10/5/17

Consecuencias del olvido



Puede afirmarse con rotundidad que ningún ser humano es capaz de recordar todas sus vivencias pasadas. Muchas de ellas son intrascendentes e irrelevantes, por lo que no importa si las olvidamos, pero hay otras que afectan a nuestro presente y futuro. Éstas son las que nos interesan.


La información y sucesos significativos o emotivos se recuerdan mejor.

En general nos resulta más fácil retener en nuestra memoria aquellas ideas, sensaciones o acontecimientos que adquieren para nosotros un significado, que las que carecen de él. Por eso cuando necesitamos recordar una secuencia de letras o números a la que no le encontramos significado, de forma intuitiva recurrimos a alguna regla nemotécnica que nos ayuda a recordarla, como puede ser ordenar sus elementos, contarlos, o asociarlos con algún criterio que nos resulte significativo.

Asimismo recordamos mejor los sucesos que van acompañados de una carga sentimental o emotiva, siempre que aquélla no rebase determinado límite. Esto es válido tanto para experiencias agradables (unas alegres vacaciones, por ejemplo) como desagradables (el fallecimiento de un ser querido).

Los traumas, el bloqueo inconsciente de los recuerdos y sus consecuencias.

A lo largo de su vida todas las personas están expuestas a sufrir ciertos traumas provocados por distintas causas, como pueden ser fracasos matrimoniales, accidentes, muerte de seres queridos, etc. Al cabo de cierto tiempo la mayoría de la gente consigue superarlos sin que le queden prácticamente secuelas.

Sin embargo en no pocos casos los acontecimientos traumáticos son olvidados de manera permanente e inconsciente por los sujetos que los padecen, sin que se haya producido ninguna lesión cerebral, derivando en una situación patológica que requiere ayuda externa de un profesional.

Muchos psicólogos se refieren a algunos traumas infantiles como normales y característicos de esa etapa de la vida, en la que los seres humanos somos tan vulnerables. Aunque es discutible que se consideren traumas ciertos hitos o sucesos que son normales en la vida de los infantes, como también es discutible su repercusión de cara al futuro (dependerá en todo caso de la experiencia subjetiva de cada niño), es innegable que tanto niños como adolescentes, jóvenes y adultos, reaccionan ante determinadas situaciones traumáticas borrándolas de su memoria.

Esto se explica por la existencia de un mecanismo de defensa que actúa a nivel del subconsciente. Cuando una persona se ve desbordada por un trauma insoportable que amenaza su integridad psíquica, para no degenerar en locura, la persona se protege a sí misma suprimiendo de su conciencia el recuerdo.

El problema es que los hechos traumáticos olvidados siguen estando presentes a nivel del inconsciente. Se manifiestan por medio de diversos síntomas que alteran el equilibrio de las personas, al producirles una serie de trastornos y daños, como pueden ser histerias, neurosis obsesivo-compulsivas o fobias. Éstas no sólo deterioran su calidad de vida, sino que también afectan de algún modo a la gente de su entorno.

Es necesario recordar la causa del trauma para poder tratarlo y curarlo.

Dichos trastornos se combaten normalmente con técnicas terapéuticas que tratan de rescatar del inconsciente los recuerdos vinculados a esas situaciones traumáticas. Su objetivo es aprender a manejarlos progresivamente hasta que el sujeto sea capaz de controlarlos, y dejen así de lastimarlo. Vemos, pues, que en estos casos el olvido causa problemas, mientras que el desbloqueo de los recuerdos conduce a la liberación y la sanidad.

El perdón, necesidad de perdonar y sus beneficios.

Algo parecido ocurre con el acto de perdonar, sea a uno mismo o a los demás. La Biblia y la psicología están de acuerdo, por distintos motivos, en la necesidad del perdón. Se ha comprobado que cuando las personas consiguen perdonar, experimentan liberación, sanidad y una dosis de felicidad. Es como si en ellas se rompiera una atadura o se quitaran un peso de encima. El cristiano se siente bien cuando perdona, si bien su principal motivación no es sentirse bien, sino el amor hacia su prójimo y hacia Dios, por quien también él fue amado y perdonado.

Mt 18:32-33;
Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. 33 ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?

¿Conlleva el perdón el olvido de la ofensa?

Se podría recordar al respecto la tan repetida frase “yo perdono, pero no olvido”, expresada o percibida por el oyente con connotaciones negativas. Entiendo que no es requisito necesario olvidar lo sucedido para perdonar una ofensa, si el perdón es sincero. Igual que el amor, el perdón más que un sentimiento, es una decisión, un acto de la voluntad. En poco tiempo la herida cicatrizará y dejará de dolernos.

En el asunto del perdón y la restauración también hay que actuar con sabiduría, especialmente cuando se produce un menoscabo de la confianza o un daño que exige reparación. Está claro que se debe perdonar siempre y que no hay que negar a nadie una segunda oportunidad. Pero así como hay fallos que se han de perdonar y pasar página sin más, hay otros en los que para que se restablezca la confianza perdida es conveniente dejar transcurrir un tiempo prudencial. Con ello a la persona sometida a disciplina, por una parte se le pueden evitar tentaciones que la empujen a cometer de nuevo el mismo error y, por otra parte, permite comprobar no sólo si la persona se ha arrepentido y cambiado, sino también si se mantiene firme a lo largo del tiempo.

Cada caso requerirá un tratamiento individualizado, dependiendo de distintos factores, como pueden ser: la gravedad y trascendencia del asunto, el grado de confianza previo, el nivel de responsabilidad, la posición social o jerárquica dentro de la comunidad, el posible daño a la imagen de un cargo o institución, la influencia negativa o mal ejemplo, etc. Por tanto, repito, podemos y debemos perdonar siempre; pero eso no libra al ofensor de tener que afrontar las consecuencias de su mala acción. Por otra parte, la persona o personas que resultaron dañadas tienen el derecho y la obligación moral de protegerse, tomando medidas que minimicen el riesgo de reincidencia.

Sin embargo la Biblia dice que Dios perdona y olvida.

Como veremos en las siguientes porciones bíblicas, Dios dice que después de perdonar nuestros pecados no se acordará más de ellos, que los olvida.

Is 43:25;
Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.

Jer 31:34;
...todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.

Mi 7:18-19;
¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. 19 El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.

En la misma linea, los siguientes versículos apuntan con distintos matices a que cuando Dios perdona, nuestros pecados son cubiertos, lavados, o borrados como una mancha que desaparece para siempre de nuestro historial, como si nuestros pecados no hubiesen existido.

Hch 3:19;
Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados;...

Ro 4:7;
...Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos.

1 Jn 1:7;
pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.

Ap 1:5;
...y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,

Explicación de ese olvido de Dios.

No hay duda de que Dios perdona y, en cierto sentido, olvida. Pero esto hay que matizarlo, porque muchas veces los creyentes pensamos como niños, como personas inmaduras, y la Palabra nos dice que seamos niños en la malicia, pero maduros en nuestro modo de pensar (1 Co 14:20). ¿Acaso pensamos que a Dios le entra amnesia y se vuelve incapaz de recordar lo que éramos y hacíamos antes de arrepentirnos? Las lenguas humanas en las que se escribió la Biblia, así como aquéllas a las que ésta se ha traducido, son muy complejas y contienen palabras con diferentes acepciones que, en función del contexto, pueden tener también distintos significados.

Por ejemplo, cuando una persona le pide perdón o disculpas a otra y ésta le contesta “no te preocupes, eso ya está olvidado” ¿Qué le está diciendo en realidad? Pues que le ha perdonado y el asunto ha quedado zanjado. Aunque la ofensa no se haya disipado de su memoria, hace borrón y cuenta nueva. Ha aceptado sus disculpas y tomado la decisión de que nunca se lo volverá a recordar.

Este “olvido” de Dios es similar a su “arrepentirse”. A continuación presento dos versículos que a primera vista se contradicen, ya que en una dice que Dios no puede arrepentirse y en otra que Dios se arrepintió. Pero si las analizamos con más detenimiento vemos que la primera pone de manifiesto su soberanía y la segunda su misericordia. Los contextos en los que se usa la palabra “arrepentirse” son diferentes, como también su significado, por lo que no hay contradicción entre ambas.

Como soberano, Dios no tiene que dar cuenta a nadie de sus actos y, dado que su voluntad es siempre perfecta, no tiene de qué arrepentirse (Mt 5:48; Ro 12:2).

Nm 23:19;
Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?

A la vez Él es lento para la ira y grande en misericordia (Sal 103:8, y otros), por lo que cuando el pecador se arrepiente y se vuelve de su mal camino, Dios revisa la sentencia de muerte que pendía sobre él, concediéndole el perdón y la vida eterna.

Jon 3:10;
Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo.

El significado de este versículo de Jonás lo refrenda y amplía el profeta Joel:

Jl 2:12-14;
Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. 13 Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo. 14 ¿Quién sabe si volverá y se arrepentirá y dejará bendición tras de él, esto es, ofrenda y libación para Jehová vuestro Dios?

Los hechos importantes acaecidos en nuestras vidas debemos recordarlos.

Por lo tanto, mi convicción es que no debemos olvidar los acontecimientos importantes de nuestras vidas, tanto si fueron agradables como si no. Las experiencias pasadas siempre son aprovechables para aprender. Pueden ayudarnos a afianzar aquellas actitudes y conductas sanas y a desechar las que nos condujeron a errores y fracasos. Como dice un conocido refrán: “Debemos aprender de nuestros errores”.

La experiencia acumulada a lo largo de la historia evidencia una tendencia generalizada del ser humano a olvidarse de hechos importantes acaecidos en el pasado. El tiempo gira y la historia se repite (Ec 1:9; 3:5), volviendo a caer las sociedades y pueblos en los mismos errores una y otra vez. Y esto ocurre no sólo a nivel histórico, sino también en cada generación de individuos. Por eso, con buen criterio, las autoridades de instituciones civiles y religiosas de todos los tiempos, han ido estableciendo en el calendario anual días festivos para recordar determinados eventos de la historia que consideraron importantes para sus países. Y la Biblia a este respecto no es una excepción.

A modo de ejemplo presento dos porciones: la primera se refiere a la consagración de todo primogénito a Dios en Israel, como recordatorio de que Jehová destruyó a los primogénitos de los egipcios pero salvó a los de los israelitas, cuando fueron liberados de la esclavitud de Egipto; y la segunda conmemora el aniversario de la victoria de los judíos sobre sus enemigos en la época de Esther y Mardoqueo, obteniendo la paz y cambiando su tristeza en alegría.

Ex 13:8-10;
Y lo contarás en aquel día a tu hijo, diciendo: Se hace esto con motivo de lo que Jehová hizo conmigo cuando me sacó de Egipto. 9 Y te será como una señal sobre tu mano, y como un memorial delante de tus ojos, para que la ley de Jehová esté en tu boca; por cuanto con mano fuerte te sacó Jehová de Egipto. 10 Por tanto, tú guardarás este rito en su tiempo de año en año.

Est 9:27-28;
los judíos establecieron y tomaron sobre sí, sobre su descendencia y sobre todos los allegados a ellos, que no dejarían de celebrar estos dos días según está escrito tocante a ellos, conforme a su tiempo cada año; 28 y que estos días serían recordados y celebrados por todas las generaciones, familias, provincias y ciudades; que estos días de Purim no dejarían de ser guardados por los judíos, y que su descendencia jamás dejaría de recordarlos.

El olvido, arma de doble filo: olvidar lo intrascendente y recordar lo importante.

Con el paso del tiempo la carga emotiva ligada a los acontecimientos se atenúa o desaparece y las imágenes se vuelven difusas, cayendo a menudo en el olvido. Este proceso natural puede convertirse en un arma de doble filo. Por una parte, el tiempo es nuestro aliado cuando necesitamos que las heridas cicatricen (“el tiempo todo lo cura”). Pero, por otra parte, también puede ir borrando de nuestra memoria experiencias que necesitamos recordar para poder mejorar y alcanzar una vida más provechosa.

Los hábitos: necesidad de sustituir malos hábitos por buenos.

Ciertas conductas o prácticas relacionadas con las necesidades básicas de nuestra supervivencia, como comer, dormir, etc, las recordamos de manera instintiva. Hay otras que tampoco exigen esfuerzo, porque resultan agradables para los sentidos; de éstas algunas pueden ser inocuas o incluso saludables, mientras que otras pueden ser peligrosas y enfermizas, al debilitar nuestra voluntad y convertirnos en esclavos de nuestros vicios y pasiones desordenadas. Finalmente hay otras prácticas que requieren sacrificio y constancia, pero que nos guían por el buen camino de la vida.

Muchos de nuestros actos son reiterativos y se convierten en hábitos. Éstos inevitablemente forman parte, y parte muy importante, de la vida de todo ser humano, por lo que necesitamos esforzarnos en erradicar de nosotros los hábitos perjudiciales y sustituirlos por otros beneficiosos. Son éstos los que debemos promover y mantener en cada área de nuestra vida.

Por ejemplo, es importante para el cristiano mantener el hábito o costumbre de reunirse con sus hermanos uno o más días a la semana, de alimentarnos con la Palabra cada día, de apartar diariamente parte de nuestro tiempo para buscar a Dios en oración, como hacía Daniel (Dn 6:10) o el mismo Jesús (Mt 14:23; Mr 1:35), etc.

Dios conoce nuestra predisposición a olvidarnos y nos advierte de ello.

Los argumentos empleados hasta ahora, además de ser racionales están apoyados por Dios mismo, como vemos en la Biblia. Nadie mejor que Él nos conoce, y sabe de nuestra predisposición a olvidarnos de cosas importantes que exigen atención y esfuerzo, especialmente las que tienen que ver con la vida eterna, que Él ha dispuesto para todos los que le obedecen. Por eso nos previene y advierte reiteradamente.

Dt 8:11-14;
Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios, para cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos que yo te ordeno hoy; 12 no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites, 13 y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se aumente; 14 y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre;

2 P 1:12;
Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente.

Métodos para recordar.

No está de más emplear algunos métodos o técnicas que nos ayuden a recordar lo que Dios nos ha mandado. Por ejemplo, pueden sernos útiles medidas similares a las que se indican en Dt 6:8-9, mantener el hábito de congregarnos a menudo, etc.

Dt 6:6-9;
Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; 7 y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. 8 Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; 9 y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.

He 10:23-25;
Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. 24 Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; 25 no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.

El partimiento del pan (1 Co 11:23-29).

Mención aparte merece la ordenanza de Jesús en su última cena con los apóstoles antes de ser crucificado. La conmemoración del sacrificio de Cristo por amor a nosotros, mediante la participación del pan y la copa en representación del cuerpo y la sangre del Señor, era muy importante para los primeros discípulos, como veremos en los siguientes versículos.

Así, en Hch 2:42 dicho mandato se cita expresamente, junto con la perseverancia en la doctrina de los apóstoles, la comunión entre hermanos y las oraciones, cuestiones todos éstas de crucial importancia en la vida del cristiano.

Hch 2:42;
Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.

Asimismo nos da idea de la importancia de este memorial, el hecho de que en Hch 20:7 se nos diga que el propósito de la reunión en el primer día de la semana era partir el pan, aunque obviamente se desarrollaban más actividades; entre otras, la enseñanza de la Palabra.

Hch 20:7;
El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche.

Antes de participar del pan y la copa, tal como se nos dice en 1 Co 11:27-29, es necesario que nos examinemos a nosotros mismos para ver si estamos en comunión real con Dios y los hermanos. De no ser así, es preferible que nos abstengamos de participar, porque si no, lo haremos indignamente y acarrearemos juicio sobre nosotros.

En ésta como en cualquier otra práctica debemos discernir su significado, si no queremos que se convierta en mero rito carente de sentido, en un acto rutinario monótono y aburrido.

Exhortación a perseverar.

Ante las pruebas y dificultades de esta vida terrenal, Dios nos anima y exhorta a permanecer en Él, a pelear la buena batalla de la fe, a correr con paciencia la carrera que tenemos por delante con la mirada fija en Cristo; en definitiva a perseverar. De este modo nunca olvidaremos lo que el Señor ha hecho por nosotros ni sus promesas, siguiéndolo hasta el fin.

Stg 1:25;
Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.

1 Co 15:58;
Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.

He 3:14;
Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio,

Constatación histórica del olvido en el pueblo de Dios.

En la Biblia en su conjunto se pone de manifiesto en multitud de ocasiones la desobediencia e incluso la apostasía del pueblo de Dios. Luego de muchas victorias sobre sus enemigos obtenidas de forma milagrosa, el pueblo se acomoda, se aleja de Dios por dejar enfriar su relación con Él y comienza a sentirse seguro y confiado en sus propias fuerzas, hasta olvidarse de su creador y salvador.

Es entonces cuando se presentan los grandes problemas de la vida. Éstos pueden mover a las personas a recapacitar y guiarlas al arrepentimiento, o bien a endurecer aún más sus corazones, culpando a Dios de sus desgracias.

Israel sufrió dicho proceso de forma reiterada en el desierto tras su salida triunfal de Egipto; lo mismo ocurrió cuando ya estaban en la tierra prometida durante el periodo del gobierno de los jueces; igualmente vemos numerosos casos durante el periodo de los reyes; etc. Y no olvidemos que lo que le aconteció a Israel debemos tomarlo como lección y advertencia para no caer en los mismos errores de ellos.

1 Co 10:11-12;
Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos. 12 Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.

Profecías cumplidas al cabo de mucho tiempo.

Hay profecías y promesas que, conforme al plan de Dios, tardan en cumplirse, por lo que cuando llega el momento de su cumplimiento poca gente se acuerda de ellas. Los que vivimos hoy se supone que tenemos ventaja sobre nuestros antepasados, porque tenemos la revelación completa de la Palabra de Dios, que contiene pruebas más que suficientes de que ésta nunca falla. Por eso debemos atesorarla en nuestro corazón, obedeciéndola y esperando confiadamente sus promesas. ¡Cuán admirable fue al respecto la actitud de Simeón y Ana en la dedicación de Jesús en el templo! (Lc 2:25-28, 36-38).

He aquí algunos ejemplos de profecías que se cumplieron varios siglos después de ser anunciadas:

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Gn 27:40; (Bendición de Isaac a Esaú).
Y por tu espada vivirás, y a tu hermano servirás; y sucederá cuando te fortalezcas, que descargarás su yugo de tu cerviz.

Cumplimiento
2 R 8:20-22;
En el tiempo de él se rebeló Edom contra el dominio de Judá, y pusieron rey sobre ellos. 21 Joram, por tanto, pasó a Zair, y todos sus carros con él; y levantándose de noche atacó a los de Edom, los cuales le habían sitiado, y a los capitanes de los carros; y el pueblo huyó a sus tiendas. 22 No obstante, Edom se libertó del dominio de Judá, hasta hoy. También se rebeló Libna en el mismo tiempo.

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Ex 17:14; (ver también Dt 25:17-19).
Y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en un libro, y di a Josué que raeré del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo.

Cumplimiento
1 S 15:2;
Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo castigaré lo que hizo Amalec a Israel al oponérsele en el camino cuando subía de Egipto.

Casos extraordinarios de Josías y Ciro.

Todas las profecías son extraordinarias y admirables, pero las dos que cito a continuación a mí personalmente me fascinan, porque Dios presenta en ellas como protagonistas en su ejecución a dos personas a las que llama por su nombre; en el caso de Josías con siglos de antelación.

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1 R 13:1-2;
He aquí que un varón de Dios por palabra de Jehová vino de Judá a Bet-el; y estando Jeroboam junto al altar para quemar incienso, 2 aquél clamó contra el altar por palabra de Jehová y dijo: Altar, altar, así ha dicho Jehová: He aquí que a la casa de David nacerá un hijo llamado Josías, el cual sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los lugares altos que queman sobre ti incienso, y sobre ti quemarán huesos de hombres.

Cumplimiento
2 R 23:16;
Y se volvió Josías, y viendo los sepulcros que estaban allí en el monte, envió y sacó los huesos de los sepulcros, y los quemó sobre el altar para contaminarlo, conforme a la palabra de Jehová que había profetizado el varón de Dios, el cual había anunciado esto.

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Is 44:28; 45:1-7;
28 que dice de Ciro: Es mi pastor, y cumplirá todo lo que yo quiero, al decir a Jerusalén: Serás edificada; y al templo: Serás fundado.
1 Así dice Jehová a su ungido, a Ciro, al cual tomé yo por su mano derecha, para sujetar naciones delante de él y desatar lomos de reyes; para abrir delante de él puertas, y las puertas no se cerrarán: 2 Yo iré delante de ti, y enderezaré los lugares torcidos; quebrantaré puertas de bronce, y cerrojos de hierro haré pedazos; 3 y te daré los tesoros escondidos, y los secretos muy guardados, para que sepas que yo soy Jehová, el Dios de Israel, que te pongo nombre. 4 Por amor de mi siervo Jacob, y de Israel mi escogido, te llamé por tu nombre; te puse sobrenombre, aunque no me conociste. 5 Yo soy Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí. Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste, 6 para que se sepa desde el nacimiento del sol, y hasta donde se pone, que no hay más que yo; yo Jehová, y ninguno más que yo, 7 que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto.

Cumplimiento
2 Cr 36:22-23; (también Esd 1:1-4).
Mas al primer año de Ciro rey de los persas, para que se cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías, Jehová despertó el espíritu de Ciro rey de los persas, el cual hizo pregonar de palabra y también por escrito, por todo su reino, diciendo: 23 Así dice Ciro, rey de los persas: Jehová, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra; y él me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá. Quien haya entre vosotros de todo su pueblo, sea Jehová su Dios con él, y suba.

Retengamos, pues, lo que nos ha sido dado por Dios, como personas obedientes y agradecidas que no se olvidan de su gran amor y misericordia.

Ap 3:11;
He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona.

Que el Señor nos siga bendiciendo con toda bendición espiritual.

1 comentario:

  1. La psicología enseña que el ser humano utiliza un mecanismo de defensa inconsciente para bloquear el recuerdo de ciertos sucesos traumáticos; y, por otra parte, la Biblia nos muestra que hay una tendencia generalizada a olvidarnos de guardar los mandamientos de Dios. El autor de este artículo mantiene la tesis de que es bueno y saludable que las personas recuerden los hechos significativos e importantes acaecidos en su vida, sean o no agradables.

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