Santiago
3:1-12
Stg
3:1; Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros,
sabiendo que recibiremos mayor condenación.
Este
versículo apunta a que hay muchos creyentes que pretenden ser
maestros, a los cuales se les advierte que serán juzgados con mayor
severidad. Ciertamente todos nos equivocamos y asimismo todos
seremos juzgados por lo que decimos y hacemos. Sin embargo, la
responsabilidad de los que enseñan en las congregaciones es mayor,
porque ejercen gran influencia sobre otras personas y en caso de
error pueden hacer que muchas de ellas se extravíen de la verdad.
Por eso es natural que los que se erigen a sí mismos como maestros
sean juzgados más severamente.
La
Biblia enseña claramente que los verdaderos maestros son
constituidos por Dios (Ef 4:11-12). Por lo tanto, aquellos que
se auto nombran a sí mismos o son elegidos por otros sin haber
recibido ese don, son falsos. Los maestros puestos por Dios han
convivido en la Iglesia con los que ha impuesto el hombre, desde el
primer siglo de nuestra era (2 P 2:1-2).
Ef
4:11-12; Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a
otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,
12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio,
para la edificación del cuerpo de Cristo...
2
P 2:1-2; Pero hubo también falsos profetas entre el
pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán
encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al
Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción
repentina. 2 Y muchos seguirán sus disoluciones, por
causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado…
Esa
coexistencia entre verdaderos y falsos maestros sigue dándose hoy
día, por lo que es necesario observar sus frutos para poder
distinguir a unos de otros, como nos lo advierte el Señor (Mt
7:15-16). Así que, además de verificar con la Palabra la
corrección de la enseñanza de los maestros, debemos también
considerar el resultado de su conducta (He 13:7).
Mt
7:15-16; Guardaos de los falsos profetas, que vienen a
vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.
16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los
espinos, o higos de los abrojos?
He
13:7; Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de
Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su
conducta, e imitad su fe.
Los
nombramientos de maestros que Dios no ha llamado a ese ministerio
proceden de la carne y no del Espíritu. En el mejor de los casos,
quienes designan a estos pseudomaestros lo hacen inconscientemente
por error, y en otros casos se dejan influir por cuestiones tales
como: una especial amistad, una relación de parentesco, el estatus
social del candidato, sus conocimientos seculares, su simpatía, etc.
Todo eso, si no cuenta con el respaldo de Dios, es inútil y aun
contraproducente para la edificación del cuerpo de Cristo.
Stg
3:2; Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en
palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el
cuerpo.
Todos
ofendemos muchas veces, seamos o no conscientes de ello. Unas veces
lo hacemos voluntariamente y otras sin querer, por nuestra torpeza o
falta de sensibilidad. Ahora bien, muchas de las ofensas causadas
provienen de un mal uso de la palabra. La mayoría de ellas se
podrían evitar si fuésemos capaces de controlarnos, controlando
nuestra lengua y decidiendo si debemos o no decir algo, así como
para qué, cuándo, dónde y cómo decirlo, tratando así de evitar
malentendidos y causar ofensas.
Pr
12:18-19; Hay hombres cuyas palabras son como golpes
de espada; mas la lengua de los sabios es medicina. 19 El
labio veraz permanecerá para siempre; mas la lengua mentirosa sólo
por un momento.
Pr
15:4, 23;
4 La
lengua apacible es árbol de vida; mas la perversidad de ella es
quebrantamiento de espíritu.
23
El hombre se alegra con la respuesta de su boca; y la
palabra a su tiempo, ¡cuán buena es!
Cuando
nos enteramos de que alguien murmura contra nosotros solemos
indignarnos, olvidándonos de que en ciertas ocasiones también
nosotros hemos hecho lo mismo (Ec 7:21-22). En dicha
situación lo mejor es llevar nuestra carga a Cristo para descansar
en Él, en vez de irritarnos y estar pendientes de las habladurías y
chismes de la gente (Mt 11:28-30; Sal 109:28-29; 1 P 3:16).
Ec
7:21-22; Tampoco apliques tu corazón a todas las
cosas que se hablan, para que no oigas a tu siervo cuando dice mal de
ti; 22 porque tu corazón sabe que tú también dijiste mal de otros
muchas veces.
Mt
11:28-30; Venid a mí todos los que estáis trabajados
y cargados, y yo os haré descansar. 29 Llevad mi yugo sobre
vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y
hallaréis descanso para vuestras almas; 30 porque mi yugo
es fácil, y ligera mi carga.
Sal
109:28-29; Maldigan ellos, pero bendice tú;
levántense, mas sean avergonzados, y regocíjese tu siervo. 29 Sean
vestidos de ignominia los que me calumnian; sean cubiertos
de confusión como con manto.
1
P 3:16; ...teniendo buena conciencia,
para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean
avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo.
Stg
3:3-4; He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos
para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. 4 Mirad
también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos
vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que
las gobierna quiere.
Si
fuésemos plenamente conscientes en cada momento de las reacciones
que nuestras palabras, acompañadas de nuestros gestos y expresión
facial, pueden causar en nuestros interlocutores, seríamos mucho más
cuidadosos. Las palabras pueden hacernos mucho bien a nosotros mismos
y a los demás, pero también pueden causar gran destrucción.
Sal
39:1; Yo dije: Atenderé a mis caminos, para no
pecar con mi lengua; guardaré mi boca con freno, en tanto
que el impío esté delante de mí.
Pr
10:19; En las muchas palabras no falta pecado; mas el
que refrena sus labios es prudente.
Stg
1:26; Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no
refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal
es vana.
1
P 3:10 (Sal 34:12-13); Porque: El que quiere amar la
vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no
hablen engaño...
Stg
3:5; Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de
grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño
fuego!
Es
muy importante que prestemos especial atención a las provocaciones y
a las subsiguientes reacciones de ira que pueden surgir en cualquier
discusión, porque a menudo la ira se retroalimenta mutuamente entre
los contendientes y puede ascender en espiral hasta alcanzar grandes
cotas de violencia, pasando incluso de los dichos a los hechos. Y
todo eso, como sabiamente se indica en este versículo, puede ser
producido por una simple palabra pronunciada por un pequeño órgano,
como es la lengua.
Pr
15:1, 18;
1 La
blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el
furor.
18 El
hombre iracundo promueve contiendas; mas el que tarda en airarse
apacigua la rencilla.
Stg
1:19-20; Por esto, mis amados hermanos, todo hombre
sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; 20
porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.
Stg
3:6; Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está
puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama
la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno.
Cada
persona es dueña de sus pensamientos y sentimientos, pero cuando
éstos se expresan en palabras y llegan a oídos de otros ya no
pueden regresar y ser cambiadas. Una vez que las palabras salen de
nuestras bocas, perdemos el control sobre ellas y ya no podemos
evitar que produzcan determinado efecto. Como nos enseña la Palabra
de Dios, las malas palabras afectan y contaminan a sus emisores, sus
receptores y a todo cuanto les rodea.
Pr
18:20-21; Del fruto de la boca del hombre se llenará
su vientre; se saciará del producto de sus labios. 21 La muerte y la
vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus
frutos.
Mt
15:17-20; ¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al
vientre, y es echado en la letrina? 18 Pero lo que
sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. 19
Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los
adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios,
las blasfemias. 20 Estas cosas son las que contaminan al hombre;
pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre.
Si
comparamos al ser humano con un volcán, observamos cierto
paralelismo entre ambos. Todo lo malo que alberga nuestro corazón es
como el magma de un volcán que, cuando se somete a una presión
incontenible, se desborda y arroja violentamente su lava por la boca,
expulsando piedras, cenizas y lenguas de fuego destructivas a su
alrededor.
Stg
3:7-8; Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes,
y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza
humana; 8 pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal
que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal.
De
modo admirable, el ser humano ha sido capaz de domesticar animales de
toda especie en estado salvaje, e incluso ha podido ejercer cierto
control sobre determinadas fuerzas de la naturaleza; pero en cambio
ha fallado estrepitosamente en controlar su lengua. Y eso ha sido
causa de muchas desgracias, tanto a nivel interpersonal como en el
ámbito de las relaciones nacionales e internacionales.
Sal
120:2-3; Libra mi alma, oh Jehová, del labio
mentiroso, y de la lengua fraudulenta. 3 ¿Qué te dará,
o qué te aprovechará, oh lengua engañosa?
Ro
3:13-14 (Sal 140:3); Sepulcro abierto es su garganta;
con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios;
14 su boca está llena de maldición y de amargura.
Sin
embargo, los cristianos tenemos que ejercer el dominio propio que
Dios nos ha dado para controlar lo que decimos y hacemos (2
Ti 1:7). Y esto implica cuidar o guardar nuestro corazón, porque
de él mana la vida (Pr 4:23-24) y porque de la
abundancia del corazón habla la boca (Mt 12:34-37).
2
Ti 1:7; Porque no nos ha dado Dios espíritu de
cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.
Pr
4:23-24; Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón;
porque de él mana la vida. 24 Aparta de ti la perversidad de la
boca, y aleja de ti la iniquidad de los labios.
Mt
12:34-37; ¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis
hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón
habla la boca. 35 El hombre bueno, del buen tesoro del
corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca
malas cosas. 36 Mas yo os digo que de toda palabra
ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del
juicio. 37 Porque por tus palabras serás justificado, y por tus
palabras serás condenado.
En
lo más recóndito de nuestros corazones pueden hallarse pensamientos
y sentimientos de los que no siempre somos plenamente conscientes.
Así que es bueno que nos preguntemos a nosotros mismos por qué y
para qué hacemos o dejamos de hacer las cosas. Las motivaciones
pueden ser muy variadas y detrás de una acción aparente u
objetivamente noble puede esconderse una motivación perversa. Por
eso debemos ser sinceros con nosotros mismos delante de Dios, que
todo lo ve. Podemos engañar a los demás y a nosotros mismos, pero
no a Dios. Nuestra motivación correcta consiste en buscar la gloria
de Dios y no nuestra propia gloria, recibir nuestra recompensa en el
cielo y no en la tierra, hacer todas las cosas para el Señor (Ef
6:5-8; Ro 14:6-8). Así que, lo mejor que podemos hacer es
entregarle a Él nuestro corazón (Pr 23:26).
Ef
6:5-8; Siervos, obedeced a vuestros amos
terrenales con temor y temblor, con sencillez de
vuestro corazón, como a Cristo; 6 no sirviendo al
ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de
Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios;
7 sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a
los hombres, 8 sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ése
recibirá del Señor, sea siervo o sea libre.
Ro
14:6-8; El que hace caso del día, lo hace para el
Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El
que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no
come, para el Señor no come, y da gracias a Dios. 7
Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí.
8 Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si
morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que
vivamos, o que muramos, del Señor somos.
Pr
23:26; Dame, hijo mío, tu corazón,
y miren tus ojos por mis caminos.
Stg
3:9; Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los
hombres, que están hechos a la semejanza de Dios.
De
nada vale si sólo bendecimos a Dios y no a nuestros semejantes que,
como nosotros, están hechos a su imagen y semejanza (1 Jn
4:20-21; Gn 1:26). Pero si cumplimos el mandamiento explícito de
Dios de amarlo a Él sobre todas las cosas y al prójimo como a
nosotros mismos, estaremos bendiciendo a nuestros semejantes.
1
Jn 4:20-21; Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece
a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su
hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha
visto? 21 Y nosotros tenemos este mandamiento de él:
El que ama a Dios, ame también a su hermano.
Gál
5:14; Porque toda la ley en esta sola palabra se
cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Stg
3:10-11; De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos
míos, esto no debe ser así. 11 ¿Acaso alguna fuente echa por una
misma abertura agua dulce y amarga?
En
la lucha que se libra en nuestro interior entre el Espíritu y la
carne, a veces sucumbimos a los deseos de ésta. Es entonces cuando
en vez de bendecir con nuestros labios, maldecimos. Pero de igual
modo que por la abertura de una fuente no puede salir
alternativamente agua dulce y amarga, tampoco deberían salir por
nuestra boca palabras de bendición y maldición, sino sólo de
bendición. Por consiguiente tenemos que bendecir siempre y bajo
cualquier circunstancia (Ro 12:14) y debemos hacerlo
con total sinceridad (Sal 62:4; Jer 9:8).
Ro
12:14; Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no
maldigáis.
Sal
62:4; ...Aman la mentira; con su boca bendicen, pero
maldicen en su corazón…
Jer
9:8; Saeta afilada es la lengua de ellos; engaño
habla; con su boca dice paz a su amigo, y dentro de sí pone sus
asechanzas.
Pero
eso sólo es posible si permitimos que el Espíritu que mora en
nosotros tome por completo el control de nuestras vidas, tal como nos
exhorta Pablo en sus epístolas (Gá 5:16-17).
Gá
5:16-17; Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no
satisfagáis los deseos de la carne. 17 Porque el deseo de la carne
es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y
éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.
Stg
3:12; Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o
la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y
dulce.
Cada
árbol se conoce por su fruto, por lo que de un discípulo de Cristo
cabe esperar que produzca frutos dignos de arrepentimiento, fruto del
Espíritu que mora en él. Y eso incluye, como hemos visto, que de su
boca sólo salgan palabras de bendición.
Mt
3:8; (Juan el bautista a los fariseos y saduceos) Haced,
pues, frutos dignos de arrepentimiento…
Hch
26:20; ...sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco,
y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que
se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de
arrepentimiento.
Lc
6:43-44 (también Mt 7:16-17); No es buen árbol el
que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto. 44
Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se
cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas.
Pr
10:31-32; La boca del justo producirá sabiduría; mas
la lengua perversa será cortada. 32 Los labios del justo saben
hablar lo que agrada; mas la boca de los impíos habla perversidades.
Pr
15:2; La lengua de los sabios adornará la sabiduría;
mas la boca de los necios hablará sandeces.
REFLEXIÓN
ADICIONAL SOBRE EL USO DE LA LENGUA
Dios,
que es la Verdad, quiere que los hombres, que están hechos a su
imagen y semejanza, se conduzcan conforme a la verdad. Por el
contrario, Satanás, que es el primer mentiroso y, por tanto, padre
de toda mentira, trata de engañarnos (Para una reflexión mucho más
amplia y detallada acerca de la verdad, se puede leer mi
estudio “¿Qué es la verdad?” en mi
blog http://amar-la-verdad.blogspot.com/). Los
siguientes versículos son una pequeña muestra de la trascendental
importancia que tiene para los hombres decir la verdad, porque Dios,
que todo lo ve y oye, nos va a juzgar por eso.
Sal
15:1-3; Jehová, ¿quién
habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? 2
El que anda en integridad y hace justicia, y
habla verdad en su corazón. 3 El que no calumnia
con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno
contra su vecino.
Zac
8:16-17; Estas son las cosas que habéis de hacer: Hablad
verdad cada cual con su prójimo; juzgad según la verdad y
lo conducente a la paz en vuestras puertas. 17 Y ninguno de vosotros
piense mal en su corazón contra su prójimo, ni améis el juramento
falso; porque todas estas son cosas que aborrezco, dice Jehová.
Se
puede hacer un mal uso de la lengua de muy diversas maneras: diciendo
mentiras, absteniéndonos de defender la verdad, propagando o
aceptando falsos rumores, quejándonos indiscriminadamente,
murmurando, calumniando, testificando falsamente, injuriando,
maldiciendo, etc.
Éx
20:16 (Dt 5:20); No hablarás contra tu prójimo falso
testimonio.
Éx
23:1; No admitirás falso rumor. No te concertarás
con el impío para ser testigo falso.
Lv
19:11-12; No hurtaréis, y no engañaréis ni
mentiréis el uno al otro. 12 Y no juraréis falsamente por mi
nombre, profanando así el nombre de tu Dios. Yo Jehová.
En
cuanto al juramento, en el pacto que Dios hizo con su pueblo Israel,
aparte de prohibir lógicamente el perjurio, mandó que jurasen por
su nombre (Dt 6:13; Jer 5:7). Sin embargo este
mandamiento fue abolido por Jesús en el nuevo pacto, con la
prohibición expresa de jurar, cualquiera que sea la circunstancia o
el nombre invocado (Mt 5:33-34,37; Stg 5:12).
Dt
6:13; A Jehová tu Dios temerás, y a él solo servirás, y
por su nombre jurarás.
Jer
5:7; ¿Cómo te he de perdonar por esto? Sus hijos me
dejaron, y juraron por lo que no es Dios. Los sacié, y
adulteraron, y en casa de rameras se juntaron en compañías.
Mt
5:33-34, 37;
33 Además
habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino
cumplirás al Señor tus juramentos. 34 Pero yo os digo: No juréis
en ninguna manera…
37
Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de
esto, de mal procede.
Stg
5:12; Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni
por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino
que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en
condenación.
El
mal uso de la lengua no se limita exclusivamente a no mentir, porque
decir verdades para perjudicar al prójimo también es perverso. Por
tanto, Dios no sólo rechaza toda clase de mentira, incluidas las
llamadas “mentiras piadosas”, sino también verdades usadas como
arma arrojadiza para herir o tratar de hundir a alguien, mencionando
maliciosamente defectos o errores cometidos, empleando un tono
despectivo o de burla, escogiendo un momento o lugar inapropiado,
aireando en público cuestiones que se deben tratar en privado, etc.
Mención
especial merece la murmuración, que consiste en hablar mal de
alguien que, al estar ausente, no tiene oportunidad de defenderse,
independientemente de que las declaraciones en su contra sean o no
ciertas. Dios, por supuesto, condena la murmuración (Fil
2:14; Stg 4:11), así como toda crítica destructiva (la
autocrítica y la reflexión crítica para corregir y mejorar cosas,
hecha con moderación, respeto y de buena fe, puede incluso ser
beneficiosa para todos, y no necesariamente contraproducente y
pecaminosa).
Fil
2:14; Haced todo sin murmuraciones y contiendas…
Stg
4:11; Hermanos, no murmuréis los unos de los otros.
El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y
juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres
hacedor de la ley, sino juez.
Por
último quiero hacer una breve consideración sobre las calumnias y
otras injusticias semejantes que se pueden cometer con la lengua,
como son los juramentos y testimonios falsos. Indudablemente las
consecuencias de estos pecados pueden ser demoledoras para quienes
padecen la ofensa. Por eso en los casos de calumnia o falsa
acusación, así como en los de robo o apropiación indebida de
bienes, la Biblia nos enseña que los infractores, además de pedir
perdón a Dios y a sus víctimas, tienen que restituir la buena fama,
el honor o los bienes que les han quitado a éstas, añadiendo en su
caso una compensación por daños y perjuicios causados. Si no se
cumplen todos estos requisitos es porque no hay verdadero
arrepentimiento y entonces no podemos esperar el perdón de Dios.
Lv
6:2-5; Cuando una persona pecare e hiciere
prevaricación contra Jehová, y negare a su prójimo lo encomendado
o dejado en su mano, o bien robare o calumniare
a su prójimo, 3 o habiendo hallado lo perdido después
lo negare, y jurare en falso; en alguna de todas aquellas cosas en
que suele pecar el hombre, 4 entonces, habiendo pecado
y ofendido, restituirá aquello que robó, o el
daño de la calumnia, o el depósito que se le
encomendó, o lo perdido que halló, 5 o todo
aquello sobre que hubiere jurado falsamente; lo restituirá por
entero a aquel a quien pertenece, y añadirá a ello la quinta parte,
en el día de su expiación.
Bendiciones
a todos en Cristo.