10/5/17

La puerta



CONSIDERACIONES PREVIAS

Las puertas, aunque sean elementos muy comunes, no por eso dejan de tener un valor extraordinario. Sirven básicamente para controlar y regular los flujos de comunicación a ambos lados, permitiéndonos realizar entradas y salidas de personas, animales u objetos.

Las puertas, dotadas de cerraduras, nos ofrecen un amplio abanico de posibilidades. Podemos utilizarlas para protegernos físicamente de agresiones de animales u otras personas, de las inclemencias del tiempo, para ocultarnos, para preservar nuestra intimidad, etc. También pueden servir para guardar con cierta seguridad cosas almacenadas, o bien retener animales o personas con diferentes propósitos.

Pensemos en la gran variedad de puertas que pueden elaborarse, dependiendo de la finalidad que queramos darles: el tamaño, su consistencia, el material de fabricación, su cerradura, etc. ¡Qué gran diferencia, por ejemplo, entre las puertas de una ciudad amurallada y las del interior de una casa corriente! Observemos también cómo se pueden establecer distintos niveles de separación mediante el establecimiento de puertas exteriores e interiores, ya sea entre una ciudad y las viviendas que ésta alberga o en el ámbito más reducido de un edificio.

LAS PUERTAS EN LA BIBLIA

En la Biblia el término “puerta”, además de su sentido literal, se usa con frecuencia en sentido figurado como una metáfora o tipo que nos conduce a una realidad de naturaleza distinta, o incluso a una persona, como es Jesucristo. No en vano casi todas las citas bíblicas utilizadas en el presente estudio tienen un significado simbólico.

En ocasiones Dios abrió físicamente puertas para liberar a sus hijos encarcelados. Por ejemplo:

Hch 16:25-26 (también Hch 5:18-19,23; Hch 12:10).
Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. 26 Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron.

Sin embargo, en la mayoría de los casos Dios no opera con puertas físicas sino espirituales:

Hch 14:27 (también 1 Co 16:8-9; 2 Co 2:12-13; Col 4:2-3).
Y habiendo llegado, y reunido a la iglesia, refirieron cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos, y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles.

Ap 3:20 He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo (Jesús nos llama; bienaventurados si le abrimos la puerta de nuestro corazón).

A los que caminan con Cristo es Dios quien les abre y cierra las puertas por donde deben pasar. Aquellas puertas que Dios abre nadie las puede cerrar y si las cierra nadie las podrá abrir. Nadie puede torcer su voluntad, si bien es cierto que Él no nos obliga a entrar y salir por dichas puertas.

Ap 3:7-8 (ver también Is 45:1-2).
Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre: 8 yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre.

En este mundo a la gente en general no le queda más remedio que luchar en medio de dificultades para poder seguir adelante. También los cristianos se ven obligados a luchar, pero con la importante diferencia de que pelean la buena batalla de la fe, sabiendo que Dios está con ellos y que las aflicciones presentes no son comparables con la gloria que en ellos ha de manifestarse (Ro 8:18). Un día los cristianos entraremos en las moradas que Cristo nos ha preparado y entonces nadie podrá dañarnos. Los siguientes versículos, que parecen referirse a la protección del pueblo de Dios durante la Gran tribulación, ilustran esta verdad.

Is 26:20-21;
Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación. 21 Porque he aquí que Jehová sale de su lugar para castigar al morador de la tierra por su maldad contra él; y la tierra descubrirá la sangre derramada sobre ella, y no encubrirá ya más a sus muertos.

Como lo expresa el siguiente salmo, siempre hubo un anhelo profundo en los hijos de Israel de entrar en la santa ciudad de Jerusalén, especialmente cuando estuvieron en la diáspora.

Sal 122:1-2;
Yo me alegré con los que me decían: a la casa de Jehová iremos. 2 Nuestros pies estuvieron dentro de tus puertas, oh Jerusalén.

Pero sólo los justos entrarán en la Jerusalén celestial, que es la que verdaderamente añoramos.

Is 26:1-2;
En aquel día cantarán este cántico en tierra de Judá: fuerte ciudad tenemos; salvación puso Dios por muros y antemuro. 2 Abrid las puertas, y entrará la gente justa, guardadora de verdades.

Ap 21:25-27;
Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. 26 Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella. 27 No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.

Ahora bien, ¿quién es esa gente justa? La Biblia dice que son todos aquellos que, como Abraham, creyeron a Dios. Tal como prometió, a su tiempo Dios envió a su Hijo al mundo para redimirnos de la esclavitud del pecado mediante el precio de su sangre, sufriendo el castigo de la muerte en nuestro lugar y reconciliándonos consigo.

Así pues, los hijos de Abraham, seamos judíos o gentiles, nacidos durante el antiguo o nuevo testamento, somos declarados justos por Dios por pura gracia, por medio de la fe en Jesucristo como nuestro señor y salvador, no por obras de justicia que nosotros hayamos hecho. Esta fe se concreta o materializa en el arrepentimiento y la conversión, haciéndonos santos o apartados para Dios.

Entonces, como veremos en los siguientes versículos, nuestras ropas inmundas son lavadas o, lo que es lo mismo, somos revestidos de Cristo. Es a Él precisamente a quien representa el árbol de la vida que estaba en medio del huerto de Edén y que estará en medio de la nueva Jerusalén. Así mismo, las puertas, o más bien la puerta de entrada a la nueva Jerusalén, no es otra que nuestro Señor Jesucristo, como iremos viendo.

Ap 22:14-15 (ver también Ap 22:2; Gn 2:9).
Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad. 15 Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira.

Es de vital importancia recordar que la puerta de acceso al cielo sólo permanecerá abierta durante un tiempo limitado o periodo de gracia, que se extiende hasta el momento de la segunda venida de Cristo y que para cada persona coincide con el tiempo de existencia que Dios le conceda en esta Tierra, el cual ningún hombre conoce hasta que llega su hora. Por eso Dios llama al arrepentimiento inmediato, a no posponerlo para más tarde, porque hoy aún es día de salvación, pero mañana quizá sea tarde (2 Co 6:1-2; He 3:7-8).

Mt 25:10-12 (ver Gn 7:1,13,16).
Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. 11 Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! 12 Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco.

Algo que también es muy importante tener en cuenta es que seguir a Jesús no es un camino de rosas, sino que exige renuncia y esfuerzo. Para ello tenemos que dejar de hacer nuestra voluntad para hacer la suya, dejar de servirnos a nosotros mismos para ponernos a su servicio, y eso cuesta. Ciertamente no seríamos capaces de hacerlo basándonos en nuestras propias fuerzas, pero sí contando con su ayuda, confiando y descansando en Él (Mt 11:28-30). Andar por el camino y entrar por la puerta que lleva a la vida eterna, aunque sean estrechos y poco transitados, vale la pena.

Mt 7:13;
Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; 14 porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. (Lc 13:24 añade una matización interesante:Esforzaos a entrar por la puerta angosta”).

JESÚS ES LA PUERTA

Llegados a este punto ya podemos intuir que esta reflexión nos conduce y se centra inevitablemente en Jesús, como el único camino y puerta de acceso al cielo.

A lo largo de la historia de la humanidad hubo, hay y habrá todavía, pastores que no son enviados por Dios sino por el adversario para hurtar, matar y destruir, conduciendo a la perdición a las ovejas que no son del rebaño de Dios. Jesús es el único buen pastor que Dios envío a recoger sus ovejas descarriadas y dispersas para cuidarlas y conducirlas a verdes y delicados pastos y a fuentes de aguas de vida. Es oportuno recordar aquí que Jesús, como príncipe de los pastores, encomendó a otros pastores por Él designados en su Iglesia el cuidado de la grey (1 P 5:1-4 y otros).

Jn 10:1-3;
De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. 2 Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. 3 A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca.

Pero Jesús además de presentarse como el buen pastor lo hizo también como la Puerta, la única puerta de entrada a la vida eterna; título que se suma al de ser la Luz, o el Camino, la Verdad y la Vida, además de otros muchos que se mencionan en las sagradas escrituras. Las declaraciones de Jesús contenidas en los siguientes dos versículos constituyen, a mi entender, la base de apoyo y núcleo central del que derivan todas las reflexiones de este estudio.

Jn 10:7-9;
Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. 8 Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas. 9 Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.

LAS PUERTAS COMO TIPO DE CRISTO

La puerta del cielo que menciona Jacob en Gn 28 sin duda representa a Cristo.

Gn 28:16-17;
Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. 17 Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo.

En apoyo de dicha afirmación se encuentra Gn 28:12 y Jn 1:51, ambos estrechamente relacionados entre sí y con Gn 28:16-17, que acabo de mostrar. Jesús es la escalera que une la tierra con el cielo y al hombre con Dios. Jesús, que descendió del cielo a la tierra y volvió a ascender al cielo, regresará como rey sobre la tierra y, tras crear nuevos cielos y nueva tierra, hará descender a ésta la Nueva Jerusalén, o esposa del Cordero, desde el cielo (Ap 21:1-2).

Gn 28:12;
Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella.

Jn 1:51
Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.

Otra figura muy conocida es la puerta cuyo dintel y postes los israelitas debían marcar en cada casa en su salida de Egipto para que la muerte no entrara en ella. Esa puerta representa a Jesús, que con el derramamiento de su sangre saldó nuestra cuenta con Dios, librándonos de su justa ira y dándonos entrada hasta el mismo trono celestial.

Ex 12:22-23;
Y tomad un manojo de hisopo, y mojadlo en la sangre que estará en un lebrillo, y untad el dintel y los dos postes con la sangre que estará en el lebrillo; y ninguno de vosotros salga de las puertas de su casa hasta la mañana. 23 Porque Jehová pasará hiriendo a los egipcios; y cuando vea la sangre en el dintel y en los dos postes, pasará Jehová aquella puerta, y no dejará entrar al heridor en vuestras casas para herir.

Ro 5:8-9;
Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. 9 Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por Él seremos salvos de la ira.

De nuevo la puerta mencionada en Sal 118:20 se refiere a Jesús, como lo confirma a continuación el versículo 22 del mismo salmo.

Sal 118:19-22;
Abridme las puertas de la justicia; entraré por ellas, alabaré a JAH. 20 Esta es puerta de Jehová; Por ella entrarán los justos. 21 Te alabaré porque me has oído, y me fuiste por salvación. 22 La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo.


LAS PUERTAS DEL TEMPLO EN EL LIBRO DE EZEQUIEL

En el libro de Ezequiel se nos muestran dos templos: el que mandó construir Salomón y el que se construirá en el futuro. Como ya había ocurrido con el tabernáculo, el diseño de estos templos no fue ideado por el hombre sino por Dios, quien guió a sus siervos a construirlos mediante instrucciones muy precisas y detalladas, tanto en su orientación, materiales y estructura, como en la forma y colocación del mobiliario y los utensilios.

El templo en su conjunto, así como cada elemento por separado tienen un significado simbólico, relacionado con la persona de Cristo y su obra redentora. No tengo por ahora el conocimiento suficiente ni es mi propósito reflexionar sobre esta rica simbología, por lo que de forma parcial y limitada me centraré en lo que representa la puerta oriental; porque si algo está claro es que las puertas no son intercambiables, sino que cada una tiene su propia función.

Ez 44:5;
Y me dijo Jehová: Hijo de hombre, pon atención, y mira con tus ojos, y oye con tus oídos todo lo que yo hablo contigo sobre todas las ordenanzas de la casa de Jehová, y todas sus leyes; y pon atención a las entradas de la casa, y a todas las salidas del santuario.

EL PRIMER TEMPLO

En el sexto año de la deportación del rey Joaquín y del reinado de Sedequías, aproximadamente cinco años antes de la destrucción de Jerusalén, Dios le mostró a Ezequiel, estando en el exilio, una visión del templo construido por Salomón, con todas las abominaciones que secretamente se realizaban allí, principalmente por parte de los dirigentes civiles y religiosos del reino de Judá. También se le permitió ver el castigo de los culpables y la gloria de Jehová manifestándose en el templo.

En este contexto se menciona la puerta oriental, ante la que se pararon los querubines que portaban la gloria de Jehová.

Ez 10:19;
Y alzando los querubines sus alas, se levantaron de la tierra delante de mis ojos; cuando ellos salieron, también las ruedas se alzaron al lado de ellos; y se pararon a la entrada de la puerta oriental de la casa de Jehová, y la gloria del Dios de Israel estaba por encima sobre ellos.

Posteriormente los querubines se elevaron sobre la ciudad y se pusieron sobre el Monte de los Olivos, que está al oriente, tal como nos revela Zac 14:4 a aquellos que no hemos tenido el privilegio de vivir en Jerusalén o haberla visitado.

Ez 11:23;
Y la gloria de Jehová se elevó de en medio de la ciudad, y se puso sobre el monte que está al oriente de la ciudad.

Estos hechos tienen una importancia extraordinaria, ya que la puerta oriental no sólo representa a Cristo, sino que también es por donde Él entra en Jerusalén cuando desciende del cielo a la tierra y por donde sale cuando asciende de la tierra al cielo, pasando en ambos casos por encima del monte que está al oriente de la ciudad y el templo.

Entre los acontecimientos más relevantes de la vida de Jesús en la Tierra está su entrada como rey en Jerusalén profetizada en Zac 9:9 y narrada en los cuatro evangelios. De la importancia de este hecho da cuenta el mismo Jesús inmediatamente después de ser aclamado rey, al llorar con lamentación sobre Jerusalén por la falta de discernimiento y rechazo de su pueblo:

Lc 19:41-44 (ver también Lc 13:34-35 o Mt 23:37-39).
Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, 42 diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. 43 Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, 44 y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.

Sabemos que fue a Jerusalén en numerosas ocasiones, antes y durante su ministerio público, pero fue éste el momento elegido para su coronación simbólica como rey; de ahí la singularidad de este evento. El anuncio al pueblo llevado tanto por Juan el Bautista, como por Jesús y sus discípulos, de que el reino de los cielos se había acercado, era porque el mesías rey ya estaba entre ellos.

Ahora bien, tras poner de relieve la importancia de este acontecimiento tan extraordinario y, retomando el argumento iniciado, quiero resaltar el hecho de que Jesús llegó desde el este del Jordán a Jerusalén para ser aclamado rey, pasando por el monte de los Olivos que, como hemos dicho, está al este de la ciudad.

Lc 19:37-38; (se puede ver también Mt 21:1-11 y Mr 11:1-11).
Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, 38 diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!

Como vemos en el libro de Hechos, es también el Monte de los Olivos el lugar desde el que Jesús ascendió al cielo.

Hch 1:9-12;
Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. 10 Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, 11 los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo. 12 Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo.

Sabemos por Zac 14:4 que no sólo volverá Cristo de forma visible sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria (Dn 7:13; Mt 24:30; Ap 1:7), sino que además lo hará sobre el Monte de los Olivos.

Zac 14:4;
Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente; y el monte de los Olivos se partirá por en medio, hacia el oriente y hacia el occidente, haciendo un valle muy grande; y la mitad del monte se apartará hacia el norte, y la otra mitad hacia el sur.

La gloria de Jehová, personificada en Cristo, entra y sale del templo por la puerta oriental. De que esto es así no quedará ninguna duda cuando lleguemos a la visión del futuro templo que Dios mostró a Ezequiel. Pero me he fijado además en un acontecimiento y dos declaraciones en la Biblia que muy probablemente tengan que ver con esto.

Cuando el Mesías Salvador vino a esta tierra, les fue mostrada a los magos una estrella sobrenatural que los condujo desde el oriente hasta posarse sobre Belén, en la casa donde estaba el niño Jesús con su madre (Mt 2:9-11). Esta estrella bien podría simbolizar a Cristo, que es nombrado en Ap 22:16estrella resplandeciente de la mañana”.

Ap 22:16 (Ap 2:28).
Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana (la mañana que viene con la luz del amanecer, sucediendo a las tinieblas de la noche en las que está inmerso este mundo).

Otras veces Cristo es comparado o representado por el sol, que también inicia su recorrido sobre la tierra desde el oriente hasta el occidente.

Mal 4:2 (Ap 1:16).
Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada (los cristianos renacen y ven la luz en Cristo, Dios justo y salvador).

¿Nos parece una casualidad que Jesús describa su segunda venida “como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente”? Pudo haber empleado otra expresión como, por ejemplo, “el relámpago que surca los cielos desde un extremo hasta el otro”, o “de norte a sur”, etc. Pero utilizó dicha expresión, a mi entender, con plena intencionalidad para indicar que su segunda venida será instantánea, visible a los ojos de todos los moradores de la tierra, y de oriente a occidente.

Mt 24:27;
Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre.

EL ÚLTIMO TEMPLO

Además de la visión del templo de Salomón que ya hemos comentado, Dios le mostró al sacerdote Ezequiel otra visión del futuro templo a los 25 años del cautiverio del Rey Joaquín, con quien Ezequiel había partido al exilio. Es útil recordar que el templo de Salomón ya había sido destruido 14 años antes, aproximadamente. Aunque este templo presenta un evidente parecido con el anterior, tiene significativas diferencias en las que no voy a entrar ahora.

Lo más destacable, para el propósito de este estudio, es que aquí se le vuelve a dar a la puerta oriental un tratamiento especial. En efecto, empieza refiriéndose a ella como “la puerta” por antonomasia y, tras una separación lingüística, continúa con una definición más completa (“la puerta que mira al oriente”) para que no nos quepa la menor duda de a qué puerta se está refiriendo. Dado que estamos hablando del futuro templo que presumiblemente estará construido al comienzo del milenio, “la gloria del Dios de Israel, que venía del oriente” representa la segunda venida de Cristo para reinar sobre toda la Tierra.

Ez 43:1-5;
Me llevó luego a la puerta, a la puerta que mira hacia el oriente; 2 y he aquí la gloria del Dios de Israel, que venía del oriente; y su sonido era como el sonido de muchas aguas, y la tierra resplandecía a causa de su gloria. 3 Y el aspecto de lo que vi era como una visión, como aquella visión que vi cuando vine para destruir la ciudad; y las visiones eran como la visión que vi junto al río Quebar; y me postré sobre mi rostro. 4 Y la gloria de Jehová entró en la casa por la vía de la puerta que daba al oriente. 5 Y me alzó el Espíritu y me llevó al atrio interior; y he aquí que la gloria de Jehová llenó la casa.

La siguiente porción de Ezequiel corrobora mi afirmación anterior de que la puerta oriental, más específicamente la puerta oriental exterior, está íntimamente relacionada con el Mesías y su segunda venida. Aquí se hace una distinción entre la puerta oriental exterior, que debía permanecer siempre cerrada y la interior, por la que podía entrar el príncipe para comer pan delante de Jehová.

Ez 44:1-3;
Me hizo volver hacia la puerta exterior del santuario, la cual mira hacia el oriente; y estaba cerrada. 2 Y me dijo Jehová: Esta puerta estará cerrada; no se abrirá, ni entrará por ella hombre, porque Jehová Dios de Israel entró por ella; estará, por tanto, cerrada. 3 En cuanto al príncipe, por ser el príncipe, él se sentará allí para comer pan delante de Jehová; por el vestíbulo de la puerta entrará, y por ese mismo camino saldrá.

Añadiendo más detalles a la visión, en el siguiente versículo se especifica que la puerta oriental interior se abrirá los días de reposo y luna nueva. Esta instrucción no contradice las anteriores porque, recordemos, la puerta que debía permanecer siempre cerrada era la puerta oriental exterior, no la interior.

Ez 46:1;
Así ha dicho Jehová el Señor: la puerta del atrio interior que mira al oriente estará cerrada los seis días de trabajo, y el día de reposo se abrirá; se abrirá también el día de la luna nueva.

A continuación se nos muestra que este templo, igual que el tabernáculo y el templo de Salomón, estaba orientado con la fachada hacia el oriente y que de este lado de la casa nacían aguas que fluían hacia el oriente.

Ez 47:1;
Me hizo volver luego a la entrada de la casa; y he aquí aguas que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente; porque la fachada de la casa estaba al oriente, y las aguas descendían de debajo, hacia el lado derecho de la casa, al sur del altar.

Finalmente, en la siguiente porción se indica que estas aguas, las cuales salen hacia el oriente y desembocan junto con el río Jordán en el Mar Muerto, se convierten en portadoras de sanidad y vida para toda alma viviente que con fe (a nado) se sumerja en ellas. Esto nos recuerda el río limpio de agua de vida que sale del trono de Dios y del Cordero en la Nueva Jerusalén.

Ez 47:8-9;
Y me dijo: estas aguas salen a la región del oriente, y descenderán al Arabá, y entrarán en el mar; y entradas en el mar, recibirán sanidad las aguas. 9 Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá; y habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas, y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río.

Ap 22:1;
Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero.

Bendiciones en el Señor.

1 comentario:

  1. Precioso estudio centrado, ¡cómo no!, en la gloriosa persona de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

    ResponderEliminar