10/5/17

Depender de Dios, no del hombre


(Joás y su dependencia del sacerdote Joiada)

Como veremos, la vida del rey Joás se cruzó con la del sumo sacerdote Joiada, haciendo que la memoria histórica de ambos sea inseparable. Hasta tal punto Joiada se convirtió en un referente para Joás, que su muerte provocó en éste un vuelco negativo en su vida.

INTRODUCCIÓN (2 Cr 22:7-12; 2 R 11; 2 Cr 23)

Ocozías, también llamado Joacaz (2 R 21:17), que reinó durante un solo año en Jerusalén, fue matado por orden de Jehú. Recordemos que éste había sido ungido rey de Israel por un profeta enviado por Eliseo, como instrumento para exterminar la casa de Acab, en venganza por la sangre derramada por Jezabel sobre sus siervos y profetas (2 R 9:1-8). Ocozías, aunque no era rey de Israel sino de Judá, padeció el juicio contra la casa de Acab por haber hecho alianza con ella y andar en sus mismos caminos.

Al morir Ocozías, su madre Atalía ocupó ilegítimamente el trono y mandó asesinar a toda la descendencia real. Mas Josabet, hermana de Ocozías y esposa del sacerdote Joiada, ocultó a su sobrino Joás, el hijo menor de Ocozías, escondiéndolo en una cámara del templo. Esto ocurrió cuando Joás era aún un bebé de alrededor de un año de vida.

Pasados seis años, el sumo sacerdote Joiada se animó y, tras conseguir los apoyos necesarios, coronó rey a Joás e hizo matar a la impía Atalía.

JOÁS ANTES DE LA MUERTE DE JOIADA (2 Cr 24; 2 R 13)

Llaman mi atención dos casos extremos que se tocan: por un lado la corta edad de Joás que es nombrado rey en su niñez, a los siete años; y por otro Joiada, que ya era probablemente una persona centenaria cuando restauró el reino de la casa de David, al entronizar a Joás.

Sabemos que Joiada murió a la edad de 130 años (2 Cr 24:15) y que su vida se prolongó al menos hasta el año 23 del reinado de Joás. Esto puede afirmarse porque “hizo Joás lo recto ante los ojos de Jehová todos los días de Joiada el sacerdote” (2 Cr 24:2) y porque en dicho año Joás aún estaba empeñado en la restauración del templo y el culto (2 R 12:6-7,14), actuando conforme a la voluntad de Dios.

Durante la larga vida de Joiada se sucedieron ocho reyes en Judá: Roboam, Abiam (o Abías), Asa, Josafat, Joram, Ocozías, Atalía y Joás. Así que sobrevivió a dos grandes reyes, como Asa o Josafat, y hasta es posible que naciera durante los últimos años del reinado de Salomón, si bien la Palabra no aclara este punto.

Siendo Joiada un personaje tan importante, la Biblia lo mantiene en el anonimato durante la mayor parte de su vida, de modo similar a lo que ocurrió con otros grandes siervos de Dios. Sólo adquiere relevancia para los lectores de la Palabra en su vejez, a partir de la muerte de Ocozías.

Joiada llegó a convertirse, como se suele decir, en una institución; no sólo por el mero hecho de ser sumo sacerdote sino, sobre todo, porque obtuvo una gran estima y autoridad moral, tanto entre la clase dirigente como entre el pueblo. De ahí el gran reconocimiento a su muerte, al ser enterrado en un lugar reservado a los reyes (2 Cr 24:6), mientras que a Joás, que era rey, le fue negado ese honor (2 Cr 24:25).

Durante un periodo indeterminado es evidente que Joás no estuvo capacitado para ejercer como rey, debido a su corta edad, y ahí Joiada debió desempeñar, sin duda, un papel preponderante. Es de suponer que la protección y cuidado que Joiada proporcionó a Joás mientras lo crió escondido en el templo, continuó en palacio después de la presentación pública del niño y su coronación. Además de asegurar su integridad física en una época tan proclive a los magnicidios, debió preocuparse, con toda seguridad, por su preparación como rey y su instrucción en el conocimiento y temor de Jehová, ya sea directamente o por medio de personas sabias por él asignadas.

Asimismo hay indicios suficientes para creer que al menos durante la minoría de edad de Joás, Joiada ejerció como regente, dirigiendo y controlando que ninguna decisión importante se tomase sin su consentimiento. Apoya mi convicción el hecho de que los príncipes de Judá no se acercaron al rey para mostrarle su obediencia y colaboración hasta después del fallecimiento de Joiada (2 Cr 24:17). Por eso nos enseña la Palabra que Joás hizo lo recto sólo mientras vivió el sumo sacerdote Joiada.

Observo un cierto paralelismo entre las vidas de Joás y Saúl en su relación con Joiada y Samuel respectivamente. En ambos casos los reyes tenían una fuerte dependencia de sus líderes y a la vez éstos ejercieron una influencia benéfica sobre aquéllos, respaldando con su prestigio y autoridad moral sus reinados. Comprobamos en la Palabra que mientras los mencionados reyes se sujetaron a las instrucciones y consejos de estos dos grandes siervos de Dios, todo fue bien para ellos; pero cuando dejaron de andar en el temor de Jehová se vieron abocados al desastre.

JOÁS DESPUÉS DE LA MUERTE DE JOIADA (2 Cr 24; 2 R 13)

El vacío que dejó Joiada a su muerte trató de llenarlo Joás apoyándose en los príncipes de Judá. Pero a diferencia de Joiada, que había influido a Joás para bien, los príncipes lo influenciaron para mal, arrastrándolo a la idolatría. Y a pesar de que Dios le envió profetas que lo amonestaron para que se arrepintiese y volviese a Él, no quiso escuchar, atrayendo el mal sobre sí y sobre todo Judá.

No tuvo temor de Dios cuando el sacerdote Zacarías, hijo de Joiada, se levantó lleno del Espíritu Santo en medio del pueblo y los reprendió. En vez de humillarse y pedir perdón a Dios, mandó apedrear a Zacarías, haciéndolo morir en el patio de la casa de Jehová, entre el templo y el altar de los sacrificios (2 Cr 24:20-21). Este hecho infame fue recordado siglos después por nuestro Señor Jesucristo mismo en Mt 23:35 y Lc 11:51.

Para entender mejor la magnitud de la maldad en la que acabó Joás, no puede pasarnos desapercibido que también derramó la sangre de los demás hijos de Joiada, tal como se indica en 2 Cr 24:25.

¡Vaya modo de pagar a Joiada por todo el bien recibido de él! ¿Se puede ser más desagradecido? ¿Cómo es posible que se olvidara de tanta misericordia recibida? Aunque a primera vista podamos asombrarnos, lo cierto es que la historia, la experiencia y la Biblia misma, nos muestran muchos casos de personas ingratas, que se olvidan de los favores recibidos y devuelven mal por bien. Por tanto, cuidémonos cada uno de nosotros para no dejar que se endurezca nuestro corazón y nos suceda algo parecido (...el que piensa estar firme, mire que no caiga. 1 Co 10:11-12).

Quien no es olvidadizo es Dios, que en el libro de memoria de cada ser humano registra todas las obras, junto con las motivaciones ocultas del corazón, por las que un día será juzgado (Mal 3:16; Hch 10:4; Ap 20:12-13). La justicia de Dios no puede ser burlada, por lo que habrá un juicio final para todos. Eso no quita que a ciertas personas e incluso pueblos, Dios les pueda aplicar un juicio o castigo de diferente intensidad mientras aún están en este mundo, con distintos fines: erradicar un mal extremo (Gn 6:5-7; Gn 18:20-21), dar un escarmiento para advertir a la propia persona (2 S 12:7-14) o a otros (Hch 5:1-11), evitar un mal mayor a alguien (1 Co 11:27-32), etc.

En el caso que nos ocupa, Joás no tardó en sufrir las consecuencias de haberse apartado de Jehová, practicando la idolatría con todo el pueblo y cometiendo tan execrables crímenes. Al cabo de un año de haber dado muerte a Zacarías, el ejército de Siria, con poca gente, atacó y derrotó a Judá, a pesar de que ésta tenía un ejército numeroso. En esta batalla los sirios mataron a todos los principales de Judá y tomaron botín. Sólo se alejaron de Jerusalén cuando Joás les entregó todo lo recaudado por él y sus antepasados de las ofrendas, así como todo el oro hallado en los tesoros de la casa de Jehová y en la casa real (2 Cr 24:23; 2 R 12:17-18).

Al retirarse las tropas sirias, Joás quedó en un estado deplorable, agobiado por dolencias, y poco después sus siervos conspiraron contra él y lo mataron en su cama ¡Parece mentira que una vida tan prometedora acabara tan mal!

REFLEXIÓN FINAL Y CONCLUSIONES

De modo similar a lo que aconteció con Joás, vemos hoy en día en diferentes congregaciones cristianas, casos de personas con una exagerada dependencia espiritual de un líder, sea pastor, misionero, etc. Las personas de las que tanto dependen suelen tener un gran carisma personal que despierta en la gente dependiente admiración y los hace sentir más seguros, confiados o protegidos. Esto en sí no es malo, siempre que esta dependencia creada no sustituya la dependencia que en última instancia debemos tener de Dios.

Lamentablemente hay personas que, cuando por cualquier circunstancia, les falta el líder al que tanto admiran, sufren una decepción y dejan de congregarse, lo cual demuestra que se había originado en ellas una dependencia malsana. Esto puede ser un indicio de que nunca llegaron a conocer a Dios. Quizá experimentaron ciertas emociones por las que se sintieron atraídos, pero sin echar raíces y tener un crecimiento capaz de dar fruto de forma perdurable. O tal vez se hayan limitado durante el tiempo de su permanencia en una congregación a comportarse con apariencia de piedad, tratando de agradar a su líder más que a Dios.

Este tipo de relación, que podemos calificar como paternalista, no siempre es fácil de detectar. Es posible que haya algo de vanidad en el líder, sea o no consciente de ello. Pero también puede ser que, a pesar de tener la motivación correcta, no sea capaz de advertir este peligro.

¡Que el Señor nos ayude a formar verdaderos discípulos que dependan para todo de Él! Ningún hombre por mucho que lo admiremos es perfecto, por lo que puede fallarnos. Por otra parte puede estar ausente cuando lo necesitamos, por muchos y variados motivos: tener que atender a ciertas obligaciones, estar de viaje, trasladar su residencia, o simplemente partir con el Señor. En cambio Jesucristo, además de ser perfecto y no fallarnos nunca, siempre está presente, accesible y dispuesto a ayudarnos en cualquier circunstancia.

Que Dios nos bendiga a todos.

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