apareció para quitar nuestros
pecados, y no hay pecado en Él.
Mi
7:18-19; ¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y
olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo
para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. 19 El
volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará
nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros
pecados.
He
10:11; Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando
y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca
pueden quitar los pecados…
4
Y Eleazar el sacerdote tomará de la sangre con su dedo, y rociará
hacia la parte delantera del tabernáculo de reunión con la sangre
de ella siete veces;
En
la expiación ordinaria por el pecado del sacerdocio o por el pecado
de todo el pueblo, el sacerdote introducía en el lugar santo del
tabernáculo un tazón con la sangre derramada, donde la esparcía
hacia el velo con un dedo siete veces y untaba los cuatro cuernos del
altar del incienso, echando a continuación el resto de la sangre
fuera del tabernáculo, al pie del altar del holocausto. En la fiesta
de la expiación el sumo sacerdote procedía de manera similar,
añadiendo más detalles, ya que entraba en el lugar santísimo y
esparcía la sangre sobre el propiciatorio; luego lo hacía sobre el
altar del incienso aromático, y finalmente purificaba con la sangre
todo el tabernáculo (He 9:22).
He
9:22; Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre;
y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.
Sin
embargo, observamos que en el sacrificio de la vaca alazana el
rociamiento de la sangre se hace a distancia en dirección a la
entrada del tabernáculo. El hecho de que se hiciera fuera del
tabernáculo o en su caso del campamento o ciudad, indica, como he
dicho antes, que Dios busca adoradores en espíritu y en verdad, y que los
seguidores de Cristo andan por la tierra como extranjeros y
peregrinos en busca de una patria y ciudad celestial.
El
rociamiento de la sangre hacia la entrada del tabernáculo, en mi
opinión es un indicio de que el Calvario no está situado, como
muchos creen, al oeste del templo, donde actualmente está levantada
la iglesia del Santo Sepulcro; sino que está al este, al otro lado
del torrente del Cedrón, sobre el Monte de los Olivos. En efecto,
sólo desde esa ubicación podían dirigir la sangre hacia la entrada
del templo que, como la del tabernáculo, miraba al oriente. En
cualquier caso no considero oportuno enredarme ahora en esa
controversia.
Por
otra parte, este hecho también nos recuerda que cuando Jesús
expiró, el velo del templo se rasgó (Mt 27:51; Mr 15:38; Lc
23:45).
Mt
27:50-51; Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz,
entregó el espíritu. 51 Y he aquí, el velo del templo se rasgó en
dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se
partieron.
Eso
significa que nosotros ahora tenemos acceso al lugar santísimo; no a
un templo hecho de manos, sino al mismo trono celestial (He
4:14,16; He 9:11-12; He 10:19-20).
He
4:14,16;
Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó
los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra
profesión... 16
Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia,
para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.
He
9:11-12; Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de
los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo,
no hecho de manos, es decir, no de esta creación, 12 y no por sangre
de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró
una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna
redención.
He
10:19-20; Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar
en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, 20 por el camino
nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su
carne…
Significa
que hemos sido hechos sacerdotes con Cristo (1 P 2:9; Ap 1:5-6; Ap
5:10), nuestro sumo sacerdote, para adorar a Dios y tributarle
sacrificios espirituales de alabanza (He 13:15; 1 P 2:5).
Ap
1:5-6; ...y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los
muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que
nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, 6 y nos hizo
reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e
imperio por los siglos de los siglos. Amén.
He
13:15; Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de
él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que
confiesan su nombre.
1
P 2:5; ...vosotros también, como piedras vivas, sed
edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer
sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.
La
sangre del animal se esparcía siete veces (el número de la
perfección divina) para obtener una purificación completa, así
como la aceptación del sacrificio por parte de Dios, ya que
simbolizaba la sangre de Cristo, que fue puro y sin mancha delante de
Dios y de los hombres.
5
y hará quemar la vaca ante sus ojos; su cuero y su carne y su
sangre, con su estiércol, hará quemar.
El
holocausto de la ternera fuera del campamento, significa que en la
cruz del Calvario Cristo se entregó totalmente, que entregó su
carne y sangre por los pecados de la humanidad (Jn
6:51,53),
y que su sacrificio subió como incienso de olor fragante a Dios. Eso
implica que la ira y el juicio de Dios cayeron sobre Jesús para que
los pecadores que se arrepientan y crean en Él sean librados de la
condenación eterna en el lago que arde con fuego y azufre (Ef
2:3; Jn 3:36; Ro 5:9).
Jn
6:51,53;
Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de
este pan, vivirá para siempre; y
el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del
mundo... 53
Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si
no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no
tenéis vida en vosotros.
Ef
2:3; ... y éramos
por naturaleza hijos de ira,
lo mismo que los demás...
Jn
3:36; El que cree
en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no
verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.
Ro
5:9; Pues mucho más, estando
ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.
6
Luego tomará el sacerdote madera de cedro, e hisopo, y escarlata, y
lo echará en medio del fuego en que arde la vaca.
Al
quemar estos elementos que intervinieron en el Antiguo Pacto (He
9:18-19) en el mismo fuego en el que arde la vaca alazana, la cual
simboliza a Cristo, la ley es perfeccionada y el Viejo Pacto da paso
al Nuevo Pacto (He 8:6-7,13).
He
9:18-19; De donde ni aun el primer pacto fue instituido sin sangre.
19 Porque habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos de la ley
a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los
machos cabríos, con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el mismo
libro y también a todo el pueblo...
He
8:6-7,13;
Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es
mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. 7
Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se
hubiera procurado lugar para el segundo... 13
Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo
que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.
Es
significativo el hecho de que el sacerdote no intervenga directamente
en el sacrificio ni en el holocausto de la vaca, pero sí lo haga en
la manipulación de la madera, el hisopo y la lana escarlata. Estos
elementos son instrumentos del Antiguo Pacto y del sacerdocio
levítico, del que es competente el sumo sacerdote, y por eso los
maneja. Sin embargo no podía tocar la vaca alazana, ya que Cristo no
sería ofrecido en sacrificio por ningún sacerdote, sino que se
ofrecería a sí mismo (He
1:3; He 7:26-27).
He
1:3; …(Cristo)
habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados
por medio de sí mismo,
se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas…
He
7:26-27; Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente,
sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los
cielos; 27 que no tiene necesidad cada día, como aquellos
sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios
pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para
siempre, ofreciéndose a sí mismo.
Así
que con su sacrificio, Cristo estableció un Nuevo Pacto en su
sangre, que no se basa en las obras de la ley, sino en la gracia de
Dios, a la que se accede mediante la fe en Él. Con el Nuevo Pacto
el sacerdocio levítico dio paso al sacerdocio universal de los
creyentes (1 P 2:9; Ap 1:5-6; Ap 5:10);
el sumo sacerdocio según el orden de Aarón fue cambiado por el sumo
sacerdocio según el orden de Melquisedec (He
7:11-12);
y la ley escrita en tablas de piedra se convirtió en ley escrita en
los corazones (He 10:16).
He
7:11-12; Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio
levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué
necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el
orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de
Aarón? 12 Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya
también cambio de ley.
He
10:16; Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos
días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones,
y en sus mentes las escribiré...
En
cuanto al significado individual de la madera de cedro, el hisopo y
la lana escarlata, no tengo plena certeza del mismo. No obstante voy
a aventurar algunas hipótesis:
La
madera de cedro podría tener relación con la cruz del Calvario,
pero también con la humanidad de Cristo. Por una parte se trata de
una madera noble, y sabemos que Jesús, como hijo de David, es el
heredero eterno de su trono. Por otra parte el tabernáculo (también
el templo), que simboliza el cuerpo de Cristo (Jn
2:19-21),
está compuesto en su mayor parte de madera de cedro revestida de
oro. La madera hace referencia a la humanidad de Jesús y el oro a su
divinidad.
Jn
2:19-21; Respondió Jesús y les dijo: Destruid este
templo, y en tres días lo levantaré. 20 Dijeron luego
los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y
tú en tres días lo levantarás? 21 Mas él hablaba del
templo de su cuerpo.
El
hisopo es una planta que brota fácilmente en Israel, aun entre las
fisuras de los muros (1 R 4:33).
Al tratarse de una planta esponjosa que puede empaparse de líquido
para su aspersión, quizá sea un símbolo de que la
superabundante gracia de Dios, suficiente para redimir a toda la
humanidad, es aplicable a todos los pecadores, pero la tiene que recibir individualmente cada
persona, arrepintiéndose y creyendo en Jesús como su
Señor y Salvador (Jn 1:16).
1
R 4:33; También disertó sobre los árboles, desde el
cedro del Líbano hasta el hisopo que nace en la pared...
Jn
1:16; Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre
gracia.
Por
último, para obtener lana escarlata necesitamos sacrificar un animal
ovino, extraer su lana y teñirla con un tinte rojo. Aquí es fácil
discernir a Cristo, el cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Tenía que ser un cordero sin defecto y Jesús lo fue, porque no
conoció pecado. No obstante, su lana más blanca que la nieve fue manchada con su propia sangre escarlata, al hacerse pecado por nosotros.
7
El sacerdote lavará luego sus vestidos, lavará también su cuerpo
con agua, y después entrará en el campamento; y será inmundo el
sacerdote hasta la noche. 8 Asimismo el que la quemó lavará sus
vestidos en agua, también lavará en agua su cuerpo, y será inmundo
hasta la noche. 9 Y un hombre limpio recogerá las cenizas de la vaca
y las pondrá fuera del campamento en lugar limpio, y las guardará
la congregación de los hijos de Israel para el agua de purificación;
es una expiación. 10 Y el que recogió las cenizas de la vaca lavará
sus vestidos, y será inmundo hasta la noche; y será estatuto
perpetuo para los hijos de Israel, y para el extranjero que mora
entre ellos.
Vemos que los intervinientes en el ritual tenían
que estar limpios para poder participar en las distintas operaciones
que se llevaban a cabo con la vaca alazana. Lo que resulta un tanto
sorprendente es que, al estar expuestos al contacto o cercanía de la
vaca, o de los restos que quedaban de ella, fueran contaminados y tuvieran que
lavar sus cuerpos y vestidos para entrar en el campamento, siendo
inmundos hasta la noche. Pero en todo caso se trataba de una impureza
menor, que podía limpiarse sólo con agua.
Esta
es una referencia espiritual a las personas que han sido redimidas
por la sangre de Cristo y han nacido de nuevo en el Espíritu, por lo
que están limpias (1
Co 6:11; Ef 5:25-27).
1
Co 6:11; Y esto erais algunos; mas ya habéis sido
lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados
en el nombre del Señor
Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.
Ef
5:25-27; Maridos, amad a vuestras mujeres, así como
Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, 26 para
santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la
palabra, 27 a fin de
presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese
mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin
mancha.
Sin
embargo, aunque estén limpias no pueden evitar que el polvo se les pegue a sus pies en su
caminar diario. Por eso sólo necesitan lavar en agua sus pies (Jn
13:8-11);
es decir, necesitan mantener una higiene básica para conservar esa
limpieza, escuchando y obedeciendo la voz de Dios manifestada en su
Palabra (Ef
5:26; Jn 15:3).
Jn
13:8-11; Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le
respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. 9 Le
dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos
y la cabeza. 10 Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino
lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis,
aunque no todos. 11 Porque sabía quién le iba a entregar; por eso
dijo: No estáis limpios todos.
Jn
15:3; Ya vosotros estáis limpios por la palabra que
os he hablado.
Pero
además de la contaminación por los pecados que no son de muerte, de
los que nadie sobre la tierra está inmune (1 Jn 5:17), puede
haber contaminación por pecados que sí son de muerte, por rechazar
las personas a Cristo, que es la fuente de la vida, al no reconocerlo
como su Señor y Salvador. Para limpiarse de esa contaminación
mortal, no es suficiente el agua, sino que se necesita aplicar el
agua mezclada con las cenizas de la vaca roja; o sea, necesitamos
lavar nuestros cuerpos y nuestros vestidos con la sangre del Cordero
y ser así regenerados por el Espíritu (Ap 1:5; Ap 7:14).
1
Jn 5:17; Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de
muerte.
Ap
1:5; ... y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los
muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que
nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre…
Ap
7:14; Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los
que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus
ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.
En
la Biblia se mencionan tres elementos simbólicos de purificación:
la sangre, el agua y el fuego. Los israelitas guardaban las cenizas
de la vaca fuera del campamento, en un lugar limpio, para que
estuvieran disponibles a los que necesitasen limpiarse de la peor
impureza, que es la muerte, la cual contamina todo lo que toca o está
a su alrededor. Esa purificación de la contaminación por la
exposición a cadáveres, se obtenía mezclando las cenizas con agua
corriente (agua viva) y rociando con hisopo a la persona inmunda.
Así, pues, las cenizas de la vaca, que son el resultado del fuego
que consume y purifica, convergen aquí con el agua, que es otro
elemento purificador.
Esto
es una ilustración del sacrificio de Cristo, el cual fue una ofrenda
de olor fragante (Ef 5:2), que subió como el holocausto de la
vaca, a través del fuego y el humo, de la tierra al cielo, desde lo
material hacia lo espiritual. Pero a la vez Cristo es el agua
purificadora que representa la Palabra o Verbo hecho carne, el cual
descendió del cielo para dar vida a los hombres (Jn 3:13; Jn
6:33,51; Ef 4:9-10). El agua desciende del cielo a la tierra con
la lluvia, así como desde las partes más altas de la tierra hacia
las más bajas, desde los ríos que nacen en las montañas hasta los
lagos y el mar.
Ef
5:2; Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se
entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en
olor fragante.
Jn
3:13 Nadie subió al cielo, sino el que descendió del
cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.
Jn
6:33,51;
Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y
da vida al mundo... 51;
Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si
alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan
que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.
Ef
4:9-10; Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también
había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? 10 El
que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos
los cielos para llenarlo todo.
11
El que tocare cadáver de cualquier persona será inmundo siete días.
12 Al tercer día se purificará con aquella agua, y al séptimo día
será limpio; y si al tercer día no se purificare, no será limpio
al séptimo día. 13 Todo aquel que tocare cadáver de cualquier
persona, y no se purificare, el tabernáculo de Jehová contaminó, y
aquella persona será cortada de Israel; por cuanto el agua de la
purificación no fue rociada sobre él, inmundo será, y su
inmundicia será sobre él. 14 Esta es la ley para cuando alguno
muera en la tienda: cualquiera que entre en la tienda, y todo el que
esté en ella, será inmundo siete días. 15 Y toda vasija abierta,
cuya tapa no esté bien ajustada, será inmunda; 16 y cualquiera que
tocare algún muerto a espada sobre la faz del campo, o algún
cadáver, o hueso humano, o sepulcro, siete días será inmundo.
Todo
inconverso está espiritualmente muerto a causa de su pecado y, por
tanto, en permanente contacto con la muerte, por lo que necesita una
total limpieza de su inmundicia (2 Co 6:17; Ap 21:27).
2
Co 6:17; Por lo cual, salid de en medio de ellos, y
apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os
recibiré...
Ap
21:27; No entrará en ella
(en
la nueva Jerusalén) ninguna cosa inmunda,
o que hace abominación y mentira, sino solamente los que
están inscritos en el libro de la vida del Cordero.
Esa
completa purificación se obtendrá de modo definitivo e irreversible
al séptimo día, cuando el creyente se haya librado de su cuerpo
mortal y esté en la presencia de Cristo con un cuerpo glorificado
(Ro 7:22-24; Fil
3:2021).
Ro
7:22-24; Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de
Dios; 23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela
contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado
que está en mis miembros. 24 ¡Miserable de mí! ¿quién me librará
de este cuerpo de muerte?
Fil
3:2021; Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también
esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; 21 el cual
transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea
semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el
cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.
Pero
nadie puede ser hallado puro el séptimo día, si antes no acepta el
sacrificio de Cristo a su favor, identificándose con Él en su
muerte y resurrección. Nadie puede presentarse limpio delante de
Dios sin recibir el agua con las cenizas de la vaca al tercer día,
que es cuando Cristo resucitó de la muerte, haciendo posible que el
creyente nazca en el Espíritu, pasando así de muerte a vida (Os
6:2; Jn 5:24-25).
Os
6:2; Nos dará vida después de dos días; en el tercer día
nos resucitará, y viviremos delante de él.
Jn
5:24-25; De cierto, de cierto os digo: El que oye mi
palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a
condenación, mas ha pasado de muerte a vida. 25 De
cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los
muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán.
El
pecado, que acarrea la muerte, es como un virus mortal
extremadamente contagioso, capaz de contaminar no sólo a la
persona infectada, sino también a todo su entorno (1 Co 5:6-7).
Las vías de contagio y las circunstancias en las que se puede
producir el mismo son múltiples y variadas. Así, una persona puede
contaminarse en su propia casa o fuera de ella, en la ciudad o en el
campo, de forma consciente y voluntaria o inconsciente e
involuntaria. El contagio puede incluso ser inevitable cuando alguien
muere de forma imprevista. Por eso el agua de la purificación se
tiene que aplicar al cuerpo del inmundo, a sus vestidos, a todo lo
que haya tocado, a los objetos que haya en su casa, a todo lo que
directa o indirectamente haya sido contaminado por el contacto o la
proximidad a algún cadáver.
1
Co 5:6-7; ...¿No sabéis que un poco de levadura leuda
toda la masa? 7 Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para
que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua,
que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros.
¿Cuál
es la aplicación práctica de esto? Pues que el pecado no sólo
mancha a quien incurre en él, sino que también puede ser causa de
tropiezo a los que estén a su alrededor, sean familiares, vecinos, o
a cualquiera que los esté observando. Es especialmente grave ser de
mal ejemplo a los niños, así como a personas inmaduras o débiles
en la fe (Mt 13:41; Lc 17:1-2; 1 Co 8:9).
Mt
13:41; Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y
recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los
que hacen iniquidad, 42 y los echarán en el horno de fuego; allí
será el lloro y el crujir de dientes.
Lc
17:1-2; Dijo Jesús a sus discípulos: Imposible es que no
vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen! 2 Mejor le
fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase
al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos.
1
Co 8:9; Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser
tropezadero para los débiles.
17
Y para el inmundo tomarán de la ceniza de la vaca quemada de la
expiación, y echarán sobre ella agua corriente en un recipiente; 18
y un hombre limpio tomará hisopo, y lo mojará en el agua, y rociará
sobre la tienda, sobre todos los muebles, sobre las personas que allí
estuvieren, y sobre aquel que hubiere tocado el hueso, o el
asesinado, o el muerto, o el sepulcro. 19 Y el limpio rociará sobre
el inmundo al tercero y al séptimo día; y cuando lo haya purificado
al día séptimo, él lavará luego sus vestidos, y a sí mismo se
lavará con agua, y será limpio a la noche.
La
expiación mediante las cenizas de la becerra alazana mezcladas con
agua corriente (el agua de la purificación) es el remedio definitivo
para el mal del pecado (He 10:10-14, 17-18). Los demás
sacrificios sólo cubren los pecados anteriores al momento en que son
ofrecidos, por lo que con el paso del tiempo se requieren nuevos
sacrificios, a medida que se va incurriendo en pecado; aparte de que
cada año se hace memoria de los pecados en el día de la expiación.
He
10:10-14,17-18; En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de
Jesucristo hecha una vez para siempre. 11 Y ciertamente
todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas
veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; 12
pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo
sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios,
13 de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos
por estrado de sus pies; 14 porque con una sola ofrenda
hizo perfectos para siempre a los santificados... 17
añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y
transgresiones. 18 Pues donde hay remisión de éstos, no hay más
ofrenda por el pecado.
Sin
embargo, con un único sacrificio de la vaca roja se hacía
provisión, no sólo para la purificación de contaminaciones ya
producidas, sino también para las que se producirían en el futuro,
a través incluso de sucesivas generaciones. Con Cristo ocurre algo
similar. A nivel personal, con su muerte expiatoria en la cruz Jesús
limpia los pecados pasados presentes y futuros de las personas que se
han arrepentido y depositado su fe en Él. Y a nivel
intergeneracional o histórico, Cristo redimió a los santos del
Antiguo Testamento que creyeron en Dios y sus promesas, a quienes creyeron en Él cuando estuvo en la tierra, y a todos los creyentes
que vendrían después, hasta el día de su regreso.
Además,
a diferencia de los otros sacrificios expiatorios, en los que los
penitentes tenían que desprenderse de un animal de su propiedad,
gracias a la abundante provisión de la vaca alazana podían purificarse
sin asumir ningún coste, pues sólo tenían que rociar el agua de la
purificación. Aquí hallamos una referencia a dos modelos
contrapuestos: por un lado está el intento vano del hombre de querer
justificarse ante Dios por méritos propios, en base al cumplimiento
de las obras de la ley; y por otro, la simple aceptación de ser
justificados por pura gracia, mediante la fe, en virtud del exclusivo
mérito de Cristo y su obra en la cruz del Calvario (Jn 6:28-29;
Ro 4:3-6; Gá 2:15-16).
Jn
6:28-29; Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en
práctica las obras de Dios? 29 Respondió Jesús y les dijo: Esta
es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.
Ro
4:3-6; Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le
fue contado por justicia. 4 Pero al que obra, no se le
cuenta el salario como gracia, sino como deuda; 5 mas al que no obra,
sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por
justicia. 6 Como también David habla de la
bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras.
Gá
2:15-16; Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los
gentiles, 16 sabiendo que el hombre no es justificado por las obras
de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también
hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de
Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la
ley nadie será justificado.
Cristo,
a semejanza de la vaca alazana, con un solo sacrificio hizo para
siempre perfectos a los santificados; y no lo hizo derramando sangre
de otros seres vivos, sino la suya propia. Ahora bien, para ser
limpios de todo pecado, el creyente de hoy igual que el israelita de
aquella época, tiene que someterse a una operación personal e
intransferible, tiene que aplicar a su vida el agua de la
purificación que Cristo provee para todos los hombres (Hch 2:38).
Hch
2:38; Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada
uno de vosotros en el nombre de Jesucristo
para perdón de los pecados; y recibiréis el don del
Espíritu Santo.
Seguidamente
reproduzco Nm 31:19-24, un texto muy relacionado con el que
ahora estamos considerando. En concreto, Nm 31:21
hace
una referencia genérica, igual que Nm 19:2, “a
la ordenanza de la ley”; además trata sobre el mismo tema: la
purificación de los que se contaminan con muertos.
Nm
31:19-24; Y vosotros, cualquiera que haya dado muerte a persona, y
cualquiera que haya tocado muerto, permaneced fuera del campamento
siete días, y os purificaréis al tercer día y al séptimo,
vosotros y vuestros cautivos. 20 Asimismo purificaréis todo vestido,
y toda prenda de pieles, y toda obra de pelo de cabra, y todo
utensilio de madera. 21 Y el sacerdote Eleazar dijo a los hombres de
guerra que venían de la guerra: Esta es la ordenanza de la ley que
Jehová ha mandado a Moisés: 22 Ciertamente el oro
y la plata, el bronce, hierro, estaño y plomo, 23 todo lo que
resiste el fuego, por fuego lo haréis pasar, y será limpio, bien
que en las aguas de purificación habrá de purificarse;
y haréis pasar por agua todo lo que no resiste el fuego. 24 Además
lavaréis vuestros vestidos el séptimo día, y así seréis limpios;
y después entraréis en el campamento.
Aquí
observamos que a la vuelta de la guerra los israelitas se habían
contaminado con la inmundicia de la muerte, por lo que tenían que
purificarse durante siete días, aplicando el tercer y séptimo día
el agua corriente con las cenizas de la expiación sobre sus cuerpos
y sobre todo lo que traían consigo. Sólo así podían entrar en el
campamento, después de lavar sus cuerpos y sus vestidos. Esto ya lo
habíamos visto en Números 19, pero
Nm 31:22-23 nos
revela un nuevo detalle muy significativo: los objetos metálicos no
sólo tenían que pasar por el agua de la purificación, sino también
por fuego. Dicho detalle no sería fácil de entender si no fuera por
1 Co 3:11-15,
cuyo
texto muestro a continuación.
1
Co 3:11-15; Porque nadie puede poner otro fundamento que el
que está puesto, el cual es Jesucristo. 12 Y si sobre
este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas,
madera, heno, hojarasca, 13 la obra de cada uno se hará manifiesta;
porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y
la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. 14 Si
permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá
recompensa. 15 Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida,
si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.
El
énfasis de esta porción no está en la salvación, aunque se alude
a ella en el versículo 15. Se refiere, más bien, al galardón que
corresponderá a cada persona cuando comparezca ante el tribunal de
Cristo, en el que se juzgarán exclusivamente las acciones de los que
ya son salvos. Como deja bien claro el versículo 11, la salvación
se obtiene solamente por gracia, mediante la fe, en base a la
justicia de Cristo, quien “fue entregado por
nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación”
(Ro 4:25).
Los
creyentes, ya libres de la condenación eterna, están llamados a
sobreedificar sobre el fundamento puesto, que es Jesucristo, andando
en las buenas obras que Dios les ha preparado de antemano (Ef
2:10). Pues bien, en ese juicio las personas serán juzgadas,
como todos los demás seres humanos, por sus obras (Mt 16:27; Ro
2:5-6), pero con la importante diferencia de que en este caso las
obras no determinarán si las personas juzgadas serán o no salvas,
que ya lo son, sino para saber si serán recompensadas y en qué
medida (Ap 22:12).
Ef
2:10; Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús
para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que
anduviésemos en ellas.
Mt
16:27; Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con
sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus
obras.
Ro
2:5-6; Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras
para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del
justo juicio de Dios, 6 el cual pagará a cada uno conforme
a sus obras.
Ap
22:12; He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo,
para recompensar a cada uno según sea su obra.
Así
que, todas las obras serán pasadas por fuego, pero sólo las que
resistan la prueba sin ser consumidas, serán tenidas en cuenta para
recibir el galardón. De ahí que las acciones justas de los santos
se comparen con los metales, que salen indemnes del fuego. Así pues,
sólo seremos recompensados por las obras que manifiesten el fruto
del Espíritu Santo en nuestras vidas; por ser hechas con la
motivación correcta de glorificar a Dios; por hacerlas en el
espíritu y no en la carne (Ap 2:23).
Ap
2:23; ...y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña
la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras.
20
Y el que fuere inmundo, y no se purificare, la tal persona será
cortada de entre la congregación, por cuanto contaminó el
tabernáculo de Jehová; no fue rociada sobre él el agua de la
purificación; es inmundo. 21 Les será estatuto perpetuo; también
el que rociare el agua de la purificación lavará sus vestidos; y el
que tocare el agua de la purificación será inmundo hasta la noche.
22 Y todo lo que el inmundo tocare, será inmundo; y la persona que
lo tocare será inmunda hasta la noche.
Es
importantísima la advertencia que Dios hace a todos: las personas
contaminadas con la inmundicia de la muerte que no sean rociadas con
el agua de la purificación, serán cortadas de la congregación de
los justos. Es decir, todos aquellos que no se arrepientan de sus
pecados y pongan su fe en Jesús, serán expulsados de la presencia
del Señor y arrojados a las tinieblas de afuera, donde será el
lloro y crujir de dientes. Este es un serio aviso a las personas que
no quieren conocer a Dios y rechazan a Cristo; pero a la vez es un
recordatorio de la responsabilidad de los creyentes de anunciar el
evangelio de salvación.
CONSIDERACIONES
FINALES
En
los libros del Pentateuco se muestran diferentes fuentes de
contaminación que hacen inmundas a las personas que resultan
contagiadas. Hay tipos de contaminación especialmente graves, por lo
que también su tratamiento es más exigente de lo habitual. A juzgar
por lo que dice Nm 5:1-2 parece
que los tipos de contaminación más problemáticos
eran: la lepra, el flujo de semen o el flujo menstrual, y los cadáveres.
Nm
5:1-2; Jehová habló a Moisés, diciendo: 2 Manda a los
hijos de Israel que echen del campamento a todo leproso, y a todos
los que padecen flujo de semen, y a todo contaminado con muerto.
Ha
llegado el momento de poner punto y final a este estudio. Si alguien
quiere escudriñar más por su cuenta sobre dichos focos de infección
y su tratamiento, puede leer Lv 14 sobre
la plaga de la lepra, Lv 15 sobre
el flujo de semen, y Dt 21:1-9
sobre
un caso especial de contaminación por muerto. Especialmente complejo
es el procedimiento seguido con la lepra que, por otra parte, tiene
cosas en común tanto con los sacrificios del día de expiación,
como con el de la vaca roja, lo cual nos da una idea de su gravedad.
Espero
y deseo que todas estas reflexiones sean provechosas para usted,
estimado lector, como lo han sido para mí
Que
el Señor reparta abundante bendición.