10/5/17

El casamiento cristiano



En primer lugar el matrimonio fue instituido por Dios mismo desde los albores de la humanidad.

Gn 2:23-24; Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. 2:24 Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.

Mt 19:3-6 (Mr 10:2-12); Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? 4 El, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, 5 y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? 6 Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.

A grandes rasgos el modelo de matrimonio bíblico encaja típicamente con el matrimonio tradicional imperante en los países de cultura cristiana, o por lo menos con el que se seguía mayoritariamente hasta hace algunas décadas. A este respecto no está de más recordar lo que ocurrirá al final de los últimos tiempos con el advenimiento del “anticristo”: “Y hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en cambiar los tiempos y la ley...” (Dn 7:25). Por eso hay base para pensar que muchos de los principios y valores que perduraron a lo largo de los siglos y que en los últimos años están cambiando velozmente, pueden ser una señal profética de que estamos entrando en los tiempos del fin.

La constitución del matrimonio o casamiento siempre se ha considerado un acto social. Los casamientos secretos o realizados en un ambiente confidencial hasta hace relativamente poco tiempo eran excepcionales. El pretendiente solía pedir la mano de su hija al padre de la novia y si éste consentía, los novios quedaban prometidos a la espera del día fijado para la boda. Ésta se celebraba mediante un acto solemne con asistencia de testigos, seguido normalmente de un banquete al que se solía invitar a parientes, amistades y vecinos.

Las referencias a las bodas son muy frecuentes en los evangelios para ilustrar parábolas o, como en el caso que sigue, narrar una experiencia real.

Jn 2:1-2; Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. 2 Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos.

Por lo expuesto, aunque el matrimonio en esencia es un pacto de amor y fidelidad ante Dios, su trascendencia social y la gran responsabilidad que entraña, exige a los cristianos que, además de agradar a Dios, demos así mismo buen testimonio a los demás. No olvidemos nunca lo que dijo Jesús a sus discípulos: “…Imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen!(Lc 17:1).

1 Co 7:8-11; Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo; 9 pero si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando. 10 Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido; 11 y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer.

1 Ti 5:14; Quiero, pues, que las viudas jóvenes se casen, críen hijos, gobiernen su casa; que no den al adversario ninguna ocasión de maledicencia.

He 13:4; Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.

La analogía que Dios mismo emplea en su Palabra entre el matrimonio y la relación de Cristo con su Iglesia, respalda y sirve de referencia a los esposos cristianos en su relación conyugal.

Ef 5:22-25; Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; 23 porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. 24 Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. 25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,

Otros muchos versículos en el Nuevo Testamento nos muestran el gozo y amor íntimo entre Cristo y los suyos, semejante al de los esposos que están de bodas. Dicha metáfora debe inspirar y guiar las relaciones matrimoniales.

Mt 9:15 (Mr 2:19-20; Lc 5:34-35); Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas tener luto entre tanto que el esposo está con ellos? Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.

Ap 21:2 (Ap 19:7); Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.

Esta unión espiritual, querida y buscada por Dios, con su pueblo, se remonta a los tiempos del antiguo pacto. Se trata de un pacto sempiterno, que Israel invalidó con su infidelidad pero que Dios, el cual permanece fiel, restablecerá para siempre.

Jer 31:31-32 (Jer 3:20; Is 54:4-8; Os 2:16-20); He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. 32 No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová.

El pacto establecido por Dios con su pueblo en el desierto de Sinaí es, en sentido espiritual, un pacto matrimonial, como vemos en los versículos precedentes. Por tanto la forma en que se estableció dicho pacto puede servir de referencia para el matrimonio cristiano, ya que bajo el nuevo pacto, Cristo continúa siendo el esposo de la Iglesia.

En Sinaí (conocido también como Horeb), primero Dios estableció con Israel un compromiso verbal similar al de los novios o desposados y posteriormente un acto solemne refrendado con un pacto escrito en un libro, quedando formalizada así la unión matrimonial. Este pacto tiene carácter legal, por cuanto no sólo se escribe en un libro sino que además éste contiene los diez mandamientos y otras leyes (Éxodo capítulos 20, 21 y 22) que los contrayentes se comprometen a cumplir.

Ex 19:7-8; Entonces vino Moisés, y llamó a los ancianos del pueblo, y expuso en presencia de ellos todas estas palabras que Jehová le había mandado. 8 Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho, haremos. Y Moisés refirió a Jehová las palabras del pueblo.

Ex 24:3-4, 6-8;
3 Y Moisés vino y contó al pueblo todas las palabras de Jehová, y todas las leyes; y todo el pueblo respondió a una voz, y dijo: Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho. 4 Y Moisés escribió todas las palabras de Jehová, y levantándose de mañana edificó un altar al pie del monte, y doce columnas, según las doce tribus de Israel.
6 Y Moisés tomó la mitad de la sangre, y la puso en tazones, y esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar. 7 Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos. 8 Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas.

El ejemplo de José y María puede ser útil y esclarecedor para cualquier joven que desee formar un nuevo hogar. Entre los judíos en aquella época, cuando los jóvenes se desposaban se comprometían delante de Dios a guardarse fidelidad; pero durante un tiempo no convivían juntos bajo un mismo techo hasta que dicho compromiso se refrendaba de forma oficial y pública.

Mt 1:18-19, 25 (Lc 1:26-27, 34; Lc 2:4-5);
18 El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo. 19 José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente.
25 Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS.

Hemos visto que el matrimonio trascendía la propia individualidad de los contrayentes, constituyendo un acto social. Pero además de eso, o precisamente por eso, también era un acto legal que contribuía a reconocer y proteger una institución básica de la sociedad, como lo es la sociedad conyugal que da origen a la familia.

Ro 7:1-3; ¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive? 2 Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido. 3 Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera.

1 Co 7:39; La mujer casada está ligada por la ley mientras su marido vive; pero si su marido muriere, libre es para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor.

Es más que probable que el acto social y legal del matrimonio quedase documentalmente registrado, lo mismo que los nacimientos y defunciones.

Lc 2:1-5; Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. 2 Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria. 3 E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. 4 Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; 5 para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta.

Si, como se indica en los siguientes versículos, el cese de la unión conyugal debía hacerse constar por escrito (carta de divorcio), ¿no es lógico que también estuviera documentado el acto de constitución del matrimonio?

Mt 19:7-9 (Dt 24:1-2; Mt 5:31-32; Mr 10:2-4); Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla? 8 El les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así. 9 Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera.

Para la formación de un matrimonio no basta con convivir bajo el mismo techo y mantener relaciones sexuales, aunque medie un sentimiento de amor mutuo, un compromiso de fidelidad y un proyecto de vida en común. La pareja ha de estar legalmente casada, si no se trata de un amancebamiento o concubinato, mencionado frecuentemente en el Antiguo Testamento, pero prohibido bajo el nuevo pacto.

Vemos claramente que Dios en su Palabra ordena e instruye de forma excluyente para el matrimonio, diferenciando éste de otras formas de unión, tal como sucede en el encuentro de Jesús con la mujer samaritana.

Jn 4:16-18; Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá. 17 Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; 18 porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad.

CONCLUSIÓN:

Como hemos visto, el orden divino en cuanto a la naturaleza y características del matrimonio está claramente expuesto en la Biblia. Dios no aprueba las simples uniones de hecho, por más que en la actualidad en muchos países gocen de reconocimiento social y legal.

Cuando dos jóvenes cristianos de distinto sexo conviven juntos bajo un mismo techo están dando mal testimonio y pueden ser causa de tropiezo para otros. Si además tuviesen relaciones sexuales prematrimoniales estarían cometiendo pecado de fornicación, aunque manifiesten amor mutuo y se prometan fidelidad de por vida.

En las iglesias, jóvenes y mayores debemos velar para que el enemigo no nos sorprenda ni el mundo se cuele dentro con valores y modas mundanas. Especial responsabilidad tienen aquellos que Dios ha puesto por atalayas para advertir del peligro a quienes se distraigan o desvíen del camino recto.

Dios, que es infinitamente sabio, también es un Dios de orden. La familia, que procede de la unión entre un hombre y una mujer, es una institución básica, un pilar fundamental de la sociedad, destinada por Dios a proteger y asegurar la supervivencia humana, tanto a nivel de individuos como de especie. Por eso nos muestra en su Palabra las pautas que debemos seguir.

Como el matrimonio es algo muy serio que entraña una gran responsabilidad, desde tiempos inmemoriales se estimó que las parejas deben mantener una relación de noviazgo que les permita conocerse mejor, asegurarse de que realmente se aman y prepararse psicológica y emocionalmente para crear un hogar e hijos, si es voluntad de Dios.

Aunque sea conveniente disponer de un trabajo o medio de ganarse la vida, no es necesario tener todos los problemas económicos resueltos para poder casarse. Por encima de todo una pareja cristiana debe andar por fe, poniéndose en las manos del Señor, que es quien nos capacita, provee y da seguridad.

En caso de que un cristiano dude o tema que en el futuro pueda fracasar su matrimonio, no debe dar el paso de casarse. Es preferible no precipitarse y esperar a que el Señor le muestre el camino a seguir. Lo que no debe hacerse nunca en caso de duda es dar el paso en falso de probar a convivir juntos para ver si la relación funciona. Esto demuestra falta de fe y la Palabra nos dice que quien obra dudando, peca.

Ro 14:23; Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado.

Termino expresando mi convicción de que una pareja que realmente es cristiana y, por tanto, deposita su confianza en el Señor, no debe tener ningún inconveniente en aceptar casarse legalmente, de forma que su matrimonio tenga plena validez civil y religiosa.

Que el Señor nos bendiga.

1 comentario:

  1. Anónimo17:57

    Estudio correcto y especialmente recomendado para quienes mantengan una relación de pareja, así como padres, pastores y educadores en general.

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