REFLEXIONES
SOBRE LA CREACIÓN DE DIOS
Podemos
comenzar con la siguiente pregunta: ¿Para qué hizo Dios la
creación? Por encima de cualquier otra consideración, el Dios
soberano y todopoderoso, el único y verdadero Dios, todo lo creó
para su gloria y todo lo que creó lo satisfizo, porque fue bueno en
gran manera.
Pr
16:4; Todas las cosas ha hecho Jehová para sí mismo,
y aun al impío para el día malo.
Gn
1:31; Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que
era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el
día sexto.
Cuando
hablo de esto con los incrédulos, a menudo argumentan que si Él es
omnisciente y sabía que le íbamos a fallar, entonces es un Dios
malévolo. Y si Él es perfecto, ¿por qué nos hizo defectuosos
sabiendo que íbamos a pecar y sufrir las consecuencias?
Ante
dichas objeciones replico argumentando lo siguiente:
1º)
En primer lugar, no nos hizo defectuosos, sino a su imagen y
semejanza, perfectos, inteligentes y libres. No nos programó como
robots ni nos hizo como el resto de los animales. Aparte de los
ángeles, somos los únicos seres facultados para decidir entre
obedecer o desobedecer a Dios y consecuentemente para escoger entre
el bien y el mal.
2º)
El Dios Todopoderoso y Soberano todo lo creó para su gloria y nada
lo puede glorificar más que ser adorado por un ser tan especial como
es el ser humano, de forma libre y voluntaria.
3º)
Precisamente porque es omnisciente y, por tanto, sabía de antemano
que le íbamos a fallar, tenía diseñado desde antes de la fundación
del mundo un plan de salvación. Éste consistió en enviar a su Hijo
a la tierra para rescatarnos del pecado y la muerte, sufriendo en la
cruz el castigo que nosotros merecíamos. Este sacrificio de un ser
absolutamente justo y perfecto, como es Jesús, satisfizo la justicia
de Dios y nos redimió de nuestra culpa. Ahora sólo falta que todo
ser humano se acerque a Dios con arrepentimiento y fe en Jesucristo
para ser declarado justo y recibir la salvación eterna.
Así
pues, todo aquel que por fe acepta el sacrificio sustitutivo de
Cristo y se somete a Él como su Señor, es salvo y, por tanto, queda
libre de la justa ira de Dios. Cuando una persona es confrontada con
el evangelio puede aceptar este don gratuito e inmerecido,
reconciliándose con Dios, o rechazarlo, manteniéndose en una
posición de enemistad contra Él. Dios podría obligarnos a que lo
adorásemos, pero sabemos que no se complace en ello y su mayor
gloria es que seres inteligentes con capacidad de decisión nos
rindamos a Él libre y voluntariamente.
El
ser humano fue la culminación de la obra creadora, el único ser
hecho a la imagen y semejanza de Dios mismo. Eso quiere decir que nos
creó con capacidad para relacionarnos de forma personal e íntima
con Él, de modo muy diferente al resto de los seres vivos.
Gn
1:26-27; Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra
imagen, conforme a nuestra semejanza;… 27 Y creó Dios
al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los
creó.
Nos
creó para que vivamos eternamente; para que vivamos en armonía con
Él y con el resto de la creación; para que reinemos en la Tierra y
nos enseñoreemos de ella y de todos los demás seres vivos.
Gn
1:28; Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos;
llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces
del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se
mueven sobre la tierra.
CONSIDERACIONES
DIVERSAS A MENUDO POCO O MAL EXPLICADAS
Ni
el hombre ni los demás animales fueron carnívoros en su origen,
como tampoco lo serán durante el reinado universal de Cristo (Is
11:7 y otros). Esto implica que ni el hombre cazaba animales ni
éstos se devoraban entre sí, por lo que no tenían temor unos de
otros. Esto cambió después del diluvio, cuando Dios entregó al
hombre todos los animales para que le sirvieran de sustento junto con
los alimentos vegetales que ya venía utilizando, provocando el temor
de los animales hacia el hombre.
Gn
1:29-30; Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta
que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que
hay fruto y que da semilla; os serán para comer.30 Y a toda bestia
de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo
lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda
planta verde les será para comer. Y fue así.
Is
11:7; La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el
león como el buey comerá paja.
Gn
9:1-3; Bendijo Dios a Noé y a sus hijos, y les dijo: Fructificad y
multiplicaos, y llenad la tierra. El temor y el miedo de
vosotros estarán sobre todo animal de la tierra, y sobre
toda ave de los cielos, en todo lo que se mueva sobre la tierra, y en
todos los peces del mar; en vuestra mano son entregados. Todo
lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento: así como las
legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo.
Al
respecto alguien podría objetar que ya Abel tenía un rebaño de
ovejas, pero lo cierto es que nadie puede asegurar que comiese carne
de oveja; pudo haberse conformado perfectamente con su leche y lana.
Hasta
después del diluvio sólo se menciona a Jabal (Gn 4:20), de
entre los descendientes de Caín, como padre de los que habitan en
tiendas y crían ganado, aunque no se dice nada del aprovechamiento
que hacían del mismo. En cuanto a los descendientes de Set, de cuya
genealogía procede Noé y también Cristo, probablemente continuaran
con el pastoreo iniciado por Abel, pero tampoco se dice nada de esto.
Vemos,
por otra parte, que primero Dios creó el medio ambiente natural, las
aguas y la tierra, y las creó dotándolas de la capacidad de generar
por sí mismas vida abundante y diversa.
En
el primer capítulo de Génesis se nos dice que todo ser vivo que se
mueve en o sobre las aguas, aves y peces, se originó a partir de
éstas. También creó Dios la vegetación y animales por medio de la
tierra, más específicamente de la corteza terrestre o polvo de la
tierra.
Gn
1:20-21; Dijo Dios: Produzcan las aguas seres vivientes,
y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los
cielos. Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser
viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su género, y
toda ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno.
Gn
1:11-12, 24-25;
Después
dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde,
hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su
género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. 12
Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según
su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él,
según su género. Y vio Dios que era bueno.
24
Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según
su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su
especie. Y fue así. 25 E hizo Dios animales de la tierra
según su género, y ganado según su género, y todo animal que se
arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno.
Gn
2:19; Jehová Dios formó,
pues, de la tierra
toda bestia del campo, y toda ave de los cielos…
Sal
104:29-30; Escondes tu rostro, se turban; les quitas el
hálito, dejan de ser, y vuelven al polvo. 30 Envías tu Espíritu,
son creados, y renuevas la faz de la tierra.
Incluso
el hombre, que tiene una parte muy semejante a la de los demás
animales, ya que compartimos con ellos huesos, vísceras, instintos,
emociones y gran parte de la cadena genética, procede del polvo de
la tierra. La diferencia esencial con los restantes animales, que son
un producto de la tierra, es que el hombre fue producto de una
intervención directa y singular de Dios, quien nos creó del polvo
de la tierra como el resto de los animales, pero como seres morales y
espirituales a su propia imagen y semejanza, como ya hemos visto
antes en Gn 1:26-27.
Gn
2:7; Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la
tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el
hombre un ser viviente.
El
hecho de que los animales procedan de su medio ambiente natural no
avala la teoría de la evolución de las especies, ya que la creación
lleva implícita una ley que hace que la reproducción de los seres
vivos sólo sea posible según su género y según su especie, como
vemos en el libro de Génesis. Esto explica que animales de distinta
especie no puedan procrear entre ellos (un perro con un gato, por
ejemplo), aunque sí entre una amplia variedad de razas dentro de la
misma especie; por eso existen perros tan diferentes en aspecto y tamaño.
Gn
1:21, 24-25;
21
Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que
se mueve, que las aguas produjeron según su género, y
toda ave alada según su especie. Y vio Dios que era
bueno.
24
Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según
su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su
especie. Y fue así. 25 E hizo Dios animales de la tierra
según su género, y ganado según su género, y todo animal que se
arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno.
La
frase “hagamos
al hombre” de Gn
1:26, así como la
contenida en Gn 3:22,
“Y dijo Jehová Dios:
he aquí el hombre es como uno de nosotros...”,
implica que la Creación fue una decisión y obra conjunta de las
tres personas de la divinidad (Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu
Santo), acerca de lo cual hay abundante revelación en las Sagradas
Escrituras.
No
podría ser de otra manera por cuando Dios es uno. Por tanto hemos de
entender que cuando se menciona como autor de la creación a una de
las tres personas de la trinidad, las otras dos también son partes
intervinientes. Esto es aplicable, por ejemplo, a 1
Co 8:6, donde se nos
dice que todas las cosas proceden del Padre y que todas las cosas
fueron hechas por medio del Hijo; a Ef
3:9, donde se afirma
que Dios Padre creó todas las cosas; a Col
1:16-17 (también He
1:2 y Jn
1:3), donde se indica
que todas las cosas fueron creadas por medio del Hijo y para el Hijo.
Vemos también que el Espíritu Santo participó en la Creación (Gn
1:2; Job 33:4 “El Espíritu de Dios me hizo y el soplo del
Omnipotente me dio vida”).
El
Espíritu Santo impulsa la generación y mantenimiento (conjuntamente
con el Padre y el Hijo) de la vida de todo ser que se mueve sobre la
faz del globo terráqueo, como hemos visto en Gn
2:7 y en Sal
104:29-31 “...Les quitas el hálito, dejan de ser,
y vuelven al polvo. Envías tu Espíritu, son creados,
y renuevas la faz de la tierra. Sea la gloria de Jehová para
siempre; alégrese Jehová en sus obras”.
Cuando
una persona fallece exhala el último aliento, que equivale a
entregar nuestro espíritu a Dios, que es quien nos lo dio, del mismo
modo que nosotros regresamos al polvo, de donde salimos.
Mt
27:50; Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó
el espíritu.
Gn
3:19; Con el sudor de tu rostro comerás el pan
hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues
polvo eres, y al polvo volverás.
Ec
12:7; Y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el
espíritu vuelva a Dios que lo dio.
En
otro orden de cosas, es llamativo el hecho de que en una tierra
extremadamente exuberante y fértil, Dios eligiera para el hombre un
lugar aún mejor, como fue el huerto de Édén. Algo parecido
ocurrirá en los nuevos cielos y nueva tierra con la Nueva Jerusalén,
donde muy probablemente morará una parte de la humanidad, mientras
otra parte estará fuera, aunque con acceso abierto para poder entrar
y salir de la santa ciudad. También esto nos recuerda el tabernáculo
de reunión, donde dentro de un orden creciente de aproximación a
Jehová estaban el atrio, el lugar santo y el lugar santísimo.
EL
DESEO DE SER FELICES
Si
hay algún deseo o meta compartida por todos los seres humanos, tanto
en lo que respecta a los creyentes en Cristo como a los incrédulos,
es alcanzar la felicidad. De algún modo todos tratamos de ser
felices a nuestra manera. El caso es que también Dios comparte con
nosotros el deseo que tenemos de ser felices.
Cuando
Dios formó al hombre y lo puso en el Edén, su voluntad por encima
de cualquier otra cosa era que éste fuese feliz, con preferencia a
que fuese rico o sabio por ejemplo, aunque también le dio riqueza y
sabiduría. En Edén el ser humano disponía de todo lo deseable para
ser inmensamente feliz. La única condición era permanecer en
comunión con Dios, pero, para nuestra desgracia, no se conformó con
eso y quiso igualarse a su Creador.
Así
pues, lo que realmente nos diferencia a unos de otros es el camino
que elegimos, el cómo y dónde buscamos la felicidad.
Lamentablemente, para una gran parte de la humanidad la felicidad se
limita a una mera obtención de placer, a una satisfacción hedonista
e inmediata de los instintos, a la ambición de poseer y a conseguir
una relativa posición de poder y dominio.
Nosotros,
los cristianos, también tratamos de ser felices en esta vida, pero
siguiendo el orden establecido por Dios. Los incrédulos buscan la
felicidad sin Dios; nosotros tratando de caminar con Él, ésa es la
diferencia.
Los
incrédulos, al carecer de fe y esperanza en una vida eterna, se
apresuran a disfrutar aquí y ahora, dando rienda suelta a sus
pasiones, ya que, según piensan, todo acaba cuando dejamos de
respirar sobre la tierra. 1 Co 15:32 describe bien su actitud:
“Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos porque mañana
moriremos”. En cambio para nosotros, que sabemos en quien hemos
creído, la felicidad plena no se encuentra aquí en este mundo, pero
nos aguarda en la eternidad con Cristo.
2
Ti 1:12 Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo,
porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es
poderoso para guardar mi depósito para aquel día.
En
este mundo ni unos ni otros podemos ser completamente felices. A
breves intervalos de felicidad les suceden ineludiblemente tiempos de
sufrimiento y tristeza. La felicidad aquí es efímera; apenas
creemos haberla alcanzado, se nos escapa de las manos. En realidad
viene a ser un sucedáneo de la auténtica felicidad que sólo
hallaremos cuando estemos físicamente en la presencia del Señor.
Sal
37:37; Considera al íntegro, y mira al justo; porque hay
un final dichoso para el hombre de paz.
En
la dura batalla de la vida, tanto los creyentes como los incrédulos
nos vemos obligados a luchar contra las adversidades, pero sólo los
primeros tienen una meta clara, que no se halla en este mundo tal
como lo conocemos sino en el venidero, donde la voluntad de Dios que
ahora se hace en los cielos será también hecha en la Tierra. Por
tanto, sólo quienes creen en Jesús como su señor y salvador tienen
una esperanza cierta y pueden pelear la buena batalla.
Mt
6:10; Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el
cielo, así también en la tierra.
1
Ti 6:12; Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la
vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo
hecho la buena profesión delante de muchos testigos.
A
pesar de las pruebas presentes, llenas de penas y dificultades, creo
que aquí y ahora los cristianos conseguimos ser más felices que los
demás, por varias razones:
-Habiéndonos
reconciliado con Dios por medio de Jesucristo, disfrutamos de la
verdadera paz que este mundo no conoce, porque trata de implantarla,
no por medio de la justicia sino mediante la disuasión o empleo de
la fuerza.
-Tenemos
el gozo de la salvación que nos ha sido otorgada.
-Tenemos
esperanza de una vida futura muchísimo mejor.
-Tenemos
en quien confiar y en quien descansar.
-Somos
consolados en medio de las aflicciones por el Espíritu Santo, que
nos es dado.
-Conocemos
la verdad en medio de tanta mentira, la verdad que nos hace libres.
-Conocemos
el verdadero amor; a Aquél que es fiel y misericordioso; al que
sacia nuestra hambre y sed de justicia; a Aquél que siempre podemos
acudir porque en todo momento está dispuesto a recibirnos; al que
siempre nos escucha; a quien es nuestro pronto auxilio en las
tribulaciones (Sal 46:1); etc.
En
resumen, no estamos solos en medio de las dificultades de esta vida,
porque Cristo nos acompaña en nuestro caminar diario.
REFLEXIÓN
SOBRE LO QUE SUCEDIÓ EN EDÉN
Aunque
muchos quizá piensen que Dios fue muy duro, castigando a Adán y Eva
de modo desproporcionado por un acto semiconsciente e irreflexivo; o
que fueron meras víctimas del engaño de Satanás, quien fue el
verdadero culpable; o incluso que la culpa la tuvo Dios mismo por
ponerlos a prueba, o por estar ausente cuando fueron tentados; lo
cierto es que si analizamos bien Gn 3:1-6, nos damos cuenta
que de inocentes, nada de nada. En este simple acto el hombre se
contaminó de rebeldía, infidelidad, codicia, orgullo, etc.
Gn
3:1-6; Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del
campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque
Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? 2 Y la mujer
respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del
huerto podemos comer; 3 pero del fruto del árbol que está en medio
del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que
no muráis. 4 Entonces la serpiente dijo a la mujer: No
moriréis; 5 sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán
abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el
mal. 6 Y vio la mujer que el árbol era bueno para
comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para
alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y
dio también a su marido, el cual comió así como ella.
De
entre los árboles del huerto de Edén, todos ellos deliciosamente
bellos y con exquisitos frutos, destacaban por su trascendencia el
árbol de la vida y el de la ciencia del bien y del mal. Ambos eran
antagónicos entre sí: uno era para vida y otro para muerte; comer
de uno acarreaba bendición y comer del otro maldición. Aunque Adán
fue advertido por Dios, él era libre para escoger, como ocurriría
varios siglos después al pueblo de Israel frente al monte Ebal y el
Monte Guerizim. El árbol de la vida, que también estará presente
en la Jerusalén celestial, nos recuerda a Cristo, por cuanto hemos
de comer su carne y beber su sangre (en sentido figurado) para tener
vida.
Dt
11:26-28; He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la
bendición y la maldición: 27 la bendición, si oyereis
los mandamientos de Jehová vuestro Dios, que yo os prescribo hoy, 28
y la maldición, si no oyereis los mandamientos de Jehová vuestro
Dios, y os apartareis del camino que yo os ordeno hoy, para ir en pos
de dioses ajenos que no habéis conocido.
Dt
30:15, 19-20;
15
Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la
muerte y el mal...
19
A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros,
que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición
y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu
descendencia; 20 amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y
siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y
prolongación de tus días; a fin de que habites sobre la tierra que
juró Jehová a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob, que les había de
dar.
Ap
22:2; En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro
lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce
doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran
para la sanidad de las naciones.
Jn
6:53-54; Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si
no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no
tenéis vida en vosotros. 54 El que come mi carne y bebe mi sangre,
tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día
postrero.
1
Co 11:24-25; Y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad,
comed; esto es mi cuerpo
que por vosotros es partido; haced esto en memoria de
mí. 25 Asimismo tomó también la copa, después de haber
cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre;
haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí.
Dios
creó al hombre con el propósito de que sea plenamente feliz por
toda la eternidad. Y así fue al principio. En aquel jardín Adán y
Eva tenían absolutamente todo lo deseable y vivían en perfecta
armonía con Dios y el resto de la creación. Mantenían una relación
totalmente trasparente con su Creador, se deleitaban en su compañía
y experimentaban el amor infinito de Dios. Nada se interponía entre
ellos, no había nada que estorbara en esa relación, en esa plena
unión y dependencia del hombre de su Creador.
El caso es que Dios no ha cambiado en cuanto a su deseo de darnos vida eterna.
Por eso ha hecho posible que nuestra relación con Él sea restaurada
por medio de Jesucristo. Por ello y porque un día quizá no lejano
restaurará todas las cosas (Ap 21 “cielos nuevos y nueva
Tierra”), le deberíamos estar sumamente agradecidos. Luego Génesis
y Apocalipsis, prólogo y epílogo se dan la mano. En otras palabras, lo mismo
que ya fue, volverá a ser.
Ec
1:9; ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo
que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo
debajo del sol.
Volviendo
al pasado, Adán tuvo la posibilidad de elegir entre permanecer fiel
a Dios o rebelarse contra Él; caminar de la mano de Dios o ir por su
cuenta; ser agradecido o desagradecido; recibir de Dios por pura
gracia o querer conseguir las cosas por sí mismo, por sus propios
méritos; dejarse guiar por la infinita sabiduría de Dios o querer
alcanzar su propia sabiduría para no tener que depender de Él;
someterse a su Creador o desafiarlo intentando ponerse a su mismo
nivel; creer a Dios o creer a la serpiente (por cierto, aquí vemos
el primer caso de posesión diabólica conocido).
Así,
por escoger libre y voluntariamente hacer lo que no debía, arruinó
su relación con Dios y sufrió las consecuencias. Perdió su pureza
e inocencia y ya no fue capaz de presentarse ante Dios con
transparencia, con limpia conciencia. Descubrió que estaba desnudo y
sintió vergüenza y miedo, por lo que intentó en vano esconderse de
su presencia.
Gn
3:7-10; Entonces
fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos;
entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales.
8 Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto,
al
aire del día; y
el hombre y su mujer se escondieron de
la
presencia de Jehová Dios
entre
los árboles del huerto. 9
Mas
Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde
estás
tú? 10
Y
él respondió: Oí
tu voz en el huerto, y tuve miedo,
porque
estaba desnudo; y me escondí.
Utilizando
un símil, la desnudez del niño inocente, aceptada con naturalidad y
ternura por su padre (o madre) dio paso a la desnudez del adulto, que
es percibida como algo vergonzoso o sucio que debe taparse. De ahí
la necesidad imperiosa de cubrirse con un vestido. La fealdad del
pecado debe, en efecto, ser cubierta.
Como
hemos visto, Adán y Eva improvisaron unos vestidos, porque
comprendieron que ya no podían presentar sus cuerpos inmundos
desnudos delante de Dios, pero para Él esos vestidos eran
inaceptables. Ningún vestido hecho por el hombre es digno de ser
presentado delante de Dios. Sólo es aceptable un vestido previsto y
provisto por Él mismo.
Gn
3:21; Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas
de pieles, y los vistió.
Tal
como Dios les había advertido, la desobediencia introdujo el
pecado en el mundo y con él la muerte. El pecado es como un virus
mortal que infectó a Adán y Eva y se transmitió a todos sus
descendientes. La muerte, que en esencia es la separación del hombre
de su Creador, les llegó a nuestros primeros padres y nos llega a
nosotros, primeramente a nivel espiritual y después físico o
corporal. El mal ya está hecho y lo que más debe preocuparnos es si
aún podemos librarnos de la muerte eterna.
Gn
2:16-17; Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol
del huerto podrás comer; 17 mas del árbol de la ciencia
del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres,
ciertamente morirás.
Afortunadamente
para nosotros, Dios pronto comenzó a tender puentes para ir
restaurando aquella relación rota. En su misericordia y de manera
provisional hasta la venida del Cordero de Dios que quita el pecado
del mundo, permitió a su pueblo Israel acercarse a Él en base al
sacrificio de un animal inocente que pagase simbólicamente por las
injusticias de ellos, muriendo en su lugar. Dicho sacrificio
sustitutorio aplacaba la justa ira de Dios, sus pecados quedaban
cubiertos y obtenían el perdón divino.
Jn
1:29; El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo:
He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
La
necesidad de un sacrificio cruento ya fue claramente anticipado en Gn
3:21, cuando Dios tuvo que derramar sangre inocente de animales
para vestir a Adán y Eva con túnicas de pieles hechas por Él
mismo. Por eso se nos dice en Is 64:6 que “todos nosotros
somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapos de
inmundicia”. Así son las vestiduras humanas delante de Dios.
Las
vestiduras no sólo sirven para cubrir nuestra desnudez; también
imprimen carácter a quienes las usan (pensemos en policías,
militares, jueces y magistrados, reyes y emperadores, personajes de
la nobleza, etc). Sirven además para distinguir una ocasión, como
lo ilustra bien en sentido negativo el invitado sin vestido de boda
de Mt 22, así como para fijar el rango o posición social de
quienes las usan (por ejemplo las vestiduras sacerdotales de Ex
28).
Mt
22:11-13; Y entró el rey para ver a los convidados, y vio
allí a un hombre que no estaba vestido de boda. 12 Y le
dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas
él enmudeció. 13 Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de
pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el
lloro y el crujir de dientes.
Ex
28:2-3; Y harás vestiduras sagradas a Aarón tu hermano, para honra
y hermosura. 3 Y tú hablarás a todos los sabios de corazón, a
quienes yo he llenado de espíritu de sabiduría, para que
hagan las vestiduras de Aarón, para consagrarle para que sea mi
sacerdote.
ACERCA
DE NUESTRA VESTIMENTA ESPIRITUAL
Como
hemos visto, el significado simbólico de los vestidos, además de
rico en matices tiene una importancia trascendental en nuestra
relación con Dios. Por eso considero oportuno conmentar algunos
textos bíblicos relacionados con los mismos:
-Nosotros,
que hemos lavado nuestras ropas y las hemos emblanquecido en la
sangre del Cordero, hemos de poner sumo cuidado en no manchar esas
vestiduras que llevamos.
Ap
7:13-14; Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos
que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han
venido? 14
Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son
los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y
las han emblanquecido en la sangre del Cordero.
Ap
3:4; Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han
manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas,
porque son dignas.
-Debemos
vestirnos del Señor Jesucristo.
Ro
13:14; ...vestíos del Señor Jesucristo, y no
proveáis para los deseos de la carne.
-Debemos
vestirnos de toda la armadura de Dios.
Ef
6:11; Vestíos de toda la armadura de Dios, para
que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.
-Tenemos
que revestirnos del nuevo hombre, es decir, quitar de nosotros el
viejo hombre y ponernos el nuevo, o lo que viene a ser lo mismo,
tenemos que revestirnos de Cristo.
Col
3:9-10; No mintáis los unos a los otros, habiéndoos
despojado del viejo hombre con sus hechos, 10 y revestido del nuevo,
el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta
el conocimiento pleno…
Gál
3:27; ...todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de
Cristo estáis revestidos.
-Los
cristianos estamos vestidos de fe, amor y esperanza.
1
Ts 5:8; Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios,
habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con
la esperanza de salvación como yelmo.
-En
las bodas del Cordero, a la esposa se le ha concedido que se vista de
lino fino, limpio y resplandeciente y lo mismo a los ejércitos
celestiales, de los que espero ser parte, que acompañarán a Cristo
montado en un caballo blanco, cuando venga a juzgar la Tierra y tomar
posesión del Reino ¡Aleluya!
Ap
19:7-8, 14;
Gocémonos
y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del
Cordero, y su esposa se ha preparado. 8 Y a ella se le ha
concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente;
porque el lino fino es las acciones justas de los santos.
14
Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo,
blanco y limpio, le seguían
en caballos blancos.
No tengo nada más que añadir; que el Señor nos bendiga.
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