11/7/17

Los diezmos

Tras la lectura de numerosos estudios realizados y de mis propias reflexiones basadas en la atenta lectura de la Biblia, he llegado a la conclusión inequívoca de que Dios no ha ordenado diezmar a su Iglesia.
¿ESTABLECIÓ DIOS EL DIEZMO ANTES DE PROMULGAR LA LEY?
Hasta la aparición de Abraham no se menciona el diezmo en absoluto en las sagradas escrituras, ni se vislumbra ninguna práctica de diezmar entre los siervos de Dios, tales como Abel, Set, Enoc, Noé, etc.
Cuando Abraham se encontró con Melquisedec, regresaba de la victoria sobre el rey Quedorlaomer y sus tres aliados, por lo cual no podía traer consigo sus bienes ni sus rebaños. Por eso el diezmo que entregó no fue de las ganancias de su trabajo sino del botín de guerra capturado, una vez descontados los bienes que restituyó al rey de Sodoma y la manutención o salario de quienes lo acompañaron a la guerra. Por otra parte, no hay ningún texto que nos indique que Abraham diezmara regularmente antes o después de su encuentro con Melquisedec. Sólo se nos muestra que diezmó en esa ocasión.
Gn 14:17-20; Cuando volvía de la derrota de Quedorlaomer y de los reyes que con él estaban, salió el rey de Sodoma a recibirlo al valle de Save, que es el Valle del Rey. 18 Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; 19 y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; 20 y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram los diezmos de todo.
¿En qué me baso para afirmar que Abraham dio únicamente diezmos del botín y no de su actividad económica, que era la cría y pastoreo del ganado? Pues en el pasaje de He 7:4, cuya información no contradice sino que complementa la que aparece en Gn 14:17-20. Tampoco hay noticias de que Abraham se volviera a encontrar posteriormente con Melquisedec o algún emisario suyo. No hay, pues, base para afirmar que Abraham diezmara con regularidad tras dicho encuentro.
He 7:1-4; Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo, 2 a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz; 3 sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre. 4 Considerad, pues, cuán grande era éste, a quien aun Abraham el patriarca dio diezmos del botín.
Alguien podría argumentar que Abraham es figura o tipo del creyente y Melquisedec de Cristo y que, por lo tanto, el creyente actual debe entregar sus diezmos para la obra de Cristo. Pero entonces nos encontramos con que Jesús no recogió diezmos de sus discípulos ni enseñó que tras su muerte sus seguidores tenían que diezmar para sostener la obra del evangelio. Tampoco vemos en el Nuevo Testamento ningún caso en que la Iglesia recaudara diezmos ni ninguna enseñanza al respecto. Es decir, Cristo y su Iglesia como antitipos no confirman la práctica del diezmo que podría sugerirnos la entrega de los diezmos del botín que Abraham dio a Melquisedec.
¿Diezmó Isaac, hijo de Abraham? No lo sabemos, pero en ninguna parte de la Biblia se dice que lo hiciera ¿Se menciona el diezmo en la vida de Jacob? Sí, y vamos a analizar en qué consistió.
Gn 28:20-22; E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, 21 y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. 22 Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti.
A la luz de los anteriores versículos, se deduce claramente que Jacob no heredó de sus padres, Abraham e Isaac, la norma de diezmar ¿Por qué? Por dos razones: A) Porque el mismo hecho de prometer que diezmaría, si regresaba con bendición a su casa, implica que hasta ese momento no estaba diezmando, y B) Porque le propuso a Dios de forma voluntaria -e interesada- que si lo guardaba y bendecía, a su regreso le entregaría los diezmos de todos sus bienes, lo cual indica que no se consideraba sometido a ningún mandato divino que le ordenara diezmar.
Aunque no se hace referencia en la Palabra al cumplimiento de este voto hecho por Jacob, se puede suponer razonablemente que éste cumplió su compromiso cuando Dios hizo que regresara en paz a su tierra.
En resumen, parece obvio que se trató de un compromiso personal de Jacob y no de una norma establecida por Dios. No sabemos si Jacob ofreció regularmente el diezmo de todos sus bienes desde entonces, o bien lo hizo una sola vez, a su regreso a casa. La Palabra no aclara esto suficientemente y no debemos basarnos en meras conjeturas.
EL DIEZMO SEGÚN LA LEY
La obligación de diezmar se expresa claramente en los estatutos de la Ley que Dios entregó a Israel por medio de Moisés.
Nm 18:21; Y he aquí yo he dado a los hijos de Leví todos los diezmos en Israel por heredad, por su ministerio, por cuanto ellos sirven en el ministerio del tabernáculo de reunión.
Pero hay detalles y circunstancias en la práctica de diezmar que no están claros, al menos para mí. Por ello estoy abierto a lo que a partir de ahora el Espíritu Santo quiera mostrarme, así como a cualquier sugerencia o explicación alternativa de otros hermanos. Por tanto, consciente de mis limitaciones, entraré a considerar el complejo tema de los diezmos bajo la Ley, tratando de arrojar algo de luz al respecto.
Para situarnos en el contexto del antiguo pacto, vamos a fijarnos en los lugares de residencia y en las ocupaciones laborales de los levitas, tratando luego de aproximarnos paso a paso al diezmo para procurar entender en qué consiste.
Dios mandó a Israel dar a los levitas varias ciudades con porciones de terreno a su alrededor, en las que pudieran morar y pastorear su ganado. Fueron en total 48 ciudades, de las cuales 6 eran lugares de refugio para personas que involuntariamente causaran la muerte a alguien. Esto se llevó a cabo cuando ya era Josué el dirigente de Israel (Jos 21:1-42 y también 1 Cr 6:54-81). Cabe señalar que Jerusalén no estaba entre ellas, por lo que, una vez construido el templo, los levitas y sacerdotes sólo se desplazaban allí cuando tenían que ministrar en el culto.
Nm 35:1-3, 6-7;Habló Jehová a Moisés en los campos de Moab, junto al Jordán frente a Jericó, diciendo: 2 Manda a los hijos de Israel que den a los levitas, de la posesión de su heredad, ciudades en que habiten; también daréis a los levitas los ejidos de esas ciudades alrededor de ellas. 3 Y tendrán ellos las ciudades para habitar, y los ejidos de ellas serán para sus animales, para sus ganados y para todas sus bestias.
6 Y de las ciudades que daréis a los levitas, seis ciudades serán de refugio, las cuales daréis para que el homicida se refugie allá; y además de éstas daréis cuarenta y dos ciudades. 7 Todas las ciudades que daréis a los levitas serán cuarenta y ocho ciudades con sus ejidos.
Posteriormente David organizó el servicio de los sacerdotes y levitas en el templo que iba a construir su hijo Salomón, en 24 turnos.
1 Cr 24:3-5; Y David, con Sadoc de los hijos de Eleazar, y Ahimelec de los hijos de Itamar, los repartió por sus turnos en el ministerio. 4 Y de los hijos de Eleazar había más varones principales que de los hijos de Itamar; y los repartieron así: De los hijos de Eleazar, dieciséis cabezas de casas paternas; y de los hijos de Itamar, por sus casas paternas, ocho. 5 Los repartieron, pues, por suerte los unos con los otros;...
Los turnos duraban una semana, por lo que a cada sacerdote y grupo de levitas asociado le tocaba ministrar en el templo una semana cada semestre o lo que es igual dos semanas al año. Esto cubre un periodo total de 48 semanas de las 51 y pico que tiene un año, aplicando el calendario lunar por el que se regían los israelitas, que es de 360 días ¿Significa eso que durante más de tres semanas se suspendían los servicios religiosos? En absoluto, porque todos los sacerdotes y levitas, además de cumplir con su turno, tenían que ministrar durante los 18 días que duraban las fiestas solemnes. Recordemos que había siete fiestas solemnes (Lv 23) y que el pueblo debía reunirse tres veces al año en Jerusalén para celebrar las fiestas de los Panes sin levadura, de Pentecostés y de los Tabernáculos (Éx 23:14-17). Las únicas fiestas solemnes que podían hacerse en todo Israel y no sólo en Jerusalén, era la de las Trompetas y el Yom Kippur o día de la Expiación.
1 Cr 9:23-25; Así ellos y sus hijos eran porteros por sus turnos a las puertas de la casa de Jehová, y de la casa del tabernáculo. 24 Y estaban los porteros a los cuatro lados; al oriente, al occidente, al norte y al sur. 25 Y sus hermanos que estaban en sus aldeas, venían cada siete días según su turno para estar con ellos.
2 Cr 23:8; Y los levitas y todo Judá lo hicieron todo como lo había mandado el sacerdote Joiada; y tomó cada jefe a los suyos, los que entraban el día de reposo, y los que salían el día de reposo;… (cada turno duraba una semana: de día de reposo a día de reposo).
Vemos que, al menos desde que David organizó el culto por turnos, los sacerdotes y levitas sólo ministraban en el templo dos semanas al año, además de los servicios especiales de las festividades mencionadas. ¿Quiere eso decir que se dedicaban en exclusiva a dichos menesteres, trabajando sólo esos días al año? Todo parece indicar que durante el resto del año trabajaban en distintas actividades, como el pastoreo en sus ejidos o la prestación de diversos servicios al conjunto del pueblo, tales como enseñar, gobernar y juzgar. “La obra de la casa de Jehová”, que se menciona en el versículo cuatro de la siguiente porción, no se refiere a la obra física de construcción del edificio, sino a la dirección del ministerio en el templo que iba a ser construido por Salomón.
1 Cr 23:1-5; Siendo, pues, David ya viejo y lleno de días, hizo a Salomón su hijo rey sobre Israel. 2 Y juntando a todos los principales de Israel, y a los sacerdotes y levitas, 3 fueron contados los levitas de treinta años arriba; y fue el número de ellos por sus cabezas, contados uno por uno, treinta y ocho mil. 4 De éstos, veinticuatro mil para dirigir la obra de la casa de Jehová, y seis mil para gobernadores y jueces. 5 Además, cuatro mil porteros, y cuatro mil para alabar a Jehová,...
Tal como se indica al comienzo de este apartado en Nm 18:21, Dios estableció el diezmo para compensar a los levitas por no recibir heredad como las demás tribus y para retribuir sus servicios en el tabernáculo o templo. Por eso los diezmos recibidos se destinaban a alimentar a los levitas y sus familias, en sus poblaciones.
Los siguientes versículos nos enseñan que de los diezmos recibidos, los levitas debían apartar una porción consagrada equivalente al diez por ciento, o diezmo de los diezmos, de lo mejor del ganado o de los productos del campo para que sus hermanos de la descendencia de Aarón la presentaran como ofrenda mecida a Jehová. Las 9/10 partes restantes de los diezmos eran para su manutención y la de los familiares y siervos que convivían con ellos en sus casas.
Nm 18:26-31; Así hablarás a los levitas, y les dirás: Cuando toméis de los hijos de Israel los diezmos que os he dado de ellos por vuestra heredad, vosotros presentaréis de ellos en ofrenda mecida a Jehová el diezmo de los diezmos. 27 Y se os contará vuestra ofrenda como grano de la era, y como producto del lagar. 28 Así ofreceréis también vosotros ofrenda a Jehová de todos vuestros diezmos que recibáis de los hijos de Israel; y daréis de ellos la ofrenda de Jehová al sacerdote Aarón. 29 De todos vuestros dones ofreceréis toda ofrenda a Jehová; de todo lo mejor de ellos ofreceréis la porción que ha de ser consagrada. 30 Y les dirás: Cuando ofreciereis lo mejor de ellos, será contado a los levitas como producto de la era, y como producto del lagar. 31 Y lo comeréis en cualquier lugar, vosotros y vuestras familias; pues es vuestra remuneración por vuestro ministerio en el tabernáculo de reunión.
Los levitas tenían que administrar los diezmos recibidos, cuidando el ganado, almacenando los productos de la tierra y posiblemente sembrando y cultivando los productos frescos de la huerta (Lv 27:30 nos dice que no sólo recibían frutos sino también simiente). Además, como ya hemos dicho, debían llevar a las cámaras del templo los alimentos para los sacerdotes y levitas que, por turno, les correspondiera ministrar.
Neh 12:44; En aquel día fueron puestos varones sobre las cámaras de los tesoros, de las ofrendas, de las primicias y de los diezmos, para recoger en ellas, de los ejidos de las ciudades, las porciones legales para los sacerdotes y levitas; porque era grande el gozo de Judá con respecto a los sacerdotes y levitas que servían.
Así como los levitas debían entregar el diezmo de los diezmos al sumo sacerdote para que éste lo presentara como ofrenda mecida delante de Jehová (Nm 18:26), el resto del pueblo, al dar el diezmo, tenía también que consagrar una pequeña porción del ganado y del fruto de la cosecha para comer delante de Jehová en Jerusalén con toda su casa, incluidos los siervos que tuvieren y alguno de los levitas próximos a sus lugares de residencia. Esa comida ceremonial también se hacía con motivo de la presentación de las primicias y determinados tipos de ofrendas y sacrificios.
La Palabra no indica si esa comida ritual asociada a los diezmos era una pequeña porción de los mismos o era algo que se añadía aparte. En el caso de los sacrificios y ofrendas de las fiestas solemnes, a los específicos de esas fiestas se les añadían los del continuo sacrificio (Nm 28:1-8), así como los correspondientes al sábado (Nm 28:9-10) o los de comienzo de mes (Nm 28:11-15 y Nm 29:1-6), cuando estos días se hallaban en medio de una fiesta solemne (Si alguien quiere profundizar en esta cuestión, los capítulos 28 y 29 de Números nos muestran de modo exhaustivo el tipo y cantidad de animales que se sacrificaban en cada ocasión).
Así que, los sacrificios prescritos para cada ocasión no se solapaban entre sí, cuando coincidían en la misma fecha, sino que se sumaban unos a otros. Luego, en caso de aplicarse el mismo criterio con la comida ceremonial en Jerusalén, ésta no se sustraería del diezmo, sino que se añadiría a él. En cualquier caso considero que no hay base suficiente para poder afirmar o negar cualquiera de estas dos hipótesis.
Dt 12:5-7 (también Dt 12:11-12, Dt 12:17-19, y otras); ...el lugar que Jehová vuestro Dios escogiere de entre todas vuestras tribus, para poner allí su nombre para su habitación, ése buscaréis, y allá iréis. 6 Y allí llevaréis vuestros holocaustos, vuestros sacrificios, vuestros diezmos, y la ofrenda elevada de vuestras manos, vuestros votos, vuestras ofrendas voluntarias, y las primicias de vuestras vacas y de vuestras ovejas; 7 y comeréis allí delante de Jehová vuestro Dios, y os alegraréis, vosotros y vuestras familias, en toda obra de vuestras manos en la cual Jehová tu Dios te hubiere bendecido.
Los israelitas podían matar y comer los animales en sus lugares de residencia como cualquier otro pueblo, con la condición de abstenerse de ingerir la carne con su sangre; tenían que derramar la sangre del animal en la tierra.
Dt 12:15-16; Con todo, podrás matar y comer carne en todas tus poblaciones conforme a tu deseo, según la bendición que Jehová tu Dios te haya dado; el inmundo y el limpio la podrá comer, como la de gacela o de ciervo. 16 Solamente que sangre no comeréis; sobre la tierra la derramaréis como agua.
Sin embargo la comida sagrada que acompañaba a los diezmos, primicias, votos y demás ofrendas o sacrificios, tenían que presentarlas delante de Jehová en Jerusalén, tal como hemos dicho.
Dt 12:26-27; Pero las cosas que hubieres consagrado, y tus votos, las tomarás, y vendrás con ellas al lugar que Jehová hubiere escogido; 27 y ofrecerás tus holocaustos, la carne y la sangre, sobre el altar de Jehová tu Dios; y la sangre de tus sacrificios será derramada sobre el altar de Jehová tu Dios, y podrás comer la carne.
A los israelitas que vivían lejos, Dios les permitía desplazarse sin mercancía y comprar con dinero, al llegar a Jerusalén, el ganado y los productos agrícolas que habían de comer en familia con sus siervos y los levitas que los acompañaban. Estas comidas sagradas eran una manifestación de alegría y acción de gracias por las bendiciones recibidas de Dios.
Dt 14:24-27; Y si el camino fuere tan largo que no puedas llevarlo, por estar lejos de ti el lugar que Jehová tu Dios hubiere escogido para poner en él su nombre, cuando Jehová tu Dios te bendijere, 25 entonces lo venderás y guardarás el dinero en tu mano, y vendrás al lugar que Jehová tu Dios escogiere; 26 y darás el dinero por todo lo que deseas, por vacas, por ovejas, por vino, por sidra, o por cualquier cosa que tú deseares; y comerás allí delante de Jehová tu Dios, y te alegrarás tú y tu familia. 27 Y no desampararás al levita que habitare en tus poblaciones; porque no tiene parte ni heredad contigo.
Estos productos agrícolas y animales que eran traídos o comprados en Jerusalén para presentar como ofrenda y sacrificio, y luego comer de ellos en familia, no eran los diezmos, aunque guardaban estrecha relación con ellos. Antes de dicha celebración, los diezmos ya habían sido entregados a los levitas en sus ciudades, entre las que no estaba incluida Jerusalén, como ya había dicho. Sería ilógico que un levita de Galilea o el Golán, tuviera que desplazarse hasta Jerusalén cada vez que necesitara reponer alimentos; por eso se almacenaban los diezmos en sus lugares de residencia. Así pues, no es que trajeran los alimentos de Jerusalén, sino que por el contrario los llevaban allí desde sus ciudades para los sacerdotes y levitas que ministraban en el templo, tal como hemos visto en Neh 12:44.
Los diezmos debían recogerse anualmente, a diferencia de lo que suele hacerse en las congregaciones donde se diezma, en las que se entregan mayoritariamente cada mes, coincidiendo con la percepción de los salarios de los trabajadores. El mandato de comer los diezmos en Jerusalén y no en otros lugares, así como su periodicidad anual, no eran aspectos irrelevantes para Dios, como se aprecia en los siguientes versículos.
Dt 14:22; Indefectiblemente diezmarás todo el producto del grano que rindiere tu campo cada año (no cada mes o cada dos años, por ejemplo).
Am 4:4; Id a Bet-el, y prevaricad; aumentad en Gilgal la rebelión, y traed de mañana vuestros sacrificios, y vuestros diezmos cada tres días (evidentemente Dios nos les está instruyendo aquí que traigan los diezmos cada tres días, sino que les está reprochando que lo hagan en Bet-el, que no era una ciudad asignada a los levitas, y que lo hagan cada tres días en vez de cada año).
A diferencia de lo que se hace actualmente en las congregaciones donde se pide el diezmo, Dios no ordenó dar dinero, algo que puede ser utilizado de manera superflua en cosas innecesarias. Debían entregarse productos obtenidos de la actividad agropecuaria, que se destinaban al sustento de los levitas y otros sectores de la población más necesitados. Por eso, cuando excepcionalmente alguien quería rescatar alguna parte del diezmo con dinero, tenía que abonar un recargo del 20% de su precio.
Lv 27:31; Y si alguno quisiere rescatar algo del diezmo, añadirá la quinta parte de su precio por ello.
Uno de cada tres años, el año del diezmo por excelencia, no sólo se atendían las necesidades de los levitas, sino que también se prestaba especial atención a la gente perteneciente a los sectores más vulnerables de la población, como eran los extranjeros, huérfanos y viudas. Nadie debía quedar desamparado en Israel.
Lo mismo que sucede con las comidas sagradas que cada año se realizaban en Jerusalén asociadas al diezmo, la Palabra tampoco nos aclara si los alimentos que se daban cada tres años al extranjero, huérfano y viuda en sus poblaciones, eran parte del diezmo, o se daban además de éste.
Dt 26:12-13 (también Dt 14:28-29); Cuando acabes de diezmar todo el diezmo de tus frutos en el año tercero, el año del diezmo, darás también al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda; y comerán en tus aldeas, y se saciarán. 13 Y dirás delante de Jehová tu Dios: he sacado lo consagrado de mi casa, y también lo he dado al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, conforme a todo lo que me has mandado; no he transgredido tus mandamientos, ni me he olvidado de ellos.
En mi opinión, tanto una cosa como la otra formaban parte de un lote diferente al del diezmo. Sobre la comida ritual ya he reflexionado antes; ahora explicaré por qué pienso que la ayuda social contemplada en Dt 26:12 era un añadido al diezmo.
Luego de analizar detenidamente Levítico 25, podemos entender por qué se consideraba año especial del diezmo, uno de cada tres años. Sin entrar ahora en detalle, ese capítulo trata del año sabático o de reposo de la tierra para Jehová, cada siete años, y también del reposo del año cincuenta o año del jubileo. Ambas efemérides se basan en la semana de la Creación, cuando después de haber hecho Jehová todas las cosas en seis días, en el séptimo descansó. Por eso cada siete años equivale, en este contexto, a una semana de años (la Biblia no sólo se refiere a semanas de días, sino también a semanas de años en algunas ocasiones).
Siguiendo con el capítulo 25 de Levítico, vemos que el pueblo debía sembrar y trabajar la tierra durante seis años seguidos y dejarla reposar el séptimo año, sin segar ni vendimiar. Eso sí, podían comer tanto las personas como los animales de lo que naciera en ella sin haber sido cultivada.
Pero para que nunca hubiera escasez, Dios les prometió que en la cosecha del sexto año recogerían frutos para tres años. Esto les alcanzaría para alimentarse no sólo en el séptimo año en el cual no sembraban, sino también en el octavo, a pesar de que ya sembraban y recogían la correspondiente cosecha, e igualmente hasta la recogida de los frutos del noveno. Así pues, en el sexto año tenían una cosecha extraordinariamente abundante, y tres años después, en el año noveno, volvían a tener un excedente de producción, ya que en el octavo año guardaban lo que cosechaban, al no necesitarlo, porque aún comían del fruto añejo que habían recogido en el sexto año.
Como este ciclo se repetía cada tres años, era lógico que el tercer año de cada serie, que coincidía con una gran abundancia de frutos, se considerara el año del diezmo. Precisamente debido a dicha abundancia, no es de extrañar que, además del diezmo, Dios les mandase también ayudar a satisfacer las necesidades de los más pobres. Hay que tener en cuenta que, si bien el diezmo del sexto año de explotación de la tierra era extraordinariamente abundante, el que se recaudaba en el noveno (tres años después) era el de un año normal. Así que la abundancia del noveno año no provenía de una gran recaudación de diezmos, sino de juntarse la cosecha del año noveno con la del octavo, la cual no había sido consumida, sino que se había guardado. Por eso pienso que lo que se repartía a los extranjeros, huérfanos y viudas no procedía sólo de los diezmos, sino que se habilitaba una partida especial para atender a las necesidades de todos ellos. En cualquier caso, considero que no hay base suficiente en la Palabra para poder asegurar una cosa o la otra; por tanto no debemos ser dogmáticos al respecto.
Retomando el tema, la Palabra nos aclara que en realidad los israelitas no daban el diezmo de lo que era suyo, sino que dedicaban a Dios lo que ya era de Él, lo que le pertenecía.
Lv 27:30; Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, de Jehová es; es cosa dedicada a Jehová.
Parece ser, basándonos en Lv 27:32, que se separaban los distintos tipos de ganado según su especie y se hacían desfilar por un sitio estrecho bajo una vara colocada en alto, apartándose el último ejemplar de cada serie de diez para tomarlo como diezmo. Aplicando este procedimiento, similar al método de echar suertes, evitaban la tentación de elegir los animales más imperfectos o defectuosos para consagrar a Dios.
Aunque no podemos afirmarlo con seguridad, es posible que con dicho método las familias pobres que tuvieran menos de diez cabezas, estuvieran exentas de entregar los diezmos del ganado, al no disponer de un décimo animal que pasara bajo la vara.
Lv 27:32-33; Y todo diezmo de vacas o de ovejas, de todo lo que pasa bajo la vara, el diezmo será consagrado a Jehová. 33 No mirará si es bueno o malo, ni lo cambiará; y si lo cambiare, tanto él como el que se dio en cambio serán cosas sagradas; no podrán ser rescatados.
Antes de finalizar este repaso sobre los diezmos según la Ley, no quiero pasar por alto que así como éstos fueron dados por Dios a los levitas, a los sacerdotes les pertenecían las primicias de los frutos de la tierra, los primogénitos (ya sea de animales domésticos o de niños varones, en este caso pagando siempre el preceptivo rescate de cinco siclos) y determinadas porciones de diferentes sacrificios y ofrendas que no eran quemadas. Esto se detalla en el capítulo 18 de Números y también vemos alguna referencia en el capítulo 10 de Nehemías, como podemos ver a continuación.
Nm 18:8-9,13-15,18-20; Dijo más Jehová a Aarón: He aquí yo te he dado también el cuidado de mis ofrendas; todas las cosas consagradas de los hijos de Israel te he dado por razón de la unción, y a tus hijos, por estatuto perpetuo. 9 Esto será tuyo de la ofrenda de las cosas santas, reservadas del fuego; toda ofrenda de ellos, todo presente suyo, y toda expiación por el pecado de ellos, y toda expiación por la culpa de ellos, que me han de presentar, será cosa muy santa para ti y para tus hijos.
13 Las primicias de todas las cosas de la tierra de ellos, las cuales traerán a Jehová, serán tuyas; todo limpio en tu casa comerá de ellas. 14 Todo lo consagrado por voto en Israel será tuyo. 15 Todo lo que abre matriz, de toda carne que ofrecerán a Jehová, así de hombres como de animales, será tuyo; pero harás que se redima el primogénito del hombre; también harás redimir el primogénito de animal inmundo.
18 Y la carne de ellos será tuya; como el pecho de la ofrenda mecida y como la espaldilla derecha, será tuya. 19 Todas las ofrendas elevadas de las cosas santas, que los hijos de Israel ofrecieren a Jehová, las he dado para ti, y para tus hijos y para tus hijas contigo, por estatuto perpetuo; pacto de sal perpetuo es delante de Jehová para ti y para tu descendencia contigo. 20 Y Jehová dijo a Aarón: de la tierra de ellos no tendrás heredad, ni entre ellos tendrás parte. Yo soy tu parte y tu heredad en medio de los hijos de Israel.
Neh 10:35-37; Y que cada año traeríamos a la casa de Jehová las primicias de nuestra tierra, y las primicias del fruto de todo árbol. 36 Asimismo los primogénitos de nuestros hijos y de nuestros ganados, como está escrito en la ley; y que traeríamos los primogénitos de nuestras vacas y de nuestras ovejas a la casa de nuestro Dios, a los sacerdotes que ministran en la casa de nuestro Dios; 37 que traeríamos también las primicias de nuestras masas, y nuestras ofrendas, y del fruto de todo árbol, y del vino y del aceite, para los sacerdotes, a las cámaras de la casa de nuestro Dios, y el diezmo de nuestra tierra para los levitas; y que los levitas recibirían las décimas de nuestras labores en todas las ciudades;
¿Por qué traigo aquí a colación el asunto de las primicias, primogénitos, sacrificios y ofrendas que se apartaban para los sacerdotes? Porque me parece incoherente que en muchas denominaciones y asambleas se enseñe que los creyentes deben contribuir con sus diezmos al sostenimiento de la iglesia, mientras ignoran, por ejemplo, las primicias o su equivalente en dinero, cuando la Ley obliga tanto a una cosa como a la otra.
Como hemos ido viendo, el diezmo tal como se estableció en la Ley, además de complejo y difícil de entender, resulta prácticamente imposible su aplicación en la actualidad. Luego de intentar comprender un poco mejor la práctica del diezmo bajo la Ley, pasaré a considerar otras cuestiones relativas al mismo.
CITAS POLÉMICAS SOBRE EL DIEZMO
El siguiente texto es muy conocido y utilizado por los que enseñan que la Iglesia de Cristo debe diezmar. Da la impresión de que estos versículos se utilizan más como medio de atemorizar a los hermanos que como argumento. Sin embargo, en el contexto se ve perfectamente que Dios se dirige a los “hijos de Jacob” y a la nación de Israel, que estaba bajo la Ley.
Mal 3:6-10; Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos. 7 Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes, y no las guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mas dijisteis: ¿En qué hemos de volvernos? 8 ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. 9 Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. 10 Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.
Refuerza mi convicción el versículo 12 de este mismo capítulo, que no se suele tener en cuenta, en el que se puede apreciar el contraste entre la referencia que se hace en el mismo a “todas las naciones” y la que aparece en el versículo 9 sobre la nación de Israel (“la nación toda”). Resulta, pues, evidente que las declaraciones anteriores no se dirigen a la Iglesia, que está bajo el nuevo pacto sino a Israel, sometido al antiguo pacto.
Mal 3:12; Y todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos.
Así como el pueblo rebelde estaba robando a Dios, porque los diezmos eran suyos (Lv 27:30), cabe preguntarse si los pastores modernos que atemorizan a las ovejas, no las estarán también robando a ellas, aunque sea por ignorancia. Tanto los que piden como los que dan deben andar en santo temor, solicitando sabiduría a Dios para proceder de acuerdo a su Palabra.
El siguiente versículo es quizá el más empleado como argumento en defensa de la obligación de diezmar por parte de la Iglesia, aunque el diezmo sea mencionado de forma accidental. En él Jesús defiende que se diezme, pero ¿a quién se está dirigiendo? A los dirigentes religiosos y, por ende, a todos los judíos; no a la Iglesia.
Mt 23:23 (también Lc 11:42); ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello.
Teniendo en cuenta la gran importancia que se concede al diezmo actualmente en muchas congregaciones, ¿no resulta extraño que ni Jesús ni posteriormente ninguno de sus apóstoles dictara alguna instrucción sobre la aplicación del diezmo a la Iglesia? ¿Por qué no se narra en todo el Nuevo Testamento ningún caso en el que Jesús o sus discípulos recogieran diezmos de sus hermanos?
¿Por qué afirmo que en el versículo anterior Jesús no se está dirigiendo a la Iglesia, sino a los judíos que vivían bajo la Ley y a sus dirigentes? Como vemos en la siguiente porción de Gálatas, Jesús nació y vivió bajo la Ley. Sus padres hicieron la presentación en el templo, fue circuncidado, participó en las festividades religiosas como la Pascua, etc.
Gál 4:4-5; Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, 5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.
No sólo vivió bajo la Ley, sino que fue el único capaz de cumplirla en espíritu y en verdad, redimiéndonos de la maldición de estar sometidos a ella (Gal 3:13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición...). Era necesario que la Ley se cumpliese en toda su plenitud, como dijo el mismo Jesús, y eso ya Él lo hizo.
Mt 5:17-18; No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. 18 Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.
Por eso Jesús no sólo fue ejemplar en el cumplimiento de la Ley, sino que además enseñó a los judíos que debían someterse a ella.
Mt 23:1-3; Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo: 2 En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. 3 Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen.
El mandamiento de diezmar, como todos los que proceden de la Ley, se aplicaba al pueblo de Israel, pero no a la Iglesia, que no está bajo la Ley sino bajo la gracia (Ro 6:14-15; 7:4,6). No debemos ignorar que la Iglesia surgió del Nuevo Pacto o Nuevo Testamento, y que éste no entró en vigor hasta después de morir Cristo.
He 9:15-17; Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna. 16 Porque donde hay testamento, es necesario que intervenga muerte del testador. 17 Porque el testamento con la muerte se confirma; pues no es válido entre tanto que el testador vive.
EL CAPÍTULO 7 DE LA EPÍSTOLA A LOS HEBREOS
El capítulo 7 de Hebreos es muy pertinente para el tema que nos ocupa, porque es de los pocos textos del Nuevo Testamento que mencionan los diezmos, aunque el argumento central no gira en torno a ellos. Analizándolo detenidamente podemos sacar, entre otras, las siguientes conclusiones:
  • Se pueden hacer diferentes conjeturas sobre el rey-sacerdote de Salem, Melquisedec, el cual no deja de ser un personaje un tanto misterioso. Lo relevante de él es que es tipo de Cristo y representa la realeza y sacerdocio eternos de éste.
  • El estatus superior de Melquisedec sobre Abraham se manifiesta en el hecho de que fue el primero quien bendijo al segundo y en que recibió a continuación los diezmos de lo que Abraham traía del botín. En este contexto, Melquisedec es mayor que Abraham, por cuanto está representando al que es Señor de cielos y tierra.
  • A diferencia del sacerdocio según el orden de Melquisedec, que es eterno e inmutable y necesitó de un solo sacrificio por los pecados de toda la humanidad, el sacerdocio levítico está constituido por hombres mortales ligados a un linaje, que tienen que estar continuamente realizando sacrificios por sus propios pecados y por los del pueblo.
  • La entrega de diezmos de Abraham a Melquisedec también se le imputa a Leví, quien recoge los diezmos de sus hermanos, que son igualmente hijos de Abraham. Que los levitas, en sentido figurado, entregaran aún antes de nacer los diezmos a Melquisedec por medio de su padre Abraham, es otra muestra de que el sacerdocio de Aarón es de un orden inferior al de Melquisedec, que es por el que se rige la Iglesia.
  • La Ley, que instauró el sacerdocio levítico, aunque era perfecta y santa resultó ineficaz para la salvación, por cuanto por las obras de la Ley nadie puede ser justificado. Por eso vino Cristo, sumo sacerdote según el orden de Melquisedec, para redimirnos de la maldición de la Ley y establecer un Nuevo Pacto en su sangre, que nos trae la salvación por gracia, por medio de la fe; esa misma fe que tuvo nuestro padre Abraham. Al cambiarse el sacerdocio levítico, también se ha tenido que cambiar la Ley. Ahora seguimos la Ley de Cristo (1 Co 9:20-21; Gál 6:2), la Ley del Espíritu (Ro 8:2), que nos hace libres (Stg 2:12).
  • Dios les dio a los levitas instrucciones detalladas sobre su ministerio y en particular sobre la regulación de los diezmos. Sin embargo, ni este texto ni ningún otro del Nuevo Testamento nos dice nada respecto a que se deba diezmar en la Iglesia.
  • Hay que tener en cuenta que bajo el Nuevo Pacto no existe ninguna clase sacerdotal separada del resto de los miembros del cuerpo de Cristo o Iglesia, sino que somos todos reyes y sacerdotes (1 P 2:5,9 “5 vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. “9 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios...”; Ap 1:5-6 “5 ...Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, 6 y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre...”). Por lo tanto, ¿quién -sea pastor, evangelista, o lo que sea- puede atribuirse el derecho de ordenar que se recaude dinero en concepto de diezmos, si ni Cristo, ni el Espíritu Santo por Él enviado nos enseñó nada sobre esta cuestión?
Permaneciendo aún en el capítulo 7 de Hebreos, vamos a fijarnos en lo que dice el versículo 5 y su relación con el 16 y especialmente con los versículos 18-19. En estos últimos se hace referencia a un mandamiento anterior que queda abrogado. Esto nos retrotrae al versículo 5, el único en este capítulo que nos habla de un mandamiento, el que tienen los hijos de Leví “de tomar del pueblo los diezmos según la ley”.
He 7:5; Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley, es decir, de sus hermanos, aunque éstos también hayan salido de los lomos de Abraham.
He 7:18-19; Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia 19 (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios.
En resumen, lo que nos están diciendo los versículos anteriores es que el mandamiento dado por la Ley a los levitas de tomar del pueblo los diezmos, queda abrogado para la Iglesia, porque no está bajo la Ley ni se rige por el sacerdocio levítico.
CONSIDERACIONES FINALES
Podemos hacernos la siguiente pregunta: además de los productos obtenidos de la actividad agrícola y ganadera, ¿había que apartar los diezmos de productos obtenidos de otras actividades como la artesanía, la pesca o la minería? ¿Y los que vivían de un salario a cambio de la prestación de un servicio, o los que se apropiaban de botines de guerra? Aunque apenas hay información al respecto, todo apunta a que debían entregar los diezmos de todas sus ganancias, independientemente de la actividad de la que procedieran éstas.
Nehemías en su celo por restaurar la observancia de la Ley, entre otras cosas acordó con todo el pueblo lo siguiente:
Neh 10:37; ...que traeríamos también las primicias de nuestras masas, y nuestras ofrendas, y del fruto de todo árbol, y del vino y del aceite, para los sacerdotes, a las cámaras de la casa de nuestro Dios, y el diezmo de nuestra tierra para los levitas; y que los levitas recibirían las décimas de nuestras labores en todas las ciudades.
Deducimos que también los fariseos daban los diezmos de todas sus ganancias, sin especificar su procedencia, a juzgar por la oración del fariseo orgulloso que se expone en Lucas.
Lc 18:11-12; El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; 12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.
En cuanto a apropiaciones de botines de guerra, a diferencia de Abraham, que dio a Melquisedec los diezmos del botín de guerra (las escrituras no aclaran si lo hizo por propia iniciativa o en obediencia a un mandato divino), los israelitas no entregaron el diezmo del botín cuando derrotaron a los madianitas, sino un tributo u ofrenda equivalente al 0,2% (“de quinientos, uno”) de la mitad del botín repartido entre los 12.000 que participaron en la batalla, y un 2% (“uno de cada cincuenta”) de la otra mitad del botín repartido entre el resto de la congregación, que no fue a la guerra. Es importante resaltar aquí que la Ley, con todos sus decretos y estatutos, ya había sido dada y que fue Jehová mismo quien ordenó a Moisés que se repartiera el botín de esta manera. Entiendo que en este caso Dios no dictó una norma para regular el reparto de los botines de guerra, sino que dio un mandato exclusivo para esa ocasión.
Por cierto, aquí también se sigue el mismo principio manifestado en Nm 18:26-28 de entregar al sumo sacerdote como parte consagrada a Jehová la décima parte de lo que reciben los levitas, ya que a éstos se le entrega un 2% del botín y a Eleazar un 0,2%, que es justamente la décima parte.
Nm 31:25-31; Y Jehová habló a Moisés, diciendo: 26 Toma la cuenta del botín que se ha hecho, así de las personas como de las bestias, tú y el sacerdote Eleazar, y los jefes de los padres de la congregación; 27 y partirás por mitades el botín entre los que pelearon, los que salieron a la guerra, y toda la congregación. 28 Y apartarás para Jehová el tributo de los hombres de guerra que salieron a la guerra; de quinientos, uno, así de las personas como de los bueyes, de los asnos y de las ovejas. 29 De la mitad de ellos lo tomarás; y darás al sacerdote Eleazar la ofrenda de Jehová. 30 Y de la mitad perteneciente a los hijos de Israel tomarás uno de cada cincuenta de las personas, de los bueyes, de los asnos, de las ovejas y de todo animal, y los darás a los levitas, que tienen la guarda del tabernáculo de Jehová. 31 E hicieron Moisés y el sacerdote Eleazar como Jehová mandó a Moisés.
Si, como sabemos, los cristianos no estamos bajo la Ley, no tiene sentido exigir el pago de los diezmos, la circuncisión, el día de reposo, los sacrificios de animales o cualquier otro precepto restringido al Viejo Pacto. En muchas congregaciones se enseña que el creyente debe entregar el diezmo, pero inexplicablemente se le exime de ofrendar las primicias del fruto de la tierra y los primogénitos del ganado; eso no es coherente con lo que enseña la Ley. No se deben extraer sólo aquellas normas que nos interesen de todo el paquete de la Ley, tales como aceptar los diezmos pero rechazar la observancia del sábado, por ejemplo. Recordemos lo que nos dice Santiago en su epístola:
Stg 2:10; Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos.
No menos importante es la advertencia del apóstol Pablo a los judaizantes, aplicable a los cristianos hoy:
Gal 5:1-4; Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. 2 He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo. 3 Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley. 4 De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.
Vuelvo a incidir en el hecho de que durante la estancia de Jesús en la Tierra no hay constancia de que pidiera para Él y sus discípulos el diezmo, o que diera instrucciones sobre el mismo para después de su muerte. Tampoco se encuentra dicha práctica o enseñanza en los Hechos de los Apóstoles, ni en las epístolas, ni en Apocalipsis. Por otra parte, si, como hemos visto, todos los creyentes nacidos de nuevo somos reyes y sacerdotes (1 P 2:5,9; Ap 1:5-6) deberíamos recibir los diezmos en vez de darlos, lo cual conduciría a una pregunta un tanto absurda: ¿Recibirlos de quién? Obviamente de nadie. Así que todo indica que bajo el nuevo pacto nadie debe entregar ni recibir diezmos.
Incluso los judíos fieles dejaron de diezmar, tras la dispersión producida en los años 70 después de Cristo y la pérdida de registros durante la persecución y holocausto de la segunda guerra mundial, a pesar de que siguen practicando otros preceptos legales. Esto obedece a dos razones: 1) Tras su expulsión, luego de la destrucción de Jerusalén y el templo, se vieron privados del lugar establecido por Dios para celebrar con una comida ceremonial la entrega de los diezmos, y 2) La pérdida de identidad de la mayoría de los levitas tras su largo exilio de varios siglos. Pero, como suele decirse, muchos dirigentes cristianos de la actualidad son más papistas que el papa en cuestión de diezmos, ya que se atreven a pedirlo a sus hermanos, cuando los depositarios de la Ley y descendientes naturales de Israel estiman que en las circunstancias actuales no deben recogerse los diezmos.
En cambio, sí que aparecen en el Nuevo Testamento numerosas referencias a las ofrendas, que se destinaban a cubrir las necesidades de los santos y de otras personas necesitadas. Éstas deben darse voluntariamente como un acto de agradecimiento por todo lo que Dios nos da; debe hacerse con un corazón generoso y alegre, y a ser posible deben darse en secreto, para que sea Dios quien nos recompense públicamente en el cielo y no aquí el hombre (actualmente los diezmos suelen entregarse en un sobre en el que se indica el nombre de la persona o familia, exigiéndose en muchos casos del administrador de las finanzas de la congregación un certificado anual de los diezmos entregados para poderse desgravar fiscalmente por aportaciones a asociaciones de carácter benéfico o religioso).
Mt 6:1-4; Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. 2 Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 3 Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, 4 para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
Podemos, pues, concluir que el sacerdocio levítico y la Ley, así como los diezmos, que emanan de ella, han sido abolidos por Dios en la Iglesia. No obstante, ciertos principios espirituales que inspiraron el diezmo, como ayudar a los necesitados y mayormente a los de la familia de la fe, siguen estando vigentes.
Gal 6:10; Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.
Hay hermanos que aunque reconocen que los diezmos no son obligatorios bajo el nuevo pacto, dicen que ellos los entregan de modo voluntario. No tengo nada que objetar a que alguien done una cantidad de dinero equivalente al diezmo (o mayor, si lo desea), siempre que lo haga anónimamente en forma de ofrenda. Si alguien no cree en la obligación de diezmar, pero entrega el diezmo como tal, además de incongruente, está siendo cómplice de una práctica, que en mi opinión es fraudulenta.
Sólo Dios puede juzgar las motivaciones de las personas, pero cada uno de nosotros debe preguntarse por qué hace las cosas: ¿Lo hago por convicción propia? ¿Lo hago para agradar a Dios, o a los hombres? ¿Lo hago, tal vez, por miedo a ser rechazado por el pastor o el grupo de hermanos de mi congregación? Recuerda que seguir a Cristo exige pagar un precio; requiere renuncia, sacrificio e incluso persecución.
Quienes dirigen las congregaciones y en general los que enseñan sobre la Palabra, deben hacerlo con mucho temor y extrema prudencia, porque ser guías de otros conlleva una gran responsabilidad por la que un día darán cuenta a Dios. Si estás convencido de algo y lo haces sin dudar, ¡adelante! (Ro 14:22-23; “¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba. 23 Pero el que duda sobre lo que come -o sobre cualquier otro asunto-, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado). Ahora bien, considerando todo lo que hasta aquí se ha expuesto ¿no te ha entrado ninguna duda razonable que cuestione la supuesta obligación de diezmar por parte de los cristianos?
Pienso que presionar a los creyentes para que diezmen entraña un gran peligro, tanto para los que ejercen esa presión como para los que se sienten presionados. Estos últimos pueden ceder a la tentación de tratar de aliviar su carga, sustrayendo parte del diezmo. Dicho comportamiento hipócrita acarrea condenación, no tanto por no diezmar, sino por fingir que se ha diezmado, cuando en realidad se ha hecho con trampa o de manera infiel (Hch 5:3-5). ¿Quién sabe cuantos casos de estos se estarán dando hoy día? Pero también hay un grave riesgo para los que enseñan que se debe diezmar, porque si, como creo, eso es incorrecto, están poniendo cargas innecesarias y posibles piedras de tropiezo a sus hermanos, de lo cual tendrán que responder ante Dios (Mt 23:4; también Lc 11:46).
Hch 5:3-5; Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? 4 Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios. 5 Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron. 6 Y levantándose los jóvenes, lo envolvieron, y sacándolo, lo sepultaron.
Mt 23:4; Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar -los escribas y fariseos-, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.
Hay algunas otras referencias a los diezmos que no he tratado (1 S 8:15,17; 2 Cr 31:5), por considerarlas tangenciales o no relevantes para el objetivo que me había propuesto, que era el de tratar de esclarecer si la Iglesia está sujeta o no al diezmo.
Bendiciones en el Señor.