14/6/17

Hermanos en la fe


¿Desde cuándo nos llamamos hermanos?

Desde el principio se llamaron hermanos los pertenecientes al pueblo de Dios. En el Nuevo Testamento aparece esta expresión por todas partes. También en el Antiguo Testamento, como vemos, a modo de muestra, en los siguientes versículos.

Nm 32:6; Y respondió Moisés a los hijos de Gad y a los hijos de Rubén: ¿Irán vuestros hermanos a la guerra, y vosotros os quedaréis aquí?

1 R 12:24; Así ha dicho Jehová: No vayáis, ni peleéis contra vuestros hermanos los hijos de Israel; volveos cada uno a su casa, porque esto lo he hecho yo. Y ellos oyeron la palabra de Dios, y volvieron y se fueron, conforme a la palabra de Jehová.

¿Por qué nos llamamos hermanos?

-No por mera costumbre, sino porque el Señor así nos considera y así nos lo demanda.

Mt 23:8; Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos.

-Porque el mismo Jesús se hizo hermano nuestro, dándonos ejemplo.

Mt 28:10; Entonces Jesús les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán.

He 2:11-12,17; Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré.
Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo.

Reflexión sobre nuestra condición de hermanos.

-Ante todo pertenecemos (no en la carne, pero sí en el Espíritu) a la familia de Dios, quien es nuestro Padre y nosotros sus hijos, así como hermanos unos de otros.

-Dios es nuestro Padre, nuestro único padre en sentido espiritual.

(Leer Mt 6:6-9 y 14-15).

Mt 23:9; Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos.

-Somos hijos (adoptivos) de Dios.

Jn 1:12-13; Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.

-Por lo tanto, somos hermanos unos de otros.

-Haciendo énfasis en Dios como nuestro único Padre (Mt 23:9) y lo que Jesús nos enseña acerca de esto:
      • No debemos llamar padre a ningún líder o autoridad, sea religiosa o de cualquier otro tipo.
      • Pero tampoco deberíamos aceptar o respaldar determinadas actitudes paternalistas de hermanos que en la práctica se conducen como si fueran nuestros padres espirituales, hagan esto de forma consciente o inconscientemente.
-Para avanzar en un crecimiento sano de la fe, en mi opinión, debemos rechazar los paternalismos, sea que algún hermano (normalmente considerado líder o pastor) muestre dicha actitud o bien que, a la inversa, un hermano demande o busque inconscientemente esa actitud en un “líder”.

-La actitud paternalista puede generar en un hermano dependencia del hombre en vez Dios, estorbando su crecimiento.

-Esto no significa que debamos mantener una posición de orgullo, rebeldía o insumisión; que no debamos aceptar apoyo, exhortación, consejo, etc; pero sí que nadie debe hablar o pensar por nosotros, que cada uno debe realizar su propia búsqueda, tomar sus propias decisiones con la libertad con que Cristo nos hizo libres.

Gá 5:1; Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.

-Tampoco debería molestarnos que un hermano de cierta edad nos trate cariñosamente como si fuera nuestro padre terrenal o incluso nos diga hijos, tal como Jesús mismo y los apóstoles Pablo y Juan hacían (Jn 13:33; Gá 4:19; 1 Jn 2:1; etc).

-Hay líderes o pastores que adoptan una actitud paternalista, amparándose en ciertos pasajes del A.T. y tomando para sí como modelo al ungido de Jehová, a quien Dios habla primero para que él lo trasmita al pueblo.

-Inducen un temor reverente hacia ellos como ungidos de Jehová, apoyándose en Nm 12, Nm 16, 1 Cr 16:22, Sal 105:15, o 1 S 26:9, 11 (“Y David respondió a Abisai: No le mates; porque ¿quién extenderá su mano contra el ungido de Jehová, y será inocente?”. “Guárdeme Jehová de extender mi mano contra el ungido de Jehová...”).

-No debemos, por supuesto, murmurar contra un pastor ni contra ningún otro hermano.

-También debemos considerar que “Los ancianos -pastores- que gobiernen bien, sean tenidos por dignos de doble honor...” (1 Ti 5:17), o que “Contra un anciano no admitas acusación sino con dos o tres testigos” (1 Ti 5:19).

-Pero sabemos que en la actualidad no hay un único ungido de Jehová en cada congregación, sino que todos los creyentes nacidos de nuevo tenemos la unción del Espíritu Santo.

1 Jn 2:20, 27; Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas.
Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él.

También en 2 Co 1:21-22.

-Así como en el A.T. se ungían personas o cosas con el significado de santidad o de ser apartadas para Dios, singularmente a reyes y sacerdotes, también hoy día los creyentes en Cristo son ungidos por el Espíritu Santo como reyes y sacerdotes.

1 P 2:9; Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios... (real sacerdocio no sólo quiere decir que seamos sacerdotes realmente, sino que somos sacerdotes dentro de la realeza a la que pertenecemos, ya que reinaremos con Cristo). Esto quizá se vea más claro en el siguiente versículo.

Ap 1:5-6; ... Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre... (también Ap 5:10).

-El Señor no estableció jerarquías entre sus hijos; el llamar o hacerse llamar reverendos, santos padres, etc, responde a decisiones de hombres, no de Dios.

-La única jerarquía existente en la familia de Dios, es la del mismo Padre y los que Él envió, nuestro Señor Jesucristo y el Espíritu Santo, a quienes debemos someternos todos nosotros. Algo parecido ocurre con la familia humana: existe jerarquía únicamente en la relación entre padres e hijos, pero no entre hermanos. Estos son básicamente iguales entre sí, sin perjuicio de que los padres puedan delegar puntualmente o de manera estable determinadas funciones en algunos de los hijos mayores o más responsables.

¿Qué pasa entonces con los ancianos o pastores?

-Ciertamente debemos obedecerles como se nos indica en He 13:17: “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso”.

-Para ser auténticos, tienen que haber sido llamados por Dios para ese ministerio o servicio, tienen que haber recibido ese don del Espíritu Santo.
  • Pueden ser designados por el hombre al margen de Dios, pero entonces no son verdaderos ancianos.
-Continúan siendo hermanos y por lo tanto iguales en jerarquía a los demás, debiendo someterse unos y otros al señorío de Cristo.

-Deben obtener reconocimiento de sus hermanos por la responsabilidad que Dios ha puesto en sus manos y por el servicio prestado, por su trabajo, no porque pertenezcan a un estatus superior.

-Llegado el caso, deberían estar dispuestos incluso a recibir con humildad y mansedumbre las exhortaciones y sugerencias que fueren necesarias. Recordemos al respecto la reprimenda de Pablo a Pedro, el cual era considerado uno de los pilares de la iglesia en Jerusalén.

Gá 2:11,14; Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar.
Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?

Ef 5:21; Someteos unos a otros en el temor de Dios.

-Deben dar buen ejemplo para no hacer tropezar a nadie, ayudando, junto con otros hermanos maduros, a los más débiles en la fe, del mismo modo que se suele hacer en las familias numerosas, en las que los padres encargan a los hermanos mayores que cuiden de los más jóvenes.

-Tal como nos enseñó el Señor Jesucristo, e imitando su ejemplo, los que dirigen las congregaciones no deben poner sobre los demás cargas que ellos mismos no puedan llevar.

Mt 23:3-4; Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.

-Más bien deben ir delante para que otros los sigan. Ésa es, sin duda, la mejor forma de convencer y animar a otros.

Jn 10:2-4; Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.

-Esta entrega debe responder, no tanto a una molesta imposición, sino al amor fraternal y también al amor hacia nuestro Padre celestial, quien espera de sus hijos maduros dicha actitud.

1 P 5:1-3; Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey.

-Deben tener un buen conocimiento de la Palabra para poder guiar e instruir a otros.

-El anciano debe reunir los requisitos indicados en: 1 Ti 3:1-7; Tit 1:5-9; Tit 2:2-5.

-Todas estas consideraciones deberían prevenirnos de nuestra tendencia natural a enorgullecernos, a aspirar a posiciones de dominio, a la vanagloria, a concedernos prebendas o privilegios que les negamos a otros, a ser, en definitiva, servidos en vez de servidores. Recordemos la respuesta de Jesús a la petición de la madre de los hijos de Zebedeo:

Mt 20:25-28; Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.

Ver también Mr 9:33-35 y Lc 9:46-48.

-Esto no debería dejar lugar a dudas en cuanto a las jerarquías.

CONCLUSIÓN

-Sería bueno que todos hiciésemos una profunda reflexión sobre el sistema de valores que debe tener un cristiano, en muchos casos opuesto a los valores imperantes en la sociedad o mundo “...porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación” (Lc 16:15).

-Puede servirnos de modelo la Trinidad de Dios, en la que el Hijo y el Espíritu Santo se nos muestran como aparentemente subordinados al Padre. Sin embargo mantienen una perfecta unidad en todas sus acciones, participan de la misma deidad y son iguales en dignidad.

-Por lo tanto nosotros debemos ser fieles en el desempeño de los dones y llamados de Dios, haciendo su voluntad. No importa que nuestra función en la Iglesia parezca poco importante a los ojos de los hombres, porque para Dios todas son importantes e igualmente dignas.

-Cuando recibamos nuestro galardón en el cielo, creyentes que tal vez pasaron desapercibidos para muchos, es posible que ocupen en el escalafón una posición más preeminente que otros que destacaron como pastores, evangelistas, etc. Eso dependerá de la fidelidad con la que cada uno administre lo poco o mucho que Dios le haya dado, y no de la cantidad o naturaleza de los dones recibidos.

Que el Señor nos colme de bendiciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario