En
primer lugar el matrimonio fue instituido por Dios mismo desde los
albores de la humanidad.
Gn
2:23-24; Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y
carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón
fue tomada. 2:24 Por tanto,
dejará el hombre a su padre y a su madre, y se
unirá a su mujer, y serán una sola carne.
Mt
19:3-6 (Mr 10:2-12); Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole
y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por
cualquier causa? 4 El, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído
que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, 5 y dijo:
Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y
los dos serán una sola carne? 6 Así que no son ya más dos, sino
una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el
hombre.
A
grandes rasgos el modelo de matrimonio bíblico encaja típicamente
con el matrimonio tradicional imperante en los países de cultura
cristiana, o por lo menos con el que se seguía mayoritariamente
hasta hace algunas décadas. A este respecto no está de más
recordar lo que ocurrirá al final de los últimos tiempos con el
advenimiento del “anticristo”: “Y hablará palabras contra
el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y
pensará en cambiar los tiempos y la ley...” (Dn 7:25).
Por eso hay base para pensar que muchos de los principios y
valores que perduraron a lo largo de los siglos y que en los últimos
años están cambiando velozmente, pueden ser una señal profética
de que estamos entrando en los tiempos del fin.
La
constitución del matrimonio o casamiento siempre se ha considerado
un acto social. Los casamientos secretos o realizados en un ambiente
confidencial hasta hace relativamente poco tiempo eran excepcionales.
El pretendiente solía pedir la mano de su hija al padre de la novia
y si éste consentía, los novios quedaban prometidos a la espera del día fijado para la boda. Ésta se celebraba mediante
un acto solemne con asistencia de testigos, seguido normalmente de un
banquete al que se solía invitar a parientes, amistades y vecinos.
Las
referencias a las bodas son muy frecuentes en los evangelios para
ilustrar parábolas o, como en el caso que sigue, narrar una
experiencia real.
Jn
2:1-2; Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y
estaba allí la madre de Jesús. 2
Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus
discípulos.
Por
lo expuesto, aunque el matrimonio en esencia es un pacto de amor y
fidelidad ante Dios, su trascendencia social y la gran
responsabilidad que entraña, exige a los cristianos que, además de
agradar a Dios, demos así mismo buen testimonio a los demás. No
olvidemos nunca lo que dijo Jesús a sus discípulos: “…Imposible
es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen!”
(Lc 17:1).
1
Co 7:8-11; Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les
fuera quedarse como yo; 9 pero si no tienen don de continencia,
cásense, pues mejor es casarse
que estarse quemando. 10 Pero a los que están unidos
en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no
se separe del marido; 11 y si se separa, quédese sin casar, o
reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer.
1
Ti 5:14; Quiero, pues, que las viudas jóvenes se casen, críen
hijos, gobiernen su casa; que no den al adversario ninguna ocasión
de maledicencia.
He
13:4; Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin
mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará
Dios.
La
analogía que Dios mismo emplea en su Palabra entre el matrimonio y
la relación de Cristo con su Iglesia, respalda y sirve de referencia
a los esposos cristianos en su relación conyugal.
Ef
5:22-25; Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al
Señor; 23 porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo
es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador.
24 Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las
casadas lo estén a sus maridos en todo. 25 Maridos, amad a
vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a
sí mismo por ella,
Otros
muchos versículos en el Nuevo Testamento nos muestran el gozo y amor
íntimo entre Cristo y los suyos, semejante al de los esposos que
están de bodas. Dicha metáfora debe inspirar y guiar las relaciones
matrimoniales.
Mt
9:15 (Mr 2:19-20; Lc 5:34-35); Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los
que están de bodas tener
luto entre tanto que el esposo
está con ellos? Pero vendrán días cuando el esposo
les será quitado, y entonces ayunarán.
Ap
21:2 (Ap 19:7); Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén,
descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada
para su marido.
Esta
unión espiritual, querida y buscada por Dios, con su pueblo, se
remonta a los tiempos del antiguo pacto. Se trata de un pacto
sempiterno, que Israel invalidó con su infidelidad pero que Dios, el
cual permanece fiel, restablecerá para siempre.
Jer
31:31-32 (Jer 3:20; Is 54:4-8; Os 2:16-20); He aquí que vienen días,
dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto
con la casa de Israel y con la casa de Judá. 32 No
como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para
sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi
pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová.
El
pacto establecido por Dios con su pueblo en el desierto de Sinaí es,
en sentido espiritual, un pacto matrimonial, como vemos en los
versículos precedentes. Por tanto la forma en que se estableció
dicho pacto puede servir de referencia para el matrimonio cristiano,
ya que bajo el nuevo pacto, Cristo continúa siendo el esposo de la
Iglesia.
En
Sinaí (conocido también como Horeb), primero Dios estableció con
Israel un compromiso verbal similar al de los novios o desposados y
posteriormente un acto solemne refrendado con un pacto escrito en un
libro, quedando formalizada así la unión matrimonial. Este pacto
tiene carácter legal, por cuanto no sólo se escribe en un libro
sino que además éste contiene los diez mandamientos y otras leyes
(Éxodo capítulos 20, 21 y 22) que los contrayentes se
comprometen a cumplir.
Ex
19:7-8; Entonces vino Moisés, y llamó a los ancianos del
pueblo, y expuso en presencia de ellos todas estas palabras que
Jehová le había mandado. 8 Y todo el pueblo respondió a una, y
dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho, haremos. Y Moisés refirió
a Jehová las palabras del pueblo.
Ex
24:3-4, 6-8;
3
Y Moisés vino y contó al pueblo todas las palabras de Jehová, y
todas las leyes; y todo el pueblo respondió a una voz, y dijo:
Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho. 4 Y Moisés
escribió todas las palabras de Jehová, y levantándose de
mañana edificó un altar al pie del monte, y doce columnas, según
las doce tribus de Israel.
6
Y Moisés tomó la mitad de la sangre, y la puso en tazones, y
esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar. 7 Y
tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual
dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos. 8
Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He
aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre
todas estas cosas.
El
ejemplo de José y María puede ser útil y esclarecedor para
cualquier joven que desee formar un nuevo hogar. Entre los judíos en
aquella época, cuando los jóvenes se desposaban se comprometían
delante de Dios a guardarse fidelidad; pero durante un tiempo no
convivían juntos bajo un mismo techo hasta que dicho compromiso se
refrendaba de forma oficial y pública.
Mt
1:18-19, 25 (Lc 1:26-27, 34; Lc 2:4-5);
18
El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada
María su madre con José, antes que se
juntasen, se halló que había concebido del Espíritu
Santo. 19 José su marido, como era justo, y no
quería infamarla, quiso dejarla secretamente.
25
Pero no la conoció hasta que dio a luz a su
hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS.
Hemos
visto que el matrimonio trascendía la propia individualidad de los
contrayentes, constituyendo un acto social. Pero además de eso, o
precisamente por eso, también era un acto legal que contribuía a
reconocer y proteger una institución básica de la sociedad, como lo
es la sociedad conyugal que da origen a la familia.
Ro
7:1-3; ¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la
ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive?
2 Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido
mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la
ley del marido. 3 Así que, si en vida del marido se uniere a
otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es
libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no
será adúltera.
1
Co 7:39; La mujer casada está ligada por la ley mientras su
marido vive; pero si su marido muriere, libre es para casarse con
quien quiera, con tal que sea en el Señor.
Es
más que probable que el acto social y legal del matrimonio quedase
documentalmente registrado, lo mismo que los nacimientos y
defunciones.
Lc
2:1-5; Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de
parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. 2
Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria. 3 E
iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. 4 Y José
subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de
David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de
David; 5 para ser empadronado con María su mujer, desposada con él,
la cual estaba encinta.
Si,
como se indica en los siguientes versículos, el cese de la unión
conyugal debía hacerse constar por escrito (carta de divorcio), ¿no
es lógico que también estuviera documentado el acto de constitución
del matrimonio?
Mt
19:7-9 (Dt 24:1-2; Mt 5:31-32; Mr 10:2-4); Le dijeron: ¿Por qué,
pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla? 8 El
les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió
repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así. 9 Y yo os
digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de
fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la
repudiada, adultera.
Para
la formación de un matrimonio no basta con convivir bajo el mismo
techo y mantener relaciones sexuales, aunque medie un sentimiento de
amor mutuo, un compromiso de fidelidad y un proyecto de vida en
común. La pareja ha de estar legalmente casada, si no se trata de un
amancebamiento o concubinato, mencionado frecuentemente en el Antiguo
Testamento, pero prohibido bajo el nuevo pacto.
Vemos
claramente que Dios en su Palabra ordena e instruye de forma
excluyente para el matrimonio, diferenciando éste de otras formas de
unión, tal como sucede en el encuentro de Jesús con la mujer
samaritana.
Jn
4:16-18; Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá. 17
Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has
dicho: No tengo marido; 18 porque cinco maridos has tenido, y el
que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad.
CONCLUSIÓN:
Como
hemos visto, el orden divino en cuanto a la naturaleza y
características del matrimonio está claramente expuesto en la
Biblia. Dios no aprueba las simples uniones de hecho, por más que en
la actualidad en muchos países gocen de reconocimiento social y
legal.
Cuando
dos jóvenes cristianos de distinto sexo conviven juntos bajo un
mismo techo están dando mal testimonio y pueden ser causa de
tropiezo para otros. Si además tuviesen relaciones sexuales
prematrimoniales estarían cometiendo pecado de fornicación, aunque
manifiesten amor mutuo y se prometan fidelidad de por vida.
En
las iglesias, jóvenes y mayores debemos velar para que el enemigo no
nos sorprenda ni el mundo se cuele dentro con valores y modas
mundanas. Especial responsabilidad tienen aquellos que Dios ha puesto
por atalayas para advertir del peligro a quienes se distraigan o
desvíen del camino recto.
Dios,
que es infinitamente sabio, también es un Dios de orden. La familia,
que procede de la unión entre un hombre y una mujer, es una
institución básica, un pilar fundamental de la sociedad, destinada
por Dios a proteger y asegurar la supervivencia humana, tanto a nivel
de individuos como de especie. Por eso nos muestra en su Palabra las
pautas que debemos seguir.
Como
el matrimonio es algo muy serio que entraña una gran
responsabilidad, desde tiempos inmemoriales se estimó que las
parejas deben mantener una relación de noviazgo que les permita
conocerse mejor, asegurarse de que realmente se aman y prepararse
psicológica y emocionalmente para crear un hogar e hijos, si es
voluntad de Dios.
Aunque
sea conveniente disponer de un trabajo o medio de ganarse la vida, no
es necesario tener todos los problemas económicos resueltos para
poder casarse. Por encima de todo una pareja cristiana debe andar por
fe, poniéndose en las manos del Señor, que es quien nos capacita,
provee y da seguridad.
En
caso de que un cristiano dude o tema que en el futuro pueda fracasar
su matrimonio, no debe dar el paso de casarse. Es preferible no
precipitarse y esperar a que el Señor le muestre el camino a seguir.
Lo que no debe hacerse nunca en caso de duda es dar el paso en falso
de probar a convivir juntos para ver si la relación funciona. Esto
demuestra falta de fe y la Palabra nos dice que quien obra dudando,
peca.
Ro
14:23; Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo
hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado.
Termino
expresando mi convicción de que una pareja que realmente es
cristiana y, por tanto, deposita su confianza en el Señor, no debe
tener ningún inconveniente en aceptar casarse legalmente, de forma
que su matrimonio tenga plena validez civil y religiosa.
Que
el Señor nos bendiga.
Estudio correcto y especialmente recomendado para quienes mantengan una relación de pareja, así como padres, pastores y educadores en general.
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