10/5/17

El tiempo


Ec 3:1 “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora”.

El hombre, centrado en sí mismo y separado de Dios, tiende a relativizar todo. Hoy día, más que nunca antes en la historia, es muy patente la falta de referencias o valores absolutos para mucha gente.

Como no puede ser de otra forma, desde el punto de vista humano el tiempo es necesariamente relativo. El tiempo físico es una variable que interactúa con el espacio y la velocidad, tal como se expresa en la fórmula matemática T = E / V. En la actualidad es universalmente admitida la teoría de la relatividad presentada por Albert Einstein en el pasado siglo veinte.

Todo ocurre en un espacio y tiempo determinado y todo, el mismo universo, está en constante movimiento: los cuerpos celestes, el mar, los seres vivos y aun el interior de la tierra, como podemos comprobar en la actividad volcánica y los terremotos. Vemos, pues, la relación de dependencia entre tiempo, espacio y velocidad o movimiento. En estas coordenadas nos movemos todos; son, digamos, inherentes a la propia vida.

En cuanto a Dios, siendo Él el creador, no está limitado por condiciones espacio-temporales. Está por encima de la relatividad, ya que sus atributos son absolutos: Él es omnipotente, omnisciente y omnipresente.

Estas dos últimas cualidades que, como hemos visto están relacionadas, hacen referencia al tiempo y el espacio. Como es omnisciente conoce todas las cosas antes, durante y después de que se manifiesten en la vida finita de sus criaturas y, por otra parte, su presencia lo llena todo (Sal 139). Por eso Dios se nos muestra como el Yo Soy de la eternidad, que es absoluto y trasciende el tiempo.

¿Estamos hablando de cosas que no entendemos? Hasta cierto punto sí, porque no podemos abarcar la mente de Dios (Is 55:8). Pero también es cierto que Él nos hizo a su imagen y semejanza, dotándonos de inteligencia. Por eso desde los tiempos más remotos de la historia todos los pueblos han reconocido la existencia de un dios o ser superior, aunque a medida que la humanidad se fue corrompiendo, se fue alejando del Dios verdadero y creando de manera ilusoria falsos dioses para tratar de satisfacer sus deseos. En todo caso, hay una idea de Dios arraigada en lo más profundo del ser humano. Según el teólogo católico “San Anselmo”, la aparición del propio concepto de Dios responde a la necesidad de designar este ente superior y es en sí mismo una prueba de su existencia.

Los que pertenecemos al pueblo de Dios, además de la inteligencia propia del ser humano, que no podemos rechazar como mala porque nos ha sido dada por nuestro creador, tenemos el Espíritu de Dios morando en nosotros. Como dice en 1 Co 2:16, “tenemos la mente de Cristo”. Por eso muchas cosas que a los incrédulos les están veladas u ocultas a nosotros nos han sido reveladas o dadas a conocer.

Abundando en esta breve reflexión sobre el tiempo, presentaré una serie de versículos con algún comentario.

Todo tiene su tiempo y su hora, como vimos al principio de esta exposición en Ec 3:1. En concordancia con esto se nos dice en Hch 17:26 que Dios nos “ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de nuestra habitación”.

De acuerdo a Ec 9:12, el hombre no conoce su tiempo. Por eso tenemos que estar preparados, orando y velando en todo momento (Ef 6:18). También nos dice la Palabra que el tiempo es corto (1 Co 7:29); de ahí que tengamos que aprovecharlo bien, porque los días son malos (Ef 5:16). Como dice Sal 34:1, “Bendeciré a Jehová en todo tiempo”.

En el momento de hacer cada cosa a su tiempo, debemos hacerlo sin demora, no dejando para mañana lo que podamos hacer hoy. En este sentido la Palabra nos exhorta abundantemente, como podemos ver en los siguientes versículos:

Ro 13:11 Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos.

2 Co 6:1-2 Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios. Porque dice: En tiempo aceptable te he oído, Y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación (ver también Is 49:8).

Ec 9:10 Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.

2 Ti 4:2 que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo...

También es importante tener sentido de la oportunidad, algo que debemos pedirle a Dios ¿Quién no estuvo alguna vez despistado y reaccionado tarde ante una oportunidad que se nos presentó inesperadamente? “Y la palabra a su tiempo, ¡cuán buena es!...” (Pr 15:23). Por otra parte, es muy tranquilizador para el cristiano saber que “en tu mano están mis tiempos...” (Sal 31:15).

Hasta ahora me he referido más bien al tiempo físico o al tiempo vital de una persona, pero también hay que considerar la dimensión histórica del tiempo. En este sentido, la Palabra nos habla proféticamente de acontecimientos futuros que ya se cumplieron; pero también de aquellos que se están cumpliendo en la actualidad y de los que aún están pendientes de manifestarse.

No podemos predecir con exactitud cuándo sucederán muchos acontecimientos anunciados, pero sí que podemos discernir las señales de los tiempos en relación con la proximidad del cumplimiento de una profecía. Dichas señales también nos permiten discernir si una profecía se está cumpliendo en el presente.

De eso nos habla la Palabra en Mt 16:13 “...¡Hipócritas! que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis!”.

Igualmente en Mt 24:32-33 De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas. (también Mr 23:28-29; Lc 21:29-31).

A la vista de las incontables señales que se están dando en la actualidad somos muchos los que pensamos que estamos asistiendo al tramo final de los últimos tiempos y que la segunda venida del Señor está cerca. Digo tramo final porque, cuando la Palabra menciona los postreros tiempos, no siempre se refiere a un periodo corto de tiempo, como puede ser la gran tribulación de la que nos habla Mt 24:21 (“porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá”), sino que en ocasiones se refiere a un periodo mucho más extenso, que va desde que Cristo se manifestó en su primera venida, posiblemente desde la irrupción del Espíritu Santo en Pentecostés, hasta la fecha de su segunda venida.

Esto podemos ver que es así en He 1:1-2; 1P 1:20; 2P 3:1-4 (Jud 17-18); y 1Jn 2:18, entre otros versículos.

Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos nosotros. Amén.

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