CONSIDERACIONES
PREVIAS
Las
puertas, aunque sean elementos muy comunes, no por eso dejan de tener
un valor extraordinario. Sirven básicamente para controlar y regular
los flujos de comunicación a ambos lados, permitiéndonos realizar
entradas y salidas de personas, animales u objetos.
Las
puertas, dotadas de cerraduras, nos ofrecen un amplio abanico de
posibilidades. Podemos utilizarlas para protegernos físicamente de
agresiones de animales u otras personas, de las inclemencias del
tiempo, para ocultarnos, para preservar nuestra intimidad, etc.
También pueden servir para guardar con cierta seguridad cosas
almacenadas, o bien retener animales o personas con diferentes
propósitos.
Pensemos
en la gran variedad de puertas que pueden elaborarse, dependiendo de
la finalidad que queramos darles: el tamaño, su consistencia, el
material de fabricación, su cerradura, etc. ¡Qué gran diferencia,
por ejemplo, entre las puertas de una ciudad amurallada y las del
interior de una casa corriente! Observemos también cómo se pueden
establecer distintos niveles de separación mediante el
establecimiento de puertas exteriores e interiores, ya sea entre una
ciudad y las viviendas que ésta alberga o en el ámbito más
reducido de un edificio.
LAS
PUERTAS EN LA BIBLIA
En
la Biblia el término “puerta”, además de su sentido literal, se
usa con frecuencia en sentido figurado como una metáfora o tipo que
nos conduce a una realidad de naturaleza distinta, o incluso a una
persona, como es Jesucristo. No en vano casi todas las citas bíblicas
utilizadas en el presente estudio tienen un significado simbólico.
En ocasiones Dios abrió físicamente puertas para liberar a sus hijos encarcelados. Por ejemplo:
Hch
16:25-26 (también
Hch 5:18-19,23;
Hch 12:10).
Pero
a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los
presos los oían. 26 Entonces sobrevino de repente un gran terremoto,
de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al
instante se
abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron.
Sin
embargo, en la mayoría de los casos Dios no opera con puertas
físicas sino espirituales:
Hch
14:27 (también
1 Co
16:8-9; 2 Co 2:12-13; Col 4:2-3).
Y
habiendo llegado, y reunido a la iglesia, refirieron cuán grandes
cosas había hecho Dios con ellos, y cómo
había abierto la
puerta de la fe
a los gentiles.
Ap
3:20 He aquí, yo
estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré a él, y
cenaré con él, y él conmigo (Jesús
nos llama; bienaventurados si le abrimos la
puerta de nuestro corazón).
A
los que caminan con Cristo es Dios quien les abre y cierra las
puertas por donde deben pasar. Aquellas puertas que Dios abre nadie
las puede cerrar y si las cierra nadie las podrá abrir. Nadie puede
torcer su voluntad, si bien es cierto que Él no nos obliga a entrar
y salir por dichas puertas.
Ap
3:7-8 (ver
también Is 45:1-2).
Escribe
al ángel de la iglesia en Filadelfia: esto dice el Santo,
el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno
cierra, y cierra y ninguno abre: 8 yo conozco tus obras;
he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la
cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza,
has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre.
En
este mundo a la gente en general no le queda más remedio que luchar
en medio de dificultades para poder seguir adelante. También los
cristianos se ven obligados a luchar, pero con la importante
diferencia de que pelean la buena batalla de la fe, sabiendo que Dios
está con ellos y que las aflicciones presentes no son comparables
con la gloria que en ellos ha de manifestarse (Ro
8:18). Un
día los cristianos entraremos en las moradas que Cristo nos ha
preparado y entonces nadie podrá dañarnos. Los siguientes
versículos, que parecen referirse a la protección del pueblo de
Dios durante la Gran tribulación, ilustran esta verdad.
Is
26:20-21;
Anda,
pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas;
escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la
indignación. 21 Porque he aquí que Jehová sale de su
lugar para castigar al morador de la tierra por su maldad contra él;
y la tierra descubrirá la sangre derramada sobre ella, y no
encubrirá ya más a sus muertos.
Como
lo expresa el siguiente salmo, siempre hubo un anhelo profundo en los
hijos de Israel de entrar en la santa ciudad de Jerusalén,
especialmente cuando estuvieron en la diáspora.
Sal
122:1-2;
Yo
me alegré con los que me decían: a la casa de Jehová
iremos. 2 Nuestros pies estuvieron dentro de tus puertas,
oh Jerusalén.
Pero
sólo los justos entrarán en la Jerusalén celestial, que es la que
verdaderamente añoramos.
Is
26:1-2;
En
aquel día cantarán este cántico en tierra de Judá: fuerte ciudad
tenemos; salvación puso Dios por muros y antemuro. 2 Abrid
las puertas, y entrará la gente justa, guardadora de verdades.
Ap
21:25-27;
Sus
puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche.
26 Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella. 27 No
entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y
mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la
vida del Cordero.
Ahora
bien, ¿quién es esa gente justa? La Biblia dice que son todos
aquellos que, como Abraham, creyeron a Dios. Tal como prometió, a su
tiempo Dios envió a su Hijo al mundo para redimirnos de la
esclavitud del pecado mediante el precio de su sangre, sufriendo el
castigo de la muerte en nuestro lugar y reconciliándonos consigo.
Así
pues, los hijos de Abraham, seamos judíos o gentiles, nacidos
durante el antiguo o nuevo testamento, somos declarados justos por
Dios por pura gracia, por medio de la fe en Jesucristo como nuestro
señor y salvador, no por obras de justicia que nosotros hayamos
hecho. Esta fe se concreta o materializa en el arrepentimiento y la
conversión, haciéndonos santos o apartados para Dios.
Entonces,
como veremos en los siguientes versículos, nuestras ropas inmundas
son lavadas o, lo que es lo mismo, somos revestidos de Cristo. Es a
Él precisamente a quien representa el árbol de la vida que estaba
en medio del huerto de Edén y que estará en medio de la nueva
Jerusalén. Así mismo, las puertas, o más bien la puerta de entrada
a la nueva Jerusalén, no es otra que nuestro Señor Jesucristo, como
iremos viendo.
Ap
22:14-15 (ver
también Ap 22:2; Gn 2:9).
Bienaventurados
los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y
para entrar por las puertas en la ciudad. 15 Mas los
perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los
homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira.
Es
de vital importancia recordar que la puerta de acceso al cielo sólo
permanecerá abierta durante un tiempo limitado o periodo de gracia,
que se extiende hasta el momento de la segunda venida de Cristo y que
para cada persona coincide con el tiempo de existencia que Dios le
conceda en esta Tierra, el cual ningún hombre conoce hasta que llega
su hora. Por eso Dios llama al arrepentimiento inmediato, a no
posponerlo para más tarde, porque hoy aún es día de salvación,
pero mañana quizá sea tarde (2 Co 6:1-2; He
3:7-8).
Mt
25:10-12 (ver
Gn 7:1,13,16).
Pero
mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que
estaban preparadas entraron con él a las bodas; y
se cerró la puerta. 11 Después vinieron también las
otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! 12 Mas él,
respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco.
Algo
que también es muy importante tener en cuenta es que seguir a Jesús
no es un camino de rosas, sino que exige renuncia y esfuerzo. Para
ello tenemos que dejar de hacer nuestra voluntad para hacer la suya,
dejar de servirnos a nosotros mismos para ponernos a su servicio, y
eso cuesta. Ciertamente no seríamos capaces de hacerlo basándonos
en nuestras propias fuerzas, pero sí contando con su ayuda,
confiando y descansando en Él (Mt 11:28-30).
Andar
por el camino y entrar por la puerta que lleva a la vida eterna,
aunque sean estrechos y poco transitados, vale la pena.
Mt
7:13;
Entrad
por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el
camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por
ella; 14 porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva
a la vida, y pocos son los que la hallan. (Lc 13:24 añade
una matización interesante: “Esforzaos a
entrar por la puerta angosta”).
JESÚS
ES LA PUERTA
Llegados
a este punto ya podemos intuir que esta reflexión nos conduce y se
centra inevitablemente en Jesús, como el único camino y puerta de
acceso al cielo.
A
lo largo de la historia de la humanidad hubo, hay y habrá todavía,
pastores que no son enviados por Dios sino por el adversario para
hurtar, matar y destruir, conduciendo a la perdición a las ovejas
que no son del rebaño de Dios. Jesús es el único buen pastor que
Dios envío a recoger sus ovejas descarriadas y dispersas para
cuidarlas y conducirlas a verdes y delicados pastos y a fuentes de
aguas de vida. Es oportuno recordar aquí que Jesús, como príncipe
de los pastores, encomendó a otros pastores por Él designados en su
Iglesia el cuidado de la grey (1 P 5:1-4 y
otros).
Jn
10:1-3;
De
cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en
el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón
y salteador. 2 Mas el que entra por la puerta, el pastor de las
ovejas es. 3 A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a
sus ovejas llama por nombre, y las saca.
Pero
Jesús además de presentarse como el buen pastor lo hizo también
como la Puerta, la única puerta de entrada a la vida eterna; título
que se suma al de ser la Luz, o el Camino, la Verdad y la Vida,
además de otros muchos que se mencionan en las sagradas escrituras.
Las declaraciones de Jesús contenidas en los siguientes dos
versículos constituyen, a mi entender, la base de apoyo y núcleo
central del que derivan todas las reflexiones de este estudio.
Jn
10:7-9;
Volvió,
pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo
soy la puerta de las ovejas. 8 Todos los que antes de
mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las
ovejas. 9 Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será
salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.
LAS
PUERTAS COMO TIPO DE CRISTO
La
puerta del cielo que menciona Jacob en Gn
28 sin
duda representa a Cristo.
Gn
28:16-17;
Y
despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en
este lugar, y yo no lo sabía. 17 Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán
terrible es este lugar! No es otra cosa que casa
de Dios, y puerta del cielo.
En
apoyo de dicha afirmación se encuentra Gn
28:12 y
Jn 1:51, ambos
estrechamente relacionados entre sí y con Gn
28:16-17, que
acabo de mostrar. Jesús
es la escalera que une la tierra con el cielo y al hombre con Dios.
Jesús, que descendió del cielo a la tierra y volvió a ascender al
cielo, regresará como rey sobre la tierra y, tras crear nuevos
cielos y nueva tierra, hará descender a ésta la Nueva Jerusalén, o
esposa del Cordero, desde el cielo (Ap
21:1-2).
Gn
28:12;
Y
soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en
tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí
ángeles de Dios que subían y descendían por ella.
Jn
1:51
Y
le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis
el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden
sobre el Hijo del Hombre.
Otra
figura muy conocida es la puerta cuyo dintel y postes los israelitas
debían marcar en cada casa en su salida de Egipto para que la muerte
no entrara en ella. Esa puerta representa a Jesús, que con el
derramamiento de su sangre saldó nuestra cuenta con Dios,
librándonos de su justa ira y dándonos entrada hasta el mismo trono
celestial.
Ex
12:22-23;
Y
tomad un manojo de hisopo, y mojadlo en la sangre que estará en un
lebrillo, y untad el dintel y los dos postes con la sangre que estará
en el lebrillo; y ninguno de vosotros salga de las puertas de su casa
hasta la mañana. 23 Porque Jehová pasará hiriendo a los egipcios;
y cuando
vea la sangre en el dintel y en los dos postes, pasará Jehová
aquella puerta, y no dejará entrar al heridor en vuestras casas para
herir.
Ro
5:8-9;
Mas
Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores,
Cristo murió por nosotros. 9 Pues mucho más, estando ya
justificados en su
sangre, por Él seremos salvos de la ira.
De
nuevo la puerta mencionada en Sal 118:20
se
refiere a Jesús, como lo confirma a continuación el versículo 22
del mismo salmo.
Sal
118:19-22;
Abridme
las puertas de la justicia; entraré por ellas, alabaré a JAH. 20
Esta es puerta de Jehová; Por ella entrarán los justos.
21 Te alabaré porque me has oído, y me fuiste por salvación. 22 La
piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del
ángulo.
LAS
PUERTAS DEL TEMPLO EN EL LIBRO DE EZEQUIEL
En
el libro de Ezequiel se nos muestran dos templos: el que mandó
construir Salomón y el que se construirá en el futuro. Como ya
había ocurrido con el tabernáculo, el diseño de estos templos no
fue ideado por el hombre sino por Dios, quien guió a sus siervos a
construirlos mediante instrucciones muy precisas y detalladas, tanto
en su orientación, materiales y estructura, como en la forma y
colocación del mobiliario y los utensilios.
El
templo en su conjunto, así como cada elemento por separado tienen un
significado simbólico, relacionado con la persona de Cristo y su
obra redentora. No tengo por ahora el conocimiento suficiente ni es
mi propósito reflexionar sobre esta rica simbología, por lo que de
forma parcial y limitada me centraré en lo que representa la puerta
oriental; porque si algo está claro es que las puertas no son
intercambiables, sino que cada una tiene su propia función.
Ez
44:5;
Y
me dijo Jehová: Hijo de hombre, pon atención, y mira con tus ojos,
y oye con tus oídos todo lo que yo hablo contigo sobre todas las
ordenanzas de la casa de Jehová, y todas sus leyes; y
pon atención a las entradas de la casa, y a todas las salidas del
santuario.
EL
PRIMER TEMPLO
En
el sexto año de la deportación del rey Joaquín y del reinado de
Sedequías, aproximadamente cinco años antes de la destrucción de
Jerusalén, Dios le mostró a Ezequiel, estando en el exilio, una
visión del templo construido por Salomón, con todas las
abominaciones que secretamente se realizaban allí, principalmente
por parte de los dirigentes civiles y religiosos del reino de Judá.
También se le permitió ver el castigo de los culpables y la gloria
de Jehová manifestándose en el templo.
En
este contexto se menciona la puerta oriental, ante la que se pararon
los querubines que portaban la gloria de Jehová.
Ez
10:19;
Y
alzando los querubines sus alas, se levantaron de la tierra delante
de mis ojos; cuando ellos salieron, también las ruedas se alzaron al
lado de ellos; y se pararon a la entrada de la puerta
oriental de la casa de Jehová, y la gloria del Dios de Israel estaba
por encima sobre ellos.
Posteriormente
los querubines se elevaron sobre la ciudad y se pusieron sobre el
Monte de los Olivos, que está al oriente, tal como nos revela Zac
14:4 a aquellos que no hemos tenido el privilegio de vivir en
Jerusalén o haberla visitado.
Ez
11:23;
Y
la gloria de Jehová se elevó de en medio de la ciudad, y
se puso sobre el monte que está al oriente de la ciudad.
Estos
hechos tienen una importancia extraordinaria, ya que la puerta
oriental no sólo representa a Cristo, sino que también es por donde
Él entra en Jerusalén cuando desciende del cielo a la tierra y por
donde sale cuando asciende de la tierra al cielo, pasando en ambos
casos por encima del monte que está al oriente de la ciudad y el
templo.
Entre
los acontecimientos más relevantes de la vida de Jesús en la Tierra
está su entrada como rey en Jerusalén profetizada en Zac
9:9 y
narrada en los cuatro evangelios. De la importancia de este hecho da
cuenta el mismo Jesús inmediatamente después de ser aclamado rey,
al llorar con lamentación sobre Jerusalén por la falta de
discernimiento y rechazo de su pueblo:
Lc
19:41-44 (ver
también Lc
13:34-35 o
Mt 23:37-39).
Y
cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, 42
diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo
menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está
encubierto de tus ojos.
43 Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán
con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, 44 y
te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y
no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el
tiempo de tu visitación.
Sabemos
que fue a Jerusalén en numerosas ocasiones, antes y durante su
ministerio público, pero fue éste el momento elegido para su
coronación simbólica como rey; de ahí la singularidad de este
evento. El anuncio al pueblo llevado tanto por Juan el Bautista, como
por Jesús y sus discípulos, de que el reino de los cielos se había
acercado, era porque el mesías rey ya estaba entre ellos.
Ahora
bien, tras poner de relieve la importancia de este acontecimiento tan
extraordinario y, retomando el argumento iniciado, quiero resaltar el
hecho de que Jesús llegó desde el este del Jordán a Jerusalén
para ser aclamado rey, pasando por el monte de los Olivos que, como
hemos dicho, está al este de la ciudad.
Lc
19:37-38; (se
puede ver también
Mt 21:1-11 y
Mr 11:1-11).
Cuando
llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos,
toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a
Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, 38
diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en
el cielo, y gloria en las alturas!
Como
vemos en el libro de Hechos, es también el Monte de los Olivos el
lugar desde el que Jesús ascendió al cielo.
Hch
1:9-12;
Y
habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió
una nube que le ocultó de sus ojos. 10 Y estando ellos con los ojos
puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron
junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, 11 los cuales
también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al
cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo,
así vendrá como le habéis visto ir al cielo. 12 Entonces
volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el
cual está cerca de Jerusalén,
camino de un día de reposo.
Sabemos
por Zac 14:4 que no sólo volverá Cristo de forma visible sobre las
nubes del cielo con gran poder y gloria (Dn
7:13; Mt 24:30; Ap 1:7),
sino que además lo hará sobre el Monte de los Olivos.
Zac
14:4;
Y
se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos,
que está en frente de Jerusalén al oriente;
y el monte de los Olivos se partirá por en medio, hacia el oriente y
hacia el occidente, haciendo un valle muy grande; y la mitad del
monte se apartará hacia el norte, y la otra mitad hacia el sur.
La
gloria de Jehová, personificada en Cristo, entra y sale del templo
por la puerta oriental. De que esto es así no quedará ninguna duda
cuando lleguemos a la visión del futuro templo que Dios mostró a
Ezequiel. Pero me he fijado además en un acontecimiento y dos
declaraciones en la Biblia que muy probablemente tengan que ver con
esto.
Cuando
el Mesías Salvador vino a esta tierra, les fue mostrada a los magos
una estrella sobrenatural que los condujo desde el oriente hasta
posarse sobre Belén, en la casa donde estaba el niño Jesús con su madre (Mt 2:9-11). Esta
estrella bien podría simbolizar a Cristo, que es nombrado en Ap
22:16
“estrella
resplandeciente de la mañana”.
Ap
22:16 (Ap 2:28).
Yo
Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en
las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David,
la estrella resplandeciente de la mañana
(la
mañana que viene con la luz del amanecer, sucediendo a las tinieblas
de la noche en las que está inmerso este mundo).
Otras
veces Cristo es comparado o representado por el sol, que también
inicia su recorrido sobre la tierra desde el oriente hasta el
occidente.
Mal
4:2 (Ap 1:16).
Mas
a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol
de justicia, y en sus alas traerá salvación;
y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada (los
cristianos renacen y ven la luz en Cristo, Dios justo y salvador).
¿Nos
parece una casualidad que Jesús describa su segunda venida “como
el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente”?
Pudo haber empleado otra expresión como, por ejemplo, “el
relámpago que surca los cielos desde un extremo hasta el otro”, o
“de norte a sur”, etc. Pero utilizó dicha expresión, a mi
entender, con plena intencionalidad para indicar que su segunda
venida será instantánea, visible a los ojos de todos los moradores
de la tierra, y de oriente a occidente.
Mt
24:27;
Porque
como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta
el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre.
EL
ÚLTIMO TEMPLO
Además
de la visión del templo de Salomón que ya hemos comentado, Dios le
mostró al sacerdote Ezequiel otra visión del futuro templo a los 25
años del cautiverio del Rey Joaquín, con quien Ezequiel había
partido al exilio. Es útil recordar que el templo de Salomón ya
había sido destruido 14 años antes, aproximadamente. Aunque este
templo presenta un evidente parecido con el anterior, tiene
significativas diferencias en las que no voy a entrar ahora.
Lo
más destacable, para el propósito de este estudio, es que aquí se
le vuelve a dar a la puerta oriental un tratamiento especial. En
efecto, empieza refiriéndose a ella como “la puerta” por
antonomasia y, tras una separación lingüística, continúa con una
definición más completa (“la puerta que mira al oriente”) para
que no nos quepa la menor duda de a qué puerta se está refiriendo.
Dado que estamos hablando del futuro templo que presumiblemente
estará construido al comienzo del milenio, “la gloria del Dios de
Israel, que venía del oriente” representa la segunda venida de
Cristo para reinar sobre toda la Tierra.
Ez
43:1-5;
Me
llevó luego a la puerta, a la puerta que mira hacia el oriente; 2 y
he aquí la gloria del Dios de Israel, que venía del oriente;
y su sonido era como el
sonido de muchas aguas, y la tierra resplandecía a causa de su
gloria. 3 Y el aspecto de lo que vi era como una
visión, como aquella visión que vi cuando vine para destruir la
ciudad; y las visiones eran como la visión que vi junto al río
Quebar; y me postré sobre mi rostro. 4 Y la gloria de
Jehová entró en la casa por la vía de la puerta que daba al
oriente. 5 Y me alzó el Espíritu y me llevó al atrio
interior; y he aquí que la gloria de Jehová llenó la casa.
La
siguiente porción de Ezequiel corrobora mi afirmación anterior de
que la puerta oriental, más específicamente la puerta oriental
exterior, está íntimamente relacionada con el Mesías y su segunda
venida. Aquí se hace una distinción entre la puerta oriental
exterior, que debía permanecer siempre cerrada y la interior, por la
que podía entrar el príncipe para comer pan delante de Jehová.
Ez
44:1-3;
Me
hizo volver hacia la puerta exterior del santuario, la cual mira
hacia el oriente; y estaba cerrada. 2 Y me dijo
Jehová: Esta puerta estará cerrada; no se abrirá,
ni entrará por ella hombre, porque Jehová Dios de Israel entró por
ella; estará, por tanto, cerrada. 3 En
cuanto al príncipe, por ser el príncipe, él se sentará allí para
comer pan delante de Jehová; por el vestíbulo de la puerta entrará,
y por ese mismo camino saldrá.
Añadiendo
más detalles a la visión, en el siguiente versículo se especifica
que la puerta oriental interior se abrirá los días de reposo y luna
nueva. Esta instrucción no contradice las anteriores porque,
recordemos, la puerta que debía permanecer siempre cerrada era la
puerta oriental exterior, no la interior.
Ez
46:1;
Así
ha dicho Jehová el Señor: la puerta del atrio interior
que mira al oriente estará cerrada los seis días de
trabajo, y el día de reposo se abrirá; se abrirá también
el día de la luna nueva.
A
continuación se nos muestra que este templo, igual que el
tabernáculo y el templo de Salomón, estaba orientado con la fachada
hacia el oriente y que de este lado de la casa nacían aguas que
fluían hacia el oriente.
Ez
47:1;
Me
hizo volver luego a la entrada de la casa; y he aquí aguas que
salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente; porque la
fachada de la casa estaba al oriente, y las aguas
descendían de debajo, hacia el lado derecho de la casa, al sur del
altar.
Finalmente,
en la siguiente porción se indica que estas aguas, las cuales salen
hacia el oriente y desembocan junto con el río Jordán en el Mar
Muerto, se convierten en portadoras de sanidad y vida para toda alma
viviente que con fe (a nado) se sumerja en ellas. Esto nos recuerda
el río limpio de agua de vida que sale del trono de Dios y del
Cordero en la Nueva Jerusalén.
Ez
47:8-9;
Y
me dijo: estas
aguas salen a la región del oriente,
y descenderán al Arabá, y
entrarán en el mar; y entradas en el mar, recibirán sanidad las
aguas. 9 Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren
estos dos ríos, vivirá; y habrá muchísimos peces por haber
entrado allá estas aguas, y recibirán sanidad; y vivirá todo lo
que entrare en este río.
Ap
22:1;
Después
me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como
cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero.
Bendiciones
en el Señor.
Precioso estudio centrado, ¡cómo no!, en la gloriosa persona de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
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