10/5/17

El maná



INTRODUCCIÓN

El maná no fue sólo un mero alimento físico; fue además de eso una señal milagrosa. Las señales (pensemos, por ejemplo, en las de tráfico) trascienden su esencia de signos o símbolos para representar una realidad más rica y compleja. Si el alimento en sí era vital, también lo eran las instrucciones y advertencias que lo acompañaban, así como las enseñanzas subyacentes. Éstas eran tan válidas para el antiguo Israel como para los creyentes de todos los tiempos.

Reflexionando sobre el maná podemos hacer, entre otras, las siguientes observaciones:

PROVISIÓN SOBRENATURAL

Éx 16:14; Y cuando el rocío cesó de descender, he aquí sobre la faz del desierto una cosa menuda, redonda, menuda como una escarcha sobre la tierra.

Este alimento procedía del cielo, no de la tierra, y fue provisto directamente por Dios de forma milagrosa. No era algo que pudieran cosechar o comprar, ya que sólo podían obtenerlo de forma gratuita, como la salvación. 

Por otra parte, no se sabía de su existencia ni se esperaba; fue una agradable sorpresa de Dios. La lección para nosotros es que, igual que entonces, Dios puede sorprendernos en cualquier momento, puede abrir nuevas sendas donde no las hay, donde no vemos una salida. Mantengamos, pues, firme hasta el fin nuestra confianza en Cristo.

Is 41:18 En las alturas abriré ríos, y fuentes en medio de los valles; abriré en el desierto estanques de aguas, y manantiales de aguas en la tierra seca.

Is 43:19 He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad.

ALIMENTO NOVEDOSO

Éx 16:15; Y viéndolo los hijos de Israel, se dijeron unos a otros: ¿Qué es esto? porque no sabían qué era. Entonces Moisés les dijo: Es el pan que Jehová os da para comer.

No sólo la provisión fue inesperada, tampoco podía imaginar nadie que hallarían un alimento como el maná, del que no se había oído hablar, ni nadie había visto hasta ese momento.

Dios podía haber hecho crecer milagrosamente cereales en el desierto, multiplicar extraordinariamente el ganado o abastecer al pueblo con cualquier otro alimento conocido. Entonces, ¿por qué recurrió a algo tan novedoso? Sabemos que a los que aman de Dios, nada les ocurre por casualidad. En este caso el propósito está claramente manifestado por Él mismo en su Palabra:

Dt 8:3; Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre.

Por medio del versículo anterior podemos entender que Dios eligiera un alimento celestial que ojo no había visto ni oído había oído (1 Co 2:10) como el más apropiado para enseñarnos que el alimento material es al cuerpo lo que la Palabra de Dios es al espíritu; para enseñarnos que ambos son necesarios y que proceden de Él.

A lo largo de este estudio iremos viendo la conexión o paralelismo entre el maná y la Palabra de Dios o, lo que es lo mismo, entre el maná y el Verbo divino, el cual es Cristo.

ALIMENTO COMPLETO

Éx 16:31; Y la casa de Israel lo llamó Maná; y era como semilla de culantro, blanco, y su sabor como de hojuelas con miel.

Nm 11:7; Y era el maná como semilla de culantro, y su color como color de bedelio.

Para un óptimo desarrollo, así como para mantener una buena salud, es necesaria una dieta equilibrada, en la que no falten proteínas, sales, minerales, etc. Los israelitas se alimentaron durante 40 años a base de maná y no enfermaron; por lo tanto debió ser un alimento completo que contenía las más variadas propiedades.

De igual modo la Palabra dada por Dios desde el cielo contiene todos los nutrientes que necesita la vida de cada persona. En ella hallamos consuelo, guía, sostén, paz, gozo y muchas otras cosas más. Todo lo que necesitamos para saciar nuestra hambre y sed, para alimentar nuestro espíritu, se halla en ella.

NUNCA HAY FALTA DE PROVISIÓN

Hemos visto que el maná representa el alimento perfecto y que además les fue regalado por pura gracia. Pero por si eso no fuera suficiente para despertar en nosotros la admiración por Dios, esta provisión nunca les faltó hasta que entraron en la tierra prometida. No tenían que preocuparse por falta de alimento en medio del desierto; con Dios en medio de ellos esa provisión estaba asegurada.

Lo mismo sucede con la Palabra de Dios, la cual permanece para siempre. En ella tenemos garantía de por vida de que nuestra necesidad de alimento espiritual está cubierta.

CADA PERSONA DEBE COMER SU PROPIA RACIÓN

Éx 16:16-18; Esto es lo que Jehová ha mandado: Recoged de él cada uno según lo que pudiere comer; un gomer por cabeza, conforme al número de vuestras personas, tomaréis cada uno para los que están en su tienda. 17 Y los hijos de Israel lo hicieron así; y recogieron unos más, otros menos; 18 y lo medían por gomer, y no sobró al que había recogido mucho, ni faltó al que había recogido poco; cada uno recogió conforme a lo que había de comer.

Aunque el maná cubría toda la tierra alrededor del campamento, no debían dejarse arrastrar por la codicia, sino que debían extraer sólo un número de raciones igual al de las personas que había en cada tienda. Al compartir en familia la comida cada cual comía según su necesidad, de modo que todos se saciaban sin que les sobrara ni faltara comida. Este equilibrio entre lo que se recogía y lo que se comía no se lograba mediante un cálculo preciso, sino simplemente obedeciendo las instrucciones de Dios.

Algo similar ocurre con nuestro alimento espiritual. La Palabra siempre sacia nuestra hambre y sed. Ahora bien, aunque disponemos de ella en su totalidad, como no podemos digerirla toda entera de una sola vez, tenemos que tomar en cada ocasión sólo la cantidad de alimento que necesitemos para saciarnos.

Obviamente la alimentación es imprescindible, tanto para la supervivencia de una especie como para cada individuo en particular. Dentro de un rebaño cada oveja necesita ingerir una cierta cantidad de hierba por sí misma, so pena de morir de hambre, pues lo que pasten sus compañeras no le aprovechará a ella. Sin embargo, estas cosas que son una perogrullada cuando nos referimos al alimento corporal, no lo son tanto cuando las aplicamos al espiritual. Prueba de ello es que hay creyentes que no se alimentan diariamente con la Palabra, quizás alegando que no tienen tiempo o porque no sienten esa necesidad.
 
NECESIDAD DE ALIMENTO DIARIO

Éx 16:19-20; Y les dijo Moisés: Ninguno deje nada de ello para mañana. 20 Mas ellos no obedecieron a Moisés, sino que algunos dejaron de ello para otro día, y crió gusanos, y hedió; y se enojó contra ellos Moisés.

En consonancia con el orden establecido por Dios, si queremos fortalecernos y gozar de buena salud, necesitamos comer diariamente (“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” Mt 6:11; Lc 11:3). No sería saludable que un día nos diéramos un atracón de comida y al día siguiente dejáramos de comer; ni comer sólo de vez en cuando, o cada dos o más días. Lo que comimos ayer fue bueno para ese día, pero no satisface nuestra necesidad de alimentarnos hoy.

Dios no quería que dejaran nada de maná para el día siguiente, sino que cada día tomaran su alimento fresco; por eso a los que que le desobedecieron guardando una parte, ésta se les volvió putrefacta ¿Por qué comer el pan duro o enmohecido si lo podemos comer fresco cada día?

Si este razonamiento sobre la alimentación corporal nos parece lógico, pensemos que es igualmente válido aplicarlo a nuestro modo de alimentarnos de la Palabra. Si no nos alimentamos diariamente con ella, corremos el riesgo de volvernos unos enclenques en sentido espiritual.

La instrucción dada al pueblo de recoger sólo la porción de maná necesaria para un día sin preocuparse por la del día siguiente, nos enseña que tenemos que aprender a andar por fe, en plena dependencia de Dios; que no debemos afanarnos por el día de mañana. Jesús no podría explicarlo mejor:

Mt 6:25-34; Por tanto os digo: no os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? 27 ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? 28 Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; 29 pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. 30 Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? 31 No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? 32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. 33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. 34 Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.

La fidelidad de Dios quedó ampliamente demostrada a lo largo de la historia. Puede servirnos de ejemplo el recordatorio de Moisés al pueblo cuando ya estaba en los llanos de Moab, frente a la tierra prometida.

Dt 8:3-4; Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre. 4 Tu vestido nunca se envejeció sobre ti, ni el pie se te ha hinchado en estos cuarenta años.

RECOGÍAN EL MANÁ ANTES DE QUE SALIERA EL SOL

Éx 16:21; Y lo recogían cada mañana, cada uno según lo que había de comer; y luego que el sol calentaba, se derretía.

Esto nos enseña, a mi entender, que nunca deberíamos salir de casa para ir a nuestras ocupaciones diarias, sin antes apartar un tiempo en intimidad con Dios para orar y leer la Palabra. Luego, con el ajetreo, la gente y el ruido, tal vez no tengamos la oportunidad de hacerlo en lo que reste de día.

Por otra parte, si somos conscientes de que Dios debe ser lo primero y más importante en nuestra vida, madrugaremos para buscarlo temprano, en adoración, en acción de gracias y en petición del oportuno socorro.

Sal 63:1 Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas,...

Pr 8:17; Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan.

Is 26:9 Con mi alma te he deseado en la noche, y en tanto que me dure el espíritu dentro de mí, madrugaré a buscarte; porque luego que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia.

EL MANÁ HABÍA QUE COCINARLO

Ex 16:23; ...Mañana es el santo día de reposo, el reposo consagrado a Jehová; lo que habéis de cocer, cocedlo hoy, y lo que habéis de cocinar, cocinadlo; y todo lo que os sobrare, guardadlo para mañana.

Nm 11:8-9; El pueblo se esparcía y lo recogía, y lo molía en molinos o lo majaba en morteros, y lo cocía en caldera o hacía de él tortas; su sabor era como sabor de aceite nuevo. 9 Y cuando descendía el rocío sobre el campamento de noche, el maná descendía sobre él.

Dios podía haberles suministrado un alimento que pudiera comerse sin necesidad de una elaboración previa; también podía haberles colocado el maná directamente en los recipientes en los que se recogía o cocinaba para evitarles trabajo; pero, conforme a su manera habitual de proceder con el hombre, prefirió que su pueblo se esforzara en hacer su parte ¿Por qué? Quizá porque las cosas que se consiguen sin esfuerzo no se suelen valorar, hasta el punto de que llega a parecernos algo natural tenerlas y, como consecuencia de ello, podemos volvernos desagradecidos.

Por otra parte, cuando conseguimos algo que atribuimos exclusivamente a un mérito nuestro, difícilmente podemos ser agradecidos para con Dios. En el asunto del maná hay un equilibrio: Dios provee y yo hago mi trabajo. En cualquier caso, nunca pueden faltar motivos para que le estemos agradecidos, pues cada vez que hacemos una buena obra es porque Él nos da la fuerza y la capacidad de hacerla.

COCINAR EL MANÁ ES COMO MEDITAR EN LA PALABRA

Así como la comida cruda puede no ser sabrosa o incluso resultar indigesta, una lectura demasiado rápida de la Palabra puede resultar poco provechosa. Por eso es conveniente pedir antes la guía y revelación del Espíritu Santo y luego apartar un tiempo suficiente, no sólo para la lectura sino también para poder reflexionar sobre lo que se lee.

Meditar es como cocinar a fuego lento, y sabemos por experiencia que la comida cocinada a fuego lento es más sabrosa. Ocurre algo parecido cuando meditamos en la Palabra de Dios: el Espíritu Santo nos conduce desde una dimensión superficial, que se extiende en longitud y anchura, a otra más profunda de conocimiento, que causa en nosotros admiración, deleite y exaltación del poder y la sabiduría de Dios.

Sal 1:1-2; Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; 2 sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche.

Sal 119:15-16; En tus mandamientos meditaré; consideraré tus caminos.16 Me regocijaré en tus estatutos; no me olvidaré de tus palabras.

LAS COMIDAS RÁPIDAS

Lamentablemente hoy en día solemos vivir con prisas para todo, impacientándonos si no obtenemos algo en el menor tiempo posible, cuando no de inmediato. Nos gustaría hacer todo sin tener que esperar y sin tan siquiera movernos, pulsando simplemente un botón. Pero el obrar de Dios no es así, Él tiene su tiempo y nosotros también necesitamos tiempo para conocerlo mejor y ser perfeccionados por su amor.

Las llamadas comidas rápidas son un reflejo de la sociedad actual: se cocinan y se comen deprisa, con frecuencia solos o fuera del ámbito familiar, todo lo cual conlleva un menor disfrute. Si bien es difícil sustraerse totalmente a este estilo de vida moderno, en las cosas de Dios tenemos que ser pacientes y saber esperar. Las comidas rápidas aplicadas a la Palabra son también menos saludables y sabrosas.

Ez 3:3 Y me dijo: Hijo de hombre, alimenta tu vientre, y llena tus entrañas de este rollo que yo te doy. Y lo comí, y fue en mi boca dulce como miel.
 
DEBEMOS MASTICAR BIEN LA COMIDA

Aunque se tarde algo más en comer, es recomendable masticar bien para saborear y digerir mejor los alimentos. Con la Palabra ocurre exactamente igual: es preferible leer detenidamente una porción reducida, que una larga deprisa.

Si una lectura atenta y reposada es buena per se, para obtener un resultado óptimo debemos meditar en lo leído, como ya he comentado en un apartado anterior. Meditar es similar a lo que hacen los rumiantes con los pastos que han ingerido ¡Ojalá procedamos con la Palabra como los rumiantes con su comida!

Jos 1:8; Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.

Otro concepto importante relacionado con la meditación es el de escudriñar ¿Qué significa escudriñar las Escrituras? Grosso modo es algo así como profundizar en el estudio de la Palabra; pero para un significado más preciso y con más matices nos quedamos con la definición de la RAE: “examinar, inquirir y averiguar cuidadosamente algo y sus circunstancias”. Pues justamente eso es lo que deberíamos hacer.

Juan 5:39; Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí...

EL ALIMENTO PRECOCINADO

En estos tiempos en los que tanta gente vive con prisas ha aumentado extraordinariamente la demanda de productos precocinados. La oferta es variada: pollos asados, legumbres cocidas, patatas fritas, pizzas, etc. En unos casos nos los traen a domicilio y en otros tenemos que desplazarnos hasta los puntos de venta. Consumir estos productos de vez en cuando no es malo, pero su dependencia excesiva puede hacer que no aprendamos a cocinar y que, cuando nos veamos en la necesidad de hacerlo, nos salga una comida mediocre o de mala calidad.

Algo parecido ocurre con la Palabra. Es bueno y hasta necesario que haya maestros y predicadores, pero eso no nos exime de la responsabilidad de tener nuestra propia búsqueda personal, acudiendo directamente a la fuente que sacia nuestra hambre y sed. De ese modo no sólo experimentaremos un crecimiento más sano y vigoroso, sino que además podremos cotejar lo que nos dicen otros con lo que nos dice la Palabra, en previsión de posibles engaños. Pablo, que fue ni más ni menos que un apóstol de Jesucristo, lejos de sentirse molesto con la actitud prudente de los bereanos, elogió su nobleza.

Hch 17:11; Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.

Si nos volvemos negligentes en el estudio de la Palabra, nos exponemos a que otros piensen por nosotros y nos volvamos receptores pasivos de información, devorando predicaciones sin digerirlas; o lo que es peor, que la exposición de la Palabra acabe convirtiéndose en algo así como un producto de consumo moderno, o sea, un simple entretenimiento. Es curioso el paralelismo entre los productos precocinados que nos traen a casa y las predicaciones que podemos escuchar e incluso visualizar desde casa a través de internet.

Un conocido predicador, David Wilkerson, dijo que entre los más incrédulos se encuentran muchos asistentes a reuniones de iglesia, que de tanto oír la Palabra sin obedecerla (por un oído me entra y por otro me sale) se van insensibilizando y endureciendo su corazón.

LA MATERIA PRIMA O PRODUCTO

Los cocineros más reputados coinciden en señalar que, para lograr una cocina excelente, es fundamental disponer de materia prima y productos frescos de buena calidad. Pues bien, tanto el maná como la Palabra de Dios reúnen de sobra todos los requisitos de calidad exigibles.

¡OJO CON EL ALIMENTO ADULTERADO!

El maná que los israelitas guardaron para el día siguiente, desobedeciendo a Dios, crió gusanos y produjo hedor. La Palabra, igual que el maná, es un alimento puro, fresco y sano; pero, si desoyendo la advertencia de Dios, le quitamos o añadimos, se convierte en un producto adulterado que puede dañarnos hasta el punto de causarnos la muerte.

Dt 4:2; No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordene.

Ap 22:18-19; Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. 19 Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.

Relacionado con el añadir y quitar está la tergiversación de la Palabra, debido a una errónea interpretación o una presentación sesgada, hecha o no con intencionalidad. Sin duda Dios va a castigar con mayor severidad a la persona que engaña intencionadamente que a quien no lo hace de forma deliberada, pero el efecto que puede causar en otros es el mismo.

Seamos, pues, cuidadosos con lo que creemos y decimos; no saquemos conclusiones precipitadas sobre algo que no entendemos o no está suficientemente claro en la Palabra. La revelación personal del Espíritu Santo sigue las pautas de la revelación histórica de la Palabra, la cual fue dada de forma gradual y progresiva. Por tanto, algo que aún no comprendemos ahora, puede que con el paso del tiempo lleguemos a entenderlo.

Hoy más que nunca, debemos estar atentos para no abrazar una falsa doctrina que nos aleje de la verdad. Es cierto que siempre ha habido falsos maestros y profetas, pero nunca como ahora a lo largo de la historia habían proliferado tantas denominaciones o confesiones religiosas llamadas cristianas. Y aunque todas digan basarse en la Palabra, el caso es que enseñan cosas distintas y contradictorias en determinadas cuestiones. Por tanto podemos legítimamente preguntarnos: ¿Hay alguna que esté libre de errores, o todas ellas están equivocadas en algún punto?

¿A dónde quiero llegar con esto? Pues a que debemos ser extremadamente cautos para no dejarnos arrastrar por todo viento de doctrina, examinando, a la luz de la Palabra, si lo que nos enseñan es o no correcto. Hemos de reconocer que normalmente tendemos a pensar que son los demás los que están equivocados, no nosotros; que son otras denominaciones o congregaciones las que enseñan mal ciertas doctrinas, no la nuestra.

Ef 4:14; ...para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error.

EL MANÁ COMO SEÑAL QUE APUNTA AL VERBO DIVINO

Jn 6:48-51; Yo soy el pan de vida. 49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. 50 Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. 51 Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.

El maná es una señal que apunta al alimento espiritual de la Palabra, puesto que Dt 8:3 nos enseña que es para hacernos saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre”. Y a su vez la anterior porción del capítulo 6 de Juan identifica el maná con Cristo y con su Palabra; con Cristo como el pan que descendió del cielo y da vida a los hombres, y con su Palabra como el Verbo hecho carne (“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros...” Jn 1:14). Cristo da vida porque, como Dios que es, tiene vida en sí mismo.

Jn 1:1-4; En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Este era en el principio con Dios. 3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

Jn 11:25-26; Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. 26 Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente.
¿Crees esto?

Jn 14:6; Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.

Para tener vida eterna tenemos que comer el cuerpo de Cristo; o sea, su carne y su sangre. Pero esto, como Jesús mismo aclaró, sólo lo podremos hacer recibiendo y obedeciendo su Palabra, la cual es espíritu y, como tal, vive y permanece para siempre (1 P 1:23).

Jn 6:63; El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.

Bendiciones en Cristo Jesús.

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