NO
SEAMOS
LLEVADOS
POR TODO VIENTO DE DOCTRINA (Ef 4:14)
Las
modas y corrientes de opinión no son un fenómeno novedoso. Siempre
las ha habido a lo largo de la historia, pero nunca ha sido tan fácil
implantarlas ni tan rápido modificarlas como hoy en día. Esto se
debe en buena medida a la enorme influencia de los actuales medios de
comunicación (literatura, radio, televisión, internet…), así
como al liderazgo que ejercen determinados líderes carismáticos que
prefieren “dar pescado a enseñar a pescar”, creando en las
personas que dirigen una peligrosa dependencia del hombre en vez de
confiar y depender totalmente de Cristo.
Es
de vital importancia que las personas nos acostumbremos a pensar por
nosotros mismos, a la luz de la Palabra. En este sentido me interesan
opiniones y prácticas de conducta observadas entre los cristianos
evangélicos para saber si yo debo estar de acuerdo, conforme a lo
que el Señor espera de mí.
HAGAMOS
NUESTRA PARTE Y DEJEMOS QUE DIOS HAGA LA SUYA
Desde
el principio Dios estableció una relación especial con el hombre,
llegando a concretar sucesivos pactos, en virtud de los cuales Él se
compromete a hacer su parte y a cambio nos demanda que nosotros
hagamos la nuestra [ver pactos con Adán (Gn 2:16-17; Os 6:7), Noé
(Gn 9:9-13), Abraham (Gn 15:18; Gn 17:1-11; Gn 26:3; Gn 28:13),
Moisés (Ex 19:5-6; Ex 20-1:17; Ex 34:10-28), David (2 S 7:10-17; 1 Cr 17:10-16), Israel (Jer 31:27-37), la Iglesia (Mt 26:28;
Mr 14:24; Lc 22:19-20; 1 Co 11:25; etc…)]. A pesar de que nosotros
con frecuencia incumplimos el pacto, Dios siempre permanece fiel. El
nuevo pacto actualmente vigente es el más ventajoso posible para el
hombre y aun así fallamos.
La
voluntad de Dios se tiene que cumplir inexorablemente -“el cielo y
la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mt 24:35; Lc
21:33)- tanto en el plano material como en el espiritual. Dice la
Biblia que en el séptimo día Dios descansó de su creación (Gn
2:2). Por dicho motivo, una vez concluida su grandiosa obra, la forma
en que Dios sustenta y rige el universo es normalmente por medio de
los diversos tipos de leyes que Él creó -ley de la gravedad, se
recoge lo que se siembra, etc-, mecanismos como la fecundación y
reproducción, o agentes como su Iglesia o los ángeles. De manera
excepcional también cumple su propósito mediante intervenciones
directas o milagros.
Asimismo
la historia del mundo y la humanidad está programada y controlada
por Él. Aunque la conozcamos, porque nos ha sido revelada, no
podemos cambiarla, como tampoco podemos cambiar las demás leyes
divinas. De igual modo, no podemos cambiar su Palabra, la cual vive y
permanece para siempre.
Así
pues, ante la obra exclusiva de Dios, lo mejor que podemos hacer es
esperar confiadamente en Él. Esto lógicamente no impide que el ser
humano, gracias al libre albedrío con que Dios lo creó, elija
realizar voluntaria y conscientemente sus propias obras.
Resumiendo:
las profecías históricas reveladas por el Espíritu Santo, ya sea
referidas al pasado, como al presente y futuro, son infalibles y se cumplen
siempre en el tiempo decretado por nuestro Dios soberano (el mundo
seguirá su curso, desobedeciéndole y yendo de mal en peor hasta que
Él diga ¡Basta!).
Por
tanto el cumplimiento profético debemos dejarlo en las manos de
Dios, preocupándonos los creyentes por lo que realmente nos debe
preocupar, que es estar preparados para cuando el Señor venga a
buscar a su Iglesia, o nos llame individualmente a su presencia. Hasta
que eso suceda nuestra misión es colaborar con Dios en la extensión
de su Reino y reflejar el amor de Cristo en nosotros.
SIMPLIFICANDO
LA CUESTIÓN: LA VERDAD ES CRISTO
Ahora
bien, como discípulos de Cristo, ¿qué obras, norma de conducta o
modelo debemos seguir? Bueno, podemos consultar la Palabra....
¡Cierto!; pero quiero llamar la atención sobre un asunto clave que
resume y compendia toda la Biblia: “Y aquel Verbo (la Palabra) fue hecho carne y habitó entre nosotros...” (Jn 1:14). O como dice
1 Tim 3:16 “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la
piedad: Dios fue manifestado en carne,...”
O
sea, que Cristo, Dios Hijo, es la Palabra infalible ante la que sólo
podemos decir sí y amén; la Palabra que un día dijo: “Sea la
luz... haya expansión... júntense las aguas... produzca la tierra…
produzcan las aguas... hagamos al hombre...” y todo fue creado.
¿A
cuento de qué viene esto? A lo largo de mi experiencia como creyente
he observado en mí mismo y en otros hermanos en la fe que a menudo
los árboles nos impiden ver el bosque y, ya sea a nivel teórico o
práctico, interpretamos ciertos textos en contradicción con el
contexto general de la Biblia en su conjunto.
La
vida, y especialmente la vida humana es compleja y rica en matices, y
no siempre resulta fácil discernir cuánto hay de verdadero y cuánto
de falso en un mensaje o cuánto de bueno y cuánto de malo en una
conducta, porque ambos aspectos suelen aparecer mezclados. Por eso
Jer 15.19 dice: “si entresacares lo precioso de lo vil, serás como
mi boca”.
Es
muy fácil extraviarse de la Verdad (o al menos de ciertas verdades
declaradas en la Biblia) y hacer que otros que nos siguen o sobre los
que influimos se extravíen. De ahí la proliferación de grupos y
sectas de difícil o imposible comunión entre sí, aunque todas
afirmen basarse en la Biblia.
Un
consejo para andar en el camino recto: nuestra principal referencia,
el hilo conductor que guíe nuestra vida debe ser nuestro Maestro, el
mismo Señor Jesucristo. Poniendo en práctica este principio, ante
cualquier situación que se nos presente haríamos bien en
preguntarnos: ¿Esto lo aprueba Jesús? ¿Qué haría Jesús en mi
lugar?
De
este modo, cualquier enseñanza, cualquier texto (sobre todo del
A.T.) que no concuerde con nuestro modelo perfecto a imitar, debemos
cuestionarlo y, si contradice claramente el ejemplo de Jesús,
rechazarlo.
¿QUÉ
ACTITUD DEBE TOMAR LA IGLESIA CON EL ESTADO DE ISRAEL?
CONSIDERACIONES
PREVIAS
Como
he dicho antes, dejemos que Dios haga su obra entre las naciones y a
lo largo de la historia, a su tiempo. Y esto es válido para el
juicio de las naciones en los tiempos del fin de este mundo tal como
lo conocemos, la restauración de Israel, o la segunda venida de
Cristo.
No
debemos intentar ayudar a Dios a completar su obra, ni forzar el
tiempo de su intervención en los asuntos del mundo, porque Él tiene
su tiempo y lo tiene bajo su exclusivo control. Nosotros lo que
debemos hacer es aprovechar el tiempo como un regalo de Dios para vivir en
obediencia conforme a su voluntad (ver Ec 3:1, 10-15; Ec 8:5; Ec
9:10-12).
Otro
error muy frecuente consiste en actuar bajo el principio de que el
fin justifica los medios. Si bien en teoría todos rechazamos este
principio (Ro 6:1-2), no en la práctica, como veremos.
El
hecho de que Dios use unas circunstancias determinadas para llevar a
cabo su plan, sea por medio de una persona temerosa de Él o incluso
por un impío, no exime a la persona que está siendo usada de su
propia responsabilidad; cada uno tendrá que dar cuenta a Dios de sus
actos. Esto considero que es de suma importancia entenderlo y
asumirlo.
ACTITUD
DE ENEMISTAD HACIA ISRAEL
En
Is 10:5-7 y 12-13, tenemos el ejemplo de un inicuo, el asirio, el
cual es utilizado por Dios como instrumento de castigo para con su
pueblo Israel, a causa de su rebeldía. Sin embargo, lejos de recibir
la aprobación de Dios, la Palabra dice que a su tiempo será
castigado por su maldad. Esta persona ejecuta sin saberlo el
propósito de Dios, pero no movido por un afán de servirlo sino por
una insaciable sed de poder.
Tenemos
otro ejemplo en Jer 22:8-9 y Zac 1:15, en el que los gentiles,
sabiendo que Israel estaba sufriendo por su transgresión,
pretendieron colaborar con Dios, agravando cruelmente el castigo de
dicho pueblo mediante crímenes infames y persecuciones despiadadas,
tal como ha venido sucediendo a lo largo de la historia en muchos
países de la cristiandad. Vemos también aquí cómo este
comportamiento, que nada tiene que ver con el amor de Cristo, es
reprobado por Dios.
De
estos textos bíblicos y de otros no mencionados podemos sacar al
menos dos conclusiones: 1) Dios puede usar tanto vasos de honra como
de deshonra para llevar a cabo sus fines; de los primeros Él se
agrada mientras que de los segundos evidentemente no 2) Puede haber
personas aparentemente poco usadas por Dios, cuyas vidas les sean más
gratas que las de otras más usadas por Él, puesto que es la
rectitud del corazón lo que verdaderamente importa para Dios.
La
actitud de hostigamiento hacia Israel no admite dudas de que va
contra la voluntad de Dios; pero eso no significa que los cristianos
debamos aprobar de manera indiscriminada todas las acciones llevadas
a cabo por el actual estado de Israel.
POSICIÓN
FAVORABLE A ISRAEL
En
todo el mundo muchos creyentes evangélicos muestran un apoyo
incondicional a todo lo que hace Israel. En el caso de Estados Unidos
dan un respaldo masivo a su gobierno para que abastezca a dicho país
de las armas más mortíferas y sofisticadas. Con ello dichos
creyentes pretenden obtener para ellos mismos y para su nación la
bendición de Dios pronunciada en Gn 12:3.
Creen
que en todo caso deben ayudar a Israel, al que Dios no ha desechado y
que, por tanto, sigue siendo su pueblo elegido (Ro 11:1-2). Por eso,
cuando llegue el tiempo establecido por Dios, Él saldrá en defensa
de Israel contra sus enemigos (Is 41:8-12; Zac 2:7-9; Jl 3:2). Pero,
¿significa eso que nosotros debamos echarle una mano a Dios para
ayudarlo?
Ciertamente
debemos bendecir a la que será cabeza (Is 2:1-4) para bendición (Zac
8:13, 23) a todas las naciones. También debemos orar por la paz de
Jerusalén, que no es otra que la paz de nuestro Señor (Jn 14:27),
la cual recibirán los judíos por arrepentimiento y conversión a
Dios mediante su fe en Cristo (exactamente igual que nosotros los
gentiles) y no por medios militares o alianzas humanas. Recuérdese
que Dios, de judíos y gentiles hizo un solo pueblo (Ef 2:14,16).
UNA
ACTITUD MÁS EQUILIBRADA
Está
claro que debemos amar entrañablemente a Israel, pero este amor no
debe ser incompatible con el amor a los árabes y palestinos que, a
nivel personal, a la mayoría de nosotros nada malo nos han hecho
como para considerarlos nuestros enemigos. Además, aunque fuesen
nuestros enemigos, deberíamos perdonarlos y amarlos, tal como nos
manda el Señor (Mt 5:43-47).
Por
tanto el amor que profesamos no debe ser excluyente; de manera que amarnos
a nosotros mismos y a nuestra familia, no es un obstáculo que nos impida amar también a los demás seres humanos, ya sean vecinos,
extranjeros, nos resulten o no simpáticos, sean o no nuestros
amigos...
A
Dios le agrada que seamos embajadores o mediadores de paz (He 12:14;
1 P 3:11). Pero si tomamos partido por los israelitas en perjuicio de
los palestinos, si sólo nos duele el sufrimiento de unos y no el de
los otros, estamos haciendo acepción de personas y Dios no hace
acepción de personas (Hech 10:34; Ro 2:11; Gal 2:6; Ef 6:9; Col
3:25) ni aprueba que nosotros lo hagamos (Pr 24:33; Pr 28:31; Stg
2:9).
Imaginemos
que asistimos a una disputa entre un familiar o amigo nuestro y un
desconocido, en la que están a punto o han comenzado ya a utilizar
métodos violentos. ¿Cuál sería la actitud correcta por nuestra
parte? ¿Participar en la pelea en ayuda de nuestro amigo o intentar
separarlos y calmarlos hasta que, pasado un tiempo, estén en
condiciones de dialogar de manera civilizada? En este supuesto está
claro que la segunda actitud es la más razonable. Pues bien, en
relación con la contienda bélica entre israelíes y árabes o
palestinos, creo que los cristianos deberíamos adoptar semejante
actitud.
Si
de modo incondicional apoyamos lo que hace el Estado de Israel,
porque damos por sentado que representa al bueno, frente al pueblo
palestino, que es el malo, se revela en nosotros un prejuicio que nos
impide contemplar los hechos de manera objetiva e imparcial.
Supongamos que un hijo nuestro hizo daño injustamente a otras
personas... ¿Sólo porque es nuestro hijo negaremos que obró mal en
contra de las evidencias? (1)
RELACIÓN
ENTRE EL ESTADO Y LA IGLESIA
Una
tentación engañosa de Satanás consiste en empujar a dirigentes de
iglesias (quizás no todos ellos siervos de Dios) a establecer alianzas con
el estado, que pueden comprometer su independencia a cambio de
subvenciones o reconocimiento oficial de estatus o cargos.
Creo
que debe haber una separación total entre iglesia y estado. La
primera no es de este mundo y el estado sí. Como cristianos, está
claro que debemos someternos ejemplarmente a las autoridades y leyes,
siempre que no contradigan los mandamientos de Dios; prestar la
colaboración necesaria y punto.
Otra
cosa distinta es meterse en política para formar un partido
cristiano, designar un candidato a alcalde, diputado, presidente de
la nación, etc. Para un cristiano eso supone enredarse
peligrosamente en los asuntos de este mundo, gobernado por el
maligno. Por eso, como seguidores de Cristo, creo que debemos orar
por las autoridades, pero trabajar para el Reino de Dios (ver Jn
18:36; Mt 4:8; Ap 11:15). De ese modo no caeremos en el mismo error
cometido por la Iglesia Romana durante siglos. Y aquí me surge la
pregunta: ¿No estará sucediendo hoy algo parecido en muchos países, especialmente en Estados Unidos?
PARTICIPACIÓN
DE CRISTIANOS EVANGÉLICOS EN LA POLÍTICA DE U.S.A.
LA
HISTORIA BAJO EL CONTROL EXCLUSIVO DIOS
Como
hemos mencionado anteriormente, profecías como la gran tribulación,
el trato particular de Dios con Israel (castigo y restauración), el
juicio de este mundo, la anunciada destrucción por fuego, etc, son
asuntos que Dios ha decretado y que se cumplirán inexorablemente a
su tiempo, sin que nosotros podamos hacer nada por evitarlo, ni por
adelantarlo o atrasarlo. A nosotros nos corresponde esforzarnos en la
gracia (2Ti 2:1), sembrar el bien (ley espiritual expresada en Gal
6:7-10) y esperar confiadamente en Dios sin afanarnos, ni
angustiarnos por nada.
SOBRE LA PRESERVACIÓN DEL MEDIO AMBIENTE
Pero
de ahí a pensar que como el mundo va a ser destruido por fuego no es
necesario hacer un uso racional de los recursos, sean naturales o
elaborados por la mano del hombre, hay un abismo. En Estados Unidos,
apoyando la actitud del “hermano” Bush, a un amplio sector de
cristianos evangélicos les parece bien que se continúe con esa
política hiperconsumista de la sociedad norteamericana, sin
preocuparse de la evidente degradación del medio ambiente y las
amenazas reales que se ciernen sobre la vida futura de nuestros
hijos.
En
esta línea de consumismo incontrolado e indiferencia por la
contaminación atmosférica se está empleando el argumento de que si
se acaba el petróleo, Dios puede hacer que hallemos nuevas bolsas.
¿En el Ártico, quizás, como algunos proponen? ¿No sería más
lógico racionalizar el consumo y orientar la producción hacia un
desarrollo sostenible y respetuoso con el medio ambiente? ¿No será
ésta una actitud irresponsable y pecaminosa? ¿No estaremos tentando
así a Dios?
Lo
cierto es que debemos ser agradecidos y cuidadosos con lo que Dios
puso en nuestras manos. Independientemente de lo que vaya a ocurrir,
como cristianos debemos actuar responsablemente con la naturaleza
como buenos administradores, puesto que también de esto daremos
cuenta a Dios (Ro 8:21-22; Ap 11:18).
CUESTIÓN
DE PRIORIDADES
Esta
importante masa social de evangélicos también está obsesionada con
el cumplimiento de las señales proféticas de los últimos tiempos.
El estar atentos a dichas señales no es malo para un creyente, sino
todo lo contrario porque, entre otras cosas, nos advierten de la
pronta venida del Señor y nos animan a estar preparados como las
cinco vírgenes prudentes y a perseverar en la buena batalla de la
fe.
El
problema surge con varias organizaciones evangélicas que pretenden
colaborar con los planes establecidos por Dios para este último
período de la historia, tratando de forzar los acontecimientos que
precipiten la venida del Señor. Por dicho motivo prestan toda la
ayuda posible a Israel en su conflicto con los palestinos, sin
importar que las acciones israelíes son justas o no. Lo mismo ocurre
con el respaldo incondicional a la guerra contra el terrorismo
emprendida por su gobierno (la guerra de “las fuerzas del bien
contra las del mal”, como dice el presidente Bush).
A
mi juicio, se trata de un posicionamiento ciego, en el que se pasa
por alto el sufrimiento de las personas y en el que importa poco la
legitimidad o justicia de las acciones, porque creen que están del
lado de Dios, quien supuestamente encomendó en estos tiempos a la
nación y actual gobierno de Estados Unidos la elevada misión de
proteger a Israel y defender la libertad en todo el mundo. Las
personas que así piensan, ¿no estarán cometiendo un pecado de
orgullo? ¿No se referirá a ellos Am 18:24 cuando dice: “¡Ay de
los que desean el día de Jehová!...”?
Estos
fanáticos apoyarían, por ejemplo, destruir la mezquita de Al Acsa
(hecho necesario para poder reconstruir el nuevo templo); o que
Israel extienda por la fuerza de las armas sus dominios hasta abarcar
la tierra prometida por Dios a Abraham; o aumentar los asentamientos
de colonos judíos, despojando a los palestinos. También apoyan la
guerra preventiva como derecho de su país a defenderse; igualmente
apoyaron el ataque a Irak, al que acusaron falsamente de poseer
armamento nuclear (país con alto significado profético por ser cuna
de los antiguos imperios asirio y babilónico); etc.
Aparentemente
están alineados con Dios, pero yo me pregunto: puesto que todos
estos sucesos van a acarrear mucho dolor y desesperación a personas
de carne y hueso, hechas a la imagen de Dios, ¿no deberíamos
mostrar hacia ellas un entrañable amor y misericordia como es propio
de los hijos de Dios? ¿No es ésta la actitud que el Señor espera
de sus discípulos? Examinemos nuestras motivaciones, puesto que Dios
escudriña los corazones.
En
cuanto al tiempo en que se cumplirán las profecías y la venida del
Señor, dejémoslo en sus manos; esto le corresponde exclusivamente a
Él determinarlo.
SINTIÉNDOSE A GUSTO CON LOS RICOS Y PODEROSOS DE LA TIERRA
Así
como en el pasado muchos “cristianos” participaron en las
cruzadas contra los infieles y trataron de convertir por la fuerza a
los indígenas, matando incluso a los que se negaban, actualmente
muchos evangélicos en Estados Unidos apoyan de forma entusiasta las
intervenciones imperialistas de sus fuerzas armadas en países
lejanos, que no son una amenaza para ellos. Es decir, apoyan
agresiones militares (da igual si lo hacen de forma tácita o
expresa, porque Dios ve los corazones y para Él eso es lo que
cuenta) contra países indefensos, teniendo en cuenta la abrumadora
superioridad de su ejército.
El
caso es que, so pretexto de legítima defensa contra el terrorismo o
en nombre de la libertad y democracia, atacan a los países que se
resisten a someterse a ellos, sembrando destrucción y muerte.
Recuérdese: aunque el fin perseguido fuera bueno (cosa más que
dudosa), al emplear medios malos, como la guerra, se está actuando
en contra del ejemplo y enseñanzas de Jesús y, por tanto, en contra
de la voluntad de Dios para nuestras vidas.
Sea
o no de forma consciente, apoyan una política armamentista que
dedica cifras astronómicas a la guerra (Estados Unidos destina más
presupuesto a Defensa que los siguientes 10 ó 15 países juntos).
Todo lo contrario de lo que nos enseñó el manso Jesús y de lo que
hará en el periodo de restauración de todas las cosa (Is 2:4).
DESTERRANDO
LOS CONCEPTOS MUNDANOS DE LA IGLESIA
El
patriotismo y orgullo nacional que muestran muchos evangélicos no
casa bien con el verdadero cristianismo, ya que para el cristiano su
verdadera patria es la celestial (He 11:13-16). Este patriotismo
mundano magnifica y hace grandes manifestaciones de duelo cuando
mueren sus soldados en ataques contra otros países. En cambio, los
combatientes de los países agredidos no cuentan apenas, aunque
caigan como moscas; no parece que sean personas, sólo enemigos
(téngase en cuenta al respecto que Dios no hace acepción de
personas).
Tampoco
tiene demasiada importancia si caen civiles indefensos, aunque sean
ancianos, mujeres o niños. Se trata en este caso de accidentes
inevitables, de simples daños colaterales, de un pequeño precio que
es necesario pagar para conseguir el fin propuesto. Nos guste o no,
esta actitud supone, de hecho, que aprobamos el uso de un medio
intrínsecamente malo como es una agresión militar contra otro país
para justificar un fin supuestamente bueno.
La
destrucción causada por la guerra tampoco importa demasiado: la
sufren los otros. Así también pueden enviar, después de la
conquista, sus multinacionales a hacer negocios con la reconstrucción
de las infraestructuras. De ese modo le dan salida a la industria de
armamentos, que es el principal o uno de los principales negocios del
país, beneficiando su economía. En fin, para qué seguir...
CONCLUSIÓN
Como
cristianos tratemos de ponernos en lugar de Jesús y hacer lo que Él
haría. Cualquier enseñanza o interpretación de los textos bíblicos
que no armonice con la teoría y práctica de Jesús, debemos
cuestionarla.
Que
Dios nos dé discernimiento y santo temor para no dejarnos arrastrar
por la corrupción de este mundo.
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(1)
A veces un afecto no nos permite ser objetivos. En otras ocasiones el
miedo o el egoísmo nos llevan a aceptar injusticias y mentiras. Los
adultos no somos radicalmente distintos de los niños o jóvenes,
sino que llevamos escondido el niño que un día fuimos y que en
determinadas circunstancias suele manifestarse bajo formas
socialmente aceptables.
Aunque
sea en escenarios o ambientes diferentes, tanto las personas como los
países, a menudo nos comportamos de forma similar a esos
adolescentes que en medio de la presión social del grupo participan
activa o pasivamente en malas acciones y gamberradas aun en contra de
sus convicciones. O esos otros que se integran en una banda callejera
para conseguir aceptación del grupo y protección frente a otras
bandas.
Otras
veces nos alineamos con personas o grupos de poder de dudosa
moralidad, porque nos beneficia, aunque sea a costa de otros (Pr
28:6). En la carne nos gusta generalmente estar del lado del rico y
poderoso, porque creemos que puede favorecernos; en cambio, cuando
tenemos que defender la causa del débil nos lo pensamos más, porque
puede acarrearnos problemas. Pero pensemos que Jesús anduvo más
bien entre los pobres y oprimidos, entre los humildes y los que
sufrían.
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