10/5/17

Creados a su imagen y semejanza


REFLEXIONES SOBRE LA CREACIÓN DE DIOS

Podemos comenzar con la siguiente pregunta: ¿Para qué hizo Dios la creación? Por encima de cualquier otra consideración, el Dios soberano y todopoderoso, el único y verdadero Dios, todo lo creó para su gloria y todo lo que creó lo satisfizo, porque fue bueno en gran manera.

Pr 16:4; Todas las cosas ha hecho Jehová para sí mismo, y aun al impío para el día malo.

Gn 1:31; Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto.

Cuando hablo de esto con los incrédulos, a menudo argumentan que si Él es omnisciente y sabía que le íbamos a fallar, entonces es un Dios malévolo. Y si Él es perfecto, ¿por qué nos hizo defectuosos sabiendo que íbamos a pecar y sufrir las consecuencias?

Ante dichas objeciones replico argumentando lo siguiente:

1º) En primer lugar, no nos hizo defectuosos, sino a su imagen y semejanza, perfectos, inteligentes y libres. No nos programó como robots ni nos hizo como el resto de los animales. Aparte de los ángeles, somos los únicos seres facultados para decidir entre obedecer o desobedecer a Dios y consecuentemente para escoger entre el bien y el mal.

2º) El Dios Todopoderoso y Soberano todo lo creó para su gloria y nada lo puede glorificar más que ser adorado por un ser tan especial como es el ser humano, de forma libre y voluntaria.

3º) Precisamente porque es omnisciente y, por tanto, sabía de antemano que le íbamos a fallar, tenía diseñado desde antes de la fundación del mundo un plan de salvación. Éste consistió en enviar a su Hijo a la tierra para rescatarnos del pecado y la muerte, sufriendo en la cruz el castigo que nosotros merecíamos. Este sacrificio de un ser absolutamente justo y perfecto, como es Jesús, satisfizo la justicia de Dios y nos redimió de nuestra culpa. Ahora sólo falta que todo ser humano se acerque a Dios con arrepentimiento y fe en Jesucristo para ser declarado justo y recibir la salvación eterna.

Así pues, todo aquel que por fe acepta el sacrificio sustitutivo de Cristo y se somete a Él como su Señor, es salvo y, por tanto, queda libre de la justa ira de Dios. Cuando una persona es confrontada con el evangelio puede aceptar este don gratuito e inmerecido, reconciliándose con Dios, o rechazarlo, manteniéndose en una posición de enemistad contra Él. Dios podría obligarnos a que lo adorásemos, pero sabemos que no se complace en ello y su mayor gloria es que seres inteligentes con capacidad de decisión nos rindamos a Él libre y voluntariamente.

El ser humano fue la culminación de la obra creadora, el único ser hecho a la imagen y semejanza de Dios mismo. Eso quiere decir que nos creó con capacidad para relacionarnos de forma personal e íntima con Él, de modo muy diferente al resto de los seres vivos.

Gn 1:26-27; Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza;… 27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.

Nos creó para que vivamos eternamente; para que vivamos en armonía con Él y con el resto de la creación; para que reinemos en la Tierra y nos enseñoreemos de ella y de todos los demás seres vivos.

Gn 1:28; Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.

CONSIDERACIONES DIVERSAS A MENUDO POCO O MAL EXPLICADAS

Ni el hombre ni los demás animales fueron carnívoros en su origen, como tampoco lo serán durante el reinado universal de Cristo (Is 11:7 y otros). Esto implica que ni el hombre cazaba animales ni éstos se devoraban entre sí, por lo que no tenían temor unos de otros. Esto cambió después del diluvio, cuando Dios entregó al hombre todos los animales para que le sirvieran de sustento junto con los alimentos vegetales que ya venía utilizando, provocando el temor de los animales hacia el hombre.

Gn 1:29-30; Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer.30 Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así.

Is 11:7; La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja.

Gn 9:1-3; Bendijo Dios a Noé y a sus hijos, y les dijo: Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra. El temor y el miedo de vosotros estarán sobre todo animal de la tierra, y sobre toda ave de los cielos, en todo lo que se mueva sobre la tierra, y en todos los peces del mar; en vuestra mano son entregados. Todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento: así como las legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo.

Al respecto alguien podría objetar que ya Abel tenía un rebaño de ovejas, pero lo cierto es que nadie puede asegurar que comiese carne de oveja; pudo haberse conformado perfectamente con su leche y lana.

Hasta después del diluvio sólo se menciona a Jabal (Gn 4:20), de entre los descendientes de Caín, como padre de los que habitan en tiendas y crían ganado, aunque no se dice nada del aprovechamiento que hacían del mismo. En cuanto a los descendientes de Set, de cuya genealogía procede Noé y también Cristo, probablemente continuaran con el pastoreo iniciado por Abel, pero tampoco se dice nada de esto.

Vemos, por otra parte, que primero Dios creó el medio ambiente natural, las aguas y la tierra, y las creó dotándolas de la capacidad de generar por sí mismas vida abundante y diversa.

En el primer capítulo de Génesis se nos dice que todo ser vivo que se mueve en o sobre las aguas, aves y peces, se originó a partir de éstas. También creó Dios la vegetación y animales por medio de la tierra, más específicamente de la corteza terrestre o polvo de la tierra.

Gn 1:20-21; Dijo Dios: Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los cielos. Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno.

Gn 1:11-12, 24-25;
Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. 12 Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y vio Dios que era bueno.
24 Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue así. 25 E hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno.

Gn 2:19; Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos…

Sal 104:29-30; Escondes tu rostro, se turban; les quitas el hálito, dejan de ser, y vuelven al polvo. 30 Envías tu Espíritu, son creados, y renuevas la faz de la tierra.

Incluso el hombre, que tiene una parte muy semejante a la de los demás animales, ya que compartimos con ellos huesos, vísceras, instintos, emociones y gran parte de la cadena genética, procede del polvo de la tierra. La diferencia esencial con los restantes animales, que son un producto de la tierra, es que el hombre fue producto de una intervención directa y singular de Dios, quien nos creó del polvo de la tierra como el resto de los animales, pero como seres morales y espirituales a su propia imagen y semejanza, como ya hemos visto antes en Gn 1:26-27.

Gn 2:7; Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.

El hecho de que los animales procedan de su medio ambiente natural no avala la teoría de la evolución de las especies, ya que la creación lleva implícita una ley que hace que la reproducción de los seres vivos sólo sea posible según su género y según su especie, como vemos en el libro de Génesis. Esto explica que animales de distinta especie no puedan procrear entre ellos (un perro con un gato, por ejemplo), aunque sí entre una amplia variedad de razas dentro de la misma especie; por eso existen perros tan diferentes en aspecto y tamaño.

Gn 1:21, 24-25;
21 Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno.
24 Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue así. 25 E hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno.

La frase “hagamos al hombre” de Gn 1:26, así como la contenida en Gn 3:22, “Y dijo Jehová Dios: he aquí el hombre es como uno de nosotros...”, implica que la Creación fue una decisión y obra conjunta de las tres personas de la divinidad (Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo), acerca de lo cual hay abundante revelación en las Sagradas Escrituras.

No podría ser de otra manera por cuando Dios es uno. Por tanto hemos de entender que cuando se menciona como autor de la creación a una de las tres personas de la trinidad, las otras dos también son partes intervinientes. Esto es aplicable, por ejemplo, a 1 Co 8:6, donde se nos dice que todas las cosas proceden del Padre y que todas las cosas fueron hechas por medio del Hijo; a Ef 3:9, donde se afirma que Dios Padre creó todas las cosas; a Col 1:16-17 (también He 1:2 y Jn 1:3), donde se indica que todas las cosas fueron creadas por medio del Hijo y para el Hijo. Vemos también que el Espíritu Santo participó en la Creación (Gn 1:2; Job 33:4 “El Espíritu de Dios me hizo y el soplo del Omnipotente me dio vida”).

El Espíritu Santo impulsa la generación y mantenimiento (conjuntamente con el Padre y el Hijo) de la vida de todo ser que se mueve sobre la faz del globo terráqueo, como hemos visto en Gn 2:7 y en Sal 104:29-31 “...Les quitas el hálito, dejan de ser, y vuelven al polvo. Envías tu Espíritu, son creados, y renuevas la faz de la tierra. Sea la gloria de Jehová para siempre; alégrese Jehová en sus obras”.

Cuando una persona fallece exhala el último aliento, que equivale a entregar nuestro espíritu a Dios, que es quien nos lo dio, del mismo modo que nosotros regresamos al polvo, de donde salimos.

Mt 27:50; Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.

Gn 3:19; Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.

Ec 12:7; Y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio.

En otro orden de cosas, es llamativo el hecho de que en una tierra extremadamente exuberante y fértil, Dios eligiera para el hombre un lugar aún mejor, como fue el huerto de Édén. Algo parecido ocurrirá en los nuevos cielos y nueva tierra con la Nueva Jerusalén, donde muy probablemente morará una parte de la humanidad, mientras otra parte estará fuera, aunque con acceso abierto para poder entrar y salir de la santa ciudad. También esto nos recuerda el tabernáculo de reunión, donde dentro de un orden creciente de aproximación a Jehová estaban el atrio, el lugar santo y el lugar santísimo.

EL DESEO DE SER FELICES

Si hay algún deseo o meta compartida por todos los seres humanos, tanto en lo que respecta a los creyentes en Cristo como a los incrédulos, es alcanzar la felicidad. De algún modo todos tratamos de ser felices a nuestra manera. El caso es que también Dios comparte con nosotros el deseo que tenemos de ser felices.

Cuando Dios formó al hombre y lo puso en el Edén, su voluntad por encima de cualquier otra cosa era que éste fuese feliz, con preferencia a que fuese rico o sabio por ejemplo, aunque también le dio riqueza y sabiduría. En Edén el ser humano disponía de todo lo deseable para ser inmensamente feliz. La única condición era permanecer en comunión con Dios, pero, para nuestra desgracia, no se conformó con eso y quiso igualarse a su Creador.

Así pues, lo que realmente nos diferencia a unos de otros es el camino que elegimos, el cómo y dónde buscamos la felicidad. Lamentablemente, para una gran parte de la humanidad la felicidad se limita a una mera obtención de placer, a una satisfacción hedonista e inmediata de los instintos, a la ambición de poseer y a conseguir una relativa posición de poder y dominio.

Nosotros, los cristianos, también tratamos de ser felices en esta vida, pero siguiendo el orden establecido por Dios. Los incrédulos buscan la felicidad sin Dios; nosotros tratando de caminar con Él, ésa es la diferencia.

Los incrédulos, al carecer de fe y esperanza en una vida eterna, se apresuran a disfrutar aquí y ahora, dando rienda suelta a sus pasiones, ya que, según piensan, todo acaba cuando dejamos de respirar sobre la tierra. 1 Co 15:32 describe bien su actitud: “Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos porque mañana moriremos”. En cambio para nosotros, que sabemos en quien hemos creído, la felicidad plena no se encuentra aquí en este mundo, pero nos aguarda en la eternidad con Cristo.

2 Ti 1:12 Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.

En este mundo ni unos ni otros podemos ser completamente felices. A breves intervalos de felicidad les suceden ineludiblemente tiempos de sufrimiento y tristeza. La felicidad aquí es efímera; apenas creemos haberla alcanzado, se nos escapa de las manos. En realidad viene a ser un sucedáneo de la auténtica felicidad que sólo hallaremos cuando estemos físicamente en la presencia del Señor.

Sal 37:37; Considera al íntegro, y mira al justo; porque hay un final dichoso para el hombre de paz.

En la dura batalla de la vida, tanto los creyentes como los incrédulos nos vemos obligados a luchar contra las adversidades, pero sólo los primeros tienen una meta clara, que no se halla en este mundo tal como lo conocemos sino en el venidero, donde la voluntad de Dios que ahora se hace en los cielos será también hecha en la Tierra. Por tanto, sólo quienes creen en Jesús como su señor y salvador tienen una esperanza cierta y pueden pelear la buena batalla.

Mt 6:10; Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.

1 Ti 6:12; Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.

A pesar de las pruebas presentes, llenas de penas y dificultades, creo que aquí y ahora los cristianos conseguimos ser más felices que los demás, por varias razones:

-Habiéndonos reconciliado con Dios por medio de Jesucristo, disfrutamos de la verdadera paz que este mundo no conoce, porque trata de implantarla, no por medio de la justicia sino mediante la disuasión o empleo de la fuerza.

-Tenemos el gozo de la salvación que nos ha sido otorgada.

-Tenemos esperanza de una vida futura muchísimo mejor.

-Tenemos en quien confiar y en quien descansar.

-Somos consolados en medio de las aflicciones por el Espíritu Santo, que nos es dado.

-Conocemos la verdad en medio de tanta mentira, la verdad que nos hace libres.

-Conocemos el verdadero amor; a Aquél que es fiel y misericordioso; al que sacia nuestra hambre y sed de justicia; a Aquél que siempre podemos acudir porque en todo momento está dispuesto a recibirnos; al que siempre nos escucha; a quien es nuestro pronto auxilio en las tribulaciones (Sal 46:1); etc.

En resumen, no estamos solos en medio de las dificultades de esta vida, porque Cristo nos acompaña en nuestro caminar diario.

REFLEXIÓN SOBRE LO QUE SUCEDIÓ EN EDÉN

Aunque muchos quizá piensen que Dios fue muy duro, castigando a Adán y Eva de modo desproporcionado por un acto semiconsciente e irreflexivo; o que fueron meras víctimas del engaño de Satanás, quien fue el verdadero culpable; o incluso que la culpa la tuvo Dios mismo por ponerlos a prueba, o por estar ausente cuando fueron tentados; lo cierto es que si analizamos bien Gn 3:1-6, nos damos cuenta que de inocentes, nada de nada. En este simple acto el hombre se contaminó de rebeldía, infidelidad, codicia, orgullo, etc.

Gn 3:1-6; Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? 2 Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; 3 pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. 4 Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; 5 sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. 6 Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.

De entre los árboles del huerto de Edén, todos ellos deliciosamente bellos y con exquisitos frutos, destacaban por su trascendencia el árbol de la vida y el de la ciencia del bien y del mal. Ambos eran antagónicos entre sí: uno era para vida y otro para muerte; comer de uno acarreaba bendición y comer del otro maldición. Aunque Adán fue advertido por Dios, él era libre para escoger, como ocurriría varios siglos después al pueblo de Israel frente al monte Ebal y el Monte Guerizim. El árbol de la vida, que también estará presente en la Jerusalén celestial, nos recuerda a Cristo, por cuanto hemos de comer su carne y beber su sangre (en sentido figurado) para tener vida.

Dt 11:26-28; He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición: 27 la bendición, si oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, que yo os prescribo hoy, 28 y la maldición, si no oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, y os apartareis del camino que yo os ordeno hoy, para ir en pos de dioses ajenos que no habéis conocido.

Dt 30:15, 19-20;
15 Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal...
19 A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia; 20 amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y prolongación de tus días; a fin de que habites sobre la tierra que juró Jehová a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob, que les había de dar.

Ap 22:2; En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.

Jn 6:53-54; Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. 54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.

1 Co 11:24-25; Y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. 25 Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí.

Dios creó al hombre con el propósito de que sea plenamente feliz por toda la eternidad. Y así fue al principio. En aquel jardín Adán y Eva tenían absolutamente todo lo deseable y vivían en perfecta armonía con Dios y el resto de la creación. Mantenían una relación totalmente trasparente con su Creador, se deleitaban en su compañía y experimentaban el amor infinito de Dios. Nada se interponía entre ellos, no había nada que estorbara en esa relación, en esa plena unión y dependencia del hombre de su Creador.

El caso es que Dios no ha cambiado en cuanto a su deseo de darnos vida eterna. Por eso ha hecho posible que nuestra relación con Él sea restaurada por medio de Jesucristo. Por ello y porque un día quizá no lejano restaurará todas las cosas (Ap 21 “cielos nuevos y nueva Tierra”), le deberíamos estar sumamente agradecidos. Luego Génesis y Apocalipsis, prólogo y epílogo se dan la mano. En otras palabras, lo mismo que ya fue, volverá a ser.

Ec 1:9; ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol.

Volviendo al pasado, Adán tuvo la posibilidad de elegir entre permanecer fiel a Dios o rebelarse contra Él; caminar de la mano de Dios o ir por su cuenta; ser agradecido o desagradecido; recibir de Dios por pura gracia o querer conseguir las cosas por sí mismo, por sus propios méritos; dejarse guiar por la infinita sabiduría de Dios o querer alcanzar su propia sabiduría para no tener que depender de Él; someterse a su Creador o desafiarlo intentando ponerse a su mismo nivel; creer a Dios o creer a la serpiente (por cierto, aquí vemos el primer caso de posesión diabólica conocido).

Así, por escoger libre y voluntariamente hacer lo que no debía, arruinó su relación con Dios y sufrió las consecuencias. Perdió su pureza e inocencia y ya no fue capaz de presentarse ante Dios con transparencia, con limpia conciencia. Descubrió que estaba desnudo y sintió vergüenza y miedo, por lo que intentó en vano esconderse de su presencia.
 
Gn 3:7-10; Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales. 8 Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. 9 Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? 10 Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí.

Utilizando un símil, la desnudez del niño inocente, aceptada con naturalidad y ternura por su padre (o madre) dio paso a la desnudez del adulto, que es percibida como algo vergonzoso o sucio que debe taparse. De ahí la necesidad imperiosa de cubrirse con un vestido. La fealdad del pecado debe, en efecto, ser cubierta.

Como hemos visto, Adán y Eva improvisaron unos vestidos, porque comprendieron que ya no podían presentar sus cuerpos inmundos desnudos delante de Dios, pero para Él esos vestidos eran inaceptables. Ningún vestido hecho por el hombre es digno de ser presentado delante de Dios. Sólo es aceptable un vestido previsto y provisto por Él mismo.

Gn 3:21; Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió.

Tal como Dios les había advertido, la desobediencia introdujo el pecado en el mundo y con él la muerte. El pecado es como un virus mortal que infectó a Adán y Eva y se transmitió a todos sus descendientes. La muerte, que en esencia es la separación del hombre de su Creador, les llegó a nuestros primeros padres y nos llega a nosotros, primeramente a nivel espiritual y después físico o corporal. El mal ya está hecho y lo que más debe preocuparnos es si aún podemos librarnos de la muerte eterna.

Gn 2:16-17; Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; 17 mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.

Afortunadamente para nosotros, Dios pronto comenzó a tender puentes para ir restaurando aquella relación rota. En su misericordia y de manera provisional hasta la venida del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, permitió a su pueblo Israel acercarse a Él en base al sacrificio de un animal inocente que pagase simbólicamente por las injusticias de ellos, muriendo en su lugar. Dicho sacrificio sustitutorio aplacaba la justa ira de Dios, sus pecados quedaban cubiertos y obtenían el perdón divino.

Jn 1:29; El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

La necesidad de un sacrificio cruento ya fue claramente anticipado en Gn 3:21, cuando Dios tuvo que derramar sangre inocente de animales para vestir a Adán y Eva con túnicas de pieles hechas por Él mismo. Por eso se nos dice en Is 64:6 que “todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapos de inmundicia”. Así son las vestiduras humanas delante de Dios.

Las vestiduras no sólo sirven para cubrir nuestra desnudez; también imprimen carácter a quienes las usan (pensemos en policías, militares, jueces y magistrados, reyes y emperadores, personajes de la nobleza, etc). Sirven además para distinguir una ocasión, como lo ilustra bien en sentido negativo el invitado sin vestido de boda de Mt 22, así como para fijar el rango o posición social de quienes las usan (por ejemplo las vestiduras sacerdotales de Ex 28).

Mt 22:11-13; Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. 12 Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció. 13 Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.

Ex 28:2-3; Y harás vestiduras sagradas a Aarón tu hermano, para honra y hermosura. 3 Y tú hablarás a todos los sabios de corazón, a quienes yo he llenado de espíritu de sabiduría, para que hagan las vestiduras de Aarón, para consagrarle para que sea mi sacerdote.

ACERCA DE NUESTRA VESTIMENTA ESPIRITUAL

Como hemos visto, el significado simbólico de los vestidos, además de rico en matices tiene una importancia trascendental en nuestra relación con Dios. Por eso considero oportuno conmentar algunos textos bíblicos relacionados con los mismos:

-Nosotros, que hemos lavado nuestras ropas y las hemos emblanquecido en la sangre del Cordero, hemos de poner sumo cuidado en no manchar esas vestiduras que llevamos.

Ap 7:13-14; Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? 14 Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.

Ap 3:4; Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas.

-Debemos vestirnos del Señor Jesucristo.

Ro 13:14; ...vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.

-Debemos vestirnos de toda la armadura de Dios.

Ef 6:11; Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.

-Tenemos que revestirnos del nuevo hombre, es decir, quitar de nosotros el viejo hombre y ponernos el nuevo, o lo que viene a ser lo mismo, tenemos que revestirnos de Cristo.

Col 3:9-10; No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, 10 y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno…

Gál 3:27; ...todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.

-Los cristianos estamos vestidos de fe, amor y esperanza.

1 Ts 5:8; Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo.

-En las bodas del Cordero, a la esposa se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente y lo mismo a los ejércitos celestiales, de los que espero ser parte, que acompañarán a Cristo montado en un caballo blanco, cuando venga a juzgar la Tierra y tomar posesión del Reino ¡Aleluya!

Ap 19:7-8, 14;
Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. 8 Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos.
14 Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos.

No tengo nada más que añadir; que el Señor nos bendiga.



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