El rey Joás de Judá y su dependencia del sumo sacerdote Joiada
Como
veremos, la vida del rey Joás se cruzó con la del sumo sacerdote
Joiada, haciendo que la memoria histórica de ambos sea inseparable.
Hasta tal punto Joiada se convirtió en un referente para Joás, que
su muerte provocó en éste un vuelco negativo en su vida.
INTRODUCCIÓN
(2 Cr 22:7-12; 2 R 11; 2 Cr 23)
Ocozías,
también llamado Joacaz (2 R
21:17), que reinó
durante un solo año en Jerusalén, fue matado por orden de Jehú.
Recordemos que éste había sido ungido rey de Israel por un profeta
enviado por Eliseo, como instrumento para exterminar la casa de Acab,
en venganza por la sangre derramada por Jezabel sobre sus siervos y
profetas (2 R 9:1-8). El caso es que Ocozías, aunque no era rey de Israel sino de Judá, padeció el
juicio de parte de Dios contra la casa de Acab por haber hecho alianza con ella y
andar en sus mismos caminos.
Al
morir Ocozías, su madre Atalía, ocupó ilegítimamente el trono y
mandó asesinar a sus nietos y a toda la descendencia real. Mas Josabet, hermana de
Ocozías y esposa del sacerdote Joiada, ocultó a su sobrino Joás,
el hijo menor de Ocozías, escondiéndolo en una cámara del templo.
Esto ocurrió cuando Joás era aún un bebé de alrededor de un año
de vida.
Pasados
seis años, el sumo sacerdote Joiada se animó y, tras conseguir los
apoyos necesarios, coronó rey a Joás e hizo matar a la impía
Atalía.
JOÁS
ANTES DE LA MUERTE DE JOIADA (2 Cr 24; 2 R 13)
Llaman
mi atención dos casos extremos que se tocan: por un lado la corta
edad de Joás que es nombrado rey en su niñez, a los siete años; y
por otro Joiada, que ya era probablemente una persona centenaria
cuando restauró el reino de la casa de David, al entronizar a Joás.
Sabemos
que Joiada murió a la edad de 130 años (2
Cr 24:15) y que su
vida se prolongó al menos hasta el año 23 del reinado de Joás.
Esto puede afirmarse
porque “hizo Joás lo
recto ante los ojos de Jehová todos los días de Joiada el
sacerdote” (2 Cr 24:2) y
porque en dicho año Joás aún estaba empeñado la restauración
del templo y el culto (2
R 12:6-7,14), actuando
conforme a la voluntad de Dios.
Durante
la larga vida de Joiada se sucedieron ocho reyes en Judá: Roboam,
Abiam (o Abías), Asa, Josafat, Joram, Ocozías, Atalía y Joás. Así
que sobrevivió a dos grandes reyes, como Asa o Josafat, y hasta es
posible que naciera durante los últimos años del reinado de
Salomón, si bien la Palabra no aclara este punto.
Siendo
Joiada un personaje tan importante, la Biblia lo mantiene en el
anonimato durante la mayor parte de su vida, de modo similar a lo que
ocurrió con otros grandes siervos de Dios. Sólo adquiere relevancia
para los lectores de la Palabra en su vejez, a partir de la muerte de
Ocozías.
Joiada
llegó a convertirse, como se suele decir, en una institución; no
sólo por el mero hecho de ser sumo sacerdote sino, sobre todo,
porque obtuvo una gran estima y autoridad moral, tanto entre la clase
dirigente como entre el pueblo. De ahí el gran reconocimiento a su
muerte, al ser enterrado en un lugar reservado a los reyes (2
Cr 24:6), mientras que
a Joás, que era rey, le fue negado ese honor (2
Cr 24:25).
Durante
un periodo indeterminado es evidente que Joás no estuvo capacitado
para ejercer como rey, debido a su corta edad, y ahí Joiada debió
desempeñar, sin duda, un papel preponderante. Es de suponer que la
protección y cuidado que Joiada proporcionó a Joás mientras lo
crió escondido en el templo, continuó en palacio después de la
presentación pública del niño y su coronación. Además de
asegurar su integridad física en una época tan proclive a los
magnicidios, debió preocuparse, con toda seguridad, por su
preparación como rey y su instrucción en el conocimiento y temor de
Jehová, ya sea directamente o por medio de personas sabias por él
asignadas.
Asimismo
hay indicios suficientes para creer que al menos durante la minoría
de edad de Joás, Joiada ejerció como regente, dirigiendo y
controlando que ninguna decisión importante se tomase sin su
consentimiento. Apoya mi convicción el hecho de que los príncipes
de Judá no se acercaron al rey para mostrarle su obediencia y
colaboración hasta después del fallecimiento de Joiada (2
Cr 24:17). Por eso nos
enseña la Palabra que Joás hizo lo recto sólo mientras vivió el
sumo sacerdote Joiada.
Observo
un cierto paralelismo entre las vidas de Joás y Saúl en su relación
con Joiada y Samuel respectivamente. En ambos casos los reyes tenían
una fuerte dependencia de sus líderes y a la vez éstos ejercieron
una influencia benéfica sobre aquéllos, respaldando con su
prestigio y autoridad moral sus reinados. Comprobamos en la Palabra
que mientras los mencionados reyes se sujetaron a las instrucciones y
consejos de estos dos grandes siervos de Dios, todo fue bien para
ellos; pero cuando dejaron de andar en el temor de Jehová se vieron
abocados al desastre.
JOÁS
DESPUÉS DE LA MUERTE DE JOIADA (2 Cr 24; 2 R 13)
El
vacío que dejó Joiada a su muerte trató de llenarlo Joás
apoyándose en los príncipes de Judá. Pero a diferencia de Joiada,
que había influido a Joás para bien, los príncipes lo
influenciaron para mal, arrastrándolo a la idolatría. Y a pesar de
que Dios le envió profetas que lo amonestaron para que se
arrepintiera y volviera a Él, no quiso escuchar, atrayendo el mal
sobre sí y sobre todo Judá.
No
tuvo temor de Dios cuando el sacerdote Zacarías, hijo de Joiada, se
levantó lleno del Espíritu Santo en medio del pueblo y los
reprendió. En vez de humillarse y pedir perdón a Dios, mandó
apedrear a Zacarías, haciéndolo morir en el patio de la casa de
Jehová, entre el templo y el altar de los sacrificios (2
Cr 24:20-21). Este
hecho infame fue recordado siglos después por nuestro Señor
Jesucristo mismo en Mt
23:35 y Lc
11:51.
Para
entender mejor la magnitud de la maldad en la que acabó Joás, no
puede pasarnos desapercibido que también derramó la sangre de los
demás hijos de Joiada, tal como se indica en 2
Cr 24:25.
¡Vaya modo de pagar a Joiada por todo el bien recibido de él!
¿Se puede ser más desagradecido? ¿Cómo es posible que se olvidara
de tanta misericordia recibida? Aunque a primera vista podamos
asombrarnos, lo cierto es que la historia, la experiencia y la Biblia
misma, nos muestran muchos casos de personas ingratas, que se olvidan
de los favores recibidos y devuelven mal por bien. Por tanto,
cuidémonos cada uno de nosotros para no dejar que se endurezca
nuestro corazón y nos suceda algo parecido (...el
que piensa estar firme, mire que no caiga. 1 Co 10:11-12).
Quien
no es olvidadizo es Dios, que en el libro de memoria de cada ser
humano registra todas las obras, junto con las motivaciones ocultas
del corazón, por las que un día será juzgado (Mal
3:16; Hch 10:4; Ap 20:12-13).
La justicia de Dios no puede ser burlada, por lo que habrá un juicio
final para todos. Eso sin perjuicio de que Dios puede castigar también a personas y pueblos mientras aún están en este mundo, ya sea para
erradicar un mal extremo (Gn
6:5-7; Gn 18:20-21),
dar un escarmiento que sirva de advertencia a la persona que hace el mal (2
S 12:7-14) o a otras personas a su alrededor
(Hch 5:1-11),
evitar un mal mayor a alguien (1
Co 11:27-32), etc.
En
el caso que nos ocupa, Joás no tardó en sufrir las consecuencias de
haberse apartado de Jehová, practicando la idolatría con todo el
pueblo y cometiendo tan execrables crímenes. Al cabo de un año de
haber dado muerte a Zacarías, el ejército de Siria, con poca gente,
atacó y derrotó a Judá, a pesar de que ésta tenía un ejército
numeroso. En esta batalla los sirios mataron a todos los principales
de Judá y tomaron botín. Sólo se alejaron de Jerusalén cuando
Joás les entregó todo lo recaudado por él y sus antepasados de las
ofrendas, así como todo el oro hallado en los tesoros de la casa de
Jehová y en la casa real (2
Cr 24:23; 2 R 12:17-18).
Al
retirarse las tropas sirias, Joás quedó en un estado deplorable,
agobiado por dolencias, y poco después sus siervos conspiraron
contra él y lo mataron en su cama ¡Parece mentira que una vida tan
prometedora acabara tan mal!
REFLEXIÓN
FINAL Y CONCLUSIONES
De
modo similar a lo que aconteció con Joás, vemos hoy en día en
diferentes congregaciones cristianas, casos de personas con una
exagerada dependencia espiritual de un líder, sea pastor, misionero,
etc. Las personas de las que tanto dependen suelen tener un gran
carisma personal que despierta en la gente dependiente admiración y
los hace sentir más seguros, confiados o protegidos. Esto en sí no
es malo, siempre que esta dependencia creada no sustituya la
dependencia que en última instancia debemos tener de Dios.
Lamentablemente
hay personas que, cuando por cualquier circunstancia, les falta el
líder al que tanto admiran, sufren una decepción y dejan de
congregarse, lo cual demuestra que se había originado en ellas una
dependencia malsana. Esto puede ser un indicio de que nunca llegaron
a conocer a Dios. Quizá experimentaron ciertas emociones por las que
se sintieron atraídos, pero sin echar raíces y tener un crecimiento
capaz de dar fruto de forma perdurable. O tal vez se hayan limitado
durante el tiempo de su permanencia en una congregación a
comportarse con apariencia de piedad, tratando de agradar a su líder
más que a Dios.
Este
tipo de relación, que podemos calificar como paternalista, no
siempre es fácil de detectar. Es posible que haya algo de vanidad en
el líder, sea o no consciente de ello. Pero también puede ser que,
a pesar de tener la motivación correcta, no sea capaz de advertir
este peligro.
¡Que
el Señor nos ayude a formar verdaderos discípulos que dependan para
todo de Él! Ningún hombre por mucho que lo admiremos es perfecto,
por lo que puede fallarnos. Por otra parte puede estar ausente cuando
lo necesitamos, por muchos y variados motivos: tener que atender a
ciertas obligaciones, estar de viaje, trasladar su residencia, o
simplemente partir con el Señor. En cambio Jesucristo, además de
ser perfecto y no fallarnos nunca, siempre está presente, accesible
y dispuesto a ayudarnos en cualquier circunstancia.
Que
Dios nos bendiga a todos.
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