15/12/20

El mayordomo infiel

(Lc 16:1-15)

En las parábolas del capítulo 15, referidas sucesivamente a la oveja perdida, el dracma perdido y el hijo pródigo, Jesús se dirige a los escribas y fariseos, mientras que en el 16 les habla a sus discípulos. Esto es algo que debemos tener en cuenta para una mejor comprensión de los textos.

En el primer caso Jesús responde a las murmuraciones de los religiosos contra Él por juntarse y comer con los publicanos y pecadores, a los que aquéllos despreciaban y consideraban indignos de estar a su lado. Con dicha actitud los escribas y fariseos evidenciaban una gran falta de amor y compasión por sus semejantes, al no importarles que se perdieran, puesto que no procuraban su arrepentimiento y conversión, tal como hacía Jesús.

En el segundo caso, aunque los fariseos seguían allí presentes (versículo 12), Jesús instruye a sus discípulos para que sepan comportarse fiel y sabiamente como siervos de Dios.

Para evitar discusiones estériles basadas en el uso del lenguaje, no voy a entrar en la polémica de si este relato es una parábola o una alegoría; lo que sí es indudable es la existencia de paralelismos entre este hombre rico y su mayordomo por un lado, y nuestro Padre celestial y cada uno de sus hijos que lo sirven, por otro.

V 1) Dijo también a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado ante él como disipador de sus bienes.

Los mayordomos son siervos, ya que sirven a sus señores; pero no son siervos comunes y corrientes a los que se les encomiendan determinados servicios, sino que son personas escogidas por sus amos para gobernar su hacienda, pudiendo tener incluso bajo sus órdenes a otros siervos. Ocupan, por tanto, cargos de gran responsabilidad basados en la confianza que sus amos han depositado en ellos. En la práctica los mayordomos administran la casa y los bienes de sus señores en virtud de una autorización tácita o expresa procedente de éstos.

El hecho de que este texto se refiera a un mayordomo y no a un siervo común, podría llevarnos a pensar que las enseñanzas extraídas de la figura del mayordomo deben aplicarse a los ancianos o pastores que Dios ha puesto en su iglesia al frente del rebaño. Sin embargo, en coincidencia con casi todos los estudiosos y comentaristas de la Biblia, pienso que son aplicables a los seguidores de Cristo en su calidad de siervos, sean o no pastores.

A diferencia de este hombre rico, que se enteró por medio de otras personas de la infidelidad de su mayordomo, Dios, que es el dueño de todas las riquezas y que todo lo ve, sabe al instante y sin necesidad de que nadie lo informe, lo que cada ser humano piensa, dice o hace, sea bueno o malo. De manera que nada escapa a su mirada, pues Él escudriña aun la mente y el corazón de los hombres para dar a cada uno conforme a sus obras (Jer 17:9-10).

Jer 17:9-10; Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? 10 Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.

V 2) Entonces le llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo.

El rico propietario de este relato le comunica a su mayordomo su inminente despido, en el que se observan al menos dos particularidades: 1) El despido es incondicional e irrevocable, ya que no se le concede al mayordomo la posibilidad de seguir en la hacienda si se arrepiente de su infidelidad. 2) El hecho de estar ya despedido no exime al mayordomo de tener que rendir cuentas ante su amo por la mala administración de sus bienes.

De modo similar, todos los hijos de Dios un día tendremos que dar cuenta ante el tribunal de Cristo de los bienes que Él nos ha dado para que los administremos conforme a los principios y valores del reino de los cielos. Entonces ya será tarde para enmendar nuestros errores y la obra de cada uno será probada como por fuego; de manera que si ésta permanece sin ser consumida será recompensada, pero si se quema se quedará sin recompensa, si bien la persona será salva en Cristo Jesús (1 Co 3:13-15).

1 Co 3:13-15; ...la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. 14 Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. 15 Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.

V 3-4) Entonces el mayordomo dijo para sí: ¿Qué haré? Porque mi amo me quita la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. 4 Ya sé lo que haré para que cuando se me quite de la mayordomía, me reciban en sus casas.

El disgusto del mayordomo al conocer su despido debió ser mayúsculo, pero no le quedó más remedio que afrontar la realidad. Así que, se puso a pensar en cómo podría sobrevivir al dejar la mayordomía, y consideró que era incapaz de desempeñar trabajos duros, como son las tareas agrícolas; y por otro lado también descartó ponerse a mendigar, porque le resultaba vergonzoso y humillante. Entonces, tras sopesar cuál era para él la mejor salida, tomó la audaz decisión que nos muestran los siguientes versículos.

V 5-7) Y llamando a cada uno de los deudores de su amo, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo? 6 El dijo: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu cuenta, siéntate pronto, y escribe cincuenta. 7 Después dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas de trigo. El le dijo: Toma tu cuenta, y escribe ochenta.

Sabiendo que pronto iba a ser expulsado, el mayordomo cometió su última infidelidad, pues en complicidad con los deudores de su amo acordó rebajar a cada uno su deuda, con la esperanza de que al perder su trabajo ellos le devolvieran el favor, recibiéndolo en sus casas. Y parece obvio que la pretensión del mayordomo no era ser recibido como si de una simple visita esporádica se tratara, sino como a un huésped que podría permanecer alojado en sus casas todo el tiempo que necesitase.

V 8) Y alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz.

Es importante entender que este versículo se está refiriendo a un amo y un mayordomo terrenales desde una perspectiva también terrenal. El texto no dice nada de las cualidades morales del amo, con sus posibles vicios y virtudes. Y por otra parte tampoco podemos deducir del mismo que el amo esté justificando la inmoralidad de su mayordomo al elogiar su astucia, ni que hubiera cambiado de opinión con respecto a él, porque si no lo habría readmitido. Lo único que alaba es su sagacidad para tratar de solucionar su problema.

Los hijos de este siglo son las personas mundanas que no sólo están en el mundo, sino que además son o pertenecen a él, a diferencia de los hijos de Dios que están en el mundo, pero no son del mundo (Jn 17:14-15).

Jn 17:14-15; Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 15 No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.

Pues bien, Jesús dice de ellos que son más sagaces que los hijos de luz. Pero, ¿por qué o en qué sentido dice eso? Pues porque en general son más hábiles en obtener provecho de sus semejantes para satisfacer sus deseos en este mundo, que los hijos de luz llevando el mensaje del evangelio a la gente para su salvación y así obtener una gran recompensa en el cielo.

V 9) Y yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas.

A partir de la última y sagaz actuación del mayordomo para obtener injustamente un beneficio de orden material y terrenal, Jesús comienza a extraer enseñanzas provechosas espiritualmente para sus discípulos.

La primera enseñanza es algo compleja por la dificultad que entraña explicar a qué se refieren exactamente los términos “amigos” y “riquezas injustas”. Mi explicación, en base a este texto y el resto de la Palabra, es la siguiente:

Los amigos del anterior versículo son los que por nuestra predicación del evangelio y nuestro ejemplo de vida se arrepienten de sus pecados y se convierten a Cristo, en quien han creído como su señor y salvador. Por otro lado, las riquezas injustas que utilizamos para dicho fin, son todos los bienes, talentos y dones que Dios ha puesto temporalmente en cada uno de nosotros durante esta vida para que los administremos en favor del reino de los cielos. Por consiguiente dichas riquezas nos van a faltar con toda seguridad cuando dejemos esta tierra, ya que no las podemos llevar con nosotros.

En el contexto de este capítulo, las riquezas que poseemos en este mundo son consideradas injustas porque, salvo el Señor Jesús (Jn 8:46; He 4:15), todos los seres humanos somos injustos por naturaleza y, por tanto, ninguna obra de justicia nuestra nos puede hacer merecedores de ellas (Lc 18:19; Ro 3:9-12; Is 64:5-6). Así que todas las riquezas provienen en última instancia de Dios y a Él le pertenecen, sin perjuicio de que se nos conceda la facultad de administrarlas durante el breve periodo de nuestra estancia en la tierra.

Jn 8:46; ¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?

He 4:15; Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.

Lc 18:19; Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios (el mismo Jesús queda excluido de esta afirmación general, como acabo de mostrar en los dos versículos anteriores).

Ro 3:9-12; ¿Qué, pues? Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. 10 Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; 11 no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. 12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.

Is 64:5-6; Saliste al encuentro del que con alegría hacía justicia… 6 Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia...

Probablemente los amigos que hizo el mayordomo infiel estarían dispuestos a recibir a éste en sus casas, porque lo normal es que le estuvieran agradecidos por el gran favor que les había hecho y se sintieran moralmente obligados a hacerlo. Pero respecto a los amigos “ganados” por la predicación del evangelio no sucederá exactamente lo mismo, ya que tanto ellos como sus hermanos que los han llevado a los pies de Cristo, serán juntamente recibidos o tomados por el mismo Señor e introducidos en las moradas eternas que Él les ha preparado en su ciudad y patria celestial (Jn 14:2-3; He 11:16). Será entonces cuando las almas que hayamos “ganado” para Cristo nos recibirán como visitantes en sus mansiones celestiales, así como nosotros a ellos en una relación de perfecta amistad.

Jn 14:2-3; En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.

He 11:16; Pero anhelaban una (patria) mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.

V 10) El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto.

Este versículo contiene una máxima que declara que no se puede ser fiel o justo en los asuntos de mayor trascendencia sin serlo también en las cosas más pequeñas y sencillas. Es decir, primero tenemos que ser celosos en obedecer fielmente en las pequeñas cosas, lo cual nos servirá de entrenamiento y preparación para superar pruebas mayores. Así estaremos listos para realizar tareas o desempeñar funciones que conlleven un mayor nivel de responsabilidad ante otras personas, si fuera esa la voluntad de Dios, en cuyo caso Él nos dará los dones que necesitemos. La Biblia nos proporciona numerosos ejemplos en este sentido, como pueden ser las historias de Josué (Éx 24:13,33:11; Nm 27:18-20), Gedeón (Jue 6:11-12,14), José, David, etc.

Éx 24:13; Y se levantó Moisés con Josué su servidor, y Moisés subió al monte de Dios.

Éx 33:11; Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero. Y él volvía al campamento; pero el joven Josué hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo.

Nm 27:18-20; Y Jehová dijo a Moisés: Toma a Josué hijo de Nun, varón en el cual hay espíritu, y pondrás tu mano sobre él; 19 y lo pondrás delante del sacerdote Eleazar, y delante de toda la congregación; y le darás el cargo en presencia de ellos. 20 Y pondrás de tu dignidad sobre él, para que toda la congregación de los hijos de Israel le obedezca.

Jue 6:11-12,14; ...y su hijo Gedeón estaba sacudiendo el trigo en el lagar, para esconderlo de los madianitas. 12 Y el ángel de Jehová se le apareció, y le dijo: Jehová está contigo, varón esforzado y valiente… 14 Y mirándole Jehová, le dijo: Ve con esta tu fuerza, y salvarás a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te envío yo?

V 11-12) Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? 12 Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?

En estos dos versículos, que derivan del anterior, la advertencia del Señor a sus discípulos es meridianamente clara para que finalmente nadie se llame a engaño. Las riquezas de la gracia y la gloria del Señor, que son las verdaderas y las que Dios tiene reservadas para cada uno de sus hijos, serán accesibles en el cielo en la medida en que hayamos sido fieles en la administración de las riquezas terrenales que Dios ha puesto en nuestras manos, sin que lo mereciéramos, con la finalidad de que las usemos sabiamente, no como dueños sino como mayordomos, en la extensión del reino de los cielos.

Lc 19:16-17; Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas. 17 El le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades.

V 13) Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.

Resulta incompatible servir a dos señores a la vez, porque ambos exigirán un servicio excelente que ningún siervo les podrá prestar con una dedicación parcial y fragmentada, ya que si presta más atención a uno de ellos se la restará al otro. Por otra parte, dado que las haciendas de los dos supuestos señores tendrían que estar próximas para que un siervo pueda plantearse siquiera la posibilidad de trabajar alternativamente en ambas, antes o después surgirían conflictos de intereses que obligarían a dicho siervo a decantarse por un amo o por el otro.

Pues bien, Jesús nos dice de manera diáfana que así como un siervo no puede servir a dos señores, sino que tiene que elegir entre uno u otro, tampoco sus discípulos pueden servir a Dios y a las riquezas al mismo tiempo, porque a Él sólo se le puede servir con plena dedicación y a tiempo completo.

¿Quiere eso decir que las riquezas son malas, o que debamos necesariamente desprendernos de ellas? Las riquezas no son malas en sí mismas ni tenemos por qué rechazarlas, sino que debemos administrarlas sabiamente, no sólo para nuestro disfrute, sino también para compartir con otros que lo necesiten y para cooperar en la extensión del reino de los cielos, como ya he dicho antes. Ahora bien, las riquezas son una frecuente causa de tropiezo para muchos que las aman y se dejan enseñorear por ellas. En ese caso es mejor no tenerlas (1 Ti 6:8-10; Pr 30:7-9).

1 Ti 6:8-10; Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. 9 Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; 10 porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.

Pr 30:7-9; Dos cosas te he demandado; no me las niegues antes que muera: 8 Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; no me des pobreza ni riquezas; manténme del pan necesario; 9 no sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios.

V 14) Y oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él.

¿Por qué razón se burlaban los fariseos de Jesús al oír estas cosas? Supuestamente los fariseos contradecían a Jesús, burlándose de Él, por calificar de injustas las riquezas heredadas u obtenidas lícitamente, pues sostenían la vieja tesis de que Dios prosperaba y bendecía a los justos con abundancia de bienes materiales. De manera que consideraban la posesión de riquezas una señal de que Dios los había bendecido a causa de su justicia, ignorando y despreciando así a los pobres, a pesar de que eran menos injustos que ellos.

Pero en realidad el verdadero motivo por el que se burlaban de Jesús era otro. Lo hacían porque eran avaros (Col 3:5) y Jesús les metía el dedo en la llaga haciéndoselo ver, por lo que les remordía la conciencia y se sentía molestos con Él. Luego lo que incomodaba a los fariseos y provocaba su burla no era una posición teológica diferente a la de Jesús, sino que no les gustaba oír las dolorosas verdades que decía, porque les afectaba a ellos de modo muy directo.

Col 3:5; Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría...

V 15) Entonces les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación.

En respuesta a la actitud despectiva y burlesca de los fariseos, Jesús sacó a relucir una vez más su hipocresía de querer aparentar lo que no eran, porque externamente se mostraban piadosos delante de los hombres para ser alabados por ellos, mientras que por dentro sus corazones estaban llenos de maldad. De ahí que una de sus prácticas pseudo-piadosas fuera llamar la atención de la gente cuando daban limosna para que vieran su generosidad, cuando en realidad eran unos avaros. Por eso también les advirtió Jesús que aunque con su forma de proceder podían engañar a los hombres para recibir de ellos su recompensa en la tierra, no lograrían engañar a Dios y ser recompensados por Él en el cielo.

Mt 6:1-2; Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. 2 Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa…

Mt 23:27-28; ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. 28 Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.

No quiero finalizar este estudio, sin antes invitar a cada uno de mis lectores a reflexionar juntos conmigo, sobre las palabras que Jesús dirige tanto a sus discípulos, como a los escribas y fariseos, pidiéndole a Dios que nos muestre nuestras infidelidades como siervos, nos mueva al arrepentimiento y nos ayude a entregarle por completo nuestras vidas para que Él las moldee conforme a su voluntad y para su gloria.

Que el Señor nos bendiga.