11/5/17

La política desde la perspectiva de un cristiano

NO SEAMOS LLEVADOS POR TODO VIENTO DE DOCTRINA (Ef 4:14)
Las modas y corrientes de opinión no son un fenómeno novedoso. Siempre las ha habido a lo largo de la historia, pero nunca ha sido tan fácil implantarlas ni tan rápido modificarlas como hoy en día. Esto se debe en buena medida a la enorme influencia de los actuales medios de comunicación (literatura, radio, televisión, internet…), así como al liderazgo que ejercen determinados líderes carismáticos que prefieren “dar pescado a enseñar a pescar”, creando en las personas que dirigen una peligrosa dependencia del hombre en vez de confiar y depender totalmente de Cristo.
Es de vital importancia que las personas nos acostumbremos a pensar por nosotros mismos, a la luz de la Palabra. En este sentido me interesan opiniones y prácticas de conducta observadas entre los cristianos evangélicos para saber si yo debo estar de acuerdo, conforme a lo que el Señor espera de mí.
HAGAMOS NUESTRA PARTE Y DEJEMOS QUE DIOS HAGA LA SUYA
Desde el principio Dios estableció una relación especial con el hombre, llegando a concretar sucesivos pactos, en virtud de los cuales Él se compromete a hacer su parte y a cambio nos demanda que nosotros hagamos la nuestra [ver pactos con Adán (Gn 2:16-17; Os 6:7), Noé (Gn 9:9-13), Abraham (Gn 15:18; Gn 17:1-11; Gn 26:3; Gn 28:13), Moisés (Ex 19:5-6; Ex 20-1:17; Ex 34:10-28), David (2 S 7:10-17; 1 Cr 17:10-16), Israel (Jer 31:27-37), la Iglesia (Mt 26:28; Mr 14:24; Lc 22:19-20; 1 Co 11:25; etc…)]. A pesar de que nosotros con frecuencia incumplimos el pacto, Dios siempre permanece fiel. El nuevo pacto actualmente vigente es el más ventajoso posible para el hombre y aun así fallamos.
La voluntad de Dios se tiene que cumplir inexorablemente -“el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mt 24:35; Lc 21:33)- tanto en el plano material como en el espiritual. Dice la Biblia que en el séptimo día Dios descansó de su creación (Gn 2:2). Por dicho motivo, una vez concluida su grandiosa obra, la forma en que Dios sustenta y rige el universo es normalmente por medio de los diversos tipos de leyes que Él creó -ley de la gravedad, se recoge lo que se siembra, etc-, mecanismos como la fecundación y reproducción, o agentes como su Iglesia o los ángeles. De manera excepcional también cumple su propósito mediante intervenciones directas o milagros.
Asimismo la historia del mundo y la humanidad está programada y controlada por Él. Aunque la conozcamos, porque nos ha sido revelada, no podemos cambiarla, como tampoco podemos cambiar las demás leyes divinas. De igual modo, no podemos cambiar su Palabra, la cual vive y permanece para siempre.
Así pues, ante la obra exclusiva de Dios, lo mejor que podemos hacer es esperar confiadamente en Él. Esto lógicamente no impide que el ser humano, gracias al libre albedrío con que Dios lo creó, elija realizar voluntaria y conscientemente sus propias obras.
Resumiendo: las profecías históricas reveladas por el Espíritu Santo, ya sea referidas al pasado, como al presente y futuro, son infalibles y se cumplen siempre en el tiempo decretado por nuestro Dios soberano (el mundo seguirá su curso, desobedeciéndole y yendo de mal en peor hasta que Él diga ¡Basta!).
Por tanto el cumplimiento profético debemos dejarlo en las manos de Dios, preocupándonos los creyentes por lo que realmente nos debe preocupar, que es estar preparados para cuando el Señor venga a buscar a su Iglesia, o nos llame individualmente a su presencia. Hasta que eso suceda nuestra misión es colaborar con Dios en la extensión de su Reino y reflejar el amor de Cristo en nosotros.
SIMPLIFICANDO LA CUESTIÓN: LA VERDAD ES CRISTO
Ahora bien, como discípulos de Cristo, ¿qué obras, norma de conducta o modelo debemos seguir? Bueno, podemos consultar la Palabra.... ¡Cierto!; pero quiero llamar la atención sobre un asunto clave que resume y compendia toda la Biblia: “Y aquel Verbo (la Palabra) fue hecho carne y habitó entre nosotros...” (Jn 1:14). O como dice 1 Tim 3:16 “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne,...”
O sea, que Cristo, Dios Hijo, es la Palabra infalible ante la que sólo podemos decir sí y amén; la Palabra que un día dijo: “Sea la luz... haya expansión... júntense las aguas... produzca la tierra… produzcan las aguas... hagamos al hombre...” y todo fue creado.
¿A cuento de qué viene esto? A lo largo de mi experiencia como creyente he observado en mí mismo y en otros hermanos en la fe que a menudo los árboles nos impiden ver el bosque y, ya sea a nivel teórico o práctico, interpretamos ciertos textos en contradicción con el contexto general de la Biblia en su conjunto.
La vida, y especialmente la vida humana es compleja y rica en matices, y no siempre resulta fácil discernir cuánto hay de verdadero y cuánto de falso en un mensaje o cuánto de bueno y cuánto de malo en una conducta, porque ambos aspectos suelen aparecer mezclados. Por eso Jer 15.19 dice: “si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca”.
Es muy fácil extraviarse de la Verdad (o al menos de ciertas verdades declaradas en la Biblia) y hacer que otros que nos siguen o sobre los que influimos se extravíen. De ahí la proliferación de grupos y sectas de difícil o imposible comunión entre sí, aunque todas afirmen basarse en la Biblia.
Un consejo para andar en el camino recto: nuestra principal referencia, el hilo conductor que guíe nuestra vida debe ser nuestro Maestro, el mismo Señor Jesucristo. Poniendo en práctica este principio, ante cualquier situación que se nos presente haríamos bien en preguntarnos: ¿Esto lo aprueba Jesús? ¿Qué haría Jesús en mi lugar?
De este modo, cualquier enseñanza, cualquier texto (sobre todo del A.T.) que no concuerde con nuestro modelo perfecto a imitar, debemos cuestionarlo y, si contradice claramente el ejemplo de Jesús, rechazarlo.
¿QUÉ ACTITUD DEBE TOMAR LA IGLESIA CON EL ESTADO DE ISRAEL?
CONSIDERACIONES PREVIAS
Como he dicho antes, dejemos que Dios haga su obra entre las naciones y a lo largo de la historia, a su tiempo. Y esto es válido para el juicio de las naciones en los tiempos del fin de este mundo tal como lo conocemos, la restauración de Israel, o la segunda venida de Cristo.
No debemos intentar ayudar a Dios a completar su obra, ni forzar el tiempo de su intervención en los asuntos del mundo, porque Él tiene su tiempo y lo tiene bajo su exclusivo control. Nosotros lo que debemos hacer es aprovechar el tiempo como un regalo de Dios para vivir en obediencia conforme a su voluntad (ver Ec 3:1, 10-15; Ec 8:5; Ec 9:10-12).
Otro error muy frecuente consiste en actuar bajo el principio de que el fin justifica los medios. Si bien en teoría todos rechazamos este principio (Ro 6:1-2), no en la práctica, como veremos.
El hecho de que Dios use unas circunstancias determinadas para llevar a cabo su plan, sea por medio de una persona temerosa de Él o incluso por un impío, no exime a la persona que está siendo usada de su propia responsabilidad; cada uno tendrá que dar cuenta a Dios de sus actos. Esto considero que es de suma importancia entenderlo y asumirlo.
ACTITUD DE ENEMISTAD HACIA ISRAEL
En Is 10:5-7 y 12-13, tenemos el ejemplo de un inicuo, el asirio, el cual es utilizado por Dios como instrumento de castigo para con su pueblo Israel, a causa de su rebeldía. Sin embargo, lejos de recibir la aprobación de Dios, la Palabra dice que a su tiempo será castigado por su maldad. Esta persona ejecuta sin saberlo el propósito de Dios, pero no movido por un afán de servirlo sino por una insaciable sed de poder.
Tenemos otro ejemplo en Jer 22:8-9 y Zac 1:15, en el que los gentiles, sabiendo que Israel estaba sufriendo por su transgresión, pretendieron colaborar con Dios, agravando cruelmente el castigo de dicho pueblo mediante crímenes infames y persecuciones despiadadas, tal como ha venido sucediendo a lo largo de la historia en muchos países de la cristiandad. Vemos también aquí cómo este comportamiento, que nada tiene que ver con el amor de Cristo, es reprobado por Dios.
De estos textos bíblicos y de otros no mencionados podemos sacar al menos dos conclusiones: 1) Dios puede usar tanto vasos de honra como de deshonra para llevar a cabo sus fines; de los primeros Él se agrada mientras que de los segundos evidentemente no 2) Puede haber personas aparentemente poco usadas por Dios, cuyas vidas les sean más gratas que las de otras más usadas por Él, puesto que es la rectitud del corazón lo que verdaderamente importa para Dios.
La actitud de hostigamiento hacia Israel no admite dudas de que va contra la voluntad de Dios; pero eso no significa que los cristianos debamos aprobar de manera indiscriminada todas las acciones llevadas a cabo por el actual estado de Israel.
POSICIÓN FAVORABLE A ISRAEL
En todo el mundo muchos creyentes evangélicos muestran un apoyo incondicional a todo lo que hace Israel. En el caso de Estados Unidos dan un respaldo masivo a su gobierno para que abastezca a dicho país de las armas más mortíferas y sofisticadas. Con ello dichos creyentes pretenden obtener para ellos mismos y para su nación la bendición de Dios pronunciada en Gn 12:3.
Creen que en todo caso deben ayudar a Israel, al que Dios no ha desechado y que, por tanto, sigue siendo su pueblo elegido (Ro 11:1-2). Por eso, cuando llegue el tiempo establecido por Dios, Él saldrá en defensa de Israel contra sus enemigos (Is 41:8-12; Zac 2:7-9; Jl 3:2). Pero, ¿significa eso que nosotros debamos echarle una mano a Dios para ayudarlo?
Ciertamente debemos bendecir a la que será cabeza (Is 2:1-4) para bendición (Zac 8:13, 23) a todas las naciones. También debemos orar por la paz de Jerusalén, que no es otra que la paz de nuestro Señor (Jn 14:27), la cual recibirán los judíos por arrepentimiento y conversión a Dios mediante su fe en Cristo (exactamente igual que nosotros los gentiles) y no por medios militares o alianzas humanas. Recuérdese que Dios, de judíos y gentiles hizo un solo pueblo (Ef 2:14,16).
UNA ACTITUD MÁS EQUILIBRADA
Está claro que debemos amar entrañablemente a Israel, pero este amor no debe ser incompatible con el amor a los árabes y palestinos que, a nivel personal, a la mayoría de nosotros nada malo nos han hecho como para considerarlos nuestros enemigos. Además, aunque fuesen nuestros enemigos, deberíamos perdonarlos y amarlos, tal como nos manda el Señor (Mt 5:43-47).
Por tanto el amor que profesamos no debe ser excluyente; de manera que amarnos a nosotros mismos y a nuestra familia, no es un obstáculo que nos impida amar también a los demás seres humanos, ya sean vecinos, extranjeros, nos resulten o no simpáticos, sean o no nuestros amigos...
A Dios le agrada que seamos embajadores o mediadores de paz (He 12:14; 1 P 3:11). Pero si tomamos partido por los israelitas en perjuicio de los palestinos, si sólo nos duele el sufrimiento de unos y no el de los otros, estamos haciendo acepción de personas y Dios no hace acepción de personas (Hech 10:34; Ro 2:11; Gal 2:6; Ef 6:9; Col 3:25) ni aprueba que nosotros lo hagamos (Pr 24:33; Pr 28:31; Stg 2:9).
Imaginemos que asistimos a una disputa entre un familiar o amigo nuestro y un desconocido, en la que están a punto o han comenzado ya a utilizar métodos violentos. ¿Cuál sería la actitud correcta por nuestra parte? ¿Participar en la pelea en ayuda de nuestro amigo o intentar separarlos y calmarlos hasta que, pasado un tiempo, estén en condiciones de dialogar de manera civilizada? En este supuesto está claro que la segunda actitud es la más razonable. Pues bien, en relación con la contienda bélica entre israelíes y árabes o palestinos, creo que los cristianos deberíamos adoptar semejante actitud.
Si de modo incondicional apoyamos lo que hace el Estado de Israel, porque damos por sentado que representa al bueno, frente al pueblo palestino, que es el malo, se revela en nosotros un prejuicio que nos impide contemplar los hechos de manera objetiva e imparcial. Supongamos que un hijo nuestro hizo daño injustamente a otras personas... ¿Sólo porque es nuestro hijo negaremos que obró mal en contra de las evidencias? (1)
RELACIÓN ENTRE EL ESTADO Y LA IGLESIA
Una tentación engañosa de Satanás consiste en empujar a dirigentes de iglesias (quizás no todos ellos siervos de Dios) a establecer alianzas con el estado, que pueden comprometer su independencia a cambio de subvenciones o reconocimiento oficial de estatus o cargos.
Creo que debe haber una separación total entre iglesia y estado. La primera no es de este mundo y el estado sí. Como cristianos, está claro que debemos someternos ejemplarmente a las autoridades y leyes, siempre que no contradigan los mandamientos de Dios; prestar la colaboración necesaria y punto.
Otra cosa distinta es meterse en política para formar un partido cristiano, designar un candidato a alcalde, diputado, presidente de la nación, etc. Para un cristiano eso supone enredarse peligrosamente en los asuntos de este mundo, gobernado por el maligno. Por eso, como seguidores de Cristo, creo que debemos orar por las autoridades, pero trabajar para el Reino de Dios (ver Jn 18:36; Mt 4:8; Ap 11:15). De ese modo no caeremos en el mismo error cometido por la Iglesia Romana durante siglos. Y aquí me surge la pregunta: ¿No estará sucediendo hoy algo parecido en muchos países, especialmente en Estados Unidos?
PARTICIPACIÓN DE CRISTIANOS EVANGÉLICOS EN LA POLÍTICA DE U.S.A.
LA HISTORIA BAJO EL CONTROL EXCLUSIVO DIOS
Como hemos mencionado anteriormente, profecías como la gran tribulación, el trato particular de Dios con Israel (castigo y restauración), el juicio de este mundo, la anunciada destrucción por fuego, etc, son asuntos que Dios ha decretado y que se cumplirán inexorablemente a su tiempo, sin que nosotros podamos hacer nada por evitarlo, ni por adelantarlo o atrasarlo. A nosotros nos corresponde esforzarnos en la gracia (2Ti 2:1), sembrar el bien (ley espiritual expresada en Gal 6:7-10) y esperar confiadamente en Dios sin afanarnos, ni angustiarnos por nada.

SOBRE LA PRESERVACIÓN DEL MEDIO AMBIENTE

Pero de ahí a pensar que como el mundo va a ser destruido por fuego no es necesario hacer un uso racional de los recursos, sean naturales o elaborados por la mano del hombre, hay un abismo. En Estados Unidos, apoyando la actitud del “hermano” Bush, a un amplio sector de cristianos evangélicos les parece bien que se continúe con esa política hiperconsumista de la sociedad norteamericana, sin preocuparse de la evidente degradación del medio ambiente y las amenazas reales que se ciernen sobre la vida futura de nuestros hijos.
En esta línea de consumismo incontrolado e indiferencia por la contaminación atmosférica se está empleando el argumento de que si se acaba el petróleo, Dios puede hacer que hallemos nuevas bolsas. ¿En el Ártico, quizás, como algunos proponen? ¿No sería más lógico racionalizar el consumo y orientar la producción hacia un desarrollo sostenible y respetuoso con el medio ambiente? ¿No será ésta una actitud irresponsable y pecaminosa? ¿No estaremos tentando así a Dios?
Lo cierto es que debemos ser agradecidos y cuidadosos con lo que Dios puso en nuestras manos. Independientemente de lo que vaya a ocurrir, como cristianos debemos actuar responsablemente con la naturaleza como buenos administradores, puesto que también de esto daremos cuenta a Dios (Ro 8:21-22; Ap 11:18).
CUESTIÓN DE PRIORIDADES
Esta importante masa social de evangélicos también está obsesionada con el cumplimiento de las señales proféticas de los últimos tiempos. El estar atentos a dichas señales no es malo para un creyente, sino todo lo contrario porque, entre otras cosas, nos advierten de la pronta venida del Señor y nos animan a estar preparados como las cinco vírgenes prudentes y a perseverar en la buena batalla de la fe.
El problema surge con varias organizaciones evangélicas que pretenden colaborar con los planes establecidos por Dios para este último período de la historia, tratando de forzar los acontecimientos que precipiten la venida del Señor. Por dicho motivo prestan toda la ayuda posible a Israel en su conflicto con los palestinos, sin importar que las acciones israelíes son justas o no. Lo mismo ocurre con el respaldo incondicional a la guerra contra el terrorismo emprendida por su gobierno (la guerra de “las fuerzas del bien contra las del mal”, como dice el presidente Bush).
A mi juicio, se trata de un posicionamiento ciego, en el que se pasa por alto el sufrimiento de las personas y en el que importa poco la legitimidad o justicia de las acciones, porque creen que están del lado de Dios, quien supuestamente encomendó en estos tiempos a la nación y actual gobierno de Estados Unidos la elevada misión de proteger a Israel y defender la libertad en todo el mundo. Las personas que así piensan, ¿no estarán cometiendo un pecado de orgullo? ¿No se referirá a ellos Am 18:24 cuando dice: “¡Ay de los que desean el día de Jehová!...”?
Estos fanáticos apoyarían, por ejemplo, destruir la mezquita de Al Acsa (hecho necesario para poder reconstruir el nuevo templo); o que Israel extienda por la fuerza de las armas sus dominios hasta abarcar la tierra prometida por Dios a Abraham; o aumentar los asentamientos de colonos judíos, despojando a los palestinos. También apoyan la guerra preventiva como derecho de su país a defenderse; igualmente apoyaron el ataque a Irak, al que acusaron falsamente de poseer armamento nuclear (país con alto significado profético por ser cuna de los antiguos imperios asirio y babilónico); etc.
Aparentemente están alineados con Dios, pero yo me pregunto: puesto que todos estos sucesos van a acarrear mucho dolor y desesperación a personas de carne y hueso, hechas a la imagen de Dios, ¿no deberíamos mostrar hacia ellas un entrañable amor y misericordia como es propio de los hijos de Dios? ¿No es ésta la actitud que el Señor espera de sus discípulos? Examinemos nuestras motivaciones, puesto que Dios escudriña los corazones.
En cuanto al tiempo en que se cumplirán las profecías y la venida del Señor, dejémoslo en sus manos; esto le corresponde exclusivamente a Él determinarlo.

SINTIÉNDOSE A GUSTO CON LOS RICOS Y PODEROSOS DE LA TIERRA

Así como en el pasado muchos “cristianos” participaron en las cruzadas contra los infieles y trataron de convertir por la fuerza a los indígenas, matando incluso a los que se negaban, actualmente muchos evangélicos en Estados Unidos apoyan de forma entusiasta las intervenciones imperialistas de sus fuerzas armadas en países lejanos, que no son una amenaza para ellos. Es decir, apoyan agresiones militares (da igual si lo hacen de forma tácita o expresa, porque Dios ve los corazones y para Él eso es lo que cuenta) contra países indefensos, teniendo en cuenta la abrumadora superioridad de su ejército.
El caso es que, so pretexto de legítima defensa contra el terrorismo o en nombre de la libertad y democracia, atacan a los países que se resisten a someterse a ellos, sembrando destrucción y muerte. Recuérdese: aunque el fin perseguido fuera bueno (cosa más que dudosa), al emplear medios malos, como la guerra, se está actuando en contra del ejemplo y enseñanzas de Jesús y, por tanto, en contra de la voluntad de Dios para nuestras vidas.
Sea o no de forma consciente, apoyan una política armamentista que dedica cifras astronómicas a la guerra (Estados Unidos destina más presupuesto a Defensa que los siguientes 10 ó 15 países juntos). Todo lo contrario de lo que nos enseñó el manso Jesús y de lo que hará en el periodo de restauración de todas las cosa (Is 2:4).
DESTERRANDO LOS CONCEPTOS MUNDANOS DE LA IGLESIA
El patriotismo y orgullo nacional que muestran muchos evangélicos no casa bien con el verdadero cristianismo, ya que para el cristiano su verdadera patria es la celestial (He 11:13-16). Este patriotismo mundano magnifica y hace grandes manifestaciones de duelo cuando mueren sus soldados en ataques contra otros países. En cambio, los combatientes de los países agredidos no cuentan apenas, aunque caigan como moscas; no parece que sean personas, sólo enemigos (téngase en cuenta al respecto que Dios no hace acepción de personas).
Tampoco tiene demasiada importancia si caen civiles indefensos, aunque sean ancianos, mujeres o niños. Se trata en este caso de accidentes inevitables, de simples daños colaterales, de un pequeño precio que es necesario pagar para conseguir el fin propuesto. Nos guste o no, esta actitud supone, de hecho, que aprobamos el uso de un medio intrínsecamente malo como es una agresión militar contra otro país para justificar un fin supuestamente bueno.
La destrucción causada por la guerra tampoco importa demasiado: la sufren los otros. Así también pueden enviar, después de la conquista, sus multinacionales a hacer negocios con la reconstrucción de las infraestructuras. De ese modo le dan salida a la industria de armamentos, que es el principal o uno de los principales negocios del país, beneficiando su economía. En fin, para qué seguir...
CONCLUSIÓN
Como cristianos tratemos de ponernos en lugar de Jesús y hacer lo que Él haría. Cualquier enseñanza o interpretación de los textos bíblicos que no armonice con la teoría y práctica de Jesús, debemos cuestionarla.
Que Dios nos dé discernimiento y santo temor para no dejarnos arrastrar por la corrupción de este mundo.
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(1) A veces un afecto no nos permite ser objetivos. En otras ocasiones el miedo o el egoísmo nos llevan a aceptar injusticias y mentiras. Los adultos no somos radicalmente distintos de los niños o jóvenes, sino que llevamos escondido el niño que un día fuimos y que en determinadas circunstancias suele manifestarse bajo formas socialmente aceptables.
Aunque sea en escenarios o ambientes diferentes, tanto las personas como los países, a menudo nos comportamos de forma similar a esos adolescentes que en medio de la presión social del grupo participan activa o pasivamente en malas acciones y gamberradas aun en contra de sus convicciones. O esos otros que se integran en una banda callejera para conseguir aceptación del grupo y protección frente a otras bandas.
Otras veces nos alineamos con personas o grupos de poder de dudosa moralidad, porque nos beneficia, aunque sea a costa de otros (Pr 28:6). En la carne nos gusta generalmente estar del lado del rico y poderoso, porque creemos que puede favorecernos; en cambio, cuando tenemos que defender la causa del débil nos lo pensamos más, porque puede acarrearnos problemas. Pero pensemos que Jesús anduvo más bien entre los pobres y oprimidos, entre los humildes y los que sufrían.

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