En
la Biblia Dios emplea innumerables parábolas y metáforas para
enseñarnos. En ellas se refiere a sembrar como actividad de predicar
el evangelio (Mt 13:1-9); a
la levadura como mala doctrina o como sinónimo de pecado
(Mt 16:6; Mt 13:33; 1 Co 5:6-8);
a
la semilla que primero tiene que morir para resucitar a una nueva
vida (1 Co 15_35-37);
a
las piedras vivas del edificio de la Iglesia (Ef
2:19-22; 1 P 2:4-5);
a la condición de miembros del cuerpo del Señor (Ro
12:4-5);
a los talentos que Dios nos da (Mt 25:14-30); al labrador (Mt
21:33-41); al
obrero (Mt 20:1-16);
al
mayordomo (Lc 12:42-47); a
la puerta, al buen pastor y a las ovejas (Jn
10:1-18); etc.
En
2 Ti 2:3-7 se
nos dice: “Tú, pues, sufre penalidades como buen
soldado de Jesucristo. 4 Ninguno que milita se enreda en los negocios
de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado. 5 Y
también el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha
legítimamente. 6 El labrador, para participar de los frutos, debe
trabajar primero. 7 Considera lo que digo, y el Señor te dé
entendimiento en todo”.
Las
tres figuras anteriores que se aplican a cada creyente (soldado,
atleta y labrador), tienen en común la exigencia de sacrificio y
esfuerzo, que acarrean fatiga.
Como
soldados de Cristo, peleamos la buena batalla de la fe (1
Ti 6:11-12 “Mas tú, oh hombre de Dios... 12 Pelea la buena batalla
de la fe...”; 2 Ti 4:7 “He peleado la buena batalla, he acabado
la carrera, he guardado la fe”),
ya
que estamos inmersos en una terrible guerra espiritual (Ef
6:10-18).
Como
atletas, participamos en una gran carrera, que se prolonga a lo largo
de toda nuestra vida aquí en la Tierra (tal vez esta metáfora de
una carrera simbolice la brevedad de la vida terrenal, la rapidez con
la que pasa).
He
12:1 “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro
tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado
que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por
delante...”
Como
labradores en la viña del Señor, hemos de trabajar ardua y
pacientemente para producir buen fruto, que es el fruto del Espíritu
(Ga 5:16-24).
También
son numerosas las referencias a Cristo como el Camino (Jn
14:6),
o al camino que todos, tanto creyentes como incrédulos, hemos de
recorrer. Podemos andar en los caminos de Dios o en nuestros propios
caminos; andar en luz o en tinieblas; andar en el camino que conduce
a la vida eterna o en caminos de perdición; caminar por nuestras
propias fuerzas o caminar juntamente con Dios para recibir su ayuda
(Gn 5:24; Gn 6:9);
pero en cualquier caso hay un camino por el que necesariamente
debemos transitar.
El
descanso definitivo de toda actividad realizada bajo el sol (Ec
2:22-23),
nos aguarda al traspasar la meta, una vez hayamos dejado atrás esta
vida terrenal. Mientras tanto no nos queda más remedio que luchar,
conformándonos con cortos periodos de descanso.
2
Ts 1:6-7 “Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a
los que os atribulan, 7 y a vosotros que sois atribulados,
daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús
desde el cielo con los ángeles de su poder...”
Ap
14:13 “Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe:
Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren
en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos,
porque sus obras con ellos siguen”.
Cada
cierto tiempo necesitamos hacer un alto en el camino para descansar.
Dios mismo nos lo enseñó en su Palabra, al descansar después de
crear todas las cosas (Gn 2:2-3)
o
cuando dio a Israel el sábado y demás fiestas solemnes como días
de reposo (Lev 23).
Así mismo vemos que Jesús, como hombre, también necesitaba
descansar (Jn 4:6 “...cansado del camino se sentó
junto al pozo”).
La
secuencia lógica es que el descanso suceda al trabajo, al esfuerzo.
Sin embargo, ¿cuántas veces hemos dicho u oído la expresión de
estar cansados de no hacer nada? Pienso que ese tipo de cansancio es
un tanto enfermizo. También creo que algo falla en nuestro tiempo de
descanso, cuando experimentamos el típico cansancio de los lunes, o
cuando nos reincorporamos al trabajo cotidiano tras un periodo de
vacaciones.
Multitud
de factores pueden afectar negativamente al descanso. Algunos son más
difíciles de tratar, como la depresión (reactiva o endógena) o
padecer insomnio severo. Pero también pueden darse otros trastornos
más leves del sueño que provoquen cansancio, haciendo que ya nos
levantemos de la cama con la sensación de estar cansados. Además
hay variables como la monotonía, frustración, desmotivación, etc.,
que pueden aumentar nuestro cansancio.
El
cansancio no siempre es meramente físico, a menudo es de índole
espiritual, anímico o intelectual, debido a las preocupaciones. En
todo caso siempre podemos recurrir a nuestro Señor Jesucristo, el
Dios Fuerte (Is 9:6)
que
nunca duerme ni se cansa (Sal 121),
para recobrar nuevas fuerzas y descansar.
Sal
23:1-2 “Jehová es mi pastor; nada me faltará. 2 En lugares de
delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me
pastoreará”.
Mt
11:28-30 “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados,
y yo os haré descansar. 29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended
de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso
para vuestras almas; 30 porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”.
Is
40:28-31 “¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es
Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni
se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance.
29 El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no
tiene ningunas. 30 Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes
flaquean y caen; 31 pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas
fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se
cansarán; caminarán, y no se fatigarán”.
Podemos
cansarnos en lo que no debemos (juergas que se prolongan durante la
madrugada hasta que ya no quedan fuerzas, o borracheras seguidas de
las típicas resacas que dejan a uno sin fuerzas...).
Is
57:10 “En la multitud de tus caminos te cansaste, pero no dijiste:
No hay remedio; hallaste nuevo vigor en tu mano, por tanto, no te
desalentaste”.
En
contraste con esto la Palabra nos dice en Ga 6:9 que
“No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo
segaremos, si no desmayamos”.
Santiago
nos habla de personas de “doble ánimo”. (Stg
1:8 “El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus
caminos”. Stg 4:8 “Acercaos a Dios, y él se acercará a
vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble
ánimo, purificad vuestros corazones”). ¿Qué
es una persona de doble ánimo? Entiendo que se refiere a una persona
inestable, que tan pronto está en la cresta de la ola como se viene
abajo.
El
cansancio puede ir acompañado en ocasiones de desánimo, sea que
aquél viene causado por éste o a la inversa. Pero cuando las
dificultades nos asusten, en vez de desanimarnos y echarnos para
atrás, debemos recurrir a Dios con confianza. Como cristianos no
podemos permitirnos el “lujo” de caer en el desánimo.
Dt
31:6 “Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de
ellos, porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni
te desamparará”.
Is
41:10 “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo
soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te
sustentaré con la diestra de mi justicia”.
Ef
6:10 “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en
el poder de su fuerza”.
Fil
4:13 “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
Además
de contar con la ayuda directa de Dios, la Palabra también nos dice
que nos animemos y alentemos unos a otros.
1
Ts 5:11 “Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a
otros...”
1
Ts 5:14 “También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los
ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los
débiles, que seáis pacientes para con todos”.
Abundando
en esto, vemos que Dios usa a otras personas, especialmente a otros
hermanos, para ayudarnos cuando estamos cansados y tenemos
dificultades.
Ex
17:8-13 “Entonces vino Amalec y peleó contra Israel en Refidim. 9
Y dijo Moisés a Josué: Escógenos varones, y sal a pelear contra
Amalec; mañana yo estaré sobre la cumbre del collado, y la vara de
Dios en mi mano. 10 E hizo Josué como le dijo Moisés, peleando
contra Amalec; y Moisés y Aarón y Hur subieron a la cumbre del
collado. 11 Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel
prevalecía; mas cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec. 12 Y
las manos de Moisés se cansaban; por lo que tomaron una piedra, y la
pusieron debajo de él, y se sentó sobre ella; y Aarón y Hur
sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro de otro;
así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol. 13 Y Josué
deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada”.
2
S 21:15-17 “Volvieron los filisteos a hacer la guerra a Israel, y
descendió David y sus siervos con él, y pelearon con los filisteos;
y David se cansó. 16 E Isbi-benob, uno de los
descendientes de los gigantes, cuya lanza pesaba trescientos siclos
de bronce, y quien estaba ceñido con una espada nueva, trató de
matar a David; 17 mas Abisai hijo de Sarvia llegó en su
ayuda, e hirió al filisteo y lo mató. Entonces los
hombres de David le juraron, diciendo: Nunca más de aquí en
adelante saldrás con nosotros a la batalla, no sea que apagues la
lámpara de Israel”.
Necesitamos
renovarnos cada día.
2
Co 4:16 “Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre
exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día
en día”.
Aunque
sea Dios quien nos renueva, por nuestra parte debemos esforzarnos en
buscar esa renovación tan necesaria. De ello dan cuenta los
siguientes versículos:
Sal
51:10 “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un
espíritu recto dentro de mí”.
Ro
12:2 “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio
de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál
sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.
Ef
4:23-24 “...renovaos en el espíritu de vuestra mente, 24 y vestíos
del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la
verdad”.
Col
3:9-10 “No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del
viejo hombre con sus hechos, 10 y revestido del nuevo, el cual
conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el
conocimiento pleno...”
Resumiendo
el tema tratado, Dios nos manda pelear la buena batalla de la fe, la
cual exige gran esfuerzo y produce fatiga. Por eso nos invita a venir
a Él y obtener reposo para nuestras almas, desde ahora y por toda la
eternidad.
He
4:3 “Pero los que hemos creído entramos en el reposo...”
He
4:9-10 “Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. 10
Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus
obras, como Dios de las suyas”.
Que
el Señor nos bendiga.
Aunque nuestra salvación la hayamos obtenido gratuitamente y sin esfuerzo, debido a que ya Cristo pagó un altísimo precio por nuestro rescate, trabajar en la viña del Señor requiere esfuerzo, lo cual conlleva cansancio, pero también recompensa. Por eso necesitamos reposar físicamente, así como espiritualmente en el Señor, poniendo nuestras cargas sobre Él.
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