10/7/17

La sabiduría


Pr 1:1-7 Los proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel. Para entender sabiduría y doctrina, para conocer razones prudentes, para recibir el consejo de prudencia, Justicia, juicio y equidad; para dar sagacidad a los simples, y a los jóvenes inteligencia y cordura. Oirá el sabio, y aumentará el saber, y el entendido adquirirá consejo, para entender proverbio y declaración, palabras de sabios, y sus dichos profundos. El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.

La sabiduría es el primer don del Espíritu Santo que se menciona en 1 Co 12:7-10. La sabiduría consiste en saber, en tener conocimiento. Pero lo que le importa al ser humano no es saber por saber, sino saber para aplicar el conocimiento a la propia vida, utilizar este conocimiento en beneficio propio y de los demás.

La persona sabia está capacitada para dar consejos; es el tipo de persona que integra la experiencia a sus conocimientos, que aprende de la experiencia. Por eso es importante la edad; el sabio con los años se va haciendo más sabio. No en vano desde tiempos inmemoriales se ha valorado el conocimiento de los ancianos en las más diversas culturas, tanto a nivel individual como colectivo ¿Quién no ha oído hablar de las antiguas instituciones llamadas “Consejo de Ancianos”?

La sabiduría, como hemos visto en los versículos precedentes, está ligada a la prudencia. La persona sabia también es prudente.

Conocer es más que tener conocimiento intelectual o científico; es más que saber muchas cosas. Todos sabemos que para conocer bien a una persona se ha de pasar tiempo con ella, tanto en circunstancias fáciles como difíciles y especialmente compartiendo aspectos confidenciales e íntimos. Este conocimiento es progresivo y discurre desde lo más superficial hasta lo más profundo. Esto es así, no sólo en nuestras relaciones interpersonales sino también en nuestra relación con Dios.

Aunque debe tenerse en cuenta la diferente dotación genética que cada persona hereda o, traducido al lenguaje cristiano, los dones y talentos que Dios nos da a cada uno, básicamente el sabio no nace, sino se hace. Y en esto juega un papel clave el aprendizaje, la práctica.

Para aprender a conducir, por ejemplo, no basta con conocer a la perfección las normas de circulación y saber qué hay que hacer para frenar o cambiar las marchas, sino que exige practicar hasta conseguir automatizar los movimientos de pies y manos como actos reflejos. Lo mismo ocurre con muchas otras cosas ¿Cómo se aprende a obedecer? Pues obedeciendo, practicando la obediencia. Gran parte de los conocimientos y habilidades que empleamos en nuestras vidas, los adquirimos mediante la práctica.

Ahora bien, lo que nos interesa como cristianos no es conformarnos con la sabiduría del mundo para, por ejemplo, presumir, sino adquirir sabiduría de Dios. Porque hay, como sabemos por la Biblia, la sabiduría mundana y la que proviene de lo alto, de Dios.

Stg 3:13-17 ¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía.

Dios mismo es la sabiduría absoluta, infinita. Más en concreto, Cristo, en quien todas las cosas confluyen, sobre quien gira toda la Biblia, personifica o encarna la sabiduría plena. En los siguientes versículos referidos a la sabiduría vemos que ésta se identifica totalmente con la Palabra de Dios, o lo que es lo mismo con Cristo, el cual es el Verbo o Palabra hecha carne. Podemos, pues, sustituir en ellos el concepto de sabiduría por el de Palabra de Dios o la persona de Cristo, sin que varíe un ápice el significado del texto.

Pr 1:20-33 La sabiduría clama en las calles, alza su voz en las plazas; clama en los principales lugares de reunión; en las entradas de las puertas de la ciudad dice sus razones. ¿Hasta cuándo, oh simples, amaréis la simpleza, y los burladores desearán el burlar, y los insensatos aborrecerán la ciencia? Volveos a mi reprensión; he aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros, y os haré saber mis palabras. Por cuanto llamé, y no quisisteis oír, extendí mi mano, y no hubo quien atendiese, sino que desechasteis todo consejo mío y mi reprensión no quisisteis, también yo me reiré en vuestra calamidad, y me burlaré cuando os viniere lo que teméis; cuando viniere como una destrucción lo que teméis, y vuestra calamidad llegare como un torbellino; cuando sobre vosotros viniere tribulación y angustia. Entonces me llamarán, y no responderé; me buscarán de mañana, y no me hallarán. Por cuanto aborrecieron la sabiduría, y no escogieron el temor de Jehová, ni quisieron mi consejo, y menospreciaron toda reprensión mía, comerán del fruto de su camino, y serán hastiados de sus propios consejos. Porque el desvío de los ignorantes los matará, y la prosperidad de los necios los echará a perder; mas el que me oyere, habitará confiadamente y vivirá tranquilo, sin temor del mal.

Pr 8:22-36 Jehová me poseía en el principio, ya de antiguo, antes de sus obras. Eternamente tuve el principado, desde el principio, antes de la tierra. Antes de los abismos fui engendrada; antes que fuesen las fuentes de las muchas aguas. Antes que los montes fuesen formados, antes de los collados, ya había sido yo engendrada; No había aún hecho la tierra, ni los campos, ni el principio del polvo del mundo. Cuando formaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba el círculo sobre la faz del abismo; cuando afirmaba los cielos arriba, cuando afirmaba las fuentes del abismo; cuando ponía al mar su estatuto, para que las aguas no traspasasen su mandamiento; cuando establecía los fundamentos de la tierra, con él estaba yo ordenándolo todo, y era su delicia de día en día, teniendo solaz delante de él en todo tiempo. Me regocijo en la parte habitable de su tierra; y mis delicias son con los hijos de los hombres. Ahora, pues, hijos, oídme, y bienaventurados los que guardan mis caminos. Atended el consejo, y sed sabios, y no lo menospreciéis. Bienaventurado el hombre que me escucha, velando a mis puertas cada día, aguardando a los postes de mis puertas. Porque el que me halle, hallará la vida, y alcanzará el favor de Jehová. Mas el que peca contra mí, defrauda su alma; todos los que me aborrecen aman la muerte.

En la misma línea se muestran los siguientes versículos:

Col 2:2-3 ...a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.

Partiendo de la realidad fundamental de que Cristo, como Verbo encarnado, es la personificación de la Palabra de Dios, se derivan todos los demás aspectos, como la afirmación “Yo soy el camino, la verdad y la vida” o la del eterno “Yo Soy” que tanto se repite en el evangelio de Juan (yo soy el pan del cielo, yo soy la luz del mundo, yo soy la vid, yo soy el buen pastor, “antes que Abraham fuese, yo soy”, el “Yo Soy” que derribó por tierra en Getsemaní a los que lo iban a prender, etc).

La sabiduría que necesitamos, la sabiduría que viene de lo alto, no es patrimonio exclusivo de unos pocos privilegiados. Todos podemos adquirirla si se lo pedimos a Dios.

Stg 1:5 Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.

Para poder servir eficaz y eficientemente a Dios, resulta imprescindible conocer y obedecer su Palabra.

Os 4:6 Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos.

Hay una declaración clave en la Palabra muy conocida: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza” (Pr 1:7). El concepto principio” podemos considerarlo en dos sentidos: el comienzo de un proceso, o el fundamento de algo.

En similares términos se expresan:

Job 28:28 Y dijo al hombre: He aquí que el temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse del mal, la inteligencia.

Sal 111:10 El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos; su loor permanece para siempre.

Pr 9:10 El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia.

Teniendo esto en mente, que no nos ocurra como a nuestros primeros padres que, arrastrados por la codicia, se dejaron engañar por Satanás y desobedecieron a Dios.

Gn 3:4-6 Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.

Queriendo ser como Dios, escogieron la sabiduría que les ofreció el diablo, en vez de dejarse guiar por la infinita sabiduría del Creador, con las perniciosas consecuencias que todos conocemos. Por eso dice la Palabra en Ro 1:22 “Profesando ser sabios, se hicieron necios. O también 1 Co 3:19-20 “Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios; pues escrito está: El prende a los sabios en la astucia de ellos. Y otra vez: El Señor conoce los pensamientos de los sabios, que son vanos.

A mayor abundamiento, termino con las siguientes porciones:

1 Co 1:19-21 Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.

1 Co 1:25-27 Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios...

1 Co 2:6-14 Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen. Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria. Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.

Bendiciones en Cristo.

1 comentario:

  1. Hay un tipo de sabiduría fundamentada en el santo temor de Dios, que es celestial, y hay otra clase de sabiduría animal, terrenal y diabólica, basada en una pretendida autosuficiencia del ser humano. Sólo la primera es verdadera sabiduría, porque conduce a la vida; mientras que la segunda es vana y conduce a la muerte.

    ResponderEliminar