Puede
afirmarse con rotundidad que ningún ser humano es capaz de recordar
todas sus vivencias pasadas. Muchas de ellas son intrascendentes e
irrelevantes, por lo que no importa si las olvidamos, pero hay otras
que afectan a nuestro presente y futuro. Éstas son las que nos
interesan.
La
información y sucesos significativos o emotivos se recuerdan mejor.
En
general nos resulta más fácil retener en nuestra memoria aquellas
ideas, sensaciones o acontecimientos que adquieren para nosotros un
significado, que las que carecen de él. Por eso cuando necesitamos
recordar una secuencia de letras o números a la que no le
encontramos significado, de forma intuitiva recurrimos a alguna regla
nemotécnica que nos ayuda a recordarla, como puede ser ordenar sus
elementos, contarlos, o asociarlos con algún criterio que nos
resulte significativo.
Asimismo
recordamos mejor los sucesos que van acompañados de una carga
sentimental o emotiva, siempre que aquélla no rebase determinado
límite. Esto es válido tanto para experiencias agradables (unas
alegres vacaciones, por ejemplo) como desagradables (el fallecimiento
de un ser querido).
Los
traumas, el bloqueo inconsciente de los recuerdos y sus
consecuencias.
A
lo largo de su vida todas las personas están expuestas a sufrir
ciertos traumas provocados por distintas causas, como pueden ser
fracasos matrimoniales, accidentes, muerte de seres queridos, etc. Al
cabo de cierto tiempo la mayoría de la gente consigue superarlos sin
que le queden prácticamente secuelas.
Sin
embargo en no pocos casos los acontecimientos traumáticos son
olvidados de manera permanente e inconsciente por los sujetos que los
padecen, sin que se haya producido ninguna lesión cerebral,
derivando en una situación patológica que requiere ayuda externa de
un profesional.
Muchos
psicólogos se refieren a algunos traumas infantiles como normales y
característicos de esa etapa de la vida, en la que los seres humanos
somos tan vulnerables. Aunque es discutible que se consideren traumas
ciertos hitos o sucesos que son normales en la vida de los infantes,
como también es discutible su repercusión de cara al futuro
(dependerá en todo caso de la experiencia subjetiva de cada niño),
es innegable que tanto niños como adolescentes, jóvenes y adultos,
reaccionan ante determinadas situaciones traumáticas borrándolas de
su memoria.
Esto
se explica por la existencia de un mecanismo de defensa que actúa a
nivel del subconsciente. Cuando una persona se ve desbordada por un
trauma insoportable que amenaza su integridad psíquica, para no
degenerar en locura, la persona se protege a sí misma suprimiendo de
su conciencia el recuerdo.
El
problema es que los hechos traumáticos olvidados siguen estando
presentes a nivel del inconsciente. Se manifiestan por medio de
diversos síntomas que alteran el equilibrio de las personas, al
producirles una serie de trastornos y daños, como pueden ser
histerias, neurosis obsesivo-compulsivas o fobias. Éstas no sólo
deterioran su calidad de vida, sino que también afectan de algún
modo a la gente de su entorno.
Es
necesario recordar la causa del trauma para poder tratarlo y curarlo.
Dichos
trastornos se combaten normalmente con técnicas terapéuticas que
tratan de rescatar del inconsciente los recuerdos vinculados a esas
situaciones traumáticas. Su objetivo es aprender a manejarlos
progresivamente hasta que el sujeto sea capaz de controlarlos, y
dejen así de lastimarlo. Vemos, pues, que en estos casos el olvido
causa problemas, mientras que el desbloqueo de los recuerdos conduce
a la liberación y la sanidad.
El
perdón, necesidad de perdonar y sus beneficios.
Algo
parecido ocurre con el acto de perdonar, sea a uno mismo o a los
demás. La Biblia y la psicología están de acuerdo, por distintos
motivos, en la necesidad del perdón. Se ha comprobado que cuando las
personas consiguen perdonar, experimentan liberación, sanidad y una
dosis de felicidad. Es como si en ellas se rompiera una atadura o se
quitaran un peso de encima. El cristiano se siente bien cuando
perdona, si bien su principal motivación no es sentirse bien, sino
el amor hacia su prójimo y hacia Dios, por quien también él fue
amado y perdonado.
Mt
18:32-33;
Entonces,
llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda
te perdoné, porque me rogaste. 33 ¿No debías tú también tener
misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?
¿Conlleva
el perdón el olvido de la ofensa?
Se
podría recordar al respecto la tan repetida frase “yo perdono,
pero no olvido”, expresada o percibida por el oyente con
connotaciones negativas. Entiendo que no es requisito necesario
olvidar lo sucedido para perdonar una ofensa, si el perdón es
sincero. Igual que el amor, el perdón más que un sentimiento, es
una decisión, un acto de la voluntad. En poco tiempo la herida
cicatrizará y dejará de dolernos.
En
el asunto del perdón y la restauración también hay que actuar con
sabiduría, especialmente cuando se produce un menoscabo de la
confianza o un daño que exige reparación. Está claro que se debe
perdonar siempre y que no hay que negar a nadie una segunda
oportunidad. Pero así como hay fallos que se han de perdonar y pasar
página sin más, hay otros en los que para que se restablezca la
confianza perdida es conveniente dejar transcurrir un tiempo
prudencial. Con ello a la persona sometida a disciplina, por una
parte se le pueden evitar tentaciones que la empujen a cometer de
nuevo el mismo error y, por otra parte, permite comprobar no sólo si
la persona se ha arrepentido y cambiado, sino también si se mantiene
firme a lo largo del tiempo.
Cada
caso requerirá un tratamiento individualizado, dependiendo de
distintos factores, como pueden ser: la gravedad y trascendencia del
asunto, el grado de confianza previo, el nivel de responsabilidad, la
posición social o jerárquica dentro de la comunidad, el posible
daño a la imagen de un cargo o institución, la influencia negativa
o mal ejemplo, etc. Por tanto, repito, podemos y debemos perdonar
siempre; pero eso no libra al ofensor de tener que afrontar las
consecuencias de su mala acción. Por otra parte, la persona o
personas que resultaron dañadas tienen el derecho y la obligación
moral de protegerse, tomando medidas que minimicen el riesgo de
reincidencia.
Sin
embargo la Biblia dice que Dios perdona y olvida.
Como
veremos en las siguientes porciones bíblicas, Dios dice que después
de perdonar nuestros pecados no se acordará más de ellos, que los
olvida.
Is
43:25;
Yo,
yo soy el que borro
tus rebeliones por
amor de mí mismo, y no me acordaré de
tus pecados.
Jer
31:34;
...todos
me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande,
dice Jehová; porque perdonaré
la maldad de ellos, y no me acordaré más de
su pecado.
Mi
7:18-19;
¿Qué
Dios como tú, que perdona la maldad, y
olvida el pecado del remanente de su heredad?
No
retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. 19
El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará
nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros
pecados.
En
la misma linea, los siguientes versículos apuntan con distintos
matices a que cuando Dios perdona, nuestros pecados son cubiertos,
lavados, o borrados como una mancha que desaparece para siempre de
nuestro historial, como si nuestros pecados no hubiesen existido.
Hch
3:19;
Así
que, arrepentíos
y convertíos, para que sean borrados
vuestros pecados;...
Ro
4:7;
...Bienaventurados
aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos
pecados son cubiertos.
1
Jn 1:7;
pero
si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con
otros, y la
sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de
todo pecado.
Ap
1:5;
...y
de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el
soberano de los reyes de la tierra. Al
que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados
con su sangre,
Explicación
de ese olvido de Dios.
No
hay duda de que Dios perdona y, en cierto sentido, olvida. Pero esto
hay que matizarlo, porque muchas veces los creyentes pensamos como
niños, como personas inmaduras, y la Palabra nos dice que seamos
niños en la malicia, pero maduros en nuestro modo de pensar (1
Co 14:20).
¿Acaso pensamos que a Dios le entra amnesia y se vuelve incapaz de
recordar lo que éramos y hacíamos antes de arrepentirnos? Las
lenguas humanas en las que se escribió la Biblia, así como aquéllas
a las que ésta se ha traducido, son muy complejas y contienen
palabras con diferentes acepciones que, en función del contexto,
pueden tener también distintos significados.
Por
ejemplo, cuando una persona le pide perdón o disculpas a otra y ésta
le contesta “no te preocupes, eso ya está olvidado” ¿Qué le
está diciendo en realidad? Pues que le ha perdonado y el asunto ha
quedado zanjado. Aunque
la ofensa no se haya disipado de su memoria, hace borrón y cuenta
nueva.
Ha aceptado sus disculpas y tomado la decisión de que nunca se lo
volverá a recordar.
Este
“olvido” de Dios es similar a su “arrepentirse”. A
continuación presento dos versículos que a primera vista se
contradicen, ya que en una dice que Dios no puede arrepentirse y en
otra que Dios se arrepintió. Pero si las analizamos con más
detenimiento vemos que la primera pone de manifiesto su soberanía y
la segunda su misericordia. Los contextos en los que se usa la
palabra “arrepentirse” son diferentes, como también su
significado, por lo que no hay contradicción entre ambas.
Como
soberano, Dios no tiene que dar cuenta a nadie de sus actos y, dado
que su voluntad es siempre perfecta, no tiene de qué arrepentirse
(Mt
5:48; Ro 12:2).
Nm
23:19;
Dios
no es hombre,
para que mienta, ni hijo de hombre para
que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló,
¿y no lo ejecutará?
A
la vez Él es lento para la ira y grande en misericordia (Sal
103:8,
y
otros), por lo que cuando el pecador se arrepiente y se vuelve de su
mal camino, Dios revisa la sentencia de muerte que pendía sobre él,
concediéndole el perdón y la vida eterna.
Jon
3:10;
Y
vio Dios lo que hicieron,
que se convirtieron de su mal camino; y
se arrepintió del mal que había dicho que les haría,
y no lo hizo.
El
significado de este versículo de Jonás lo refrenda y amplía el
profeta Joel:
Jl
2:12-14;
Por
eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro
corazón, con ayuno y lloro y lamento. 13 Rasgad vuestro corazón, y
no vuestros vestidos, y convertíos
a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo
para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo. 14
¿Quién sabe si volverá y se arrepentirá y
dejará bendición tras de él,
esto es, ofrenda y libación para Jehová vuestro Dios?
Los
hechos importantes acaecidos en nuestras vidas debemos recordarlos.
Por
lo tanto, mi convicción es que no debemos olvidar los
acontecimientos importantes de nuestras vidas, tanto si fueron
agradables como si no. Las experiencias pasadas siempre son
aprovechables para aprender. Pueden ayudarnos a afianzar aquellas
actitudes y conductas sanas y a desechar las que nos condujeron a
errores y fracasos. Como dice un conocido refrán: “Debemos
aprender de nuestros errores”.
La
experiencia acumulada a lo largo de la historia evidencia una
tendencia generalizada del ser humano a olvidarse de hechos
importantes acaecidos en el pasado. El tiempo gira y la historia se
repite (Ec 1:9; 3:5), volviendo a caer las sociedades y
pueblos en los mismos errores una y otra vez. Y esto ocurre no sólo
a nivel histórico, sino también en cada generación de individuos.
Por eso, con buen criterio, las autoridades de instituciones civiles
y religiosas de todos los tiempos, han ido estableciendo en el
calendario anual días festivos para recordar determinados eventos de
la historia que consideraron importantes para sus países. Y la
Biblia a este respecto no es una excepción.
A
modo de ejemplo presento dos porciones: la primera se refiere a la
consagración de todo primogénito a Dios en Israel, como
recordatorio de que Jehová destruyó a los primogénitos de los
egipcios pero salvó a los de los israelitas, cuando fueron liberados
de la esclavitud de Egipto; y la segunda conmemora el aniversario de
la victoria de los judíos sobre sus enemigos en la época de Esther
y Mardoqueo, obteniendo la paz y cambiando su tristeza en alegría.
Ex
13:8-10;
Y
lo contarás en aquel día a tu hijo, diciendo: Se hace esto con
motivo de lo que Jehová hizo conmigo cuando me sacó de Egipto. 9 Y
te será como una señal sobre tu mano, y como
un memorial delante de tus ojos, para que la ley
de Jehová esté en tu boca; por cuanto con mano fuerte te sacó
Jehová de Egipto. 10 Por tanto, tú guardarás este rito en su
tiempo de año en año.
Est
9:27-28;
los
judíos establecieron y tomaron sobre sí, sobre su
descendencia y sobre todos los allegados a ellos, que no dejarían de
celebrar estos dos días según está escrito tocante a ellos,
conforme a su tiempo cada año; 28 y que estos días serían
recordados y celebrados por todas las generaciones, familias,
provincias y ciudades; que estos días de Purim no
dejarían de ser guardados por los judíos, y que su descendencia
jamás dejaría de recordarlos.
El
olvido, arma de doble filo: olvidar lo intrascendente y recordar lo
importante.
Con
el paso del tiempo la carga emotiva ligada a los acontecimientos se
atenúa o desaparece y las imágenes se vuelven difusas, cayendo a
menudo en el olvido. Este proceso natural puede convertirse en un
arma de doble filo. Por una parte, el tiempo es nuestro aliado cuando
necesitamos que las heridas cicatricen (“el tiempo todo lo cura”).
Pero, por otra parte, también puede ir borrando de nuestra memoria
experiencias que necesitamos recordar para poder mejorar y alcanzar
una vida más provechosa.
Los
hábitos: necesidad de sustituir malos hábitos por buenos.
Ciertas
conductas o prácticas relacionadas con las necesidades básicas de
nuestra supervivencia, como comer, dormir, etc, las recordamos de
manera instintiva. Hay otras que tampoco exigen esfuerzo, porque
resultan agradables para los sentidos; de éstas algunas pueden ser
inocuas o incluso saludables, mientras que otras pueden ser
peligrosas y enfermizas, al debilitar nuestra voluntad y convertirnos
en esclavos de nuestros vicios y pasiones desordenadas. Finalmente
hay otras prácticas que requieren sacrificio y constancia, pero que
nos guían por el buen camino de la vida.
Muchos
de nuestros actos son reiterativos y se convierten en hábitos. Éstos
inevitablemente forman parte, y parte muy importante, de la vida de
todo ser humano, por lo que necesitamos esforzarnos en erradicar de
nosotros los hábitos perjudiciales y sustituirlos por otros
beneficiosos. Son éstos los que debemos promover y mantener en cada
área de nuestra vida.
Por
ejemplo, es importante para el cristiano mantener el hábito o
costumbre de reunirse con sus hermanos uno o más días a la semana,
de alimentarnos con la Palabra cada día, de apartar diariamente
parte de nuestro tiempo para buscar a Dios en oración, como hacía
Daniel (Dn 6:10) o el mismo Jesús (Mt 14:23; Mr 1:35),
etc.
Dios
conoce nuestra predisposición a olvidarnos y nos advierte de ello.
Los
argumentos empleados hasta ahora, además de ser racionales están
apoyados por Dios mismo, como vemos en la Biblia. Nadie mejor que Él
nos conoce, y sabe de nuestra predisposición a olvidarnos de cosas
importantes que exigen atención y esfuerzo, especialmente las que
tienen que ver con la vida eterna, que Él ha dispuesto para todos
los que le obedecen. Por eso nos previene y advierte reiteradamente.
Dt
8:11-14;
Cuídate
de no olvidarte de Jehová tu Dios, para cumplir sus
mandamientos, sus decretos y sus estatutos que yo te ordeno hoy; 12
no suceda que comas y te sacies, y edifiques
buenas casas en que habites, 13 y tus vacas y tus ovejas se aumenten,
y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que
tuvieres se aumente; 14 y se enorgullezca tu corazón, y te olvides
de Jehová tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de
casa de servidumbre;
2
P 1:12;
Por
esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas,
aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en
la verdad presente.
Métodos
para recordar.
No
está de más emplear algunos métodos o técnicas que nos ayuden a
recordar lo que Dios nos ha mandado. Por ejemplo, pueden sernos
útiles medidas similares a las que se indican en Dt
6:8-9, mantener
el hábito de congregarnos a menudo, etc.
Dt
6:6-9;
Y
estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; 7 y
las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa,
y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. 8 Y
las atarás como una señal en tu mano,
y estarán como frontales entre tus ojos; 9 y las
escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.
He
10:23-25;
Mantengamos
firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel
es el que prometió. 24 Y considerémonos unos a otros para
estimularnos al amor y a las buenas obras; 25 no dejando de
congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino
exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.
El
partimiento del pan (1 Co 11:23-29).
Mención
aparte merece la ordenanza de Jesús en su última cena con los
apóstoles antes de ser crucificado. La conmemoración del sacrificio
de Cristo por amor a nosotros, mediante la participación del pan y
la copa en representación del cuerpo y la sangre del Señor, era muy
importante para los primeros discípulos, como veremos en los
siguientes versículos.
Así,
en Hch 2:42 dicho
mandato se cita expresamente, junto con la perseverancia en la
doctrina de los apóstoles, la comunión entre hermanos y las
oraciones, cuestiones todos éstas de crucial importancia en la vida
del cristiano.
Hch
2:42;
Y
perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos
con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.
Asimismo
nos da idea de la importancia de este memorial, el hecho de que en
Hch 20:7 se
nos diga que el propósito de la reunión en el primer día de la
semana era partir el pan, aunque obviamente se desarrollaban más
actividades; entre otras, la enseñanza de la Palabra.
Hch
20:7;
El
primer día de la semana, reunidos los
discípulos para partir el pan, Pablo
les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el
discurso hasta la medianoche.
Antes
de participar del pan y la copa, tal como se nos dice en 1
Co 11:27-29,
es
necesario que nos examinemos a nosotros mismos para ver si estamos en
comunión real con Dios y los hermanos. De no ser así, es preferible
que nos abstengamos de participar, porque si no, lo haremos
indignamente y acarrearemos juicio sobre nosotros.
En
ésta como en cualquier otra práctica debemos discernir su
significado, si no queremos que se convierta en mero rito carente de
sentido, en un acto rutinario monótono y aburrido.
Exhortación
a perseverar.
Ante
las pruebas y dificultades de esta vida terrenal, Dios nos anima y
exhorta a permanecer en Él, a pelear la buena batalla de la fe, a
correr con paciencia la carrera que tenemos por delante con la mirada
fija en Cristo; en definitiva a perseverar. De este modo nunca
olvidaremos lo que el Señor ha hecho por nosotros ni sus promesas,
siguiéndolo hasta el fin.
Stg
1:25;
Mas
el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y
persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino
hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.
1
Co 15:58;
Así
que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes,
creciendo en la obra del Señor siempre,
sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.
He
3:14;
Porque
somos hechos participantes de Cristo, con tal que
retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio,
Constatación
histórica del olvido en el pueblo de Dios.
En
la Biblia en su conjunto se pone de manifiesto en multitud de
ocasiones la desobediencia e incluso la apostasía del pueblo de
Dios. Luego de muchas victorias sobre sus enemigos obtenidas de forma
milagrosa, el pueblo se acomoda, se aleja de Dios por dejar enfriar
su relación con Él y comienza a sentirse seguro y confiado en sus
propias fuerzas, hasta olvidarse de su creador y salvador.
Es
entonces cuando se presentan los grandes problemas de la vida. Éstos
pueden mover a las personas a recapacitar y guiarlas al
arrepentimiento, o bien a endurecer aún más sus corazones, culpando
a Dios de sus desgracias.
Israel
sufrió dicho proceso de forma reiterada en el desierto tras su
salida triunfal de Egipto; lo mismo ocurrió cuando ya estaban en la
tierra prometida durante el periodo del gobierno de los jueces;
igualmente vemos numerosos casos durante el periodo de los reyes;
etc. Y no olvidemos que lo que le aconteció a Israel debemos tomarlo
como lección y advertencia para no caer en los mismos errores de
ellos.
1
Co 10:11-12;
Y
estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para
amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines
de los siglos. 12 Así que, el que piensa estar firme, mire
que no caiga.
Profecías
cumplidas al cabo de mucho tiempo.
Hay
profecías y promesas que, conforme al plan de Dios, tardan en
cumplirse, por lo que cuando llega el momento de su cumplimiento poca
gente se acuerda de ellas. Los que vivimos hoy se supone que tenemos
ventaja sobre nuestros antepasados, porque tenemos la revelación
completa de la Palabra de Dios, que contiene pruebas más que
suficientes de que ésta nunca falla. Por eso debemos atesorarla en
nuestro corazón, obedeciéndola y esperando confiadamente sus
promesas. ¡Cuán admirable fue al respecto la actitud de Simeón y
Ana en la dedicación de Jesús en el templo! (Lc
2:25-28, 36-38).
He
aquí algunos ejemplos de profecías que se cumplieron varios siglos
después de ser anunciadas:
Anuncio
Gn
27:40; (Bendición
de Isaac a Esaú).
Y
por tu espada vivirás, y a tu hermano servirás; y
sucederá cuando te fortalezcas, que descargarás su yugo de tu
cerviz.
Cumplimiento
2
R 8:20-22;
En
el tiempo de él se rebeló Edom contra el dominio de Judá, y
pusieron rey sobre ellos. 21 Joram, por tanto, pasó a
Zair, y todos sus carros con él; y levantándose de noche atacó a
los de Edom, los cuales le habían sitiado, y a los capitanes de los
carros; y el pueblo huyó a sus tiendas. 22 No obstante,
Edom se libertó del dominio de Judá, hasta hoy. También
se rebeló Libna en el mismo tiempo.
Anuncio
Ex
17:14; (ver
también Dt 25:17-19).
Y
Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en un
libro, y di a Josué que raeré del todo la memoria de Amalec de
debajo del cielo.
Cumplimiento
1
S 15:2;
Así
ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo castigaré lo que hizo Amalec
a Israel al oponérsele en el camino cuando subía de Egipto.
Casos
extraordinarios de Josías y Ciro.
Todas
las profecías son extraordinarias y admirables, pero las dos que
cito a continuación a mí personalmente me fascinan, porque Dios
presenta en ellas como protagonistas en su ejecución a dos personas
a las que llama por su nombre; en el caso de Josías con siglos de
antelación.
Anuncio
1
R 13:1-2;
He
aquí que un varón de Dios por palabra de Jehová vino de
Judá a Bet-el; y estando Jeroboam junto al altar para quemar
incienso, 2 aquél clamó contra el altar por palabra de
Jehová y dijo: Altar, altar, así ha dicho Jehová: He
aquí que a la casa de David nacerá un hijo llamado
Josías, el cual sacrificará sobre ti a los
sacerdotes de los lugares altos que queman sobre ti incienso, y sobre
ti quemarán huesos de hombres.
Cumplimiento
2
R 23:16;
Y
se volvió Josías, y viendo los sepulcros que
estaban allí en el monte, envió y sacó los huesos de los
sepulcros, y los quemó sobre el altar para contaminarlo, conforme a
la palabra de Jehová que había profetizado el varón de Dios,
el cual había anunciado esto.
Anuncio
Is
44:28; 45:1-7;
28
que dice de Ciro: Es mi pastor, y cumplirá todo lo que yo quiero, al
decir a Jerusalén: Serás edificada; y al templo: Serás fundado.
1
Así dice Jehová a su ungido, a Ciro, al
cual tomé yo por su mano derecha, para sujetar naciones delante de
él y desatar lomos de reyes; para abrir delante de él puertas, y
las puertas no se cerrarán: 2 Yo iré delante de ti, y enderezaré
los lugares torcidos; quebrantaré puertas de bronce, y cerrojos de
hierro haré pedazos; 3 y te daré los tesoros escondidos, y los
secretos muy guardados, para que sepas que yo soy Jehová, el Dios de
Israel, que te pongo nombre. 4 Por amor de mi siervo
Jacob, y de Israel mi escogido, te llamé por tu nombre;
te puse sobrenombre, aunque no me conociste. 5 Yo soy
Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí. Yo te ceñiré,
aunque tú no me conociste, 6 para que se sepa desde el
nacimiento del sol, y hasta donde se pone, que no hay más que yo;
yo Jehová, y ninguno más que yo, 7 que formo la luz y
creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová
soy el que hago todo esto.
Cumplimiento
2
Cr 36:22-23; (también
Esd 1:1-4).
Mas
al primer año de Ciro rey de los persas, para que se
cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías, Jehová
despertó el espíritu de Ciro rey
de los persas, el cual hizo pregonar de palabra y también
por escrito, por todo su reino, diciendo: 23 Así dice
Ciro, rey de los persas: Jehová, el Dios de los cielos, me ha dado
todos los reinos de la tierra; y él me ha mandado que le edifique
casa en Jerusalén, que está en Judá. Quien haya entre
vosotros de todo su pueblo, sea Jehová su Dios con él, y suba.
Retengamos,
pues, lo que nos ha sido dado por Dios, como personas obedientes y
agradecidas que no se olvidan de su gran amor y misericordia.
Ap
3:11;
He
aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes,
para que ninguno tome tu corona.
Que
el Señor nos siga bendiciendo con toda bendición espiritual.
La psicología enseña que el ser humano utiliza un mecanismo de defensa inconsciente para bloquear el recuerdo de ciertos sucesos traumáticos; y, por otra parte, la Biblia nos muestra que hay una tendencia generalizada a olvidarnos de guardar los mandamientos de Dios. El autor de este artículo mantiene la tesis de que es bueno y saludable que las personas recuerden los hechos significativos e importantes acaecidos en su vida, sean o no agradables.
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