¿Desde
cuándo nos llamamos hermanos?
Desde
el principio se llamaron hermanos los pertenecientes al pueblo de
Dios. En el Nuevo Testamento aparece esta expresión por todas
partes. También en el Antiguo Testamento, como vemos, a modo de
muestra, en los siguientes versículos.
Nm
32:6; Y respondió Moisés a los hijos de Gad y a los hijos de Rubén:
¿Irán vuestros hermanos a la guerra, y vosotros os quedaréis aquí?
1
R 12:24; Así ha dicho Jehová: No vayáis, ni peleéis contra
vuestros hermanos los hijos de Israel; volveos cada uno a su casa,
porque esto lo he hecho yo. Y ellos oyeron la palabra de Dios, y
volvieron y se fueron, conforme a la palabra de Jehová.
¿Por
qué nos llamamos hermanos?
-No
por mera costumbre, sino porque el Señor así nos considera y así
nos lo demanda.
Mt
23:8; Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es
vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos.
-Porque
el mismo Jesús se hizo hermano nuestro, dándonos ejemplo.
Mt
28:10; Entonces Jesús les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a mis
hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán.
He
2:11-12,17; Porque el que santifica y los que son santificados, de uno
son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos,
diciendo: Anunciaré
a mis hermanos tu nombre, en
medio de la congregación te alabaré.
Por
lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser
misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere,
para expiar los pecados del pueblo.
Reflexión
sobre nuestra condición de hermanos.
-Ante
todo pertenecemos (no en la carne, pero sí en el Espíritu) a la
familia de Dios, quien es nuestro Padre y nosotros sus hijos, así
como hermanos unos de otros.
-Dios
es nuestro Padre, nuestro único padre en sentido espiritual.
(Leer
Mt
6:6-9 y 14-15).
Mt
23:9; Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es
vuestro Padre, el que está en los cielos.
-Somos
hijos (adoptivos) de Dios.
Jn
1:12-13; Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su
nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no
son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de
varón, sino de Dios.
-Por
lo tanto, somos hermanos unos de otros.
-Haciendo énfasis en Dios como nuestro único Padre (Mt 23:9) y lo que Jesús nos enseña acerca de esto:
-
No debemos llamar padre a ningún líder o autoridad, sea religiosa o de cualquier otro tipo.
-
Pero tampoco deberíamos aceptar o respaldar determinadas actitudes paternalistas de hermanos que en la práctica se conducen como si fueran nuestros padres espirituales, hagan esto de forma consciente o inconscientemente.
-Para
avanzar en un crecimiento sano de la fe, en mi opinión, debemos
rechazar los paternalismos, sea que algún hermano (normalmente
considerado líder o pastor) muestre dicha actitud o bien que, a la
inversa, un hermano demande o busque inconscientemente esa actitud en
un “líder”.
-La
actitud paternalista puede generar en un hermano dependencia del
hombre en vez Dios, estorbando su crecimiento.
-Esto
no significa que debamos mantener una posición de orgullo, rebeldía
o insumisión; que no debamos aceptar apoyo, exhortación, consejo,
etc; pero sí que nadie debe hablar o pensar por nosotros, que cada
uno debe realizar su propia búsqueda, tomar sus propias decisiones
con la libertad con que Cristo nos hizo libres.
Gá
5:1; Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo
libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.
-Tampoco
debería molestarnos que un hermano de cierta edad nos trate
cariñosamente como si fuera nuestro padre terrenal o incluso nos
diga hijos, tal como Jesús mismo y los apóstoles Pablo y Juan
hacían (Jn
13:33; Gá 4:19; 1 Jn 2:1; etc).
-Hay
líderes o pastores que adoptan una actitud paternalista, amparándose
en ciertos pasajes del A.T. y tomando para sí como modelo al ungido
de Jehová, a quien Dios habla primero para que él lo trasmita al
pueblo.
-Inducen
un temor reverente hacia ellos como ungidos de Jehová, apoyándose
en Nm
12, Nm 16, 1 Cr 16:22, Sal 105:15, o 1 S 26:9, 11 (“Y David
respondió a Abisai: No le mates; porque ¿quién extenderá su mano
contra el ungido de Jehová, y será inocente?”. “Guárdeme
Jehová de extender mi mano contra el ungido de Jehová...”).
-No
debemos, por supuesto, murmurar contra un pastor ni contra ningún
otro hermano.
-También
debemos considerar que “Los
ancianos
-pastores- que
gobiernen bien, sean tenidos por dignos de doble honor...” (1 Ti
5:17),
o que “Contra
un anciano no admitas acusación sino con dos o tres testigos” (1
Ti 5:19).
-Pero
sabemos que en la actualidad no hay un único ungido de Jehová en
cada congregación, sino que todos los creyentes nacidos de nuevo
tenemos la unción del Espíritu Santo.
1
Jn 2:20, 27; Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis
todas las cosas.
Pero
la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y
no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción
misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira,
según ella os ha enseñado, permaneced en él.
También
en 2
Co 1:21-22.
-Así
como en el A.T. se ungían personas o cosas con el significado de
santidad o de ser apartadas para Dios, singularmente a reyes y
sacerdotes, también hoy día los creyentes en Cristo son ungidos por
el Espíritu Santo como reyes y sacerdotes.
1
P 2:9; Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación
santa, pueblo adquirido por Dios... (real
sacerdocio no sólo quiere decir que seamos sacerdotes realmente,
sino que somos sacerdotes dentro de la realeza a la que pertenecemos,
ya que reinaremos con Cristo). Esto quizá se vea más claro en el
siguiente versículo.
Ap
1:5-6; ... Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su
sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre... (también
Ap 5:10).
-El
Señor no estableció jerarquías entre sus hijos; el llamar o
hacerse llamar reverendos, santos padres, etc, responde a decisiones
de hombres, no de Dios.
-La
única jerarquía existente en la familia de Dios, es la del mismo
Padre y los que Él envió, nuestro Señor Jesucristo y el Espíritu
Santo, a quienes debemos someternos todos nosotros. Algo parecido
ocurre con la familia humana: existe jerarquía únicamente en la
relación entre padres e hijos, pero no entre hermanos. Estos son
básicamente iguales entre sí, sin perjuicio de que los padres
puedan delegar puntualmente o de manera estable determinadas
funciones en algunos de los hijos mayores o más responsables.
¿Qué
pasa entonces con los ancianos o pastores?
-Ciertamente
debemos obedecerles como se nos indica en He
13:17: “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque
ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para
que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es
provechoso”.
-Para
ser auténticos, tienen que haber sido llamados por Dios para ese
ministerio o servicio, tienen que haber recibido ese don del Espíritu
Santo.
-
Pueden ser designados por el hombre al margen de Dios, pero entonces no son verdaderos ancianos.
-Continúan
siendo hermanos y por lo tanto iguales en jerarquía a los demás,
debiendo someterse unos y otros al señorío de Cristo.
-Deben
obtener reconocimiento de sus hermanos por la responsabilidad que
Dios ha puesto en sus manos y por el servicio prestado, por su
trabajo, no porque pertenezcan a un estatus superior.
-Llegado
el caso, deberían estar dispuestos incluso a recibir con humildad y
mansedumbre las exhortaciones y sugerencias que fueren necesarias.
Recordemos al respecto la reprimenda de Pablo a Pedro, el cual era
considerado uno de los pilares de la iglesia en Jerusalén.
Gá
2:11,14; Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara,
porque era de condenar.
Pero
cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del
evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío,
vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los
gentiles a judaizar?
Ef
5:21; Someteos unos a otros en el temor de Dios.
-Deben
dar buen ejemplo para no hacer tropezar a nadie, ayudando, junto con
otros hermanos maduros, a los más débiles en la fe, del mismo modo
que se suele hacer en las familias numerosas, en las que los padres
encargan a los hermanos mayores que cuiden de los más jóvenes.
-Tal
como nos enseñó el Señor Jesucristo, e imitando su ejemplo, los que dirigen las congregaciones no
deben poner sobre los demás cargas que ellos mismos no puedan
llevar.
Mt
23:3-4; Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y
hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no
hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen
sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren
moverlas.
-Más
bien deben ir delante para que otros los sigan. Ésa es, sin duda, la
mejor forma de convencer y animar a otros.
Jn
10:2-4; Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. A
éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama
por nombre, y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias,
va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.
-Esta
entrega debe responder, no tanto a una molesta imposición, sino al
amor fraternal y también al amor hacia nuestro Padre celestial,
quien espera de sus hijos maduros dicha actitud.
1
P 5:1-3; Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano
también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy
también participante de la gloria que será revelada: Apacentad la
grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por
fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con
ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a
vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey.
-Deben
tener un buen conocimiento de la Palabra para poder guiar e instruir
a otros.
-El
anciano debe reunir los requisitos indicados en:
1 Ti 3:1-7; Tit 1:5-9; Tit 2:2-5.
-Todas
estas consideraciones deberían prevenirnos de nuestra tendencia
natural a enorgullecernos, a aspirar a posiciones de dominio, a la
vanagloria, a concedernos prebendas o privilegios que les negamos a
otros, a ser, en definitiva, servidos en vez de servidores.
Recordemos la respuesta de Jesús a la petición de la madre de los
hijos de Zebedeo:
Mt
20:25-28; Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los
gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son
grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será
así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será
vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será
vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido,
sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
Ver
también Mr
9:33-35 y Lc 9:46-48.
-Esto
no debería dejar lugar a dudas en cuanto a las jerarquías.
CONCLUSIÓN
-Sería
bueno que todos hiciésemos una profunda reflexión sobre el sistema
de valores que debe tener un cristiano, en muchos casos opuesto a los
valores imperantes en la sociedad o mundo “...porque
lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es
abominación” (Lc 16:15).
-Puede
servirnos de modelo la Trinidad de Dios, en la que el Hijo y el
Espíritu Santo se nos muestran como aparentemente subordinados al
Padre. Sin embargo mantienen una perfecta unidad en todas sus
acciones, participan de la misma deidad y son iguales en dignidad.
-Por
lo tanto nosotros debemos ser fieles en el desempeño de los dones y
llamados de Dios, haciendo su voluntad. No importa que nuestra
función en la Iglesia parezca poco importante a los ojos de los
hombres, porque para Dios todas son importantes e igualmente dignas.
-Cuando
recibamos nuestro galardón en el cielo, creyentes que tal vez
pasaron desapercibidos para muchos, es posible que ocupen en el
escalafón una posición más preeminente que otros que destacaron
como pastores, evangelistas, etc. Eso dependerá de la fidelidad con la que cada uno administre lo poco o mucho que Dios le haya dado, y no de la
cantidad o naturaleza de los dones recibidos.
Que
el Señor nos colme de bendiciones.
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