21/12/18

El poder de la lengua

Santiago 3:1-12

Stg 3:1; Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.

Este versículo apunta a que hay muchos creyentes que pretenden ser maestros, a los cuales se les advierte que serán juzgados con mayor severidad. Ciertamente todos nos equivocamos y asimismo todos seremos juzgados por lo que decimos y hacemos. Sin embargo, la responsabilidad de los que enseñan en las congregaciones es mayor, porque ejercen gran influencia sobre otras personas y en caso de error pueden hacer que muchas de ellas se extravíen de la verdad. Por eso es natural que los que se erigen a sí mismos como maestros sean juzgados más severamente.

La Biblia enseña claramente que los verdaderos maestros son constituidos por Dios (Ef 4:11-12). Por lo tanto, aquellos que se auto nombran a sí mismos o son elegidos por otros sin haber recibido ese don, son falsos. Los maestros puestos por Dios han convivido en la Iglesia con los que ha impuesto el hombre, desde el primer siglo de nuestra era (2 P 2:1-2).

Ef 4:11-12; Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, 12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo...

2 P 2:1-2; Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. 2 Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado

Esa coexistencia entre verdaderos y falsos maestros sigue dándose hoy día, por lo que es necesario observar sus frutos para poder distinguir a unos de otros, como nos lo advierte el Señor (Mt 7:15-16). Así que, además de verificar con la Palabra la corrección de la enseñanza de los maestros, debemos también considerar el resultado de su conducta (He 13:7).

Mt 7:15-16; Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. 16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?

He 13:7; Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe.

Los nombramientos de maestros que Dios no ha llamado a ese ministerio proceden de la carne y no del Espíritu. En el mejor de los casos, quienes designan a estos pseudomaestros lo hacen inconscientemente por error, y en otros casos se dejan influir por cuestiones tales como: una especial amistad, una relación de parentesco, el estatus social del candidato, sus conocimientos seculares, su simpatía, etc. Todo eso, si no cuenta con el respaldo de Dios, es inútil y aun contraproducente para la edificación del cuerpo de Cristo.

Stg 3:2; Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.

Todos ofendemos muchas veces, seamos o no conscientes de ello. Unas veces lo hacemos voluntariamente y otras sin querer, por nuestra torpeza o falta de sensibilidad. Ahora bien, muchas de las ofensas causadas provienen de un mal uso de la palabra. La mayoría de ellas se podrían evitar si fuésemos capaces de controlarnos, controlando nuestra lengua y decidiendo si debemos o no decir algo, así como para qué, cuándo, dónde y cómo decirlo, tratando así de evitar malentendidos y causar ofensas.

Pr 12:18-19; Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; mas la lengua de los sabios es medicina. 19 El labio veraz permanecerá para siempre; mas la lengua mentirosa sólo por un momento.

Pr 15:4, 23;
La lengua apacible es árbol de vida; mas la perversidad de ella es quebrantamiento de espíritu.
23 El hombre se alegra con la respuesta de su boca; y la palabra a su tiempo, ¡cuán buena es!

Cuando nos enteramos de que alguien murmura contra nosotros solemos indignarnos, olvidándonos de que en ciertas ocasiones también nosotros hemos hecho lo mismo (Ec 7:21-22). En dicha situación lo mejor es llevar nuestra carga a Cristo para descansar en Él, en vez de irritarnos y estar pendientes de las habladurías y chismes de la gente (Mt 11:28-30; Sal 109:28-29; 1 P 3:16).

Ec 7:21-22; Tampoco apliques tu corazón a todas las cosas que se hablan, para que no oigas a tu siervo cuando dice mal de ti; 22 porque tu corazón sabe que tú también dijiste mal de otros muchas veces.

Mt 11:28-30; Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. 29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; 30 porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.

Sal 109:28-29; Maldigan ellos, pero bendice tú; levántense, mas sean avergonzados, y regocíjese tu siervo. 29 Sean vestidos de ignominia los que me calumnian; sean cubiertos de confusión como con manto.

1 P 3:16; ...teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo.

Stg 3:3-4; He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. 4 Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere.

Si fuésemos plenamente conscientes en cada momento de las reacciones que nuestras palabras, acompañadas de nuestros gestos y expresión facial, pueden causar en nuestros interlocutores, seríamos mucho más cuidadosos. Las palabras pueden hacernos mucho bien a nosotros mismos y a los demás, pero también pueden causar gran destrucción.

Sal 39:1; Yo dije: Atenderé a mis caminos, para no pecar con mi lengua; guardaré mi boca con freno, en tanto que el impío esté delante de mí.

Pr 10:19; En las muchas palabras no falta pecado; mas el que refrena sus labios es prudente.

Stg 1:26; Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana.

1 P 3:10 (Sal 34:12-13); Porque: El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño...

Stg 3:5; Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!

Es muy importante que prestemos especial atención a las provocaciones y a las subsiguientes reacciones de ira que pueden surgir en cualquier discusión, porque a menudo la ira se retroalimenta mutuamente entre los contendientes y puede ascender en espiral hasta alcanzar grandes cotas de violencia, pasando incluso de los dichos a los hechos. Y todo eso, como sabiamente se indica en este versículo, puede ser producido por una simple palabra pronunciada por un pequeño órgano, como es la lengua.

Pr 15:1, 18;
La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor.
18 El hombre iracundo promueve contiendas; mas el que tarda en airarse apacigua la rencilla.

Stg 1:19-20; Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; 20 porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.

Stg 3:6; Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno.

Cada persona es dueña de sus pensamientos y sentimientos, pero cuando éstos se expresan en palabras y llegan a oídos de otros ya no pueden regresar y ser cambiadas. Una vez que las palabras salen de nuestras bocas, perdemos el control sobre ellas y ya no podemos evitar que produzcan determinado efecto. Como nos enseña la Palabra de Dios, las malas palabras afectan y contaminan a sus emisores, sus receptores y a todo cuanto les rodea.

Pr 18:20-21; Del fruto de la boca del hombre se llenará su vientre; se saciará del producto de sus labios. 21 La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos.

Mt 15:17-20; ¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina? 18 Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. 19 Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. 20 Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre.

Si comparamos al ser humano con un volcán, observamos cierto paralelismo entre ambos. Todo lo malo que alberga nuestro corazón es como el magma de un volcán que, cuando se somete a una presión incontenible, se desborda y arroja violentamente su lava por la boca, expulsando piedras, cenizas y lenguas de fuego destructivas a su alrededor.

Stg 3:7-8; Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; 8 pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal.

De modo admirable, el ser humano ha sido capaz de domesticar animales de toda especie en estado salvaje, e incluso ha podido ejercer cierto control sobre determinadas fuerzas de la naturaleza; pero en cambio ha fallado estrepitosamente en controlar su lengua. Y eso ha sido causa de muchas desgracias, tanto a nivel interpersonal como en el ámbito de las relaciones nacionales e internacionales.

Sal 120:2-3; Libra mi alma, oh Jehová, del labio mentiroso, y de la lengua fraudulenta. 3 ¿Qué te dará, o qué te aprovechará, oh lengua engañosa?

Ro 3:13-14 (Sal 140:3); Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; 14 su boca está llena de maldición y de amargura.

Sin embargo, los cristianos tenemos que ejercer el dominio propio que Dios nos ha dado para controlar lo que decimos y hacemos (2 Ti 1:7). Y esto implica cuidar o guardar nuestro corazón, porque de él mana la vida (Pr 4:23-24) y porque de la abundancia del corazón habla la boca (Mt 12:34-37).

2 Ti 1:7; Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.

Pr 4:23-24; Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida. 24 Aparta de ti la perversidad de la boca, y aleja de ti la iniquidad de los labios.

Mt 12:34-37; ¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. 35 El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. 36 Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. 37 Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.

En lo más recóndito de nuestros corazones pueden hallarse pensamientos y sentimientos de los que no siempre somos plenamente conscientes. Así que es bueno que nos preguntemos a nosotros mismos por qué y para qué hacemos o dejamos de hacer las cosas. Las motivaciones pueden ser muy variadas y detrás de una acción aparente u objetivamente noble puede esconderse una motivación perversa. Por eso debemos ser sinceros con nosotros mismos delante de Dios, que todo lo ve. Podemos engañar a los demás y a nosotros mismos, pero no a Dios. Nuestra motivación correcta consiste en buscar la gloria de Dios y no nuestra propia gloria, recibir nuestra recompensa en el cielo y no en la tierra, hacer todas las cosas para el Señor (Ef 6:5-8; Ro 14:6-8). Así que, lo mejor que podemos hacer es entregarle a Él nuestro corazón (Pr 23:26).

Ef 6:5-8; Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo; 6 no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios; 7 sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres, 8 sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ése recibirá del Señor, sea siervo o sea libre.

Ro 14:6-8; El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios. 7 Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. 8 Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos.

Pr 23:26; Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos.

Stg 3:9; Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios.

De nada vale si sólo bendecimos a Dios y no a nuestros semejantes que, como nosotros, están hechos a su imagen y semejanza (1 Jn 4:20-21; Gn 1:26). Pero si cumplimos el mandamiento explícito de Dios de amarlo a Él sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos, estaremos bendiciendo a nuestros semejantes.

1 Jn 4:20-21; Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? 21 Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.

Gál 5:14; Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Stg 3:10-11; De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. 11 ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?

En la lucha que se libra en nuestro interior entre el Espíritu y la carne, a veces sucumbimos a los deseos de ésta. Es entonces cuando en vez de bendecir con nuestros labios, maldecimos. Pero de igual modo que por la abertura de una fuente no puede salir alternativamente agua dulce y amarga, tampoco deberían salir por nuestra boca palabras de bendición y maldición, sino sólo de bendición. Por consiguiente tenemos que bendecir siempre y bajo cualquier circunstancia (Ro 12:14) y debemos hacerlo con total sinceridad (Sal 62:4; Jer 9:8).

Ro 12:14; Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis.

Sal 62:4; ...Aman la mentira; con su boca bendicen, pero maldicen en su corazón

Jer 9:8; Saeta afilada es la lengua de ellos; engaño habla; con su boca dice paz a su amigo, y dentro de sí pone sus asechanzas.

Pero eso sólo es posible si permitimos que el Espíritu que mora en nosotros tome por completo el control de nuestras vidas, tal como nos exhorta Pablo en sus epístolas (Gá 5:16-17).

Gá 5:16-17; Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. 17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.

Stg 3:12; Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.

Cada árbol se conoce por su fruto, por lo que de un discípulo de Cristo cabe esperar que produzca frutos dignos de arrepentimiento, fruto del Espíritu que mora en él. Y eso incluye, como hemos visto, que de su boca sólo salgan palabras de bendición.

Mt 3:8; (Juan el bautista a los fariseos y saduceos) Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento

Hch 26:20; ...sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.

Lc 6:43-44 (también Mt 7:16-17); No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto. 44 Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas.

Pr 10:31-32; La boca del justo producirá sabiduría; mas la lengua perversa será cortada. 32 Los labios del justo saben hablar lo que agrada; mas la boca de los impíos habla perversidades.

Pr 15:2; La lengua de los sabios adornará la sabiduría; mas la boca de los necios hablará sandeces.

REFLEXIÓN ADICIONAL SOBRE EL USO DE LA LENGUA

Dios, que es la Verdad, quiere que los hombres, que están hechos a su imagen y semejanza, se conduzcan conforme a la verdad. Por el contrario, Satanás, que es el primer mentiroso y, por tanto, padre de toda mentira, trata de engañarnos (Para una reflexión mucho más amplia y detallada acerca de la verdad, se puede leer mi estudio “¿Qué es la verdad?” en mi blog http://amar-la-verdad.blogspot.com/). Los siguientes versículos son una pequeña muestra de la trascendental importancia que tiene para los hombres decir la verdad, porque Dios, que todo lo ve y oye, nos va a juzgar por eso.

Sal 15:1-3; Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? 2 El que anda en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón. 3 El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino.

Zac 8:16-17; Estas son las cosas que habéis de hacer: Hablad verdad cada cual con su prójimo; juzgad según la verdad y lo conducente a la paz en vuestras puertas. 17 Y ninguno de vosotros piense mal en su corazón contra su prójimo, ni améis el juramento falso; porque todas estas son cosas que aborrezco, dice Jehová.

Se puede hacer un mal uso de la lengua de muy diversas maneras: diciendo mentiras, absteniéndonos de defender la verdad, propagando o aceptando falsos rumores, quejándonos indiscriminadamente, murmurando, calumniando, testificando falsamente, injuriando, maldiciendo, etc.

Éx 20:16 (Dt 5:20); No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.

Éx 23:1; No admitirás falso rumor. No te concertarás con el impío para ser testigo falso.

Lv 19:11-12; No hurtaréis, y no engañaréis ni mentiréis el uno al otro. 12 Y no juraréis falsamente por mi nombre, profanando así el nombre de tu Dios. Yo Jehová.

En cuanto al juramento, en el pacto que Dios hizo con su pueblo Israel, aparte de prohibir lógicamente el perjurio, mandó que jurasen por su nombre (Dt 6:13; Jer 5:7). Sin embargo este mandamiento fue abolido por Jesús en el nuevo pacto, con la prohibición expresa de jurar, cualquiera que sea la circunstancia o el nombre invocado (Mt 5:33-34,37; Stg 5:12).

Dt 6:13; A Jehová tu Dios temerás, y a él solo servirás, y por su nombre jurarás.

Jer 5:7; ¿Cómo te he de perdonar por esto? Sus hijos me dejaron, y juraron por lo que no es Dios. Los sacié, y adulteraron, y en casa de rameras se juntaron en compañías.

Mt 5:33-34, 37;
33 Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. 34 Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera
37 Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.

Stg 5:12; Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación.

El mal uso de la lengua no se limita exclusivamente a no mentir, porque decir verdades para perjudicar al prójimo también es perverso. Por tanto, Dios no sólo rechaza toda clase de mentira, incluidas las llamadas “mentiras piadosas”, sino también verdades usadas como arma arrojadiza para herir o tratar de hundir a alguien, mencionando maliciosamente defectos o errores cometidos, empleando un tono despectivo o de burla, escogiendo un momento o lugar inapropiado, aireando en público cuestiones que se deben tratar en privado, etc.

Mención especial merece la murmuración, que consiste en hablar mal de alguien que, al estar ausente, no tiene oportunidad de defenderse, independientemente de que las declaraciones en su contra sean o no ciertas. Dios, por supuesto, condena la murmuración (Fil 2:14; Stg 4:11), así como toda crítica destructiva (la autocrítica y la reflexión crítica para corregir y mejorar cosas, hecha con moderación, respeto y de buena fe, puede incluso ser beneficiosa para todos, y no necesariamente contraproducente y pecaminosa).

Fil 2:14; Haced todo sin murmuraciones y contiendas

Stg 4:11; Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez.

Por último quiero hacer una breve consideración sobre las calumnias y otras injusticias semejantes que se pueden cometer con la lengua, como son los juramentos y testimonios falsos. Indudablemente las consecuencias de estos pecados pueden ser demoledoras para quienes padecen la ofensa. Por eso en los casos de calumnia o falsa acusación, así como en los de robo o apropiación indebida de bienes, la Biblia nos enseña que los infractores, además de pedir perdón a Dios y a sus víctimas, tienen que restituir la buena fama, el honor o los bienes que les han quitado a éstas, añadiendo en su caso una compensación por daños y perjuicios causados. Si no se cumplen todos estos requisitos es porque no hay verdadero arrepentimiento y entonces no podemos esperar el perdón de Dios.

Lv 6:2-5; Cuando una persona pecare e hiciere prevaricación contra Jehová, y negare a su prójimo lo encomendado o dejado en su mano, o bien robare o calumniare a su prójimo, 3 o habiendo hallado lo perdido después lo negare, y jurare en falso; en alguna de todas aquellas cosas en que suele pecar el hombre, 4 entonces, habiendo pecado y ofendido, restituirá aquello que robó, o el daño de la calumnia, o el depósito que se le encomendó, o lo perdido que halló, 5 o todo aquello sobre que hubiere jurado falsamente; lo restituirá por entero a aquel a quien pertenece, y añadirá a ello la quinta parte, en el día de su expiación.

Bendiciones a todos en Cristo.