3/5/25

La doble naturaleza de Jesús

INTRODUCCIÓN

Es bien sabido que una buena parte de los judíos denigran la figura de Jesús de Nazaret, tachándolo de impostor y blasfemo por presentarse como el Mesías e Hijo de Dios. Por otra parte, no pocos ateos, agnósticos, y personas adscritas a diversas confesiones religiosas creen que Jesús simplemente fue un hombre excepcional en muchos sentidos, pero no Dios. Finalmente, hay denominaciones que se consideran a sí mismas cristianas como, por ejemplo, los Testigos de Jehová, que también niegan su divinidad.

Sin embargo la Biblia revela claramente que Jesús es el Mesías e Hijo de Dios encarnado como un ser humano (Jn 1:14; 1 Ti 3:16). Éste vino a ser el Hijo del Hombre o postrer Adán para revertir las consecuencias del pecado introducido en el mundo por el primer Adán, a fin de que podamos pasar de muerte a vida (Ro 5:18; 1 Co 15:21-22,45). 

Jn 1:14; Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.

1 Ti 3:16; E indiscutíblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria. 

Ro 5:18; Así que, como por la transgresión de uno (Adán) vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno (Jesucristo) vino a todos los hombres la justificación de vida.

1 Co 15:21-22,45; Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. 22 Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados… 45 Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.

Luego Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre, aunque los Testigos de Jehová y otros grupos se empeñen en verlo sólo como un hombre. Esto es así, porque fue concebido de María por obra y gracia del Espíritu Santo; de manera que Jesús de Nazaret recibió la naturaleza divina del Espíritu Santo, junto con la naturaleza humana de María (Mt 1:18,20).

Mt 1:18,20; El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo... 20 ...he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.

Con todo, tal como se afirma en 1 Ti 3:16, la encarnación de Dios en un ser humano es un misterio que sobrepasa nuestro entendimiento. Dios mismo es un ser inescrutable, que sólo podemos conocer en la medida en que Él se ha querido revelar a los hombres. Así que tenemos que creer en Él por fe, conforme a lo revelado en su Palabra; pues Dios, por ser quien es, no miente (Nm 23:19).

Ro 11:33-34; ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! 34 Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?

Nm 23:19; Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? 

No pretendo hacer una investigación exhaustiva sobre la doble naturaleza de Jesús, porque las evidencias de esta verdad son muy cuantiosas y se hallan por toda la Biblia; de modo que considerarlas todas requeriría mucho tiempo. Así que me limitaré a comentar los dos primeros capítulos de la carta a los hebreos, y su conexión con otros textos. La selección de estos dos capítulos tiene la ventaja de que pueden demostrar por sí solos la divinidad (capítulo uno) y la humanidad de Jesús (capítulo dos).

PRESENTACIÓN DE JESÚS COMO EL HIJO DE DIOS (He 1:1-14)

He 1:1-4; Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, 2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; 3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, 4 hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos.

En este texto se hace evidente que quien purificó nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra del Padre, y es superior a los ángeles, no es otro que Jesucristo. Además éste no es un hijo de Dios, sino el Hijo unigénito que es consustancial con Dios desde antes de la creación. También vemos que Cristo es el resplandor de la gloria de Dios y la imagen misma de su sustancia; y que por y para Cristo fueron creadas todas las cosas visibles e invisibles, las cuales subsisten o son sustentadas con la palabra de su poder (Ap 22:12-13; Jn 1:1-4,18; Col 1:15-17).

Ap 22:12-13; He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. 13 Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.

Jn 1:1-4,18; En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Este era en el principio con Dios. 3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres… 18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.

Col 1:15-17; El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. 16 Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. 17 Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten…

He 1:5-14; Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy, y otra vez: Yo seré a él Padre, y él me será a mí hijo? 6 Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios. 7 Ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, y a sus ministros llama de fuego. 8 Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; cetro de equidad es el cetro de tu reino. 9 Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros. 10 Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. 11 Ellos perecerán, mas tú permaneces; y todos ellos se envejecerán como una vestidura, 12 y como un vestido los envolverás, y serán mudados; pero tú eres el mismo, y tus años no acabarán. 13 Pues, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? 14 ¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?

Este texto alude a diferentes pasajes del Antiguo Testamento para hacer notorio que Cristo es superior a los ángeles, los cuales deben someterse a Él y adorarlo (Dt 32:43). Además, a diferencia de éstos, Cristo es declarado: 1) Hijo, por el mismo Jehová (Sal 2:7; 2 S 7:14; 1 Cr 17:13); 2) Poseedor eterno del trono de Dios (Sal 45:6-7); 3) Creador de todas las cosas y Señor que permanece para siempre (Sal 102:25-27); 4) El que está sentado a la diestra del Padre (Sal 110:1).

En mi última reflexión de este capítulo quiero resaltar el hecho de que los ángeles no son comparables a Dios, ya que fue éste quien los creó, si bien fueron hechos superiores a los hombres. Por eso, ¡qué gran privilegio para los herederos de la salvación que Dios les envíe ángeles a su servicio!

PRESENTACIÓN DE JESÚS COMO EL HIJO DEL HOMBRE (He 2:5-18)

He 2:5-8; Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando; 6 pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo: ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre, para que lo visites? 7 Lo hiciste un poco menor que los ángeles, lo coronaste de gloria y de honra, y lo pusiste sobre las obras de tus manos; 8 Todo lo sujetaste bajo sus pies. Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas. 

Estos versículos nos muestran que Dios hizo enseñorear al hombre sobre toda la tierra (Gn 1:28), y aunque debido a su caída en pecado vemos que todavía no le están sujetas todas las cosas, lo veremos en el mundo venidero. Esto es otro gran privilegio que ni siquiera los ángeles tienen, a pesar de que el hombre fue hecho un poco menor que ellos (Sal 8:3-8).

Gn 1:28; Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.

He 2:9-10; Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. 10 Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos. 

La porción anterior nos revela de manera indirecta que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Porque, o bien hay una contradicción entre He 1:4 y He 2:9, o Jesucristo es superior a los ángeles como Hijo de Dios, pero inferior como Hijo del Hombre. Ahora bien, si partimos de la presuposición de que Dios no puede contradecirse a sí mismo, la única opción que nos queda es admitir la doble naturaleza de Cristo.

El Hijo unigénito de Dios es Dios y no un ser diferente, al participar de su misma naturaleza y sustancia; lo mismo que cualquier hijo o descendiente de Adán es hombre, porque participa de la misma naturaleza y sustancia que aquél. Así que Cristo padeció la muerte por todos en su condición de hombre (Fil 2:5-8)

Fil 2:5-8; Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

¿Como se conjuga en Jesús el hecho de padecer con el de gustar la muerte por todos? (He 2:9). Esta aparente contradicción se resuelve del siguiente modo: por un lado, la muerte es un padecimiento en sí mismo, y mucho más cuando va acompañada de tanto dolor en el cuerpo y el alma como el que él experimentó, a pesar de ser completamente justo; pero, por otro lado, gustó la muerte por la satisfacción que obtuvo de ver el fruto de su aflicción (Is 53:10-11).

Is 53:10-11; Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. 11 Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. 

Por cierto, Is 53:10 concuerda con He 2:10 en el sentido de que Dios, de común acuerdo entre Padre, Hijo y Espíritu Santo, decidió por amor enviar a su Hijo al mundo para redimir, justificar y salvar a la humanidad pecadora (Jn 3:16), dándonos la posibilidad de ser hechos hijos de Dios (Jn 1:12-13). Para ello fue necesario que el Hijo unigénito de Dios se encarnara en Jesús, quien como Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 1:29), pagó el precio de nuestro rescate, muriendo en sustitución de todos y cada uno de nosotros, para que podamos ser perdonados, reconciliados con Dios, y obtener vida eterna.

Jn 3:16; Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Jn 1:12-13; Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.

Jn 1:29; El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

Asimismo el segundo párrafo de Is 53:10 concuerda con Fil 2:9-11 en que tras la humillación de Jesús vino su exaltación, hasta el punto de que ante Él se doblará toda rodilla. Pero, dado que según Is 45:23 también se doblará toda rodilla ante Jehová, el Cristo resucitado en gloria que está a la diestra del Padre tiene la misma dignidad que aquél; lo que demuestra que Jesús es Dios encarnado. 

Fil 2:9-11; Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

He 2:11-13; Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, 12 diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré. 13 Y otra vez: Yo confiaré en él. Y de nuevo: He aquí, yo y los hijos que Dios me dio.

Aquí se muestra a Jesús en su condición de hombre, sumiso y dependiente por completo del Espíritu Santo y de su Padre que está en los cielos (Is 8:17). Esto lo asemeja a los que habiendo nacido de nuevo en el Espíritu por creer en él han sido hechos hijos de Dios, a quienes el Padre ha puesto bajo su cuidado (Is 8:18; Jn 17:4-6). De manera que tanto el hombre puro que nos santifica, que es Jesús, como los que somos santificados por él pertenecemos a Dios. De ahí que, considerándonos hermanos, nos anuncie al Padre y nos enseñe con su ejemplo a darle Él toda gloria y alabanza (Sal 22:22)

Jn 17:4-6; Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese. 5 Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese. 6 He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra.

He 2:14-15; Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, 15 y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre. 

Estos dos versículos nos indican que fue necesario que el Hijo de Dios se encarnara en Jesús para poder ser cabeza y representante de la humanidad como el postrer Adán, el cual vino para vencer al diablo y la muerte, mediante su propia muerte y resurrección (Jn 11:25-26; 1 Co 15:55-57). Por tanto, gracias al sacrificio expiatorio y sustitutorio de Cristo, podemos ser liberados de la esclavitud del pecado, que nos condenaba a la muerte espiritual por toda la eternidad, ya que la retribución o castigo por el pecado es la muerte (Ro 6:22-23).

Jn 11:25-26; Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. 26 Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente.

1 Co 15:55-57; ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? 56 ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. 57 Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.

Ro 6:22-23; Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. 23 Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

Pero Jesús no sólo nos libra de la muerte, sino también del temor a la misma, al no estar sujetos a la servidumbre del viejo pacto, que hacía depender la salvación del cumplimiento íntegro de las obras de la ley. Y sabemos que nadie, excepto el propio Jesús, fue ni será jamás capaz de cumplirlas, por lo que la ley acarreaba para nosotros maldición (Gá 3:10-14)

Gá 3:10-14 (también Lv 18:5; Ro 10:5); Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. 11 Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; 12 y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. 13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)...

Lo bueno es que ahora estamos bajo el nuevo pacto en la sangre de Cristo, quien saldó nuestra deuda con la justicia divina para que seamos salvos por gracia, por medio de la fe y no por obras (Ef 2:8-9; Gá 2:16). De manera que somos justificados por Dios, no por la calidad y cantidad nuestras obras sino por los méritos exclusivos de nuestro salvador Jesucristo, por cuyo motivo podemos descansar confiados y seguros, desechando todo temor a lo que nos pueda acontecer en el futuro, incluyendo la propia muerte.

Ef 2:8-9; Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe.

Gá 2:16; ...sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado. 

He 2:16-18; Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham. 17 Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. 18 Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados. 

Vuelvo a afirmar aquí que si el Hijo de Dios no se hubiera encarnado en Jesús de Nazaret, éste no habría podido ser el misericordioso y fiel sumo sacerdote que expió nuestros pecados. Lo extraordinario de dicha expiación es que, como sumo sacerdote según el orden de Melquisedec, se ofreció a sí mismo cual un cordero sin mancha ni contaminación (He 5:8-10; 1 P 1:18-19).

He 5:8-10; Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; 9 y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen; 10 y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec. 

1 P 1:18-19; ...sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación... 

Comparándonos de nuevo con los ángeles, los seres humanos recibimos otro privilegio que ellos no obtuvieron. El Hijo de Dios encarnado se hizo semejante a un hermano amoroso que conoce nuestras debilidades, que pasó por toda clase de penurias, y que fue tentado como nosotros, pero sin pecado; por lo cual está presto para socorrernos poderosamente cuando somos tentados, o necesitamos cualquier tipo de ayuda en medio de las dificultades y aflicciones de esta vida. Esto que hizo Dios por nosotros no lo hizo por los ángeles.

Y para finalizar, la función de Jesucristo como nuestro fiel sumo sacerdote implica que sea nuestro único mediador y abogado defensor ante el Padre celestial (1 Ti 2:5-6; 1 Jn 2:1). 

1 Ti 2:5-6; Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, 6 el cual se dio a sí mismo en rescate por todos...

1 Jn 2:1; Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.

Gracias por seguirme hasta aquí. Bendiciones en Cristo.

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