10/5/17

Vida, muerte y resurrección



Antes de tratar el tema de la muerte, haré una breve reflexión sobre la vida, ya que ambas, vida y muerte, son como la cara y cruz de una misma moneda y el entendimiento de una nos ayuda a entender mejor la otra.


Dios creó al hombre para que viva eternamente, no para que viva 80, 100 ó 1000 años. Aunque la transgresión de Adán acarreó la muerte, Dios no renunció a su propósito original. Por eso envió al Cordero de Dios para ser entregado en sacrificio expiatorio, a fin de que fuésemos limpios de pecado y tuviésemos de nuevo acceso a la vida eterna.

Cuando hablamos de vida, hay varias maneras de entender ésta. Podemos considerar la existencia de una vida mortal o de una inmortal; de una vida terrenal con cuerpo animal, en contraposición a una vida celestial con cuerpo espiritual. Un cuerpo animal, que procede del latín ánima y significa alma en castellano, es un cuerpo gobernado o dirigido por el alma, mientras que un cuerpo espiritual es un cuerpo dirigido por el Espíritu.

1 Co 15:40,44 Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales.

Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual.

El hombre natural, mientras permanece en tinieblas, está ofuscado con la vida terrenal y no alcanza a ver la celestial. Es bien sabido que mucha gente no cree en la existencia de otra vida, más allá de esta vida temporal. Hay también otros muchos que, aunque teóricamente creen en la existencia de otra vida, en la práctica viven como si no existiese.

1 Co 2:14-16 Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.

Los que creímos en Jesús como nuestro Salvador y Señor, hemos heredado el reino de los cielos y tenemos el gozo de la salvación. Pero hasta que ésta se manifieste en todo su esplendor, tenemos que trabajar en el Reino de los Cielos, sembrando ahora para después recoger el fruto y recibir la corona de gloria que tenemos reservada en el cielo. A mi entender, la vida eterna no es algo que obtendremos cuando dejemos esta vida temporal, sino que ya la recibimos con el nuevo nacimiento espiritual.

1 P 1:4-5 ...para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.

Desde la perspectiva de Dios, la vida terrenal está supeditada a la celestial. Por eso es de trascendental importancia la decisión que tomemos en esta vida de servir o no a Dios, dadas las enormes consecuencias que de ello se derivan para el presente y, sobre todo, para el futuro. Para Dios la vida en este mundo tiene poco valor en sí misma; su verdadero valor reside en que es ahora cuando decidimos dónde pasar la eternidad. En ese sentido sí que es muy valiosa nuestra vida aquí. Aprovechemos, pues, bien nuestro tiempo, que es incierto, caminando con Dios.

Mt 16:24-26 (también Mt 10:39) Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?

La condición espiritual de las personas es un asunto de trascendental importancia, porque así como sin espíritu no hay vida, sin el Espíritu de Dios no hay vida eterna. Los siguientes versículos corroboran esta afirmación.

Sal 104:29-30 29 Escondes tu rostro, se turban; les quitas el hálito, dejan de ser, y vuelven al polvo. Envías tu Espíritu, son creados, y renuevas la faz de la tierra.

Gn 2:7 Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente (el soplo del aliento de vida es una obra que se atribuye al Espíritu Santo de Dios).

Job 33:4 El espíritu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida.

Ez 37:7-10 Profeticé, pues, como me fue mandado; y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso. Y miré, y he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos; pero no había en ellos espíritu. Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán. Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo.

Pero, ¿qué es en realidad la muerte? Sin duda, la separación de Dios, quien es la fuente, el autor y el sustentador de la vida. Al referirme aquí a Dios, incluyo lógicamente a Jesús, como el Hijo de Dios.

Jn 14:6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.

Jn 1:1-3 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. 

Como hemos visto en las anteriores porciones de Juan, el hecho de que Dios y, por lo tanto también Cristo, sea fuente y dador de vida, significa que es el único que tiene vida en sí mismo y que a quien quiere se la da. Luego la vida de cada ser humano es un regalo, un don de Dios. Pero además de ser el autor de la vida, también es el que la sustenta. Él determina mediante el soplo del Espíritu cuando cada ser humano hace su aparición sobre la tierra y también cuando tiene que exhalar su último suspiro. En definitiva, sólo Él tiene poder para dar y quitar la vida.

Jn 5:26 Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo…

Jn 10:17-18 Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar...

He 1:1-3 Dios..., en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder…

A veces se oyen expresiones como ésta: "Mi vida me pertenece y hago con ella lo que quiero". Ciertamente cada cual puede hacer con su vida lo que le plazca, pero la vida le pertenece a Dios. Nosotros tenemos la responsabilidad de administrar ese don recibido, andando conforme a la voluntad de Dios, porque un día compareceremos ante su presencia y tendremos que dar cuenta de lo que hayamos hecho en esta tierra.

Gá 6:7-8 No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.

Hch 17:30-31 Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.

Como sustentador de todas las cosas, incluyendo nuestra vida, podemos comparar a Dios con una fuente de corriente eléctrica, y al ser humano con una lámpara. Igual que ésta desconectada de la corriente no puede dar luz, el hombre separado de Dios está muerto.

Jn 1:1-4 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

Jn 15:4,6 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.

Pero lo peor no es que solamente ahora estemos separados de Dios y, por tanto, espiritualmente muertos. Lo peor es que si no lo remediamos durante nuestra estancia en la Tierra, arrepintiéndonos de nuestros pecados y convirtiéndonos a Cristo, luego será tarde y esa separación continuará de manera irreversible por toda la eternidad. Al no estar limpios de pecado, Dios, que es santo y puro, nos arrojará de su presencia a las tinieblas de afuera, donde será el lloro y crujir de dientes. Es decir, seremos condenados a la muerte o separación eterna.

Jn 5:24 De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.

Mt 22:11-13 Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.

La muerte eterna no es, como dicen algunos, la aniquilación, mediante la que dejamos de existir, sino una existencia miserable y dolorosa, un sinvivir, al estar alejados de la vida, que es Dios. Es necesario asimilar bien esta idea para poder entender mejor muchos versículos que no siempre se han explicado correctamente.

Mr 9:43-44 Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga (en los siguientes versículos se repite lo mismo para quien haga tropezar a otros con sus pies o con sus ojos).

La Palabra nos enseña que el pecado y la paga o consecuencia del mismo, es la muerte, y que el pecado y la muerte entraron en el mundo por la desobediencia de Adán. Aunque nosotros no estábamos allí presentes en el Huerto de Edén, heredamos de nuestros primeros padres el pecado y la muerte. 

Ro 5:12,14 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.

No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir.

Ro 6:23 Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

Pero del mismo modo que en Adán todos morimos, en Cristo, que es el postrer Adán, todos resucitamos a una nueva vida. Aunque tampoco estuvimos presentes en el Calvario, Dios nos ha dado la victoria haciéndonos partícipes de la muerte y resurrección de Cristo.

1 Co 15:21-22 y 45-47 Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.

Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.

La figura del zombi (según el diccionario de la R.A.E. Persona que se supone muerta y que ha sido reanimada por arte de brujería, con el fin de dominar su voluntad”), que se muestra en el cine como una especie de muerto viviente, ilustra la verdad bíblica de las personas no nacidas de nuevo, como personas espiritualmente muertas, aunque caminen por la tierra.

Mt 8:21-22 Otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos.

Lo tratado hasta ahora no parece ofrecer mayor dificultad; el asunto resulta más complejo cuando consideramos conjuntamente la primera y segunda muerte, así como la primera y segunda resurrección, a las cuales se hace referencia en Apocalipsis. Es aquí donde surgen dudas y, en mi opinión, malentendidos.

Ap 2:11 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte.

Ap 20:5-6 y 11-15 Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección. Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.

Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.

A la pregunta de cuál es la primera muerte, muchos creyentes probablemente responderían que es la muerte física, cuando dejamos de respirar. Pero esto es verdad sólo en parte. La primera muerte se compone de una muerte espiritual,
a la que sigue una muerte corporal, ambas heredadas de Adán.

La muerte física es consecuencia directa y la manifestación visible de la muerte espiritual, que es invisible. Es una señal externa de que en Adán todos morimos. En este sentido es comparable al bautismo, mediante el cual se da testimonio externo de una conversión interna previamente acontecida, y que, por otra parte, representa al converso muriendo con Cristo al pecado para resucitar también con Él a una nueva vida.

Col 2:12-13 Sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados.

El nuevo nacimiento al que se refiere el evangelio de Juan, no es nacimiento físico porque, tal como razonaba Nicodemo, nadie puede regresar al vientre de su madre para volver a nacer. Por tanto, es obvio que se trata de un nuevo nacimiento espiritual. Pero, ¿qué tiene que ocurrir para que estando espiritualmente muertos nazcamos “de agua y del Espíritu”? Pues que resucitemos espiritualmente con Cristo. Entiendo que ésta es la parte principal de la primera resurrección, que un día se completará con la resurrección corporal.

Jn 3:3-5 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.

Jn 1:12-13 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.

No olvidemos que Dios advirtió a Adán que el día que comiere del fruto del árbol prohibido moriría. Y así sucedió en realidad, ya que perdió la comunión con Dios, separándose de Él. Pero la muerte física no le sobrevendría sino a los 930 años de edad.

Gn 2:17 Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.

Con la primera resurrección ocurre lo mismo que con la primera muerte. En la vertiente espiritual los creyentes nacidos de nuevo ya hemos resucitado. A esta resurrección espiritual le seguirá en su día la resurrección del cuerpo. Así, pues, para los creyentes ya es pasado, ya estamos resucitados. La resurrección corporal sucederá después de que hayamos muerte corporalmente.

Las siguientes porciones del Nuevo Testamento son esclarecedoras al respecto.

Jn 5:21 y 24-25 Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida.

De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán.

Ef 2:1 y 5-6 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados.

Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús.

Col 3:1 Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.

En el creyente nacido de nuevo se da la paradoja de que muere al pecado para vivir por y para Cristo, identificándose con Él, como si lo hubiese acompañado en el momento de su muerte, sepultura y resurrección. El cristiano, cuando andaba conforme a su vieja naturaleza, estaba espiritualmente muerto, mientras su cuerpo carnal se deleitaba en el pecado. Pero al nacer de nuevo ocurre todo lo contrario: aborrece el pecado y ya no vive según la carne, sino según el Espíritu. No obstante, el cristiano no puede desprenderse de ese cuerpo pecaminoso hasta que parta con Cristo, por lo que su espíritu tiene que estar en lucha permanente contra su cuerpo, manteniéndolo a raya.

Ro 6:3-8 y 11-13; ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él...

...Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos...

Ro 8:9-11 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.

Col 3:2-4 Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.

A los que han sido rescatados de la primera muerte, la muerte física sólo les destruye el cuerpo físico, pero su alma y espíritu siguen vivos. Eso es lo que enseñó Jesús cuando habló a Marta ante la tumba de Lázaro, o cuando se encontró con los saduceos, que no creían en la resurrección. En dicha ocasión, Jesús enfrentó su error, enseñando que a pesar de que Abraham, Isaac y Jacob, habían muerto físicamente, permanecían vivos delante de Dios, el cual no es Dios de muertos sino de vivos.

Jn 11:25-26 Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?

Mr 12:26-27 Pero respecto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos; así que vosotros mucho erráis.

2 Co 5:1-2 y 6-8 Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo (es decir, nuestro cuerpo), se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial.

Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista); pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.

Los seres humanos podemos ser mortales o inmortales, dependiendo de si estamos separados o unidos a Cristo; pero no vamos a desaparecer nunca. Permaneceremos para siempre, ya sea disfrutando vida eterna con Cristo, o padeciendo muerte eterna en el lago de fuego, alejados de Cristo.

2 Ti 1:10 ... nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio.

Dn 12:2 Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua.

Veamos otras dos porciones de la Palabra referidas a la resurrección. Cuando Cristo venga a recoger a sus santos para llevarlos a las moradas celestiales que está preparando, tal como prometió, las personas que durmieron con el Señor resucitarán en gloria con un cuerpo incorruptible. Pero a los santos que aún permanezcan en la Tierra en ese día no será necesario resucitarlos corporalmente; simplemente se va a transformar su cuerpo mortal en uno inmortal. En cuanto a su dimensión espiritual, recordemos que ya habían resucitado y vuelto a nacer con Cristo.

1 Co 15:51-53 He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.

1 Ts 4:14-17 Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.

Y aquí podemos hacer la siguiente reflexión: si la primera muerte y primera resurrección se limitaran sólo a lo corporal, ¿por qué, como vemos en estos dos pasajes, los que estén en la Tierra cuando venga el Señor, no van a experimentar muerte ni resurrección corporales, sino que únicamente serán transformados? Esto confirma que la dimensión espiritual es la que verdaderamente importa en la vida y muerte de las personas.

Al comprender qué es la muerte y que hay una primera muerte y resurrección, resulta fácil entender los versículos de Ap 20:5-6 y 11-15, reproducidos anteriormente en este escrito, sobre la segunda muerte y la segunda resurrección.

La segunda muerte es, como dice la misma Palabra, el lago de fuego. Esta segunda muerte no es una muerte física sino espiritual al quedar, tras el justo juicio de Dios, definitiva y eternamente excluidos de su presencia, las personas que, durante su vida en la tierra, no se reconcilien con Dios. De hecho vivirán por toda la eternidad, pero su vida será una vida miserable y atormentada. Es decir padecerán la muerte espiritual, que es la verdadera muerte.

Mr 9:46-47 Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.

Ap 21:8 Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.

Cuando ocurra la segunda resurrección, reservada a los que no participaron en la primera, las personas físicamente resucitadas comparecerán ante el gran trono blanco, donde serán juzgadas por sus obras.

Jn 5:28-29 No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.

Nadie debería confiar en sus propias obras; no ofrecen ninguna garantía para la salvación ¿Quién podrá acumular suficientes méritos para poder justificarse delante de Dios? Por eso se nos dice en Ap 20:6 “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos”.

Como hemos visto, nadie puede escapar a la primera muerte pero sí anular sus efectos, creyendo en lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz del Calvario. Si tú, que lees este artículo, aún no te has reconciliado con Dios, te ruego encarecidamente que lo hagas ahora, arrepintiéndote para perdón de tus pecados y confiando en Jesucristo como tu Señor y Salvador personal ¡Evita sufrir la segunda muerte! Es con gran diferencia lo peor que nos puede suceder; ni siquiera podemos imaginar lo terrible que será. Además, cuando llegue ese día, ya no habrá vuelta atrás, ya no habrá remedio. Por eso, ¡reconcíliate con Dios ahora! ¿Quién sabe si mañana ya será tarde?

Termino, a modo de resumen aclaratorio, diciendo que hay dos clases de personas en lo concerniente a la muerte: 1) aquellas que depositan su fe en Cristo, las cuales experimentan sólo la primera muerte y 2) los que se enfrentan tanto a la primera como a la segunda muerte por haber rechazado a Cristo.

En cuanto a la resurrección, ninguna persona va a participar en las dos resurrecciones; aquel que participe en la primera resurrección no lo hará en la segunda, y viceversa. La primera resurrección es para los que sirven a Dios, mientras que la segunda es para las demás personas, que rehúsan obedecer a Dios.

No ha sido mi propósito realizar un estudio exhaustivo sobre la vida, muerte y resurrección. Soy consciente de que hay otros aspectos asociados a este tema pendientes de abordar, algunos ciertamente complejos y otros no tanto; pero si esta pequeña aportación, ha sido útil para reflexionar sobre un asunto tan trascendente, me daré por satisfecho.

Recibid la bendición del Señor.

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