INTRODUCCIÓN
El
maná no fue sólo un mero alimento físico; fue además de eso una
señal milagrosa. Las señales (pensemos, por ejemplo, en las de
tráfico) trascienden su esencia de signos o símbolos para
representar una realidad más rica y compleja. Si el alimento en sí
era vital, también lo eran las instrucciones y advertencias que lo
acompañaban, así como las enseñanzas subyacentes. Éstas eran tan
válidas para el antiguo Israel como para los creyentes de todos los
tiempos.
Reflexionando
sobre el maná podemos hacer, entre otras, las siguientes
observaciones:
PROVISIÓN
SOBRENATURAL
Éx
16:14; Y cuando el rocío cesó de descender, he aquí sobre la faz
del desierto una cosa menuda, redonda, menuda como una escarcha sobre
la tierra.
Este
alimento procedía del cielo, no de la tierra, y fue provisto
directamente por Dios de forma milagrosa. No era algo que pudieran
cosechar o comprar, ya que sólo podían obtenerlo de forma gratuita,
como la salvación.
Por
otra parte, no se sabía de su existencia ni se esperaba; fue una
agradable sorpresa de Dios. La lección para nosotros es que, igual
que entonces, Dios puede sorprendernos en cualquier momento, puede
abrir nuevas sendas donde no las hay, donde no vemos una salida.
Mantengamos, pues, firme hasta el fin nuestra confianza en Cristo.
Is
41:18 En las alturas abriré ríos, y fuentes en medio de los valles;
abriré en el desierto estanques de aguas, y manantiales de aguas en
la tierra seca.
Is
43:19 He aquí que yo hago cosa nueva;
pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré
camino en el desierto, y ríos en la soledad.
ALIMENTO
NOVEDOSO
Éx
16:15; Y viéndolo los hijos de Israel, se dijeron
unos a otros: ¿Qué es esto? porque no sabían qué era.
Entonces Moisés les dijo: Es el pan que Jehová os da para comer.
No
sólo la provisión fue inesperada, tampoco podía imaginar nadie que
hallarían un alimento como el maná, del que no se había oído
hablar, ni nadie había visto hasta ese momento.
Dios
podía haber hecho crecer milagrosamente cereales en el desierto,
multiplicar extraordinariamente el ganado o abastecer al pueblo con
cualquier otro alimento conocido. Entonces, ¿por qué recurrió a
algo tan novedoso? Sabemos que a los que aman de Dios, nada les
ocurre por casualidad. En este caso el propósito está claramente
manifestado por Él mismo en su Palabra:
Dt
8:3; Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te
sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la
habían conocido, para hacerte saber que no sólo de
pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová
vivirá el hombre.
Por
medio del versículo anterior podemos entender que Dios eligiera un
alimento celestial que ojo no había visto ni oído había oído (1
Co 2:10)
como
el más apropiado para enseñarnos que el alimento material es al
cuerpo lo que la Palabra de Dios es al espíritu; para enseñarnos
que ambos son necesarios y que proceden de Él.
A
lo largo de este estudio iremos viendo la conexión o paralelismo
entre el maná y la Palabra de Dios o, lo que es lo mismo, entre el
maná y el Verbo divino, el cual es Cristo.
ALIMENTO
COMPLETO
Éx
16:31; Y
la casa de Israel lo llamó Maná; y era como semilla de culantro,
blanco, y su sabor como de hojuelas con miel.
Nm
11:7; Y era el maná como semilla de culantro, y su color como color
de bedelio.
Para
un óptimo desarrollo, así como para mantener una buena salud, es
necesaria una dieta equilibrada, en la que no falten proteínas,
sales, minerales, etc. Los israelitas se alimentaron durante 40 años
a base de maná y no enfermaron; por lo tanto debió ser un alimento
completo que contenía las más variadas propiedades.
De
igual modo la Palabra dada por Dios desde el cielo contiene todos los
nutrientes que necesita la vida de cada persona. En ella hallamos
consuelo, guía, sostén, paz, gozo y muchas otras cosas más. Todo
lo que necesitamos para saciar nuestra hambre y sed, para alimentar
nuestro espíritu, se halla en ella.
NUNCA
HAY FALTA DE PROVISIÓN
Hemos
visto que el maná representa el alimento perfecto y que además les
fue regalado por pura gracia. Pero por si eso no fuera suficiente
para despertar en nosotros la admiración por Dios, esta provisión
nunca les faltó hasta que entraron en la tierra prometida. No tenían
que preocuparse por falta de alimento en medio del desierto; con Dios
en medio de ellos esa provisión estaba asegurada.
Lo
mismo sucede con la Palabra de Dios, la cual permanece para siempre.
En ella tenemos garantía de por vida de que nuestra necesidad de
alimento espiritual está cubierta.
CADA
PERSONA DEBE COMER SU PROPIA RACIÓN
Éx
16:16-18; Esto es lo que Jehová ha mandado: Recoged
de él cada uno según lo que pudiere comer; un gomer por cabeza,
conforme al número de vuestras personas,
tomaréis cada uno para los que están en su tienda. 17 Y los hijos
de Israel lo hicieron así; y recogieron unos más, otros menos; 18 y
lo medían por gomer, y no sobró al que había
recogido mucho, ni faltó al que había recogido poco;
cada uno recogió conforme a lo que había de comer.
Aunque
el maná cubría toda la tierra alrededor del campamento, no debían
dejarse arrastrar por la codicia, sino que debían extraer sólo un
número de raciones igual al de las personas que había en cada
tienda. Al compartir en familia la comida cada cual comía según su
necesidad, de modo que todos se saciaban sin que les sobrara ni
faltara comida. Este equilibrio entre lo que se recogía y lo que se
comía no se lograba mediante un cálculo preciso, sino simplemente
obedeciendo las instrucciones de Dios.
Algo
similar ocurre con nuestro alimento espiritual. La Palabra siempre
sacia nuestra hambre y sed. Ahora bien, aunque disponemos de ella en
su totalidad, como no podemos digerirla toda entera de una sola vez,
tenemos que tomar en cada ocasión sólo la cantidad de alimento que
necesitemos para saciarnos.
Obviamente
la alimentación es imprescindible, tanto para la supervivencia de
una especie como para cada individuo en particular. Dentro de un
rebaño cada oveja necesita ingerir una cierta cantidad de hierba por
sí misma, so pena de morir de hambre, pues lo que pasten sus
compañeras no le aprovechará a ella. Sin embargo, estas cosas que
son una perogrullada cuando nos referimos al alimento corporal, no lo
son tanto cuando las aplicamos al espiritual. Prueba de ello es que
hay creyentes que no se alimentan diariamente con la Palabra, quizás
alegando que no tienen tiempo o porque no sienten esa necesidad.
NECESIDAD
DE ALIMENTO DIARIO
Éx
16:19-20; Y les dijo Moisés: Ninguno deje nada de
ello para mañana. 20 Mas ellos no obedecieron a Moisés, sino que
algunos dejaron de ello para otro día, y crió gusanos, y hedió;
y se enojó contra ellos Moisés.
En
consonancia con el orden establecido por Dios, si queremos
fortalecernos y gozar de buena salud, necesitamos comer diariamente
(“El
pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” Mt 6:11; Lc 11:3). No
sería saludable que un día nos diéramos un atracón de comida y al
día siguiente dejáramos de comer; ni comer sólo de vez en cuando,
o cada dos o más días. Lo que comimos ayer fue bueno para ese día,
pero no satisface nuestra necesidad de alimentarnos hoy.
Dios
no quería que dejaran nada de maná para el día siguiente, sino que
cada día tomaran su alimento fresco; por eso a los que que le
desobedecieron guardando una parte, ésta se les volvió putrefacta
¿Por qué comer el pan duro o enmohecido si lo podemos comer fresco
cada día?
Si
este razonamiento sobre la alimentación corporal nos parece lógico,
pensemos que es igualmente válido aplicarlo a nuestro modo de
alimentarnos de la Palabra. Si no nos alimentamos diariamente con
ella, corremos el riesgo de volvernos unos enclenques en sentido
espiritual.
La
instrucción dada al pueblo de recoger sólo la porción de maná
necesaria para un día sin preocuparse por la del día siguiente, nos
enseña que tenemos que aprender a andar por fe, en plena dependencia
de Dios; que no debemos afanarnos por el día de mañana. Jesús no
podría explicarlo mejor:
Mt
6:25-34; Por tanto os digo: no os afanéis por
vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por
vuestro cuerpo, qué habéis de vestir.
¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el
vestido? 26 Mirad las aves del cielo, que no
siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre
celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?
27 ¿Y quién de
vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un
codo? 28 Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los
lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; 29 pero os
digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno
de ellos. 30 Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa
en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros,
hombres de poca fe? 31 No os afanéis, pues,
diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? 32
Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre
celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. 33 Mas
buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas
cosas os serán añadidas. 34 Así que, no os
afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su
afán. Basta a cada día su propio mal.
La
fidelidad de Dios quedó ampliamente demostrada a lo largo de la
historia. Puede servirnos de ejemplo el recordatorio de Moisés al
pueblo cuando ya estaba en los llanos de Moab, frente a la tierra
prometida.
Dt
8:3-4; Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te
sustentó con maná,
comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para
hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo
que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre. 4 Tu
vestido nunca se envejeció sobre ti, ni el pie se te ha hinchado en
estos cuarenta años.
RECOGÍAN
EL MANÁ ANTES DE QUE SALIERA EL SOL
Éx
16:21; Y lo recogían cada mañana, cada uno según lo que había de
comer; y luego que el sol calentaba, se derretía.
Esto
nos enseña, a mi entender, que nunca deberíamos salir de casa para
ir a nuestras ocupaciones diarias, sin antes apartar un tiempo en
intimidad con Dios para orar y leer la Palabra. Luego, con el
ajetreo, la gente y el ruido, tal vez no tengamos la oportunidad de
hacerlo en lo que reste de día.
Por
otra parte, si somos conscientes de que Dios debe ser lo primero y
más importante en nuestra vida, madrugaremos para buscarlo temprano,
en adoración, en acción de gracias y en petición del oportuno
socorro.
Sal
63:1 Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te
buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en
tierra seca y árida donde no hay aguas,...
Pr
8:17; Yo amo a los que me aman, y me hallan los que
temprano me buscan.
Is
26:9 Con mi alma te he deseado en la noche, y en tanto que me dure el
espíritu dentro de mí, madrugaré a buscarte;
porque luego que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del
mundo aprenden justicia.
EL
MANÁ HABÍA QUE COCINARLO
Ex
16:23; ...Mañana es el santo día de reposo, el reposo consagrado a
Jehová; lo que habéis de cocer, cocedlo hoy, y lo
que habéis de cocinar, cocinadlo;
y todo lo que os sobrare, guardadlo para mañana.
Nm
11:8-9; El pueblo se esparcía y lo recogía, y lo
molía en molinos o lo majaba en morteros, y lo cocía en caldera o
hacía de él tortas;
su sabor era como sabor de aceite nuevo. 9 Y cuando descendía el
rocío sobre el campamento de noche, el maná descendía sobre él.
Dios
podía haberles suministrado un alimento que pudiera comerse sin
necesidad de una elaboración previa; también podía haberles
colocado el maná directamente en los recipientes en los que se
recogía o cocinaba para evitarles trabajo; pero, conforme a su
manera habitual de proceder con el hombre, prefirió que su pueblo se
esforzara en hacer su parte ¿Por qué? Quizá porque las cosas que
se consiguen sin esfuerzo no se suelen valorar, hasta el punto de que
llega a parecernos algo natural tenerlas y, como consecuencia de
ello, podemos volvernos desagradecidos.
Por
otra parte, cuando conseguimos algo que atribuimos exclusivamente a
un mérito nuestro, difícilmente podemos ser agradecidos para con
Dios. En el asunto del maná hay un equilibrio: Dios provee y yo hago
mi trabajo. En cualquier caso, nunca pueden faltar motivos para que
le estemos agradecidos, pues cada vez que hacemos una buena obra es
porque Él nos da la fuerza y la capacidad de hacerla.
COCINAR
EL MANÁ ES COMO MEDITAR EN LA PALABRA
Así
como la comida cruda puede no ser sabrosa o incluso resultar
indigesta, una lectura demasiado rápida de la Palabra puede resultar
poco provechosa. Por eso es conveniente pedir antes la guía y
revelación del Espíritu Santo y luego apartar un tiempo suficiente,
no sólo para la lectura sino también para poder reflexionar sobre
lo que se lee.
Meditar
es como cocinar a fuego lento, y sabemos por experiencia que la
comida cocinada a fuego lento es más sabrosa. Ocurre algo parecido
cuando meditamos en la Palabra de Dios: el Espíritu Santo nos
conduce desde una dimensión superficial, que se extiende en longitud
y anchura, a otra más profunda de conocimiento, que causa en
nosotros admiración, deleite y exaltación del poder y la sabiduría
de Dios.
Sal
1:1-2; Bienaventurado el varón que no anduvo en
consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en
silla de escarnecedores se ha sentado; 2 sino que en la ley
de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche.
Sal
119:15-16; En tus mandamientos meditaré;
consideraré tus caminos.16 Me regocijaré en tus estatutos; no me
olvidaré de tus palabras.
LAS
COMIDAS RÁPIDAS
Lamentablemente
hoy en día solemos vivir con prisas para todo, impacientándonos si
no obtenemos algo en el menor tiempo posible, cuando no de inmediato.
Nos gustaría hacer todo sin tener que esperar y sin tan siquiera
movernos, pulsando simplemente un botón. Pero el obrar de Dios no es
así, Él tiene su tiempo y nosotros también necesitamos tiempo para
conocerlo mejor y ser perfeccionados por su amor.
Las
llamadas comidas rápidas son un reflejo de la sociedad actual: se
cocinan y se comen deprisa, con frecuencia solos o fuera del ámbito
familiar, todo lo cual conlleva un menor disfrute. Si bien es difícil
sustraerse totalmente a este estilo de vida moderno, en las cosas de
Dios tenemos que ser pacientes y saber esperar. Las comidas rápidas
aplicadas a la Palabra son también menos saludables y sabrosas.
Ez
3:3 Y me dijo: Hijo de hombre, alimenta tu vientre,
y llena tus entrañas de este rollo
que yo te doy. Y
lo comí, y fue en mi boca dulce como miel.
DEBEMOS
MASTICAR BIEN LA COMIDA
Aunque
se tarde algo más en comer, es recomendable masticar bien para
saborear y digerir mejor los alimentos. Con la Palabra ocurre
exactamente igual: es preferible leer detenidamente una porción
reducida, que una larga deprisa.
Si
una lectura atenta y reposada es buena per
se, para obtener un
resultado óptimo debemos meditar en lo leído, como ya he comentado
en un apartado anterior. Meditar es similar a lo que hacen los
rumiantes con los pastos que han ingerido ¡Ojalá procedamos con la
Palabra como los rumiantes con su comida!
Jos
1:8; Nunca se apartará de tu boca este libro de la
ley, sino que de día y de noche meditarás en él,
para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito;
porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.
Otro
concepto importante relacionado con la meditación es el de
escudriñar ¿Qué significa escudriñar las Escrituras? Grosso
modo es algo así como
profundizar en el estudio de la Palabra; pero para un significado más
preciso y con más matices nos quedamos con la definición de la RAE:
“examinar, inquirir y
averiguar cuidadosamente algo y sus circunstancias”. Pues
justamente
eso es lo que deberíamos hacer.
Juan
5:39; Escudriñad las Escrituras;
porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y
ellas son las que dan testimonio de mí...
EL
ALIMENTO PRECOCINADO
En
estos tiempos en los que tanta gente vive con prisas ha aumentado
extraordinariamente la demanda de productos precocinados. La oferta
es variada: pollos asados, legumbres cocidas, patatas fritas, pizzas,
etc. En unos casos nos los traen a domicilio y en otros tenemos que
desplazarnos hasta los puntos de venta. Consumir estos productos de
vez en cuando no es malo, pero su dependencia excesiva puede hacer
que no aprendamos a cocinar y que, cuando nos veamos en la necesidad
de hacerlo, nos salga una comida mediocre o de mala calidad.
Algo
parecido ocurre con la Palabra. Es bueno y hasta necesario que haya
maestros y predicadores, pero eso no nos exime de la responsabilidad
de tener nuestra propia búsqueda personal, acudiendo directamente a
la fuente que sacia nuestra hambre y sed. De ese modo no sólo
experimentaremos un crecimiento más sano y vigoroso, sino que además
podremos cotejar lo que nos dicen otros con lo que nos dice la
Palabra, en previsión de posibles engaños. Pablo, que fue ni más
ni menos que un apóstol de Jesucristo, lejos de sentirse molesto con
la actitud prudente de los bereanos, elogió su nobleza.
Hch
17:11; Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica,
pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando
cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.
Si
nos volvemos negligentes en el estudio de la Palabra, nos exponemos a
que otros piensen por nosotros y nos volvamos receptores pasivos de
información, devorando predicaciones sin digerirlas; o lo que es
peor, que la exposición de la Palabra acabe convirtiéndose en algo
así como un producto de consumo moderno, o sea, un simple
entretenimiento. Es curioso el paralelismo entre los productos
precocinados que nos traen a casa y las predicaciones que podemos
escuchar e incluso visualizar desde casa a través de internet.
Un
conocido predicador, David Wilkerson, dijo que entre los más
incrédulos se encuentran muchos asistentes a reuniones de iglesia,
que de tanto oír la Palabra sin obedecerla (por un oído me entra y
por otro me sale) se van insensibilizando y endureciendo su corazón.
LA
MATERIA PRIMA O PRODUCTO
Los
cocineros más reputados coinciden en señalar que, para lograr una
cocina excelente, es fundamental disponer de materia prima y
productos frescos de buena calidad. Pues bien, tanto el maná como la
Palabra de Dios reúnen de sobra todos los requisitos de calidad
exigibles.
¡OJO
CON EL ALIMENTO ADULTERADO!
El
maná que los israelitas guardaron para el día siguiente,
desobedeciendo a Dios, crió gusanos y produjo hedor. La Palabra,
igual que el maná, es un alimento puro, fresco y sano; pero, si
desoyendo la advertencia de Dios, le quitamos o añadimos, se
convierte en un producto adulterado que puede dañarnos hasta el
punto de causarnos la muerte.
Dt
4:2; No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni
disminuiréis de ella,
para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro
Dios que yo os ordene.
Ap
22:18-19; Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la
profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas
cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este
libro. 19 Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta
profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa
ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.
Relacionado
con el añadir y quitar está la tergiversación de la Palabra,
debido a una errónea interpretación o una presentación sesgada,
hecha o no con intencionalidad. Sin duda Dios va a castigar con mayor
severidad a la persona que engaña intencionadamente que a quien no
lo hace de forma deliberada, pero el efecto que puede causar en otros
es el mismo.
Seamos,
pues, cuidadosos con lo que creemos y decimos; no saquemos
conclusiones precipitadas sobre algo que no entendemos o no está
suficientemente claro en la Palabra. La revelación personal del
Espíritu Santo sigue las pautas de la revelación histórica de la
Palabra, la cual fue dada de forma gradual y progresiva. Por tanto,
algo que aún no comprendemos ahora, puede que con el paso del tiempo
lleguemos a entenderlo.
Hoy
más que nunca, debemos estar atentos para no abrazar una falsa
doctrina que nos aleje de la verdad. Es cierto que siempre ha habido
falsos maestros y profetas, pero nunca como ahora a lo largo de la
historia habían proliferado tantas denominaciones o confesiones
religiosas llamadas cristianas. Y aunque todas digan basarse en la
Palabra, el caso es que enseñan cosas distintas y contradictorias en
determinadas cuestiones. Por tanto podemos legítimamente
preguntarnos: ¿Hay alguna que esté libre de errores, o todas ellas
están equivocadas en algún punto?
¿A
dónde quiero llegar con esto? Pues a que debemos ser extremadamente
cautos para no dejarnos arrastrar por todo viento de doctrina,
examinando, a la luz de la Palabra, si lo que nos enseñan es o no
correcto. Hemos de reconocer que normalmente tendemos a pensar que
son los demás los que están equivocados, no nosotros; que son otras
denominaciones o congregaciones las que enseñan mal ciertas
doctrinas, no la nuestra.
Ef
4:14; ...para que ya no seamos niños fluctuantes,
llevados por doquiera de todo viento de doctrina,
por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las
artimañas del error.
EL
MANÁ COMO SEÑAL QUE APUNTA AL VERBO DIVINO
Jn
6:48-51; Yo soy el pan de vida. 49 Vuestros padres
comieron el maná en el desierto, y murieron.
50 Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él
come, no muera. 51 Yo soy el pan vivo que descendió
del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el
pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.
El
maná es una señal que apunta al alimento espiritual de la Palabra,
puesto que Dt
8:3 nos
enseña que es para hacernos saber “que
no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca
de Jehová vivirá el hombre”. Y
a su vez la anterior porción del capítulo 6 de Juan identifica el
maná con Cristo y con su Palabra; con Cristo como el pan que
descendió del cielo y da vida a los hombres, y con su Palabra como
el Verbo hecho carne (“Y
aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros...” Jn 1:14).
Cristo da vida porque, como Dios que es, tiene vida en sí mismo.
Jn
1:1-4; En
el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era
Dios.
2 Este era en el principio con Dios. 3 Todas las cosas por él fueron
hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 4 En
él estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
Jn
11:25-26; Le
dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí,
aunque esté muerto, vivirá. 26 Y todo aquel que vive y cree en mí,
no morirá eternamente.
¿Crees
esto?
Jn
14:6; Jesús
le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida;
nadie viene al Padre, sino por mí.
Para
tener vida eterna tenemos que comer el cuerpo de Cristo; o sea, su carne y
su sangre. Pero esto, como Jesús mismo aclaró, sólo lo podremos
hacer recibiendo y obedeciendo su Palabra, la cual es espíritu y,
como tal, vive y permanece para siempre (1
P 1:23).
Jn
6:63; El espíritu es el que da vida; la carne para
nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son
vida.
Bendiciones
en Cristo Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario