Introducción
Como le ocurría a un servidor antes
de convertirse a Cristo, hay muchos que se consideran a sí mismos
buenas personas, o al menos que son mejores que la mayoría, que
están por encima de la media. Tratan
de justificarse diciendo que hacen las cosas lo mejor que pueden, que
no le hacen daño ni le desean mal a nadie. En consecuencia esperan
que, si existe Dios y hay cielo, merecen ir ahí cuando mueran; que
el infierno es para los asesinos, violadores, ladrones y cosas por el
estilo; que, como Dios es bueno, les va a disculpar los fallos que
tienen, ya que nadie es perfecto.
Debido
a nuestra subjetividad y a que somos egoístas, solemos ser
indulgentes con nosotros mismos, mientras juzgamos con severidad los
fallos de los demás. Esa es la tendencia general, aunque también
hay en el otro extremo personas con baja autoestima que, siendo
incapaces de perdonarse a sí mismas, se atormentan inútilmente con
frecuentes reproches. Pero, si pudiéramos vernos como los demás nos
ven, tal vez cambiaríamos la opinión que tenemos de nosotros
mismos. Con todo, lo más importante no es lo que pensemos acerca de
nosotros mismos o lo que puedan pensar otros, sino lo que Dios piensa
de nosotros ¿Nos hemos preguntado esto alguna vez? Como veremos, la
respuesta nos la da Dios a través de su Palabra.
1
Co 4:3-4;
Yo
en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano;
y ni
aun yo me juzgo a mí mismo. 4 Porque aunque de nada tengo mala
conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el
Señor.
Sólo
Dios es bueno
Mt
19:16-17 (Mr 10:17-19; Lc 18:18-20); Entonces vino uno y le dijo:
Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? 17 El le
dijo: ¿Por que me llamas bueno? Ninguno
hay bueno sino uno: Dios.
Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.
La
contestación a la pregunta de si hay buenas personas no puede ser
más tajante: todos somos malos, sólo Dios es bueno.
El
caso excepcional de Jesús
Jesús es el Hijo de Dios o, dicho de
otra manera, Dios manifestado en carne (1
Ti 3:16).
El Hijo de Dios se despojó voluntariamente de su gloria divina y se
presentó en la tierra como un siervo humilde y obediente
(Fil
2:6-8)
para expiar nuestro pecado y reconciliarnos con Él (2
Co 5:18,20-21).
Por tanto Jesús no fue un hombre cualquiera, sino el Hijo del Hombre
(Mt 16:13,16-17).
Se refirió a sí mismo con este nombre, porque vino como cabeza y
representante de la especie humana para reparar el daño causado a
ésta por el pecado de Adán, que fue nuestro primer cabeza y
representante (Ro
5:17).
Por eso la Palabra se refiere a Jesucristo como el postrer Adán (1
Co 15:45,47).
1 Ti 3:16;
E indiscutiblemente, grande
es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne,
justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los
gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria.
Fil
2:6-8; ...el cual (Jesús),
siendo en forma de Dios, no
estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se
despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los
hombres;
8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte,
y muerte de cruz.
2
Co 5:18,20-21; Y
todo esto proviene de Dios,
quien nos
reconcilió consigo mismo por Cristo,
y nos dio el ministerio de la reconciliación.
20
...os
rogamos en nombre de Cristo: reconciliaos con Dios.
21 Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que
nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.
Mt
16:13,16-17;
Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus
discípulos, diciendo: ¿Quién
dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
16
Respondiendo
Simón Pedro, dijo: Tú
eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
17 Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo
de Jonás, porque
no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los
cielos.
Ro
5:17; Pues
si
por la transgresión de uno solo
(Adán)
reinó
la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los
que reciben la abundancia de la gracia
y del don de la justicia.
1
Co 15:45,47; Así también está escrito: Fue
hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán,
espíritu vivificante.
47
El
primer hombre es de la tierra, terrenal; el
segundo hombre, que es el Señor,
es del cielo.
Jesús
no heredó el pecado de Adán, al ser concebido de María por obra y
gracia del Espíritu Santo (Mt
11:18);
pero, además de nacer sin pecado, se mantuvo sin pecado durante toda
su vida en la tierra, tanto en lo concerniente a sus pensamientos
como a sus palabras y obras (1
P 2:21-22; He 4:15).
Mt
11:18;
El
nacimiento de Jesucristo fue así: estando desposada María su madre
con José, antes
que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo.
1
P 2:21-22; Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo
padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus
pisadas; 22 el
cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca.
He
4:15;
Porque
no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras
debilidades, sino uno
que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.
Ningún
justo entre los descendientes de Adán
Ec 7:20;
Ciertamente
no
hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque.
Ro
3:9-12 (Sal 14:1-3; Sal 53:1-3); ¿Qué, pues? Somos nosotros mejores
que ellos? En ninguna manera; pues
ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos
están bajo pecado.
10 Como está escrito: no
hay justo, ni aun uno;
11 no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. 12 Todos
se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo
bueno, no hay ni siquiera uno.
Las
citas precedentes no dejan lugar a dudas. Excepto el caso ya
comentado de Jesús, el postrer Adán, no hubo, hay, ni habrá,
ningún hombre puro que durante su vida terrenal siempre haga el bien
y nunca peque.
La
arrogancia de considerarnos justos
Lc
18:9; A
unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los
otros,
dijo también esta parábola:
10 Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro
publicano. 11 El
fariseo,
puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy
gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos,
adúlteros, ni aun como este publicano;
12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. 13
Mas
el publicano,
estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se
golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. 14 Os
digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro;
porque cualquiera
que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será
enaltecido.
Delante de los hombres podemos
aparentar lo que no somos, pero a Dios no le podemos ocultar nada,
porque conoce hasta nuestros más íntimos pensamientos. Por tanto es
vano querer engañarlo; lo único que conseguiríamos con ello es
engañarnos a nosotros mismos. Por el contrario, si reconocemos
humildemente nuestra maldad y nos arrepentimos, Dios se agrada de
nosotros, nos perdona y bendice.
Sal 51:1-3,5,17;
Ten
piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;
conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. 2 Lávame
más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. 3 Porque yo
reconozco
mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí.
5
He aquí, en
maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.
17
Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al
corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.
Advertencia
contra el endiosamiento del hombre
Hch
12:21-23; Y
un día señalado, Herodes, vestido de ropas reales, se sentó en el
tribunal y les arengó. 22 Y el pueblo aclamaba gritando: ¡Voz de
Dios, y no de hombre! 23 Al momento un
ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios;
y expiró comido de gusanos.
¡Ojalá
este escarmiento a Herodes nos sirva de lección a todos! Hagamos
caso a las advertencias de Dios de no envanecernos y reconocer su
gloria. Postrémonos ante Él con temor reverente y de manera
voluntaria hoy, para que no tengamos que hacerlo un día a la fuerza,
ya sin esperanza de salvación.
Jer
13:15-16; Escuchad
y oíd; no
os envanezcáis,
pues Jehová ha hablado. 16 Dad
gloria a Jehová Dios vuestro,
antes que haga venir tinieblas, y antes que vuestros pies tropiecen
en montes de oscuridad, y esperéis luz, y os la vuelva en sombra de
muerte y tinieblas.
Is
66:18; Porque
yo conozco sus obras y sus pensamientos; tiempo vendrá para juntar a
todas las naciones y lenguas; y
vendrán, y verán mi gloria.
Is
45:22-23
(Fil
2:5-11);
Mirad
a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy
Dios, y no hay más.
23 Por mí mismo hice juramento, de mi boca salió palabra en
justicia, y no será revocada: Que a
mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua.
No
es lo mismo predicar que sembrar trigo
Mt
23:2-3; En
la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. 3 Así
que, todo
lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis
conforme a sus obras,
porque dicen, y no hacen.
Es más fácil decir que hacer.
Sobran personas que enseñen a otros lo que se debe hacer, mientras
ellas mismas actúan de modo diferente. Los hechos convencen más que
las palabras; así que, si queremos tener credibilidad a largo plazo,
tenemos que obrar en consecuencia con lo que creemos y decimos,
tenemos que hablar menos y hacer más, dejar de vivir en la mentira.
Incoherencia
y contradicciones de los hombres
Ro
7:18-19, 21-24; Y
yo
sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el
querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19 Porque no hago el
bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago
...21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el
mal está en mí. 22 Porque según el hombre interior, me deleito en
la ley de Dios; 23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela
contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado
que está en mis miembros.
24 ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?
Hay
infinidad de manipuladores que mienten de forma deliberada y
maliciosa para obtener ventaja, o para tapar algo que les pueda
causar
problemas. Pero aun en personas que quieren erradicar de su vida la
mentira, se producen numerosos fallos y contradicciones. Por eso, si
queremos abandonar toda hipocresía, debemos comenzar por reconocer
que somos pecadores.
Si el apóstol Pablo, cuya vida fue
un ejemplo admirable de integridad y fidelidad en su servicio,
reconoció tener fracasos en su lucha contra el pecado que moraba en
su cuerpo, ¿no nos reconoceremos los demás pecadores? Sólo Cristo,
como antes he dicho, nació y vivió libre de pecado.
Los
hechos de Jesús certifican sus palabras
Jn
10:24-25; Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo
nos turbarás el alma? Si
tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. 25 Jesús les respondió:
Os lo he dicho, y no creéis; las
obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí.
Jn 14:11;
Creedme
que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme
por las mismas obras.
Lc
7:20-22 (Mt 11:2-5); ...Juan
el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres
tú el que había de venir, o esperaremos a otro?
21 En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de
espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista. 22 Y
respondiendo Jesús, les dijo: Id, haced saber a Juan lo que habéis
visto y oído:
los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los
sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado
el evangelio.
Las palabras de Jesús estuvieron
siempre respaldadas por sus obras; nunca hubo ni la más mínima
incoherencia o contradicción entre sus dichos y sus hechos. De ahí
que se atreviera a afirmar que si no eran capaces de creerlo por sus
palabras, lo creyeran por sus obras, las cuales daban testimonio de
que verdaderamente era el Mesías. Aunque ha habido a lo largo de la
historia numerosos ejemplos de personas que sirvieron con gran amor a
su prójimo, sabemos que todo ser humano comete errores; la única
excepción es Jesús, el cual fue perfecto en todo.
Jn 4:25-26;
Le
dijo la mujer: sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo;
cuando él venga nos declarará todas las cosas. 26 Jesús
le dijo: Yo soy, el que habla contigo.
El
altruismo de agnósticos y ateos
Jn 5:44; ¿Cómo
podéis vosotros creer, pues recibís
gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del
Dios único?
Jn
12:42-43; Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en
él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser
expulsados de la sinagoga. 43 Porque
amaban
más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.
Quizás
te hayas fijado en personas altruistas, algunas de ellas ateas o
agnósticas, que renunciando a la vida cómoda que llevaban, se
dedicaron en cuerpo y alma a servir y ayudar a satisfacer las
necesidades de la gente, sea en su propio entorno o en otros países.
Son personas consideradas no sólo buenas sino ejemplares, personas
que causan admiración y son elogiadas por su entrega.
Esa
labor desinteresada, esa identificación y empatía con la gente que
sufre, ciertamente es loable si se hace conforme a la voluntad de
Dios. Pero cuando la motivación es puramente humanista y Dios es
ignorado, consciente o inconscientemente se está exaltando la bondad
natural del hombre, en contradicción con la enseñanza de la Palabra
de Dios.
Eso
implica una serie de perversiones, tales como: 1) Rechazar al Creador
para hacer de la criatura humana su propio dios, lo que revela una
actitud pecaminosa de orgullo, vanidad, rebeldía, desagradecimiento,
etc. 2) Erigirnos en jueces de nosotros mismos, al margen del único
y solo Soberano. 3) Incurrir en el autoengaño de creernos
autosuficientes, olvidando que sólo Él tiene poder para dar y
quitar la vida. 4) Glorificar al hombre, negándole a Dios la gloria
que sólo a Él le pertenece. 5) Adoptar una actitud desafiante y
temeraria, en vez de mostrar un santo y reverente temor de Dios. 6)
Enfrentarnos a Él como enemigos, en vez de reconciliarnos, mediante
el arrepentimiento y la fe en Cristo para salvación. 7) Ignorar las
advertencias sobre la consecuencia final de nuestra obstinación, que
es pasar la eternidad alejados de Él en el infierno.
Podrían
añadirse muchas más razones, pero con éstas creo que es suficiente
para darnos cuenta del error de confiar en nuestras buenas obras y en
la supuesta bondad natural del ser humano.
El
pecador no arrepentido está muerto y necesita revivir
Is
64:5; ...en
los pecados hemos perseverado por largo tiempo; ¿podremos
acaso ser salvos?
Ro
5:12;
Por tanto, como
el
pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte,
así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.
Ef
2:1;
Y
él os dio vida a vosotros, cuando
estabais muertos en vuestros delitos y pecados...
Jn 3:5-7; ...el
que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino
de Dios.
6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del
Espíritu, espíritu es. 7 No te maravilles de que te dije: os
es necesario nacer de nuevo.
Jn
5:24; De cierto, de cierto os digo: el
que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no
vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.
Todo aquel que no se arrepiente y
pone su fe en Cristo está espiritualmente muerto y esta clase de
muerte es muchísimo peor que la muerte corporal, porque nos condena
a un destino eterno en el infierno (para una mayor información, leer
en este mismo blog mi estudio “Muerte
y resurreción”).
De ahí que necesitemos desesperadamente ser salvos. Pero, ¿podemos
ser salvos? Por nuestras obras de justicia es imposible, pero sí por
la gracia y misericordia de Dios (Is
64:6; Tit 3: 4-5),
quien proveyó para nuestra salvación en Cristo Jesús (Ro
6:23).
Is
64:6; Si bien todos
nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo
de inmundicia…
Tit
3: 4-5; Pero
cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor
para con los hombres, 5 nos
salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino
por su misericordia...
Los
sanos no tienen necesidad de médico
Lc
5:30-32; Y
los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos,
diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores? 31
Respondiendo Jesús, les dijo: Los
que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.
32 No
he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.
La
Palabra de Dios también compara el pecado con una especie de virus
que causa una enfermedad mortal, la cual debe ser curada. Como hemos
visto, todos padecemos esta enfermedad del pecado que nos aboca con
toda seguridad a una muerte eterna. Si reconocemos esto y nos ponemos
en manos de nuestro médico salvador, que es Cristo, estamos de
enhorabuena. Pero si no creemos el diagnóstico de nuestra
enfermedad, ésta seguirá implacable su curso hasta la muerte. En
nuestras manos está la decisión de someternos al tratamiento divino
y ser sanados o dejar que la enfermedad avance.
Cristo
vino, porque nadie podía salvarse a sí mismo
Lc
19:10;
Porque el
Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
Jn
3:17-19; Porque
no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para
que el mundo sea salvo por él. 18 El
que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido
condenado,
porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
19 Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres
amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
Gál
2:21; No
desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia,
entonces por demás murió Cristo.
El
ser humano, alejado de Dios, está perdido en dos sentidos: 1) Se ha
extraviado del camino que lo conduce a su meta final, que es alcanzar
la gloria celestial. 2) Se ha echado a perder, se ha vuelto inútil
¿Y qué se hace con las cosas inservibles? Que acaban siendo
arrojadas fuera o echadas al fuego. Pues así ocurrirá a todo aquél
que, durante su existencia en la tierra, no se reconcilie con Dios.
Pero
además de que nadie se puede salvar a sí mismo, sólo se puede ser
salvo en el nombre y por los méritos de Jesucristo (Hch
4:12),
quien nos redimió con su sangre, muriendo en nuestro lugar y
resucitando para darnos vida.
Este
salvador, que es único y exclusivo, descarta a cualquier otro. Los
títulos que la iglesia católico-romana le ha ido concediendo a
María a lo largo de la historia, son ajenos y contrarios a la
Palabra de Dios. María es madre de Jesús en su faceta humana, pero
no madre de Dios, porque siendo éste el alfa y la omega, no puede
tener progenitores. Además, a diferencia de Jesús, que fue
concebido por el Espíritu Santo, María heredó el pecado de Adán y
tuvo que ser salvada por la obra expiatoria de Cristo, como cualquier
otro ser humano. Luego, ni María tuvo una concepción inmaculada, ni
es corredentora. Invocar a María como corredentora es negar que el
sacrificio de Jesús sea suficiente para redimir de pecado a la
humanidad y que, por ello, se necesita su ayuda.
Hch
4:12;
Y
en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el
cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos
(en
referencia al nombre de Jesús de Nazaret).
Dios
envió a su Hijo por amor a nosotros
Job
41:11;
¿Quién
me ha dado a mí primero, para que yo restituya?
Todo lo que hay debajo del cielo es mío.
Jn
3:16;
Porque
de
tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna.
Dios
no nos debía nada a los hombres, ya que todo lo creado le pertenece
y puede hacer como Él quiera. Luego, si Dios envió a su Hijo para
librarnos de la condenación eterna, fue únicamente por amor, porque
se compadeció y tuvo misericordia. De ahí que la salvación sea por
gracia, por medio de la fe, y no por obras.
Un
ser humano puede estar dispuesto a dar su vida por alguien de su
propia sangre o por un buen amigo al que ama; pero ¿quién estaría
dispuesto a morir por alguien que, sin motivo, es su enemigo?
Seguramente nadie. Sin embargo, cuán sublime es el amor de Dios, que
a pesar de nuestras ofensas, de nuestra enemistad y obstinada
rebeldía, nos dio a su Hijo, el cual pagó con su propia vida la
deuda que habíamos contraído con su Justicia, para que pudiéramos
quedar libres de toda condena y ser declarados justos.
Ro
5:7-8; Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo,
pudiera
ser que alguno osara morir por el bueno. 8 Mas
Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores,
Cristo murió por nosotros.
Ro
8:1;
Ahora,
pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús,
los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
¿Qué,
pues, haremos para ser salvos?
Simplemente tenemos que arrepentirnos
y creer en Jesucristo. Esto nos lleva a la conversión, mediante la
cual pasamos de las tinieblas a su luz admirable (Hch
26:18). La conversión es
dar un giro de 180º a nuestra vida, dejando de caminar de espaldas a
Dios, para dar la vuelta y caminar hacia Él. Sólo hay un camino con
la dirección correcta, y es el mismo Jesús (“Jesús
le dijo:
Yo soy el camino,
y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. Jn
14:6).
Mr
16:16; El
que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere,
será condenado.
Jn
5:24; De cierto, de cierto os digo: El
que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene
vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a
vida.
Hch
16:30-31; ...Señores,
¿qué debo hacer para ser salvo? 31 Ellos dijeron: Cree en el Señor
Jesucristo, y serás salvo,
tú y tu casa.
Ro
10:8-9; ...Esta
es la palabra de fe que predicamos: 9 que si
confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu
corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
Mr
1:14-15; Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea
predicando el evangelio del reino de Dios, 15 diciendo: El
tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado;
arrepentíos,
y creed en el evangelio.
Hch
20:21; ...testificando
a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento
para con Dios, y
de la fe
en nuestro Señor Jesucristo.
Hch
26:18; ...te
envío
(Jesús
al apóstol Pablo),
18 para
que abras sus ojos, para
que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de
Satanás a Dios...
No
hay excusas para no creer
Jn
15:22,24; Si
yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado;
pero
ahora no tienen excusa por su pecado.
24
Si
yo no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no
tendrían pecado;
pero ahora han visto y han aborrecido a mí y a mi Padre.
Teniendo
en cuenta toda la revelación de Dios y, de manera especial, lo que
Jesucristo nos enseñó personalmente durante su estancia en la
tierra, cuando tengamos que comparecer ante el supremo Juez, no
hallaremos ninguna justificación o excusa por no habernos
arrepentido y creído en Jesucristo.
No
hay mayor pecado que rechazar la gracia de Dios
Jn
3:36; El
que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en
el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.
Precisamente
el mayor pecado, que incluye la suma de todos los demás, es rechazar
ser perdonados y limpios de pecado mediante el arrepentimiento y la
fe en Jesucristo. Este rechazo puede darse por distintas razones: 1)
Porque nos creemos buenos 2) Porque hemos alcanzado un punto en el
que ya nos sentirnos cómodos haciendo lo malo 3) Porque practicar el
pecado no nos parece grave, sino algo normal que todo el mundo hace
4) Porque no nos consideramos tan malos como para que Dios nos
castigue (puede que nos riña, nos dé un azote o un tirón de
orejas, pero no más). De ese modo menospreciamos las advertencias de
Dios, atrayendo sobre nosotros su justa ira y la condenación eterna.
Salvos
por gracia, por medio de la fe, no por obras
Ro
3:28; Concluimos, pues, que el
hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.
Ro
4:4-5;
Pero
al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda;
5 mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su
fe le es contada por justicia.
Gál
2:16; sabiendo que el
hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de
Jesucristo,
nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados
por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por
las obras de la ley nadie será justificado.
Ef
2:8-9; Porque
por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros,
pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe.
Como vemos en los versículos
precedentes, el hombre es incapaz de obtener la salvación mediante
sus buenas obras. Si así fuera, no habría sido necesario que
viniera Cristo. Además, supondría que Dios no salvaría por pura
gracia, sino en pago de una deuda por algún favor recibido de
nosotros, como si las buenas obras dieran al hombre derecho a
reclamar a Dios una recompensa.
¿Significa esto que las buenas obras
no sirven para nada? ¿Acaso no agradan a Dios? Ciertamente Dios se
complace y premia a quienes obran por fe y en amor; pero con nuestras
buenas obras no podemos comprar nuestra salvación, ya que la
paga del pecado es muerte y,
por tanto, la salvación sólo la podemos recibir de Dios por gracia
inmerecida (Ro
6:23).
Luego, las
buenas obras son el reflejo o manifestación de nuestra fe, la
consecuencia o resultado natural de la misma (Ef
2:10; Stg 2:18,22).
En conclusión, mediante nuestras buenas obras, desprovistas de la fe
en Cristo, no podemos ganar para nosotros el cielo.
Ro
6:23; Porque la
paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en
Cristo
Jesús Señor nuestro.
Ef 2:10; Porque
somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las
cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
Stg 2:18,22;
Pero
alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame
tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.
...22 ¿No
ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se
perfeccionó por las obras?
Motivaciones
de las obras
Mt 6:1-4; Guardaos
de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de
ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que
está en los cielos.
2 Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti,
como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para
ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su
recompensa.
3 Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu
derecha, 4 para que
sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te
recompensará en público.
Lo
mismo hacían los fariseos cuando oraban (Mt
6:5-6),
ayunaban (Mt
6:16-18) y
en toda supuesta buena obra (Mt
23:5-7).
Como
estamos viendo, además de nuestras obras, Dios tiene en cuenta las
motivaciones de las mismas. Si hacemos algo para ser vistos y
alabados por los hombres, ya estamos buscando con ello nuestra
recompensa en este mundo, pero no recibiremos la aprobación y
recompensa del Padre en el reino de los cielos. Dios ve hasta lo más
recóndito de nuestro ser, como son los pensamientos de la mente y
las intenciones del corazón (invito a leer el Salmo 139, versículos
del 1 al 17).
Así
que Él no juzga según las apariencias, sino con justo juicio.
He
4:12-13; Porque la
palabra de Dios... discierne los pensamientos y las intenciones del
corazón.
13 Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes
bien todas
las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien
tenemos que dar cuenta.
Jer
17:9-10;
Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién
lo conocerá? 10 Yo
Jehová,
que escudriño
la mente,
que pruebo
el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de
sus obras.
¿Buenas
obras o el fruto del Espíritu?
Gál
5:16-17, 22-23;
16
Digo, pues: Andad
en el Espíritu,
y no satisfagáis los deseos de la carne. 17 Porque el
deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es
contra la carne; y
éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.
22
Mas
el
fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad,
bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza;
contra tales cosas no hay ley.
Más
que hacer buenas obras, la aspiración de todo seguidor de Cristo
debe ser la de andar en el Espíritu, sin contristarlo, dejándonos
guiar y llenándonos de Él para que produzca en nosotros su fruto,
para que moldee nuestro carácter a semejanza del de Cristo. Con
dicha transformación, las buenas obras fluirán con toda
naturalidad.
Me
encanta esta porción de Gálatas, porque describe el fruto del
Espíritu en términos de cualidades de carácter personal, en vez de
obras; mientras que en otros textos, frutos y obras son prácticamente
equiparables. Este matiz diferencial es importante, porque aunque un
carácter como el de Cristo necesariamente manifestará buenas obras,
el carácter no son las obras. Sin embargo, el carácter o cualidades de las personas son determinantes en la
aparición, frecuencia y calidad de sus obras.
El
árbol, como el creyente, se conoce por su fruto
Lc 6:43-45 (Mt 15:20); No
es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen
fruto. 44 Porque cada árbol se conoce por su fruto;
pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se
vendimian uvas. 45 El
hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el
hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la
abundancia del corazón habla la boca.
Dios
quiere hacer de nosotros un buen árbol, que de modo natural de buen
fruto; quiere forjar en nosotros el carácter de Cristo ¿Nos
dejaremos moldear por Él? Recordemos que no debemos conformarnos
sólo con buenas palabras, sino que debemos dar testimonio
enteramente con nuestra vida. Un árbol frutal que no dé frutos o dé
malos frutos es de poco valor y, a su vez, los buenos frutos no se
obtienen por generación espontánea, sino de un buen árbol.
Dependemos
de Cristo para dar fruto y ser así sus discípulos
Jn
15:1-2,4-6,8; Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. 2
Todo
pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que
lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto ...4
Permaneced
en mí,
y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí
mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no
permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que
permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque
separados
de mí nada podéis hacer 6 El que en mí no permanece, será echado
fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el
fuego, y arden
...8
En esto es glorificado mi Padre, en que
llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.
Mt
3:10;
Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por
tanto, todo
árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego.
De estos versículos se desprenden
varias conclusiones: 1) No se puede ser discípulo de Cristo sin
llevar fruto abundante. 2) No es posible dar fruto si no se permanece
en dependencia de Cristo, como un pámpano depende de la vid que lo
sustenta. 3) Al que no permanece en Cristo, no sólo le es imposible
dar fruto, sino que se seca y, por tanto es echado al fuego para que
arda.
Estas palabras de Jesús son una
clara advertencia (una de tantas) sobre la necesidad de permanecer en
Él.
Resumen
y conclusiones finales
El
único hombre completamente bueno y sin pecado en la tierra fue, es y
seguirá siendo Jesucristo. El pecado es un asunto muy grave sobre el
que no deberíamos trivializar, por dos razones: 1) Ofende al dador y
sustentador de la vida. 2) Se paga con la muerte. Así pues, si nos
paramos a pensar un poco, nos damos cuenta de que la ofensa contra
Dios es la más reprobable de todas, porque va dirigida nada menos
que contra el soberano creador de todas las cosas, contra el que
tiene poder para dar y quitar la vida, contra aquél que es
absolutamente bueno, justo y misericordioso.
Considerarnos
buenos a nosotros mismos o a otras personas, puede llevarnos a creer
erróneamente que merecemos el favor de Dios, que debemos ser
recompensados por nuestras buenas obras, como si Él nos debiera
algo. Esa actitud puede funcionar como un antídoto contra el
arrepentimiento y la fe en Cristo, haciendo que despreciemos su
gracia y misericordia. Ese orgullo conduce al endiosamiento del
hombre, a defender la bondad natural del mismo en contra de la
Palabra, a creer ilusoriamente que el ser humano está capacitado para regenerarse
a sí mismo y solucionar el problema del mal en el mundo, al margen
de Dios.
Reconocer
que necesitamos ser salvos y que, como no podemos salvarnos a
nosotros mismos, necesitamos un salvador, debería ser fácil y algo
natural. Basta con observar la historia de la humanidad, para darnos
cuenta de que nunca ha sido capaz de erradicar el mal, que está
enraizado en lo más profundo de las personas; que nunca ha podido
sacudirse del yugo de la esclavitud del pecado; pero, sin embargo,
porfía incomprensiblemente en su vano intento. Como dice de los
hombres Ro
1:21-22: “Pues
habiendo conocido a Dios, no
le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se
envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue
entenebrecido. 22 Profesando ser sabios, se hicieron necios...”
Algo
que también se ha considerado aquí, es que, si bien no podemos
salvarnos por nuestras buenas obras, sino por gracia inmerecida
mediante la fe en Cristo, las obras son la consecuencia y
manifestación de la fe, de modo que si no hay buenas obras es porque
no hay fe. Pero más que meras obras Dios quiere que sus hijos den
fruto. El fruto del Espíritu actuando en nosotros no son propiamente
obras, sino un carácter semejante al de Cristo (amor,
gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza)
que, de forma natural, nos lleva a hacer las buenas obras que agradan
a Dios.
Que
el Señor te bendiga, querido lector.
Reflexión muy interesante que vale la pena leer.
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